Por un simple huevo de pascua
Hubo una época, cuando era niño, donde no se llevaba bien con ninguno de sus compañeros, ya sea por los demás, que tenían miedo de su cara de niño malhumorado, o porque simplemente despreciaba a todo ser humano. Pero, de alguna forma, en algún momento de su vida, eso cambió.
Fue ese día, el día después de pascua, que les habían regalado un pequeño huevo de pascua a cada niño de la clase cuando se le cayó el huevo de chocolate que le habían dado por culpa de alguien que pasó rápido por su lado mientras lo estaba abriendo. Se rompió en el suelo y, como había mucho griterío en la sala, casi nadie se dio cuenta.
Levantó los pedazos de chocolate, los guardó en su envoltorio y lo dejó debajo de su banco. Si lo tiraba ahora, la gente se daría cuenta y no quería pasar por esa vergüenza con la gente que no le agradaba.
Law se sentía frustrado. No había sido su culpa, pero ya no podía hacer nada más que mirar con el seño fruncido por la ventana mientras los demás estaban en las suyas.
Fue en ese momento, cuando giró su cabeza hacia el interior del aula nuevamente, que vio que Cavendish, un niño de su clase, con una inocente sonrisa se había acercado a él con su huevo de pascua en la mano.
-¿Quieres el mío? -preguntó. Seguramente habría sido de los pocos niños que notó lo que le sucedió, pero, al parecer, él no se habría quedado callado.
A Law le extrañó esa actitud, y hasta le hacía pensar que era algún tipo de broma. Su orgullo tampoco le permitía aceptar esa supuesta amabilidad. Además, ¿cómo iba a aceptar que un casi desconocido se quedara sin su huevo de chocolate por él?
-No necesito eso. -Su orgullo le llevó a responder de una manera cortante antes de volver a dirigir su mirada hacia la ventana.
El otro niño se encontraba ofendido y enojado. ¡Había sido amable con el niño menos querido de la clase y así lo trataba! No le agradaba que hablaran mal de él a sus espaldas, así que quiso acercarse un poco a ese niño para alegrarlo, ¡pero ya vio cómo era!
-¡Pues deberías agradecer mi amabilidad! -exclamó. Ofendido, volvió a su asiento. Allí sentado, de reojo volvió a mirar al niño malhumorado, quien seguía con su cabeza mirando hacia el otro lado, posándola sobre su mano, como antes. Sin embargo, su mirada demostraba un ápice de tristeza al dirigirla hacia su banco, como si estuviera pensando, y Cavendish lo notó.
Ahora sabía que no aceptaría nada si se lo daba directamente, así que pensó en otra cosa. Comenzó a escribir en un papel una nota y la pegó en el paquete plástico que envolvía al huevo de chocolate. Después se le ocurrió darle una cosa más que haría que fuera imposible rechazarlo. Levantó la rosa, una de las que siempre llevaba a la escuela, que tenía en el escritorio y la pegó con cinta junto con la nota. Finalmente esperó al receso para meter todo a escondidas en la mochila de Law.
«¡El plan perfecto!», pensó cuando terminó.
Sin embargo, hubo algo que no pensó: y es que vería el regalo en la mochila cuando fuera a guardar sus libros al terminar la clase. Al darse cuenta de ello, se concentró en guardar sus propios libros dándole la espalda para no tener que ver la reacción del otro cuando lo viera.
Y así pasó: lo vio. Había sentido enojo cuando descubrió que había puesto el huevo ahí. Pese a que sí tenía ganas de comerlo, no quería que sacrificara el suyo por él, y mucho menos tener que agradecerle. Tampoco quería ponerse a pelear por eso. Sin embargo, cuando vio que iba acompañado de una nota y hasta una rosa, se calmó.
Miró al responsable de reojo y, al notar que no estaba prestando atención, leyó a leer la nota:
❝ Es mejor chocolate regalado que comprado.
¡Te hace más feliz! ¡¡Agradécemelo!! ❞
«¿Es bipolar o sólo es idiota?», pensó. Pero a la vez sonrió un poco por el comportamiento de su compañero. «Tal vez tenga razón».
Por otro lado, cuando ya se estaban por ir, Cavendish pensaba si lo había visto y se iba a ir sin agradecerle de ninguna forma. ¡No podía ser eso! Pensó que no volvería a ser amable con alguien así.
Aunque, para su sorpresa, al día siguiente fue cuando Law se presentó en su banco con otro huevo de pascua y volvió al suyo sin mediar palabra. Cavendish tampoco pudo hacer nada por la rapidez de la situación, sólo pudo leer la nota que traía en la que ponía un simple «gracias». No era mucho, pero fue suficiente para contentar a un Cavendish que se había sentido tan frustrado el día anterior.
Así fue como comenzó esa particular relación. Cavendish fue el que en cada trabajo de a pares quería estar con él. Lo veía solo, ¡y no quería dejar solo a alguien con quien había interactuado de aquella manera hace tan poco!
-¡No te acostumbres a mí! ¡Sólo quiero ayudarte porque soy amable! -le dijo la primera vez.
-Ya...
Sin embargo, comenzaba a pasar tiempo con él hasta en los recesos y así hasta el último día de clases. Law creyó que ahí acabaría aquella relación supuestamente temporal, pero el primer día del siguiente año Cavendish lo buscó para sentarse delante de él. Solía estar más con él que con sus otros compañeros, porque esa afición suya de ser popular nadie se la quitaba; pero, aun así, parecía agradarle sinceramente su compañía. Y así siguió el año siguiente, y el siguiente, y el siguiente...
«¿Se supone que no me debo acostumbrar a esto?», se preguntó Law en algún momento de los que pasó con él. Se arriesgó a empezar a pensar en él como un amigo, aunque se avergonzó cuando se le pasó esa idea por la cabeza.
Sin embargo, aún tenía esa leve impresión de que todo eso acabaría repentinamente tarde o temprano. Pero eso jamás pasó. Ni al final de la primaria e inicios de la secundaria, período donde algunas cosas suelen cambiar. Ni con los compañeros nuevos que tuvieron a lo largo del período escolar lograron separarlos completamente, aunque sí conocieron a varias personas un tanto interesantes.
-Oye, Law. -Sentado en el banco de delante, Cavendish lo llamó.
-¿Hm?
-¿Qué planeas hacer luego de terminar la escuela?
-Ah. Estudiaré medicina en la Universidad del Nuevo Mundo.
-Ah... ¿Y nunca has pensado en...? No sé, ¿ser modelo?
Su sonrisa esperanzadora denotaba sus sospechosas y obvias intenciones.
-No, eso más bien parece ir mejor contigo.
-¡¡Por eso!! -exclamó, golpeando la mesa de Law en el proceso y sorprendiéndolo por un instante-. ¡Iré a estudiar en una escuela de teatro para convertirme en un famoso modelo!
Con esa reacción a Law le quedó claro lo que quería decirle, así que suspiró.
-Oye. No podremos estar toda la vida juntos.
Ese comentario hirió en lo profundo del orgulloso corazón de Cavendish, y en su rostro plasmó aquella desagradable sorpresa.
-Ah. ¿Eso es lo que piensas? ¡Ya veo!
Ofendido, le dio la espalda a Law, quien, nervioso por la situación, pensó en lo ridículo que era tener que soportar los berrinches de su mejor amigo, pero que por alguna razón lo hacía.
-Me refiero a que... -Volvió a hablar luego de suspirar, apoyando una mano en el hombro de Cavendish-. No hace falta estudiar en los mismos lugares para seguir viéndonos.
La explicación pareció convencer un poco a Cavendish, pues giró un poco la cabeza para escucharlo, aunque aún Law no podía ver sus ojos.
-Entonces... Cuando terminemos la escuela, ¿me llamarás? -preguntó seriamente. Parecía que sí le afectaba el tema de separase de él.
-Claro que sí -respondió con obviedad.
-Hmph -soltó victorioso, posando su mano sobre la que se encontraba sobre su hombro-. No puedes vivir sin mí, ¿verdad?
«No, más bien tú sin mí», pensó avergonzado. Pero le dejaría obtener la victoria esa vez.
-Claro...
Aun estudiando en diferentes instituciones, siguieron juntándose y saliendo. Con todos los climas posibles, pero el más bello se veía en primavera, con la aparición de las flores de cerezo.
Caminando debajo de los coloridos árboles, Cavendish habló.
-Adivina qué, Law.
-¿Hm?
-Mis padres me echaron de casa, ¡así que iré a vivir solo! -La felicidad con la que declaró su situación lo dejó bastante confundido a Law-. ¿Qué sucede?
-¿Por qué eso te hace tan feliz...?
-Oh, así que te interesa... -dijo como si hubiera caído en su trampa-. Estuve viendo unos lugares que están cerca de nuestras universidades... Mira.
Mostró en su celular un apartamento con una sala, comedor y cocina bastante espaciosos, alguna habitación para el trabajo, dos dormitorios... y cada uno con su propio baño. Pero eso resultaba bastante extraño para Law.
-¿Para qué necesitas dos dormitorios? -preguntó inocentemente pasando su mirada del celular a su compañero, pero su expresión cambió al ver la cara felizmente pícara de Cavendish-. ¿Eh...?
-¡Podríamos ir a vivir juntos!
-¡¿Qu-?!
El shock de Law en ese momento le dio un tiempo para cerrar los ojos y pensar. ¿Lo estaría diciendo tan en serio? No le pareció un mal departamento, y la idea de vivir junto a él de alguna manera no le disgustaba del todo, así que suspiró y se masajeó la sien y le devolvió el móvil mientras el otro lo miraba con un puchero.
-¿Puedes pagar eso?
-¡Claro! ¡Mis padres lo pagarán todo!
-¿No te habían echado de casa?
-M-Más bien... Dijeron que ya soy lo suficientemente grande como para dejar de vivir con ellos...
-... -Dejó esa nueva información de lado para pensar un poco más seriamente. Aunque con «pensar» se estaría refiriendo a cómo dejar el orgullo de lado y decirle que sí de una a un tipo tan vanidoso. Así se quedó un segundo mirando avergonzado hacia otro lado mientras el otro lo miraba esperando alguna respuesta o algo.
-Está bien.
La respuesta tan repentina de Law tomó por sorpresa a Cavendish, quien inspiró con bastante sorpresa.
-¿En serio?
-Sí.
Volvió a inspirar complaciente por la respuesta tan directa y positiva de su compañero y gritó:
-¡Law!
Lo abrazó con felicidad, dejándolo un poco más avergonzado, aunque también feliz por ver la felicidad con la que reaccionó ante una simple respuesta suya. Y así como lo propuso, comenzaron a vivir juntos. Pero eso no quitaba que siguieran saliendo; a cenar, por ejemplo.
-Mira, Law.
Caminando entre los restaurantes de la ciudad, Cavendish sacó de su bolso un huevo de pascua, ya que nuevamente estaban en esa fecha, con una rosa pegada a él. La sorpresa de Law fue inminente al descubrir que él recordaba ese día tan determinante en la vida de ambos. Así, sostuvo el regalo que le pasó Cavendish en su mano, quien sonrió complacido por la reacción del más bajo.
-¿Sabes qué falta?
-La nota -respondió cortante observando aún el obsequio.
-¡El agradecimiento! -exclamó al instante en su corrección. Law sonrió suspirando tras recordar sus inicios. Tal vez debería darle otro huevo como agradecimiento-. ¿Sabes qué más se celebra en estas fechas?
-¿Qué?
-Mañana... ¡es el día del beso!
-... ¿Ah? -La respuesta dejó medio conmocionado a Law. ¿A qué vendría esa declaración? ¿Qué tendría que ver con lo que estaban hablando?-. ¿Hay gente que celebra eso? -soltó normalmente para apaciguar su nerviosismo.
-No lo sé, pero lo vi en Internet. ¡Así que, como agradecimiento de tu parte...! -Ay, no. Había vuelto al tema de antes, ¡así que tendría demasiado que ver con eso!- ¡... quiero un beso!
-¡De ninguna manera! -exclamó en reacción.
-¡Qué cruel! ¡Eso fue muy rápido!
Aunque ese pedido se perdió en el aire, aún seguía en las mentes de ambos. Incluso en la cena Cavendish sacó el tema de nuevo, haciendo suspirar a Law.
-¿Qué tipo de beso es el que quieres?
No tenía pensado preguntar algo así, pero al ver la reacción del otro no se arrepintió.
-¡¿Eh?! Eh... -Sin embargo, logró disuadir la pregunta con su personalidad de siempre. Rio y lo miró confiado-. Conque te interesa, ¿eh?
-No, olvídalo.
Y ahí quedó el tema cuando llegó la comida. Con ella, Cavendish había pedido una botella de vino para cada uno para celebrar su satisfactoria mudanza. Aunque tal vez no haya sido buena idea al ver que Law se levantó algo mareado.
-¿Estás bien?
-Sí... Sólo...
-No me digas que no soportas el alcohol.
-...
Y no pudo decir nada al respecto. Jamás había tenido una razón para beber, así que quiso intentar esa vez, y esa fue la reacción. Lo supuestamente malo sería que tendría que ser ayudado por Cavendish.
-¡Pudiste habérmelo dicho! Una botella entera fue demasiado para ti.
-No hacía falta... Estoy bien.
Caminaron con cuidado hasta su nuevo departamento, pero, cuando llegaron a la puerta, Law se sintió tan seguro y relajado que se durmió en el hombro de Cavendish mientras él abría la puerta. Le resultó tan tierno que no podía ni moverse para no despertarlo, pero tenía que entrar, así que lentamente y con cuidado lo levantó en brazos, cerró la puerta y lo llevó hasta su habitación.
Le había comprado una cama doble como la suya para que tuviera todo el espacio que quisiera. Aunque también era una excusa para dormir junto a él cuando tuviera la oportunidad.
Lo recostó sobre la cama y lo arropó tranquilamente. Se sentó en el borde de la cama para apreciar tanta paz en un rostro que no siempre la tiene. Se iba acercando a él hasta quedar a céntimos de su boca. Podía sentir su respiración chocando contra su piel, pero no sería justo para él hacerlo mientras no estuviera consciente. Así que se separó y lo besó en la frente para tener al menos, ya pasadas las doce de la noche, un beso hacia él en ese día tan lindo.
-Te amo... Law -susurró sonriente. Una confesión que lo descolocaría completamente si la oyera...
Aunque, cuando escuchó la puerta cerrarse, abrió completamente los ojos. Su corazón latía frenéticamente al haber estado espectante de cada movimiento que el rubio realizaba mientras él se encontraba semi inconsciente.
Le quedó en claro lo que quería hacer y no hizo al escuchar aquella confesión cuando sintió su respiración tan cerca. Se avergonzó completamente al pensar en que realmente estaba esperando que lo hiciera fingiendo estar completamente inconsciente.
Su dolor de cabeza lo llevó a dejar de pensar y caer por completo en un profundo sueño.
Raro le pareció el momento en que despertó junto a una larga cabellera rubia y al rededor de los brazos de Cavendish. «¿En qué momento éste se metió aquí?», se preguntó. Intentando ignorar la resaca del vino, se intentó levantar con sus brazos observando debajo suyo a su lado al ángel de rizos dorados que también se andaba despertando.
-¡Buenos días! -anunció tiernamente al ver al recién despertado.
-¿Qué haces aquí?
-Amm... Creí que necesitarías compañía en tu primera noche durmiendo en un nuevo lugar. -Law suspiró y sonrió. Obviamente era él quien no podía dormir solo esa noche-. Oye, Law.
-¿Hm? -Se acomodó apoyando su antebrazo sobre la almohada.
-¿No hay un beso de buenos días? -preguntó en broma para seguir molestando con el tema. Sin embargo, contrario a la reacción que esperaba, Law simplemente y sin rechistar lo besó-. ¡¿Ehh?! ¡¿L-Law?! -Cavendish terminó de levantarse con esa sorpresa matutina, pero Law simplemente sonrió en un suspiro-. ¿En se-...? -Se llevó los dedos a la boca recién besada con ilusión-. Mmm... Si esa es tu manera de confesar tus sentimientos, ¡no tendré más remedio que aceptarlos! -dramatizó.
-Te escuché anoche.
-¡¿Qué?! -exclamó inmediatamente-. Ah... ¿Escuchaste eso...? -dijo avergonzándose pegando su cara contra la almohada, a lo que Law volvió a sonreír.
-Si esa es tu manera de confesar tus sentimientos, no tendré más remedio que aceptarlos.
Cavendish inspiró con emoción sobre la almohada por las hermosas palabras que salieron de la boca de Law, aunque fueran las suyas.
-¡No me copies! -Saltó hacia él en un abrazo asfixiador que no detuvo la hermosa risa de Law. Mirándolo desde arriba, Cavendish lo miró con un puchero en su rostro-. Tu risa es hermosa, ¿lo sabías?
-Eres tú quien la causó-admitió.
-¿Quieres decir que también soy hermoso? -Mientras lo decía, se iba acercando más a él con su rostro de completa vanidad y gran ilusión.
-No dije eso.
-Sí, claro.
Esta vez fue Cavendish quien cerró la pequeña distancia que había entre ellos con otro ligero y hermoso beso. Había guardado por tanto tiempo aquellos sentimientos que su interior rebosaba de alegría. Miró a Law de manera sospechosamente pícara y comenzó a besarlo repetidamente por su boca, nariz y varias veces más en la mejilla cuando Law intentaba alejarse de aquel monstruo de besos.
-¡Basta!
Se quejó hasta el último y prolongado beso de Cavendish, quien quedó completamente satisfecho.
-¡Feliz día del beso!
¿Fin?
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