Una visita a Kolenheim.
Los bosques de Aldrem son los lugares más fieros y peligrosos debido a sus habitantes sombríos y desquiciados, aunado también a una fauna aberrante y decadente que se caracteriza por tener una sed de sangre y un hambre brutal por roer hasta los huesos del siguiente incauto que se acerque desprevenido.
Para nosotros los orcos esto no nos representa un problema. No importa a que tribu orco le preguntes, siempre te responderán que este tipo de cosas te forjan carácter y te vuelven más fuerte, no puedo estar más de acuerdo con esa respuesta. Es agradable hacerte de amigos como nigromantes o de cultistas pues ellos te protegerán a cambio de algo que les sea de utilidad como algún material para sus bizarros rituales o de algún artefacto de utilidad para ellos. Igualmente es agradable tenerlos como clientes pues llegan a pagar grandes cantidades de dinero por algún ingrediente exótico o por alguno de esos libros viejos de antes de "la guerra del cielo rojo", pues varios saberes antiguos de mucho antes de esa época fueron perdidos o terminaron destruidos por tal acontecimiento.
A decir verdad, prefiero comerciar con nigromantes y con algunos cultistas pues ellos son los que más gastan al comprar, mientras que los humanos y los delicaditos elfos tienden a ser bastante ahorrativos, aunque debo de admitirlo, los humanos y los elfos no llegan a ser tan exigentes con las especias o con las armas. Si algo me han enseñado mis treinta años de comerciante es que un cliente es un cliente y no importa que raza sea, si tiene oro intenta convencerlo y quédate con su oro sin rechistar.
A algunas personas se les hace extraño que un orco intente tener algún trabajo como el de cualquier comerciante pues por lo general se nos ve más en el campo de batalla, pero no siempre es así.
No voy a decir que nosotros lleguemos a practicar la agricultura ya que nuestros esclavos los gnomos ya lo hacen por nosotros, y ya saben que es mejor que no intenten nada raro, ya saben lo que les espera si nos desobedecen.
Demonios, me desvié del punto, la cuestión aquí es que cuando un orco cumple cuarenta años puede decidir su oficio libremente, hay tres opciones a elegir, está la opción de ser un caudillo lo cual entre sus beneficios está el ser bendecido con el don de la lluvia de sangre, esta habilidad hace que su portador sea inmune al dolor y poder resistir las heridas que ocasionalmente serían muy graves.
Ya luego está el oficio del orco cazador que es lo que significa el nombre, simplemente ellos proveen de comida al pueblo y en tiempos de guerra ellos se encargan de crear trampas para defender sus respectivas tribus contra cualquier invasor.
Y por último nosotros los comerciantes quienes somos los que más reciben las burlas de los caudillos, aunque de cierta manera saben que si no cuidan su maldito hocico toda la tribu podría irse a pique, en tiempos de paz nosotros somos los que más proveemos de oro a nuestros asentamientos, así que está en ellos decidir que en la aldea haya escases de oro y miles de muertes o que la aldea siga funcionando a manos de unos pocos orcos que eligieron el comercio como oficio.
Me dirijo ahora con mi amigo Ansel a la ciudad humana de Kolenheim. ¿Qué puedo decir de esa ciudad que no se haya dicho antes de ella? No es nada más que un pueblucho glorificado con unas murallas desgastada y llenas grietas. Sus calles son decadentes y sucias lo que ha propiciado la propagación de diversas enfermedades y plagas, sus habitantes no son más que un montón de ignorantes y cerrados de mente ante el uso de magia para curar enfermedades. Los muy estúpidos en su lugar prefieren usar remedios caseros que tanto la medicina y la magia se burlan de sus mediocres resultados, es tan decadente y horrible su situación que ni sus corruptos monarcas, aunque hicieran todo lo posible no llegarían a salvar su basura de ciudad.
Espero que lo que sea que tenga planeado Ansel valga la pena, no estoy dispuesto a viajar a un lugar que no estaba contemplado durante mis viajes mercantiles solo por un estúpido libro o por una hierba inútil.
—Ansel, ¡Hey Ansel despierta! Recuérdame porque estamos yendo a Kolenheim. Sabes que odio ir ahí.
—Fácil Sög, haré un sacrificio para Og-doroth, santo señor de las enfermedades y de las plagas padre de Sinul'aeth. —Mucho antes de que él terminara con esos detalles de jerarquías demoniacas procedí a interrumpirlo para ir directo al por qué maldita razón estábamos yendo ahí.
—Sí, muy bonito lo de tus detalles tontos de tus demonios y sus inútiles jerarquías. Yo quiero saber de una buena vez la estúpida razón para ir ahí o te romperé las piernas y te dejaré en el bosque.
—Claro que hay una buena razón, con la bendición de Og-doroth los muertos que logre resucitar tendrán el don de la infección. Su peste se esparcirá por las mordidas dejando a sus víctimas como unas marionetas creadas por mi oscuro poder. –Seré sincero por la forma en que describió ese poder me convenció, pero aún necesitaba hacer una última pregunta y la cual era de suma importancia para mí.
—Dime, ¿ellos necesitan comida?, ¿Cómo sé que esas cosas no infectarán mi mercancía —Pregunté con un severo tono de seriedad, si él iba a usar esas cosas cerca que mínimo no arruinaran mi mercancía era lo que pedía.
—Los libros y las visiones no mienten, ellos solo tienen el hambre de devorar la carne de sus víctimas, de esparcir el miedo y su infección solo para poder lograr el objetivo que su amo ordenó, ellos no infectarán tus cosechas desde luego, tienes mi palabra —Contestó Ansel concentrado mientras estaba leyendo su libro
—Eso espero pequeña rata. -Dije algo más relajado de saber que no tendría que alimentar a un montón de cadáveres apestosos.
Mientras nos acercábamos a Kolenheim pasaron cerca de nosotros unos jinetes cuya apariencia era extraña, pasaron tan cerca que casi golpean a mis caballos con sus espadas. Al ver bien sus armaduras estas no parecían de alguna nación conocida pues estaban decoradas con demasiados detalles glamurosos, con cascos que tenían un color dorado brillante y la apariencia de un rostro agonizante, sus petos mostraban diferentes imágenes, algunas pareciéndose a algún demonio de cada raza desde la élfica hasta la de civilizaciones antiguas como la de los Meleyath, sus hombreras tenían símbolos que usualmente son usados en sus respectivos rituales.
Pero uno de ellos sobresaldría del resto porque tenía un aspecto más retorcido pareciéndose más a un antiguo mago de antes de la guerra, la poca armadura que tenía solo consistía de las braceras y las grebas, su casco igual era muy diferente parecía la cabeza de un animal enfermo y degollado con unos cuernos rojos como la sangre, si preguntas mi opinión de estos tipos es que son unos locos novatos, he visto sectas más amenazadoras que estos tipos e igualmente estando mejor armadas con espadas cuyo filo contenía el alma de las víctimas del portador, mientras que estos idiotas solo llevan espadas normales de acero común sin ningún tipo de hechizo o encantamiento.
—Hey Sög. ¿A dónde crees que van esos tipos? —preguntó Ansel mientras veía pasar a dichos jinetes.
—Supongo que igual van a Kolenheim.
—¿Cómo sabes eso? —Preguntó sorprendido Ansel ante mi respuesta.
—Fácil, si el tipo con cuernos es un mago basándome por su tipo de armadura sería lógico pensar que va a ir a negociar con los monarcas, acerca de que métodos él no lo sé, como sea, ya casi estamos llegando, dime. ¿Cuánto tiempo te tomará hacer tu cosa esa de sacrificio o lo que sea?
—Dos días, uno para conseguir lo necesario para el sacrificio y el otro para realizar el ritual. —Mi cara al escuchar eso fue de felicidad, solo dos días en esa pocilga para luego verla caer por el ritual, esto era un regalo de Gorkomork y de Sörgohk los dioses orco de los mercaderes.
Llegamos después de media hora a las puertas de la ciudad, al llegar a la entrada dos guardias empezaron a según ellos a "registrar" la mercancía, sentí algo raro en ese momento pues por ley la mercancía solo debe de ser registrada bajo la supervisión de un encargado y un galeno, así que se me ocurrió un pequeño plan.
—Oye Ansel, no me creo que estos tipos vayan a inspeccionar la mercancía, bájate y ve lo que están haciendo, si están robando tienes mi permiso de usarlos para tus rituales —El pequeño granuja sonrió al escuchar que le estaba dando permiso de usarlos como conejillos de indias, por lo general soy yo el que se encarga de los ladrones dándoles una lección con mi martillo.
Rápidamente Ansel se bajó del carruaje, pasó solo unos segundos para que yo pudiera escuchar los gritos de los guardias, los miserables esos empezaron a correr cuando vieron a Ansel conjurando algunos de sus espantajos esos que el tanto usa, empezaron a gritar de miedo, mientras Ansel ni corto ni perezoso empezó a atacar a dichos guardias con los seres de pesadilla que invocó, en ese momento me pregunté como un chico de su edad pudo lograr algo así, tal vez él tenga un truco o algún secreto o algo así.
—¿Y qué tal todo?
—¿A qué te refieres Sög? —Preguntó Ansel
—Me refiero a qué demonios hiciste con sus cuerpos, ¿están muertos?
—No, ellos deben de estar vivos, ellos serán los primeros en conocer a Og-doroth, vamos, entremos antes de que se haga tarde. —contestó el granuja con bastante seriedad, se nota que tiene bastante devoción a dicha deidad o no estaría tan apresurado.
Bien, no te voy a mentir la ciudad seguía viéndose fea, pero según pudimos saber por algunos guardias estábamos en la zona "rica" de la ciudad, la cual según no hay ningún infectado por la plaga de Sicionio, que buena forma de prevenir la plaga, es la más estúpida pero al parecer y según ellos la más eficaz, por cierto por los carros de cadáveres que andaban cerca pude ver que era otra enfermedad al ver el aspecto de algunos cuerpos, ¿pero qué se puede esperar de un pueblo atrasado en varios aspectos?, por cierto la plaga de Sicionio ocasiona ronchas grandes y una rasquera incontrolable, esta otra sacaba grandes pústulas de colores casi necróticos.
—Bueno Ansel ya llegamos mínimo ayúdame con poner el puesto. —Él me ayudó a poner el puesto como le pedí, aunque él no se iba a ir tan rápido pues aún tenía que hacer algo para mí.
—Bueno ya está, debo de irme Og-doroth me espera. —Ahí es donde lo interrumpí.
—Exacto, él te espera, pero yo no, llévate a este par de inútiles contigo, no quiero que ellos se despierten en el carruaje y arruinen todo, aprovecha que aún es de noche y que hay pocas personas en este momento y desaparécelos de mi vista. —Vi que rápidamente conjuró a dos seres bastante particulares, uno era una extraña forma de felino humanoide bastante grande que casi llegaba a mi altura y eso que en medida humana yo mido un metro con noventa y cinco, aquel ser era muy grande, roñoso y contaba con unas garras y dientes demasiado afiladas y el otro era un ser casi humano con ojos parecidos a los de una serpiente, carecía de mandíbula y sus piernas eran como las de un ave, si me preguntases cual respondería que las de un buitre, y eso con temor a equivocarme, sus brazos y su torso eran como los de un humano, sus manos parecían estar descarnadas, su cabeza era como las de un guerrero tribal de esta isla, y portaba una lanza consigo.
—Bueno chicos llévense a esos dos de ahí –Les ordenó Ansel a aquellas criaturas —Adiós Sög, nos vemos en dos días.
—Eso espero. –Contesté intentando contener el nerviosismo de estar frente un par de monstruos como esos, nunca en mis años de vida había visto criaturas como esas, ni siquiera al final de la guerra del cielo rojo.
Ya cuando se habían ido me quede sentado a dormir un poco cerca del carruaje, tenía el sueño ligero gracias al tiempo que estuve en la guerra, se me quedo casi como una pequeña habilidad por así decirlo, antes de que pudiera empezar a dormir solo había un sentimiento de nerviosismo al tratar de imaginar que es lo que querían hacer esos tipos que vimos Ansel y yo antes de llegar, que demonios tramaban ellos, sea lo que sea, espero no me hagan perder dinero por sus "extravagantes" creencias.
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