Tormento de Flegias.

"Sög"

Caímos del cuarto anillo, Ansel y yo saltamos de un agujero creado por un monstruo que él creó, su poder fue descomunal, nunca había visto que Ansel pudiera crear un ser de tal magnitud, la caída nos hirió a todos, pero era un precio justo a pagar para escapar de ese lugar.

El último en caer fue el elfo debilucho que se estampó en el suelo, esta tierra de verdad era bastante suave como la arena de las playas de Aldrem, más exactamente las del sureste de la isla, este lugar era ruidoso hasta más no poder y no era ruido que diese miedo, era ruido molesto, eran gritos muy cercanos.

 Vi un peñasco y me di cuenta de que caímos cerca de un mar de almas, pero estas se peleaban entre sí, veo que ellas querían escapar del río. A lo lejos en el río vi a un viejo barquero, ¿era Caronte otra vez?

No veía final alguno ni alguna otra forma de cruzar al otro lado así que supuse que debíamos de ir y tomar el barco, aunque no sé cuántas monedas tenga para pagarle un viaje a Caronte de nuevo.

Avisé a los otros de venir conmigo,  se acercaba Caronte y él era la única forma de seguir adelante para cruzar el mar,  ellos vieron con espanto mi idea, Ansel lo veía como algo más fastidioso que atemorizante, mientras que Isildalf lo veía como algo aterrador por un miedo que tiene desde que se ahogó o algo así en el segundo anillo. 

Buscamos una forma de bajar el peñasco y nos tardamos unos pasos en encontrar un lugar donde bajar, aunque fue un poco incomodo el deslizarse en una bajada muy inclinada, algo alta y llena de piedras, y no de las pequeñas, por esas piedras bien grandes y fuertes me empezaron a doler mis pies y para la edad que tengo es un milagro que aún pueda pelear bien.

Nos acercamos a la orilla y llamamos al barquero quien nos recibió de una manera iracunda, que raro, ¿Caronte teniendo un mal día?.

—Mortales insensatos, mi nombre no es Caronte, aunque estas aguas se hayan desbordado consumiendo ya los círculos primeros, no puedo ayudarlos en su travesía, aquel ángel puede cargarlos suponiendo que ustedes están vivos aún. —Dijo el barquero aquel.

Volteamos para ver el ángel al cual se refería y detrás nuestro estaba Azrael, quien apareció sin hacer ruido alguno.

Se veía con una ligera sonrisa y fue directo con el viejo barquero enojón y viéndolo de frente con unas palabras bastó para que el barquero sintiera temor.

—Hola Flegias, ¿aún sigues enojado tras tu rabieta contra Apolo? —Dijo el Azrael con una voz tranquila y suave.

—¿Ustedes están con Azrael? Dense prisa, suban de una vez pues el otro lado los está esperando, pero uno de ustedes me ayudará a remar, ningún viaje será gratis, pues ustedes los vivos hacen que mi barca pese más de lo habitual.

Todos volteamos a ver a Isildalf pues como vez "un orco como yo ya está muy grande para estas labores", lector bienaventurado recuerda que mis pies me duelen bastante y un joven como Ansel no sabe remar, aunque eso no lo sabías ni tampoco necesitabas saber, por nosotros que el elfo trabaje un poco más, pues es él por quien estamos aquí en primer lugar.

—¡¿Por qué tengo que ser yo en todo, no saben que aquí se castiga a los perezosos también?! —Exclamó orejas picudas, aunque no le hicimos mucho caso.

Fui el primero en tomar asiento y me percaté de entrar con el pie derecho, para tener buena suerte, Ansel igual entró con el pie derecho, Isildalf es el único que iba a cometer dicha estupidez.

—¡Oye Isildalf, cuidado! —Exclamé con fuerza intentando advertirle antes de que diera otro paso.

—¡¿Qué quieres viejo orco, no estás viendo que voy a entrar al barco?! —Me respondió groseramente el elfo por su prisa de entrar de una vez al barco.

—Mira, sé que eres idiota de nacimiento eso nadie te lo pone en duda orejas picudas, pero por favor entra con el pie derecho. —Dije amablemente sin molestarme con él por lo sensible que se puede poner el elfo debilucho.

—¡¿Qué?!, ¿en serio crees esos cuentos de piratas? —Entonces Azrael se agachó para decirle algo en su oreja.

—Vamos no pierdes nada con hacerlo, es más será divertido navegar un rato, solo rema bien Isildalf. —Entonces mostró una sonrisa plena al elfo.

—De acuerdo, solo porque no me queda de otra, ¿lo ven?, pie derecho. —Dijo el elfo cretino.

—Ve atrás y rema, será mejor para ti si golpeas a quienes veas intentar subir al bote, ¿escuchaste bien flacucho? —Dijo ese tal Flegias, quien hablaba casi gritándonos, pues lo más bajo que él habla es casi un regaño orco de un chaman ebrio, y créeme que si los libros hablaran este capitulo de nuestra vida sería casi gritos en su totalidad.

—Vamos Flegias, ese flacucho apenas y puede sostenerse con su propia fuerza, ¿en serio crees que podrá remar bien? —Pregunté bromeando del elfo.

—De acuerdo, ¿quieres tomar su lugar? —Preguntó ese barquero.

—No gracias, vamos de una vez. —Respondí tras ver lo largo que era nuestro sendero el cual debíamos remar. 

Navegamos todos airosos y sin preocupación o problema abordo, Ansel se puso a leer un rato uno de sus libros que esconde en su túnica, se quitó la capucha y pude ver algo cercano a su ojo, era como una marca. Dicha marca era como el del cemento rompiéndose, como una grieta más bien.

—¿Pasa algo Sög? —Preguntó extrañado el chico.

—No, nada es solo que tu cabello está largo, ¿no crees que te vendría bien un recorte? —Dije bromeando, intentando no asustarlo.

—Emm, yo lo veo bien. —Respondió él sin preocupación alguna y viendo su cabello mientras lo alzaba.

Las aguas pasaban de ser agitadas a mansas en varios instantes, las almas de los iracundos solían subir cuando el mar se ponía bravo, las almas de los perezosos calentaban el agua por sus gritos de dolor, aquello desataba aún más la ira de los condenados por su inmensurable enojo ante todo sentir.

Llegó un punto de esta travesía en donde tuvimos que dejar de remar para evitar que las almas malditas entraran a nuestro barco, Flegias, Isildalf, Ansel y yo no nos dábamos abasto entre tantos pecadores que deseaban entrar, Azrael intervino con su luz cegando a las almas y haciendo que cayeran devuelta al mar donde vinieron, Isildalf aprovechó esto para remar y sacarnos de este apuro, unos metros después Flegias volvería a remar una vez Azrael dejó de emitir su luz.

Estuvimos en silencio durante un tiempo, el temor se nos había pasado, había que buscar una manera de entretenerse que no sea escribiendo en estos diarios, lo cual no ayuda el que una barca se mueva mucho, yo entablé con Flegias un poco de conversación antes de que llegáramos a la orilla, si bien creí que empezaría a gritar como loco la verdad es que los cuatro nos sorprendimos el como contestó con tranquilidad, aún con toda la tristeza invadiéndolo, él se mostro sereno, casi con una profunda melancolía.

—Flegias, ¿cual es el castigo que cometiste en vida que te hizo caer en desgracia? —Pregunté en el momento donde las aguas eran calmas y propicias para navegar despacio.

Viendo a Azrael con culpa y dolor, Flegias me contestó después de secarse una lagrima que apenas empezaba a salir:

—Como habrás escuchado yo cometí un crimen en contra de la unión de mi hija y Apolo, pero no terminó ahí mi historia, pues de haber solamente sentido ira tal vez solo habría caído en el olvido absoluto como el mejor de los destinos que un pecador puede pedir a cambio como expiación. Yo en cambio, me dejé llevar por la ira que cegaba mis sentidos, una rabia absoluta al ver como Apolo engendró un pequeño con mi hija la cual mató en un ataque de celos, míralo, caído en olvido y yo castigado por quemar su templo en Delfos, producto de mi ira ciega acabé con la vida de inocentes que estaban ahí, por ello mi castigo fue asignado tan pronto mi muerte había llegado. Esta tarea me recuerda los errores que cometí y por ello siento aversión por aquellos a quienes arrojo a este mar, pues ellos me recuerdan mi error en vida. —Tan pronto dejó de hablar volvió a soltar una lagrima, Azrael consoló a Flegias el cual andaba decaído por rememorar su pasado.

—Flegias, aún con todo lo que has sufrido recuerda que encontrarás la forma de sobrellevar el dolor por lo sucedido con tu hija, estoy seguro que ella estaría alegre de saber que se volverá a encontrar con su padre algún día aunque sea unos minutos. —Aún animándolo Flegias se resistía a aceptar dicho consuelo.

—Agradezco tus palabras Azrael, pero mi deber es importante para estas aguas, incluso si yo llegara a arrepentirme antes del fin de los tiempos, estoy seguro que aún así mi trabajo seguiría, por ello es que no puedo tomar ese destino. No puedo dejar que estos pecadores lleguen a arremolinarse en las orillas ni dejarlos escapar de su tormento, por ello desato mi furia contra ellos como ya he dicho, para que recuerden sus pecados en vida y sientan el dolor y sus consecuencias.

Con toda ira el mar se volvió a arremolinar, hasta que vimos caer un demonio de una grieta, sus heridas eran notorias aún con la lejanía, Azrael viéndolo sintió un ligero temor al ver de quien se trataba, tras este evento sacó su hoz plateada a lo cual Flegias por precaución bajó la velocidad de la barca y pidió al elfo hacer lo mismo.

 De la grieta sobresalían cuatro tres figuras, una mujer con una armadura de empíreo porte y con cruz de estandarte sobre esta al lado estaban un hombre vestido como fanático de la iglesia de Arendel y del otro un ángel que nuestro guía reconoció, aquel ángel tenía un brillo oscuro y sus alas oscuras sobresalían junto con su armadura gris y su espada de fuego de color azul oscuro.

—Así que Mastema encontró a su templario que tanto buscaba, a una mujer fuerte de espíritu, o se volverá en la nueva Inquisidora o será la Portadora de la orden de la rosa, sea cual sea, que sus decisiones le permitan ver la paz que le arrebataron. —El portal se cerró de golpe la poca luz nos reconfortó, sentimos el cálido abrazo de un cielo más puro que cuando inició la invasión.

Ahora por nuestro lado debimos de ser cautos y guardar silencio pues aquel monstruo caído aun respiraba, solo el poder de Azrael nos protegía del poder maligno que aún emergía de aquel malvado ser.

Cada que la barca se acercaba se sentía un aire de odio y muerte, una ira incontrolable, el cuerpo de aquel ser solo flotaba a la deriva, los pecadores cercanos lentamente huían de él, su cuerpo era completamente igual al de un humano, pero su cabeza era igual a la de un cuervo horridamente deformado, vagamente podía hablar y cada palabra salida de su boca era una maldición a quien lo derrotó o una blasfemia, típico de demonios.

Apenas nos vio intentó moverse para atacarnos, pero yacía débil y solo se agitaba y soltaba quejidos de dolor, antes de que lo matara decidió hablar como si tuviéramos todo su tiempo, no entiendo el afán de querer decir algo antes de morir, cuando uno de los nuestros está en estas situaciones no hablamos solo damos nuestro ultimo golpe justamente cuando el enemigo cree que ya ganó.

 —Orco, yo sé lo que te aflige, tu especie está unida a la más sangrienta violencia que existe, ustedes alimentan mi reino, mátame y verás como mis lacayos acabarán con quienes... —No aguanté el soliloquio, solo le clavé la espada de Ansel en el pecho, lo alcé y sujetándolo de su cabeza le rompí el pecho con la espada, solo quedó un enorme agujero entre el pecho y el hombro y es ahí donde su cuerpo se volvió polvo, no tenía ganas de estúpidas amenazas. 

—Gracias por el recordatorio, pero tu amigo del anterior circulo ya se encargó de darme la versión completa de la amenaza. —Después de eso escupí en los restos de cenizas que dejó.

—Sög, ¿Qué iba a decir el...? —Preguntó Isildalf con la impertinencia de siempre, tal vez no con ese tono pero ya estar con el es una impertinencia en si.

—Nada, cosas de demonios de siempre, ya sabes como se ponen ellos. —Respondí evasivamente, Azrael me veía fijamente, el sabía la verdad de lo que pasaba, y no voy a dejar que ellos ganen.

Pasó tiempo, horas quizás, no sé cuántas exactamente pero el mar era extenso varios de los que aquí yacen parecían estar desde mucho antes de nuestra llegada e incluso desde épocas que incluso los humanos han olvidado. Ya Isildalf se había cansado bastante y no paraba de hacer tontas muecas de cansancio que me estaban hartando, por ello le pregunté si quería cambiar que remara mientras.

Puedes apostar que respondió que sí muy exhausto cuando cambiamos de lugar, se acostó en la barca el elfo y pensé en hablar con Ansel y el debilucho antes de que llegáramos a Dite,  empecé por preguntarles que gladiador creen que elijan para la 14ta temporada de este año, suponiendo que llegásemos a detener esta invasión.

—Yo creo que Rodz "Escupe Veneno", si no es él entonces será entre Fuldgir "El guapo" o Angdor "El manos de hacha". —Dijo Ansel rápidamente, el siempre apuesta por los más oscuros de las listas, aunque su suerte de este chico me impresiona porque por lo general suele ganar en las apuestas que hace.

 —Niño ingenuo, es bien sabido que va a calificar Selenor "hoja de cobre" y si no es él va a ser el buen Robert Guillotine. —Dijo el elfo con su soberbia al máximo esplendor y tras eso nos reímos de sus gladiadores.

—¿Qué gladiadores son esos? Esos tarados con armaduras brillantes son más débiles que un granjero moribundo, y por cierto es obvio que este año va a ser el mejor para Gozroff. —Respondí con emoción al máximo porque sé que Gozroff es el favorito de mi hija y si vencemos a estos bastardos podré ver con ella a su gladiador favorito. 

—¿Por qué apuestan únicamente por peleadores de bajos recursos? Todos saben que la emoción es en los mejor equipados. —Vaya que ignorante es el elfo por eso nos reímos más fuerte de él.

—No sirve de nada la mejor armadura si no lo compensas en fuerza, determinación, entrenamiento y pericia, por eso tus gladiadores no suelen llegar a las finales. —Contesté burlándome de él y de su ignorancia ante lo bello del gladio.

—Como sea, yo puesto por Robert Guillotine y para que vean que voy en serio yo apuesto cien reales estaglianos. —Respondió Orejas picudas con una seguridad bastante necia. 

—Llégale, yo apuesto un cuchillo de cobre y un libro de críptidos por Angeror. —Respondió Ansel con bastante seguridad en que su gladiador ganaría.

—Yo apuesto 65 reales, y usaré mi amuleto de la suerte en esta ocasión.

—No por favor, no uses tu zapato viejo, esa cosa huele a cerdo. —Contestó Ansel molesto sabiendo que si lo usaba ganaría de una u otra forma.

Así estuvimos durante un rato hablando hasta que los minutos se hicieron horas e incluso Flegias se uniría a nuestra conversación muy entusiasmado pues de alguna manera logramos recordarle algunos buenos momentos de cuando él vivía. Por ello, considero que esta parte de la aventura fue la más especial pues pudimos relajar nuestros nervios y fortalecernos gracias a este descanso. 

Aunque pocas nuestras peleas, dada nuestra condición y el tipo de adversarios no es fácil de lidiar con ellos, pero sabemos que su muerte nos dará gloria como guerreros y podremos reclamar la cabeza de su líder como trofeo. 

Si hay algo que deseo es llegar a ese tal Molock y llevarme su cabeza como trofeo después de matarlo con mis manos únicamente, su cabeza será el estandarte de mi pueblo por siglos, eso es una promesa ante ese monstruo pues nadie interrumpe mis negocios.

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