Sangre en la arena y un nigromante para dos

"Ansel"

Allí estaba, otra vez en mi fría celda, curando mis heridas y suplicando por salir, tras lo que hice a ese pobre tipo supe que algo me estaba pasando, algo horrible, no sabía que era... Solo que él estaba relacionado, Malduim...
Sentí miedo, no había otra cosa que sentir más allá de vergüenza por lo que hice, era yo, era yo deseando hacerlo sufrir, ¿por qué lo hice?

Bastante me tardé intentando convencerme de que era matarlo o morir, pero con eso que pasó no me era posible perdonarme, sobre todo por como gritó, a pesar de que lo que todos veían era a mi disfrutando su dolor, sintiéndome alegre por haberle hecho daño.

Lloré, no por haber matado a alguien que me quería muerto, sino por mí, por haber disfrutado el momento y desear absorber su alma, a pesar de que la rotura de mis brazos estaba sanada, y ahora solo parecían ligeras grietas de porcelana, no sentía más que disgusto por esto.
Al igual que la otra noche aquél gran maestre llegó, y se sentó junto a mí, ofreciéndome un poco de fruta, unas tangerinas y manzanas. Me negué a comer, no me sentía merecedor de aquel alimento por la culpa que sentía.

Se sentó junto a mí, a pesar de mi rechazo inicial, motivado por mi necesidad de autocastigo. No lo habría culpado de querer irse por no soportar mi grosería.

Aún con todo él estuvo ahí, y esperó a que tomara una fruta de la bolsa, con dicho acto de generosidad me quedé desconcertado, pues sentía que algo así era impropio para alguien como yo, por todo lo que hice, y sigo cometiendo. No merecía esa fruta y aún con todo la tomé, pues era tal mi hambre esa noche que tomé la tangerina.

—Está mal matar, sí, pero lo que importa es por qué lo hiciste y cómo reaccionaste después... La verdadera justicia no es la que se sirve por mano propia, hiciste mal en matar a aquel hombre para drenar su alma. ¿Pero sabes que es lo que hace que te salvó de dejarte caer por tus deseos?

Una pregunta rara, él sabía más de lo que mostraba, no sabía que contestar, ni siquiera estaba seguro de si podría ser sincero sin morir, pero... Decidí decir la verdad, de todo lo que sentí, y lo que viví en ese enfrentamiento, los demás combatientes no fueron tan difíciles a pesar de que seguía con ese pesar en mi mente.

—No he parado de matar, y aquel hombre, lo vi, vi como su mente y su cuerpo se distorsionaban, sentí el deseo de matar... Algo en mi interior me hizo sentir un deseo de sangre, de sembrar en él sufrimiento y dolor... Hasta que escuché una voz, era la de... —Me detuve, no pude seguir, había un nudo en mi garganta, no quería decirlo, pero no sé por qué, quizás por la culpa o el miedo de lo que hice, quizás ese era mi castigo al final de todo.

—No temas, siento un gran poder en ti, pero aún es muy débil, ella te enseñará cuanto debes saber, ella te ayudará.

De mi parte te he de confesar que recuerdo esos días de gloria, esos días de dolor, y como mis hermanos y yo peleábamos contra las fuerzas caóticas, contra aquellos demonios. Pero solo hizo falta una maldición para jamás volver a verlos. —Comentó aquél caballero que tomó su yelmo y lo vio durante unos minutos, en su reflejo en dicho metal pulido se pudo ver aquél verdadero rostro de su alma, por fuera despreocupado y enérgico, pero por dentro... Solo deseaba volver a su orden y saber de aquellas tierras que, a pesar de haber salvado, aquellos demonios lo privaron de volver.

—Como lo siento, señor... Me imagino que... —Me interrumpió para seguir hablando.

—No sabrás cuál es tu poder hasta que te liberes de aquél ser... Sé quién es... Azrael también lo sabe, aquellos poderes, aquellos dioses de la magia son falsos, y son el lastre que has cargado. Incluso los nigromantes que conoces los despreciaban. Solo te queda una opción, jovencito.

Deshacerse del vínculo que tienes es tu única forma de conocer tu verdadero potencial, una vez logres escapar de aquí, corta el vínculo, sentirás tu alma arder, sentirás el dolor más ponzoñoso, pero eso es necesario, si lo que deseas es redimirte. —Me entregó un cuchillo un cuchillo esmeralda, estaba bendito y con el alma de una persona dentro.

Sostuve el cuchillo y pude ver esa alma, era la de un hombre en un trono, protegiendo aun cuando ya no podía más, llorando por la tragedia de un reino que ha visto el pasar del tiempo con dolor y miseria. Sentí su dolor, los días de gloria y los días de júbilo que jamás volverán.

Aquel caballero de armadura palatina continuó conmigo incluso cuando terminamos de comer aquellas frutas que trajo, me contó de un imperio, de los guerreros de las tierras donde vivía, y de las hazañas que ellos lograron me contó de aquellos héroes legendarios y como desterraron a miles de demonios, como acabaron con cultistas, e incluso el cómo acabaron con seres de pesadilla aun cuando todo estaba en su contra.

Me contó de aquel hombre en el trono, me contó que solo él era la única esperanza en aquel lugar, y que de fallar todo, ya no habría marcha atrás para su gente pues la condenación estaría cerca. Tanto que temer... Tanto que perder, solo las estrellas eran la única luz en una celda tan fría, estando encerrado y con dolor, no solo físico, sino por un temor, el miedo a fallar me consumía, pero no quedaba nada más que hacer que esperar.

Prendió un incienso otra vez, y se despidió cruzando sus brazos, llevando sus manos a sus hombros, haciendo un gesto parecido a un águila. Hice lo mismo en señal de respeto antes de caer por el cansancio extremo de mi rutina gladiatorial.

Sueños, solo pocos son aquellos que son solo un vacío, sin nada que mostrar o en el mejor de los casos sueños agradables, regularmente sentía la vista de un ser, sentía un miedo la mayor parte, e incluso aquellas pesadillas eran demasiado reales como para ya ser sueños realmente, ya no distinguía de un viaje astral de un sueño, y muy poco podía controlar ya mis poderes para este punto de mi viaje.

Deseaba que Sög o el elfo estuvieran aquí, pues la compañía de mi mentor a veces me hacía sentir más seguro en ocasiones, él siempre me aconsejaba de forma sabia según sus ancestros.

Y del elfo... Al menos de él podría reírme un poco, pero ahora que estoy solo, ¿porque habría de burlarme?

Antes de despertar, en pleno amanecer pude escuchar las palabras del gran maestre en mi mente, me decía que intentara no usar magia a toda costa.

Aquellos guardias me hablaron una última vez, recuerdo cada palabra:

—Dale un buen espectáculo al Rey, este día morirás como aquellos perros que creen poder contra él. —No respondí, no tenía nada porque responder incluso si sabía que podía o no sobrevivir no importaba, no les iba a dar el placer de escucharme, no por orgullo mío, sino porque ya era lo último, el cuarto día.

Sentía algo, una corazonada, todos clamaban por sangre, deseaban mi muerte gritaban por mi agonía, al parecer todos habían apostado en mi contra, entonces con su voz imponente me habló Ares.

"Humano, ya que has sobrevivido más tiempo que nadie dejaré que elijas a tu asesino, de no hacerlo terribles consecuencias padecerás, dime contra que ser deseas pelear, pues son miles los que desean tu alma.

No oses decepcionarlos, pues hoy es un evento especial."

Sin temor lo vi a los ojos, y preparé mi arma, apunté directo a él con el filo de mi espada, y sin miedo respondí:

—¡Ares, se te han acabado los verdugos, reto públicamente a tu arconte en un duelo! ¡Si eres de honor y tan fuerte como tanto alardeas me dejarás enfrentarme a él! ¡¿O es que usted acepta a débiles y pusilánimes en su corte?!

Sus hijos Deimoss y Phobos debatirían intensamente acerca de la idea de aquella decisión, pero serían ignorados, Ares en cambio mandó a su Arconte, el cual intentó negociar con él, pero sería inútil.

Gritos y abucheos se hicieron presentes, no eran a mi favor, todos los monstruos y demonios presentes clamaban por verme morir, y no pararían hasta verme descuartizado y con mi cadáver humillado, siendo usado como un estandarte.

Más y más voces se sumaban, gritos más fuertes y más abucheos, tras tanta presión él tomó su decisión, Ares ordenó al arconte enfrentarse a mí y aunque se negó alegando que había mejores opciones para una muerte más rápida aquella oración fue tomada como una muestra de debilidad, lo que hizo de Ares arrojar a su súbdito del palco.

Y entonces lo vi, un bruto... Un hombre de armadura imponente, de color dorado desgastado, manchada con sangre, armado con una lanza y un escudo.

—Has cometido un error, jovencito... Le enviaré a tu mentor tus restos, tu alma será humillada, así como cuando los hombres en babel fueron castigados, tú morirás como Ofir... Sabiéndose derrotado, con un honor profanado, y con un legado manchado por la eternidad. —No respondí, solo me mantuve al margen recargando mi cañón de mano, los gritos se hicieron más fuertes, aquellos engendros gritaban saltaban vitoreaban y clamaban ya por el espectáculo.

—No sé quién seas, no me interesa, pero sí sé una cosa, te has equivocado conmigo, no soy cualquier nigromante, crecer con orcos te enseña una que otra cosa en la vida. ¿Quieres ver?

Podía verlo molesto, ciego en arrogancia, intentó arremeter contra mi usando su lanza para intentar clavarla en mi brazo, con cuidado tuve que esquivar e intentar disparar en su brazo, aunque con una velocidad enloquecida interpuso su escudo, haciendo así que la bala se desviara, matando a alguien del público en el proceso.

Intenté atacar con la espada, pero logró repeler mi ataque por medio de un golpe de su lanza, y con su escudo me empujaría, desbalanceándome y quedando tirado en el suelo, estando a su merced intentó rematarme, solo pude dar un disparo en la mano, haciendo que soltara su arma y haciéndole un daño severo.

Arrojó su escudo y aunque torpemente atacaba con su espada al usar la mano izquierda aún seguía siendo un digno oponente.

Intentó batirse en duelo contra mí si bien la diferencia de tamaño era considerable ya había entrenado con orcos antes, y me las arreglé para evitar ser golpeado, no por nada Sög me llamaba rata, en un entrechocar de las espadas intenté disparar en la pierna, pero era difícil conseguir un tiro limpio.

Un mal movimiento, desconcentrarme un poco o incluso calcular mal un tiro supondría la muerte para mi pues su fuerza era mayor, intenté deslizarme un poco para la derecha, pero por muy poco logró cortarme, hiriéndome en el pecho, un corte limpio, pero superficial.

Mi túnica empezaría a mancharse con sangre, sabiendo que estaba en desventaja intenté tomar un enfoque de cazador, disparar y huir, a pesar de que cada vez más me era más difícil seguirle el paso por estarme cansando logré encontrar un punto débil, aunque sería muy difícil de explotarlo.

Su única parte que no estaba blindada era el talón, tal cual, como Aquiles, así que intentando distraerlo le lancé arena en los ojos, ahora que estaba despistado tuve que correr para tomar posición y disparar.

No tenía tiempo y me sentía agitado, pero tenía que hacerlo, era disparar o morir, muy pronto aquél sujeto me intentaría matar y no habría otra oportunidad como esta, solo hizo falta jalar del gatillo para que una explosión asombrara al público.

Cuando cayó todos empezaron a gritar, algunos de miedo y otros de ira, intentaría levantarse el arconte, pero harto de todo lo que viví, harto de todo lo que vi que les hicieron a estas almas, le corté los brazos, apuñalándolo en el izquierdo así hasta que ya no pudo moverse.

Por último, le corté su cabeza, y la reclamé como un premio, alzándolo, mostrándolo ante todo el coliseo, una humillante derrota para el arconte más débil.

—¡Ares! ¡Libera estas almas! ¡He vencido a todos tus guerreros, no te queda más opción, libéralas de su dolor, pues estás en las tierras de Hades, traidor, cobarde! —Grité con furia, mi túnica sucia y desgarrada era el precedente de cuanto viví, cuantos enfrentamientos, muchos de ellos ni siquiera los hubiera deseado librar, y, aun así, perseveré.

Todos en el coliseo deseaban matarme, las Harpías, Keres, Korbalos, todos empezaron a bajar de las gradas con furia clamando que había hecho trampa, y cuando todo parecía perdido una oleada de fuego empezaría a consumirlos.

Era el gran maestre, que susurrando hechizos de piromancia logró invocar a llamas tan enormes que empezaron a consumir a los primeros que estaban bajando.

Intenté ayudarlo, pero me dijo que no necesitaba mi ayuda, pues dentro de muy poco habría una lluvia de fuego, lista para destruirlo todo a su paso.

Estaban en todos lados, cada vez eran más y empezaban a rodearnos, con sus poderes abrió un camino quemándolos a todos en la parte sur del coliseo, me ordenó correr mientras repartía estocadas y mandobles a diestra y siniestra, sentí temor de dejarlo solo, pero no paraban de bajar más, así que sin otra opción escapé.

Corrí a toda velocidad, el suelo empezó a temblar, a pesar de que sentía que debía de mirar atrás no lo hice, seguí adelante tan lejos como pude, no paré de correr, incluso cuando ya sentía dolor en mis piernas continué, escuché gritos, lamentos, y súplicas, pero no podía voltear, me invadió un miedo tremendo al pensar en cómo debía de ser aquél castigo como para que unos seres oscuros como aquellos sintieran miedo de su condena.

Pasé dos días caminando a la nada absoluta, solo un bosque infinito me rodeaba y mis ganas de seguir eran nulas ya, aunque me tomaba descansos para dormir nunca me sentía seguro, dormía tan poco, comía aún menos.

Cuando llegué a una costa me encontré con Azrael que me esperaba junto a una balsa, yacía esperando, viendo al cielo, parecía ver fijamente, concentrado en algo, hasta que me acerqué. Frente a mí, se alzaba una figura cubierta por una armadura negra como la noche, con destellos rojos como adornos en dicha armadura, Azrael me hizo saber que él era el guardián ciego.

Las placas que la componían no eran como ninguna armadura que hubiera visto antes; no parecían forjadas por manos humanas ni martilladas en un yunque. Su superficie era lisa, perfecta, como si hubiera sido moldeada por un poder que desafiaba la comprensión de los mortales.

El yelmo era lo que más llamaba mi atención. Su rostro, tallado con precisión inhumana, no mostraba furia ni rabia como los yelmos de batalla, sino un gesto suave, casi melancólico, que me hizo pensar en un ángel tras ver el juicio del hombre tras el cataclismo del día los cien amaneceres, sintiendo una eterna de tristeza al ver lo que les depararía después. La parte superior del casco en el lateral izquierdo se alargaba hacia atrás, formando una cresta afilada, semejante a la hoja de una espada.

—Tú debes de ser Ansel, Azrael me ha contado de ti, uno de los tres héroes que debo de guiar a su destino, no esperaba verte tan pronto, pero ya que has llegado es menester decirte que yo te llevaré a Eea, solo la hechicera Circe sabrá qué hacer con tu magia y tus dones. —Comentó el guardián ciego mientras me ayudaba a entrar a la balsa, no paraba de tambalear por mi cansancio y mis heridas.

—Tú eres el guardián ciego... Dime... ¿Cómo está mi mentor, que hay del elfo? —Pregunté dentro de la balsa, empezó a remar y ya después de un rato y tras habernos alejado de la orilla me contestó.

—Tu maestro e Isildalf ya se han encontrado, están en tu búsqueda, aún no puedo decirles donde estás, hacerlo sería peligroso sobre todo para ti. —El dolor que sentía me consumía, después de tanto tiempo en combate sentir descanso era raro, apenas sentía mis piernas y mis brazos y mis manos temblaban.

—Debo de curarme... Mis heridas no han sanado... Me siento cansado... —Comenté en voz baja mientras me intentaba sentar para curarme un poco.

—No lo hagas, justamente te estoy llevando con ella, no debes de usar esos poderes hasta que ella te diga que hacer, de lo contrario habrá consecuencias para tu cuerpo y mente.

Mis parpados se sintieron pesados, y solo respondí que sí, no hice nada más allá de dormir, pero por primera vez después de tanto tiempo en este viaje sentí un poco de descanso, para luego sentir el más terrible dolor, mientras me sentía débil y paralizado escuché la voz de Malduim hablándome, su voz necrótica y lúgubre me hizo sentir frío en todo el cuerpo:
—No creas que te has librado de mi... Sin mi magia habrás de morir, aquel cuchillo en mano que cargas será el testigo de tu caída en desgracia ante mis ojos, te estaré observando, traidor. —Al despertar sentí dolor en mi pecho, sostenía en mis manos aquella daga esmeralda y en la otra un ser que latía al ritmo de mi corazón, entonces escuché la voz de Azrael decirme que matara a esa cosa por llamarle de algún modo.

La apariencia de ese monstruo en mis manos era como ver una extraña raíz que cubría un pequeño animal como una rata, sentía su respirar, exhalaba e inhalaba al mismo tiempo que mi corazón latía, apenas sentí dudas de hacerlo esa cosa intentó enraizar en mi mano, pude ver como de su cuerpo salió un ojo y su boca empezó a gritar.

Sus raíces secretaron un veneno que me hizo sentir un dolor punzante y un terrible escozor, susurró versos malignos de nula congruencia que hablaban de destrucción, muerte y la naturaleza oscura y maligna del hombre y aquello que lo rodea.

Lo atravesé con aquella daga, y la primera puñalada sentí quedarme sin aire, en la segunda sentí dolor en el corazón, y en la tercera aquel ser se convertiría en cenizas, en cada cuchillada soltaba gritos y lamentos mientras más intentaba enraizar en mi mano, inclusive pude sentir como se agitaba al mismo tiempo que yo gritaba.

Tras verlo morir sentí como mi vínculo con la magia desaparecía, ya no era capaz invocar nada, ni mantícoras o monstruos, ni siquiera podía sanarme bien pues era tan débil que a duras penas sentía calor en mis manos, sentí demasiado frío, sentí como si estuviera sangrando por dentro.

—¿Qué era eso? ¿Qué he hecho? —Pregunté con un débil susurro a Azrael, percatándome que el guardián ciego ya no estaba conmigo.

—Has matado un parasito de Malduim, eres libre de su yugo, ahora queda en ti aprender magia por cuenta propia, pero recuerda porque lo haces... No lo haces por gloria propia, sino para defender a aquellos que no pueden.

—Pero como podré hacerlo... No queda tiempo para mi... No queda tiempo para nadie... —Contesté desmayándome sentía cansancio y dolor, todo estaba frío, y no sentí otra cosa que una visión oscurecida.

No sé cuánto tiempo estuve en dicho estado, no sé cuánto permanecí inconsciente, pero desperté en las costas de una isla, mucha era la vegetación tan viva y sana, aunque mi vinculo era demasiado débil pude entender en parte a las plantas que aquí habitaban.

Susurraban tantas palabras y muchos secretos que pocos serían los aventureros lograrían descubrir todos y cada uno de ellos, y aun así pude escucharlas, al contrarios que en la Atlántida a estas las escuchaba vivas, animadas, y burlescas, como si quien viviera aquí las influenciara no como esclavas, sino que dichas eran sus cómplices.

Me tomé la libertad de hablarles un poco, a pesar de que hay personas que cuestionen la magia de la herboparlomancia esta es en mi opinión una magia de las más especiales, no tanto por su capacidad de ataque, sino por quien me la enseñó, aquella mujer en las minas... Aún la recuerdo, y aún siento ese dolor como si fuera ayer, aún recuerdo porque inicié mi cruzada para matar a la familia Montalvo y a sus allegados.

Siempre la llamé abuela Dorotea, aun cuando ella era mayor para las minas seguía ahí para cuidar de aquellos quienes resultaran heridos, aún de joven recuerdo los latigazos del capataz, el primer hombre que maté en mi cruzada.

Recuerdo una vez cuando me enseñó ella mi primer hechizo, y era el mismo de la herboparlomancia, aun cuando estaba ahí abajo a metros de distancia pude ver algunas raíces con las que ella a veces se comunicaba.

Si no recuerdo mal ella les hablaba para buscar hierbas medicinales, o algún árbol frutal.

Intenté hacer lo mismo y pregunté si no sabían de algún árbol frutal y ver que tan cerca estaba la casa de esa tal Circe.

Recibí cuanto menos unas respuestas muy variadas por decir algo... Sobre todo, por parte de los helechos, que algunos eran algo groseros, pero para decir algo tenía que escuchar de sus problemas atentamente, recuerdo haberme sentado en un sendero de piedra solo para oír a un helecho que por su coloración era el más viejo de su zona.

—Así que eres nuevo por la zona, jovencito... Era de esperarse por tu forma de vestir estrafalaria y tu lengua tan burda. ¿A qué has venido? —Si bien es lo que pude entender de él, siento que pudo haber usado palabras un poco más groseras para describir mi ropa.

—No te sorprende que un humano hable contigo... ¿Acaso alguien más en esta isla ha hablado con ustedes? Y segundo, fuertes palabras para alguien que no se puede despegar del suelo.

—Veo lo joven que eres, no te responderé ante semejante falta de respeto a tus mayores, pues tengo la edad como para saber quiénes fueron tus abuelos, y los abuelos de ellos, y como tal es por ello que reconozco a un tonto cuando lo veo. Pero si deseas ver a mi dueña te comentaré, ella está en su morada, en el centro de la isla, dirígete con dirección al norte.

—¿Cómo sé que puedo confiar en una planta como tú? Al final de cuentas, eres muy grosero. Si me llevas a una planta capaz que no lo sé.

—Por quién me toma es por un hierbajo de mala muerte muchacho. Más es el respeto que me debes que el que yo a un chico tan joven como tú, ¡pues aún recuerdo los héroes que llegaron a esta isla! Oh, días gloriosos cuando los hombres se veían imponentes y no como vagabundos sin gracia. Pero ya que cuestionas mi veracidad, comentaré que no gano yo nada con verte morir. Al final son el resto de los peligros de la isla los que te pueden matar, si no es Circe quien te mata primero.

—De acuerdo, gracias... Andaré con cuidado.

—Como sea, espero Ulises vuelva, su porte hacía de esta isla una de las mejores y más conocidas. Si tan solo verdaderos héroes llegaran...

Su forma de ser más que molesta era un tanto exagerada, y el mecer de sus hojas, aunque suaves eran muy torpes, no me sentía tonto después de tanta jardinería que llevo haciendo, no por nada los huertos de cultivo de Sög eran de los mejores en la tribu, y sobre todo porque sabía lo que cada planta deseaba, aunque era molesto que vinieran ignorantes a burlarse de un poder como este.

Pues bueno, he de comentar que en esta travesía me la pasé caminando al norte como se me fue dicho, pero aún con todo no podía parar de querer conocer algunas plantas como arboles que en el interior por sus sonidos podía al menos entender como susurros.

Algunos olivos cantaban de Ulises, así como de su estadía, algunos lloraban al cantar, cipreses sonaban adoloridos, encinas susurraban pasajes de esperanza para Circe.

Intenté cantar para ellos, para aliviar sus pesares, sentí algo de pena por ellos y su tristeza, verlos.

"Estrellas que no volverán,

Promesas que no se cumplieron

Oh, héroes que no volvieron...

Tierras conquistaran,

Pero antes dolor nos brindaron."

Un arpa se escuchó a la lejanía, no quería acercarme, no después de lo vivido del segundo anillo, así que con miedo escapé, no sabía que esperar. ¿Acaso sería un demonio o sería un guardián de esta isla? Incluso con lo que fuese no pensaba en averiguarlo, no sabiendo que estoy en desventaja sin mi magia y con mis heridas.

Estuve cojeando, intentando correr al corazón de la isla, aún sentía como si mi corazón estuviera sangrando, mis piernas se sentían pesadas, era difícil moverse tan rápido, solo deseaba llegar al corazón de la isla cuanto antes y desear por lo mejor, nada más.

En un desafortunado accidente me caería, aquella melodía dulce seguía sonando, como sea que pude seguí adelante, arrastrándome por aquel camino, suplicando por poder encontrar aquella morada de Circe.

Tras bastante rato arrastrándome encontré un palacio en lo más profundo del bosque, en lugar de un lugar hecho ruinas parecía como si fuera la casa de un rey helénico, todo un palacio de mármol bien cuidado, después de ver lo que sería la Atlantida en mis ensoñaciones, no sabía que esperar. ¿Era esa su morada o había encontrado mi destino final?

De ser este último, solo tenía una cosa por decir, y la cual redacto a manera de recuerdo en mi diario.

"¡Desearía jamás haber ido a Kolenheim!"

Narratio Azraelis.

Bastante he recorrido con ellos, los he visto cambiar mucho, he visto sus miedos y como ellos los han superado, pero es con Ansel con quien siento que más de ayudarlo más a superar ese miedo que carga, naturaleza humana, al fin y al cabo, es normal el temor en ellos, pero aún con todo... Deberían de recordar más las palabras del señor...

Supongo que es normal... Aún tienen tiempo de cambiar, yo aún tengo fe en la humanidad, aun cuando ellos lo vean todo perdido, han demostrado que aún pueden superarse y mostrar su verdadero potencial. Por ello es por lo que siento que mi deber con los tres es importante, pues ellos definirán el futuro.

Sé que Circe a pesar de su pasado y sus acciones podrá ayudar al joven nigromante, espero ella lo guie... Pero será él quien se encargue de labrar su futuro al final.

"Circe"

He vivido tanto tiempo... He visto a los héroes, cada uno diferente conforme el tiempo avanza, diferentes ideales, diferentes armas, armaduras, creencias, temores, amores, pero...

Siempre parecen lo mismo, siempre parecen carecer de ese don de la sabiduría, quizás es por la juventud, o por el ego, pero a quien puedo culpar de esos errores cuando yo igual he pecado por mi ego, pero al contrario de ellos, yo no niego de ello, mucho se ha contado de mí, se seguirá haciendo, al final de cuentas mi magia me ha llevado hasta donde estoy.

Recuerdo a aquel hombre que una vez vino, aquel héroe tan vanagloriado, Odiseo... Aun cuando los siglos avanzan la vida me recuerda todo cuanto llegué a vivir con él, esas vivencias, aún recuerdo convertir a sus hombres en cerdos... Aún recuerdo cuando se fue.

Y aún me pregunto qué fue de él, mis sirvientes saben cuánto he vivido exactamente, pero cada día parece monótono ya, no tengo a alguien a quien atemorizar, ni nadie a quien enseñarle mi magia, como tampoco nadie que me rete o me inspire a seguir con ella... Todo se ha vuelto estático en mi vida.

Aquellos quienes fueron mis hijos aún los recuerdo, algunos nunca volvieron, recuerdo cuando Hermes me hizo saber del final de cada uno de ellos... Aún lo recuerdo...

Quedaría destrozada al saber el destino de cada uno de ellos, incluso cuando seguí aplicando hechizos, maldiciones y haciendo conjuros, nada me hizo sentir esa emoción de antaño, sentía que nada de eso era importante ya.

Pues sola me encontraba... A ellos nunca les interesó las artes mágicas, les intenté enseñar de su valía en el campo de batalla, en la moral de sus hombres o sus usos prácticos, siempre pasaron de ella. Supongo que fue herencia de aquél que llegó aquí una vez...

Esta mañana en un principio no prometía nada nuevo, el mismo cielo en el plano etéreo, aun cuando el bien y el mal se enfrentan ya no significa nada para mí, monstruos, van y vienen siempre, ángeles contra demonios, otro dios pagano olvidado por el hombre creyendo que logrará reinar de nuevo. ¿En qué sería diferente esto de otro día de mi existencia?

Quizás en nada... Al final todos los días para mi eran lo mismo, solo ese nuevo sirviente me hacía reír, no era más que un esqueleto que resucité y que resulta era muy grosero, pero al menos me animaba por sus ocurrencias, según que era un escritor en esa época del día de los cien amaneceres.

Me da risa como me dice que al menos le de vacaciones para ver a sus nietos y darles ideas para nuevas novelas, está un tanto demasiado loco.

En medio de mis experimentos se acercaría para avisarme de la llegada de alguien, un nuevo héroe supuse, nada cambiaría con su llegada, solo uno más en aquella miríada de mortales que he visto a lo largo de las épocas.

Al parecer mi huesudo sirviente lo noqueó y lo dejó recostado en el colchón de uno de mis tantos cuartos, me habría molestado con él de no ser porque si mínimamente me parecía algo fuera de la rutina que él lo hubiera traído hasta aquí, ya también porque ya casi nadie venía por aquí salvo ese guardián ciego, me negué a su petición.

No sentía que mi participación pudiese ser así de vital otra vez. Da igual lo que intentase, no lo iba a hacer, me informó de que habría de llegar un nigromante a mi isla, poco o nada me asombré, no son pocos los incautos que creen poder contra mí para robarme mi magia, pues al final, ya llevo viva tanto tiempo... ¿Quién no querría el conocimiento mágico que poseo?

En todo caso pensé en que sería divertido usarlo como una forma de entretenimiento, al final, hoy sería diferente, lo haría sufrir con alucinaciones o quizás hacerlo sentir como su cordura se desvanece.

Caminé despacio directa al cuarto donde estaba ese tal nigromante, no quería arruinar la emoción de ver con mis propios ojos a mi nuevo "huésped", al final de cuentas, no es lo mismo tener el recuerdo de manera presencial que tenerlo como pintura en un mural.

Así que ya entrada en la habitación me acerqué despacio y le quité la sabana, y me di cuenta de que era un chico, quedé sorprendida, pues nunca en mi vida me habría esperado algo así. ¿Por qué un chico habría de elegir estos rumbos a su edad? Entendería si él fuera un mago oscuro, o un mago rojo... ¿Pero nigromancia?

En lugar de actuar con miedo o con asombro simplemente siguió dormido, como si mi presencia no importara, es más, incluso en lugar de sentir frío simplemente yacía ahí, durmiendo, imperturbable, es que acaso me jugaba un broma o el huesudo lo dejó muy noqueado.

No tenía la intención de despertarlo aún, prefería mejor que él se asustara solo al ver que estaba ante la mismísima Circe, pero... Al mismo tiempo, quería jugar con su mente, quería atormentarlo saber que cosas tenía dentro y cuál era su intención y usarlo contra él en sus sueños.

Usé un hechizo para adentrarme en la mente del chico, algo clásico, leí de mis papiros algo común como para la labor, ya una vez hecho posé mi mano para en su frente, y ahí pude ver todos sus recuerdos, sus sueños y sus deseos.

Pero muy horrible fue mi sentir cuando vi todo cuanto sufrió, esclavizado en las minas, presenciando la muerte de su amiga, viviendo con monstruos aterradores y aprendiendo sus costumbres, pude ver que los recuerdos más frescos eran de un viaje, pude ver el abismo, y sentí como me acechó de vuelta, con un ídolo de bronce, uno que creí ya había muerto hace mucho, pude escucharlo hablar... Y fue cuando entendí a aquel guardián ciego.

Llamé a mi sirviente, le ordené que avisara a Azrael y a dicho guardián, supe que esto sería algo serio, de ser cierto.

Durante mi espera estuve impaciente, no paraba de caminar por mi palacio, ni siquiera pude concentrarme en general, ver los retratos era una sensación vacía ahora, no por carecer de motivaciones, sino por el miedo que me invadía al comprender la naturaleza de la petición que me hicieron aquel día ya lejano.

Tras unas horas de espera mis sirvientes me hicieron saber que ellos ya estaban aquí, y que se me sería explicado todo cuanto ha pasado hasta ahora, y que debía de hacer en todo esto... No hace falta saber que estaba en ascuas, pensé seriamente en cada palabra que diría, pensé en que podría hacer para un momento como este en el que el mal parecía alzarse más poderoso que en aquellos tiempos que viví.

Me encontré con ellos en mi jardín, el guardián y yo tomamos asiento, pero Azrael como siempre prefirió quedarse de pie, sería yo la primera en abrir la conversación respecto al chico:

—Aún recuerdo ese día... Hace unos dos mil años, en ese entonces no me esperaba que un ángel de Dios y un mortal vinieran a mis dominios sabiéndose mi reputación según los mitos de los mortales. ¿A qué se debe que él esté aquí y en que encajo yo en todo esto? —Pregunté mientras les pedía a mis sirvientes algo de vino, ambos se negarían, más para mi supongo.

—Sabes bien lo que dije ese día, Circe... Un ángel nunca hace una visita al azar. En todo caso, lo que debes de hacer es simple, enséñale tus conocimientos, todo cuanto sabes de magia, sé que tienes algo que lo podrá ayudar en esta labor. —Tuve cuidado con lo que diría a continuación, no quería molestar a un ángel menos al ángel de la muerte en persona.

—Eso es cierto, pero no me han dicho lo esencial... ¿Qué se supone que ese ídolo anda haciendo? Yacía muerto hace milenios. ¿Cómo puede haber vuelto? —Respondería el guardián quitándose su yelmo tan raro y angulado.

—Molock ha vuelto porque la gente de mi época lo ha resucitado, desde hace milenios los gobernantes de mis tiempos le dieron fuerzas y lo alimentaron de nuevo, la historia olvido su nombre, pero ellos no. Aún desconozco como ellos dieron con el conocimiento de su existencia, pero aún recuerdo como muchos inocentes morirían en ese tan fatídico día en el que hubo cien amaneceres en el mundo. —Di un sorbo a mi copa, no me interesaba lo que él vivió si debo ser sincera, me importaba más saber que pasó como para que un ser como Molock resucitara.

—¿Es que acaso no hicieron nada para impedirlo? El hombre no ha cambiado nada desde la antigüedad, aún me sorprende que ustedes sean... —Azrael empezó a enojarse cuando supo cómo iba a terminar la oración. —Como sea, ustedes y su infinita ignorancia... ¿A caso no tenían ya un libro que les decía que hacer?

—No todos siguieron las reglas, y fue culpa de aquellos en las sombras los que hicieron caer a la humanidad... Tu deber es simple, Circe. Entrénalo bien, eso es todo. Tú más que nadie es la última persona en juzgar a la humanidad cuando tú también cometiste errores y sigues cometiendo crímenes ante los ojos de mi señor.

—¿Pero por qué no Nyx o alguna diosa, o porque no Calipso? De todas ellas soy yo quien tiene que cargar con tal responsabilidad, no sé si pueda al final... Al final de cuentas, aún sigo temiendo por mi alma a pesar de mi inmortalidad.

Mientras que el guardián ciego guardó silencio sería Azrael quien respondería con su tranquilidad que, para mis ojos, era claro que guardaba más de lo que mostraba, eones de experiencia, sabiduría y conocimiento. Algo que en gran medida me asustaba y me hacía respetarlo porque alguien como él sabía todo en cuanto al destino, y como este podría ser cambiado.

—Tú al contrario de ellas tienes todo para enseñarle al joven nigromante a reestablecer y fortalecer su vínculo con la magia, eres igual a él, viviste lo mismo que él en cuanto al aprendizaje de cada uno de tus hechizos, y sabes bien lo que se necesita para dominar algo así. Tú más que nadie puede enseñarle, no tienes que temer al final, pues un ángel sabe mucho más que los ojos mortales.

Esas últimas palabras hicieron ruido dentro de mí, sabía bien que significaban, sabía bien que hacer, y aun sabiendo esto mis dudas no aminoraban, ¿cómo siquiera podía hacer frente a una labor como esta? ¡No tiene ni siquiera un vínculo fuerte!

Y no sabía si asombrarme o no, pero el chico seguía dormido profundamente, no lo culpo, su viaje debió ser agotador y es la primera vez después de tanto tiempo dormir en una cama, así que mientras él dormía elegí algunos libros para él, empezaría a practicar magia apenas se levantara.

Por otro lado, mi sirviente dijo que lo mejor sería darle de comer antes de hacerlo entrenar, ya que lo más probable es que por lo desgastada de su ropa y por como caminaba lo más seguro es que él estuviera herido.

Como si mis problemas no acabaran... Ahora tenía que prepararle un brebaje para que se recuperara, al menos me agarró de buen humor el chico.

Pediría algo para que él comiera, apenas despertara claro está, en todo ese momento me puse a buscar hechizos para alguien como él cuyo vinculo volviéndolo a ver parecía que simplemente era débil.

Revisé con cuidado y atención cada estantería y cada libro, estuve buscando cada hechizo para saber cuál sería el indicado para un novato, pero todo era demasiado fuerte, todo era demasiado avanzado, incluso tuve que buscar aún más profundo entre mi biblioteca, y salvo por una colección de libros tan antigua o incluso más que las tierras de las cuales él viene es que pude preparar algo como para que su vínculo reemergiera de forma rápida y sencilla.

Elegí unos cinco libros casi en total no sabía cómo de buen lector era, pero lo mejor en estos momentos era reestablecer su vínculo a como diera lugar pues no era cualquier monstruo con el que se enfrentaría.

Tras pasar un tiempo en la biblioteca subterránea sentía que el tiempo pasó muy rápido, aún cuando eran frescas las cámaras sudé, eran los nervios, la presión de lo que podría ocurrir de fallar en este momento tan oscuro, no había espacio para el error, pero aún con todo, sentía que esto conllevaría a uno dado el poco tiempo que disponía.

Si acepté no era porque sienta algo en especial en él, tristemente como héroe él no destaca como lo hicieron otros en su lugar, él no es como un Sigmar, ni como Odiseo, si acaso él está más alineado a mortales como Mordred, que sus historias tan sonadas fueron que inspiraron a un caudillo de aquellos seres entre los que vive según me cuenta uno de mis sirvientes.

Leyenda de un "orco" en el "viejo mundo" ... Orcos... Sentí curiosidad al respecto de dichas criaturas, al parecer mi desconocimiento de cuanto ha pasado en el mundo de los mortales ha sido grande, no me sonaban estas criaturas y eso que conocía bastantes por medio de mis grimorios.

Mi sirviente esquelético me hizo saber que aquel chico había despertado, largo fue su sueño pues despertó en la tarde misma, ordené a mi sirviente que avisara a los cocineros de hacer la comida para aquél jovencito, por presión y por prisas no fui lo más educada... Y eso molestó a mi sirviente al parecer:

—Ay perdóneme... De haber sabido que lo quería para ayer mejor me hubiera dado alas de igual forma, ¿no? —Comentó con cierto enojo mi sirviente mientras suspiraba en un tono que muy vagamente parecía escupir al suelo. —¡Y ya déjeme ver a mis nietos! ¡Esos vagos no saldrán de pobres si no los hago escribir mis historias de orcos!

—Pues si no cierras tu boca y tienes respeto ellos morirán, pero de formas que no te imaginas y no será por hambre. Ahora ve ahí y avísales a los cocineros de hacer la cena, hazlo antes de que usé tu cráneo como copa tal y como lo hice la última vez.

—Como sea, pero mi cráneo vale más que unas esmeraldas en mis ojos... —Rechistó el esqueleto, carente de miedo por las repercusiones, incluso encogiéndose de hombros, incluso se veía igual de rezongón que otros días.

Por un lado, me sentía alegre de que aquel chico estuviera despierto, por fin conocería de él, quizás era alguien misterioso e ilustre, alguien oscuro y de mirada penetrante que haría helarle la sangre a aquellos que lo retaran, tanta era mi emoción de conocerlo, pues... De sobrevivir tendría a alguien con quien hacer pagar a todos, a los dioses griegos, a los reyes, a los héroes traidores y su casta...

Caminé con pasos imperturbables y con prisa, fingiendo no tener emoción alguna, los cocineros al parecer hablaban bien del chico, parecía apreciar el condimento y el sabor de la carne, e incluso hablaba bien de la fruta local.

Eso me dio un enorme gusto, pues pensé él sería de gustos exquisitos como yo, alguien digno y de porte, alguien quien ostentaría unos exquisitos modales en la mesa.

Tristemente y para mi sorpresa no fue así, sus modales eran como los de un bárbaro, comía la carne como lo haría un animal rabioso, tal cual como lo haría un depredador que no había visto comida en días enteros, desgarraba la comida de un solo mordisco y sus ojos se concentraban en una sola cosa, la comida misma, verlo era como ver a un salvaje inculto que a duras penas sabía lo que era decencia.

Ver aquella toga que le dieron mis sirvientes manchada con el jugo de la carne me era incomodo de ver, y por lo que veo, solo se percató de mi presencia apenas vio que mi sombra tapaba la luz que le permitía ver la carne.

Al menos conocía modales, ya que se limpió las manos en sus brazos y no en la toga, aunque para mi gusto aún seguían sucias, y sin más se animó a querer estrechar su mano con la mía...
Me senté al otro lado y al terminar de acomodarme me presenté, él lejos de cambiar su cara de tonto siguió viéndome, y creyendo que mi silencio y mi gesto de indiferencia era nada más porque solo me quería sentar iba a volver a comer hasta que rompí mi silencio más pronto de lo que creía.

—Mi nombre es Circe, la dueña de este lugar y la hechicera más fuerte jamás habida. Se supone que tú eres aquel nigromante, Ansel. Me esperaba a alguien con mejores modales, pero viendo que tú eres el que se supone detendrá a Molock no me queda de otra que enseñarte todo cuanto sé de magia y todos mis libros, hechizos y sabiduría estarán a tu disposición, pero no creas que esto será fácil. Todos están a la espera de que maten a dicho ídolo, y por ello mi entrenamiento que te daré será riguroso... No esperes menos. ¿Alguna pregunta?

Casualmente tenía una, pero lejos de ser respecto al entrenamiento o respecto a que debía esperar en dicha batalla simplemente con un gesto fruncido y algo de timidez me preguntó si podían mis cocineros servirle más carne.

A lo que sonrojada por lo tierno de su gesto le dije que sí, y llamé a mis cocineros para una ración más de carne.

Si era él quien tenía que enfrentarse a Molock lo menos que podía hacer era darle algo digno de comer, pero nada más... He de admitirlo, pero algo en su rostro me pareció tierno, quizás su cabello largo poco cuidado, quizás sus ojos o incluso simplemente era que era de por sí ese atisbo de dulzura que quedaba en él pese a lo que ha sufrido.

Algo en mí sabía que sería difícil entrenarlo por una razón u otra, pero... Valía la pena, más allá de mi supervivencia o la del resto del mundo. 

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