La tormenta se acerca

"Sög"

Estuvieron la oscuridad y la neblina espesas, el camino era cada vez más pequeño pareciéndose a un lago, al parecer íbamos llegando al sexto circulo, calculo yo unas horas más nos quedaban para tocar tierra. 

El agua burbujeaba con fuerza y del fondo aparecían espíritus con apenas fuerzas como para poder salir de su ahogo, eran los mismos que los del río donde casi muere Isildalf, eran las almas de los perezosos, aquellos que en vida murieron como los miserables que eran, si bien Flegias no les hacía nada y solo se limitaba a ignorarlos yo era lo contrario, los empujaba al fondo con unos cuantos golpes, si eso es salvaje me da igual, sus voces me hartaban, solo quería silencio.

Llegamos a un extraño castillo era grande y parecía completamente de cristal, su forma desde fuera tenía más lógica que todo lo que habíamos visto, no me sentía muy en condición para ir, el remar para esta balsa era agotador, solo por mi fuerza que tengo no me había rendido, sentía que tarde o temprano esta balsa me consumiría, pero incluso si eso pasaba no tenía otra opción que seguir remando.

Por Azrael se nos fue ordenado acercarnos, mientras más no cerca nos encontrábamos de aquel lugar más se reflejaba las luces de Dite, pero aún parecía lo suficiente lejos como para cantar alabanzas y celebrar este tormento, no sentía más que las ganas de descansar, ya mis huesos y músculos no aguantaban este martirio.

Flegias y yo buscamos un lugar donde desembarcar, Ansel y el orejas picudas eran los elegidos esta vez para esta aventura, sea lo que sea que este buscando Azrael debe de ser muy importante para que esté tan preocupado para ver donde atracar, solo tengo dos conjeturas de lo que puede ser, o es un arma sagrada o es algo de valor como una armadura de oro.

Pues así pasaron los minutos unos tres minutos si mi sentido del tiempo no se ha arruinado por la profunda oscuridad que nos consume en este horrendo averno, encontramos cerca una pequeña orilla en donde atracar y dejar a Ansel y Isildalf, para ellos les tocaría lo más fácil en mi opinión, entrar por la puerta caída de aquel palacio de cristal el cual parecía haber sido forzado por varias personas, talvez por una invasión o algo así debió de ser.

 Para darte una idea de como de cristalino era ese extraño palacio, te puedo asegurar que era tan cristalino que reflejaba tan bien el exterior que la primera vez nos asustamos el ver como se veía el cielo muy cercano al suelo, fue tanto nuestro asombro que creímos que era un tipo de portal a otro lugar de este horrible mundo, incluso Flegias se veía un poco confundido de dicha situación.

Ahora bien deja que este viejo orco descanse un poco para poder recuperar energías, tal vez una siestita no vendría mal en lo que el chico y el sirviente élfico registran el palacio ese. 

"Cambium Personarum"

Tras este orden de eventos como habrás leído leer pedí que se detuvieran en esta "isla" por decirle así, y pues no había más que comentar que Ansel y el elfo se prepararon lo mejor que pudieron para entrar.

No les podía decir que estaban buscando pero le dije que fueran hasta el ultimo piso de aquel "castillo", solo les dije que lo que encontrarían les sería útil para este viaje.

Ahora veamos de Ansel y sus palabras lo que siente pues opino que debe de sentir inquietudes varias para expresar en este momento.

"Ansel"

Donde entramos era apestoso, no era ese tipo de pestilencia a cadáver o alcantarilla, era más a humedad y hongos recién explotados de las paredes descascaradas, Isildalf no dejaba tiritar del miedo, según él este lugar estaba tan vacío que podría albergar cualquier tipo de monstruos, y la construcción del vestíbulo era la adecuada para un ataque sorpresa, aunque yo solo veía unas barras cuyas vitrinas no tenían ninguna bebida, un candelabro caído era lo que adornaba al suelo y las escaleras que estaban detrás de una puerta que tuvimos que tirar a patadas.

También habían unas puertas de metal que eran imposibles de abrir y por más que las forzamos apenas se movían, dicho ello y viendo que solo era una perdida de tiempo dejamos de tontear y subimos al segundo piso, ahí fue donde sentimos curiosidad de ver que había dentro de cada puerta, aunque claro después del palacio del Baal'zebub poco teníamos ganas de arriesgarnos a abrir puertas desconocidas.

Como sea, no había nada más que el rotundo silencio acompañado de un olor a humedad, era muy polvoriento este lugar y el moho de las paredes ya estaba compitiendo con el musgo que crecía en la esquina del pasillo y se extendía enormemente hasta el techo. No te mentiré algo dentro de mí me decía que el musgo debía de saber bien, aunque claro, luego me percaté de lo que estaba pensando y me pregunté que rayos estaba pasando dentro de mí para querer probar musgo, aunque conocí a alguien que se lo comía y pues digamos que no era de muchas palabras.

Tercer piso, no tenía muchas ganas de seguir adelante, no por falta de motivación ya que esa cosa la perdí desde el minuto que casi muero por una mandrágora infernal en el segundo anillo, no tenía ganas de seguir adelante por la razón de que algo me decía que debía explorar este sitio, no sé que tan buena idea fue hacerlo pues sabiendo los acontecimientos sucedidos en dicho castillo del rey de la glotonería sabía que el elfo protestaría por mi idea.

Como sea me adelanté a sus regaños y abrí una puerta la cual estaba rota en las bisagras y apenas se sostenía, para ponerte en situación, la habitación se mantenía fría, muy fría estaba y desconozco que era lo que hacía que estuviera así ese cuarto pero puedo decir que el orejas picudas ya estaba temblando del frío y del miedo al mismo tiempo, había algo dentro de este cuarto, algo que me estaba llamando y podía sentirlo.

Dentro la habitación era muy fría como las noches en un desierto pues era un frío seco, temblábamos como nunca, este clima me hizo sentir bastante cansado y casi somnoliento por alguna extraña razón, Isildalf aún con todo y frío actuaba con su típica fanfarronería queriéndose hacer el fuerte haciendo de cuenta que el no sentía el frío abismal de este lugar.

Busqué en todas partes de esta habitación, sabía que algo estaba aquí, tal vez era oro, joyas, libros, algo, pero era corpóreo y lo podía escuchar, busque debajo de la cama, dentro de los tocadores y dentro de una extraña cajilla de metal que por como estaba parecía forzada, revisé en todo lugar, hasta que casi cediendo al sueño inducido en este cuarto pude escuchar un extraño latido en la pared, un latido tortuoso y fuerte, tal era su fuerza que sabía que andaba cerca, también estaban cerca susurros, estos eran en una lengua que parecía ser una antecesora de un lenguaje balcánico, era tan extraña tan rápida y seseada, algo quería decirme, algo me contaba, me acerqué más a esos latidos estremecedores que cuyos sonidos retorcidos me hacían pensar en antiguos sucesos de una guerra de antiguos señores feudales.

Encontré el palpitar, tras unos pasos a la izquierda cerca de la ventana con vista al rio Estigia, algo había mal en dicha pared, sonaba más hueca me la imaginaba profunda por el eco que producían mis golpes Isildalf solo veía mi proceder como un comportamiento derivado al desquicio de un sueño febril que parecía apoderarse de mí, en más de una ocasión pareció preocupado por mí y que fuera presa de una trampa. En ese punto que mencioné, en aquel punto de la pared donde sonaba un eco detrás empecé a golpear hasta que usé mi espada, estoque tras estoque, grietas empezaron a salir hasta que vi un hombre ahí detrás hablando en esa lengua antigua, su piel era oscura, su barba era imponente su cabello estaba evidentemente descuidado, era una armadura desgastada con diferentes dijes y papiros con bendiciones de dioses mágicos su atuendo era muy antiguo.

Su voz dejó de susurrar y me habló directamente:

—Mírate Heymeh, parece que apenas fue ayer cuando te ejecutaron, ¿que haces aquí visitando a tu ex-alumno? —Preguntó aquel hombre cuya voz era fuerte, grave y con serenidad en cada palabra que pronunciaba.

—No recuerdo haberle conocido. —Comenté de forma natural aún cuando sentía curiosidad y nervio tras conocer a este sujeto.

—Mírese maestro, el tiempo le ha hecho mella en su memoria, tal vez usted no lo recuerde pero junto a usted conquisté las tierras de Velaack, e instauramos el estado del terror. —Aquello de estado del terror se me hacía conocido.

No entendía aún lo que él me decía, yo no era su mentor, no le creí sus palabras y con desconfianza hablé con él.

—No soy tu mentor, no recuerdo nada de ti y no recuerdo haber siquiera tratado contigo en alguna ocasión, pero deseo saber más de lo que me dices. —Dije acercándome a él.

Sus cadenas se arrastraron cuando se puso de pie, los grilletes de sus pies le impidieron acercarse más, sus manos estaban atadas a su espalda, en todo su cuerpo habían runas mágicas que sellaban su magia.

—Tu jovencito eres nada más que la reencarnación de mi mentor, está en tu rostro, está en tu alma, está en tu sangre, yo viví siglos con usted maestro, maté en su honor a miles de personas en los reinos del bálcano, sacrificios hubo para los dioses, usted recibió diversas bendiciones, fue invencible el imperio que usted creo, hasta que su muerte llegó a manos de un traidor, sus súbditos lloraron su muerte, yo sufrí más que nadie, recuerde esos tiempos. —Algo era sospechoso algo me inquietaba, Isildalf solo permanecía aterrado al ver a este hombre, algo que alimentaba más mis sospechas.

Tuve visiones muy borrosas de una vida pasada, recordé un bosque espeso, recuerdo algo una persecución jinetes por todos lados, caballeros de armaduras doradas con estandartes de cruces de malta su ropaje negro contrastaba con el dorado vibrante, con espadas y antorchas me perseguían, alguien los guiaba, hasta ahí es lo que pude ver.

—¿Que fue todo eso, que es lo que vi? —Dije confundido.

—Es el recuerdo de lo que usted vivió, encontramos su cadáver después del asedio al gran reino de Serverien, le dimos a usted digno entierro, por favor maestro libéreme y déjeme llevarlo a sus aposentos. para que reine de nuevo en la tierra que una vez gobernó, juntos llevaremos este castillo de nuevo a la superficie. —Miré mi espada su brillo me mostró la verdad mis actos.

Reviví los horrores de la ira, maté por una sed de sangre, cabezas empaladas en demasía yacían en las afueras de mi reino, mi cuerpo estaba consumido por la magia, mi carne estaba hecha tiras, mi cuerpo solo se sostenía por despojos de carne y tendones que solo permanecían pegados por vendas y aceites.

Ríos de sangre y reinos de no muertos creé, un señor de la guerra fui en el pasado una de mis tantas antiguas vidas, hasta que la traición llegó, fue donde conocí el fin, en un reino donde la fe era imponente, hordas de no muertos murieron a manos de los magos blancos que con su magia sagrada y sus rezos inmolaron a mi ejercito.   

Estando dispuesto a soltarlo puede ver como unos ojos aparecieron de la pared, eran planos y brillantes, parecían estar muy finamente pintados, de pronto el resto del cuerpo se dibujó y así como apareció dicha silueta así mismo salió disparada en búsqueda de matar al que se decía ser mi aprendiz, su voz resonó con ira en toda la habitación.

Aquel hombre con miedo que andaba atado rompió sus cuerdas e intento huir de forma desesperada a aquella sombra cazadora que lo perseguía. 

—Así que aquí es donde te ocultabas, nada mal para un demonio tan patético como tú. —Dijo aquella sombra que con un solo corte de su guadaña bastó para decapitar al que se hacía llamar mi aprendiz.

La cara de aquel hombre se volvió tan extraña por no decir fea, su piel se volvió verdosa y sus dientes eran saltones y muy picados, sus ojos eran como el de una rata uno de ellos era rojo y el otro negro, las  prendas se volvieron tan solo unos harapos de oro muy mal cosido y burdamente decorados.

—Melkom, cuando tu y los tuyos cayeron prometí ese mismo día que si te volvía a encontrar te mataría, que casualidad volver a vernos parece que solo ha sido un parpadeo, ¿no? —Aquella sombra era Azrael, de pronto de una de sus mangas sacó una moneda de oro, la cual tenía en ambas caras imágenes interesantes.

Aquella moneda tenía en una de sus caras la imagen de una cruz, en la otra una paloma sosteniendo una rama de olivo, arrojándola al aire, dicha moneda cayó en el pecho de aquel demonio que gritó de dolor y se quedó sin aliento por el peso de aquella moneda, que para un ser como él era demasiado pesada como para aguantarla por mucho tiempo.

Eso bastó para saber que aún seguía vivo aquel monstruo, Azrael dispuesto para matarlo alzó su hoz y antes de siquiera hacer un movimiento el diablillo entonó con miedo una pocas palabras.

—Espera, si me matas no podrán encontrar mi tesoro, estoy seguro que podrían hacer buen uso de el. —Nosotros intentamos convencer a Azrael de dejarlo vivo mientras, lo cual de mala gana aceptó, aunque nos puso una condición.

—Espero digas la verdad, si no es así te mataré y serás usado como advertencia para los de tu especie.

—Lo sé, por favor no me mates. —Contestó sollozando Melkom.

Azrael nos ordenó conseguir algo para mantener separada la cabeza de aquel demonio de su cuerpo, tras varios minutos de búsqueda en todo el piso en el que estábamos encontramos una jaula para pájaros, la cual nos tardamos más en llevarla para quitarle la cosa esa donde reposan las aves, te apuesto a que si hubieras estado ahí te hubieras reído de nosotros dos intentando quitar esa cosa por ahí de quince minutos casi exactos hasta que por tantos golpes y jaloneos se terminó quitando por una caída de las manos de Isildalf, de hecho cuando llegamos Azrael apenas podía contener una sonrisa siquiera.

Metiendo la cabezota de ese ser maléfico, lo único que escuchábamos eran quejidos por su parte al momento de meterlo en la jaula, su voz era chistosa pero su piel era grasosa y maloliente, tanto Isildalf como yo estuvimos apunto de vomitar, era horrible su hedor, incluso me hizo pensar en que el hedor de Isildalf no era tan horrible como pensaba. Ya metida la cabeza de ese demonio en la jaula salimos de la habitación y con Azrael de nuestro lado nos dispusimos a ir al tercer piso.

Anduvimos buscando en diversas habitaciones para únicamente encontrar un medallón de oro con una mísera joya, una sola joya que ni siquiera era tan rara, a lo sumo solo ganaríamos unos 500 escudos, y eso si Sög lo vende como una reliquia, algo que solo él podría lograr. Estuvimos a nada de matarlo por esto, cuando por miedo empezó a decir con voz temblorosa que lo que buscamos podría estar en el cuarto piso, un piso casi hecho por magia por lo inestable que era.

Entrados al cuarto piso todo el edificio estaba cambiado a comparación de los anteriores pero muy a duras penas, al igual que las vestimentas del demonio enjaulado el piso estaba burdamente decorado con unos pocos signos malditos mal escritos y mal dibujados, las puertas tenían papiros con inscripciones en antiguo romano a medio terminar y en vez de sangre en las paredes parecía haber usado tomates podridos dado el olor que desprendían los muros.

Mira nada más, la única puerta donde parecía que había un tesoro es la única que tenía un papiro con una calavera con cuernos mal dibujada, y el tesoro pues, era bueno a secas, y hablo de muy a secas. Solo eran unos cuantos sacos de oro ya oxidado y unas pocas armas las cuales eran de antes de las guerra de los cien amaneceres, encontré un arma que me llamó la atención, era un cañón de mano de color plateado, y su mango era blanco, un blanco impoluto, su dueño era un hombre con un atuendo extraño que no puedo alcanzar a describir, era de color azul la camiseta pero sus pantalones eran cafés, tenía un sombrero muy extravagante y unas botas muy puntiagudas, agarré el arma y me la quedé, era muy bonita y valiosa para un tipo que vestía como loco.

Miré por toda la habitación, era impresionante encontrar un tipo con armadura del tamaño de Sög así que me llevé la armadura, sabía que Sög odiaba los petos así que agarré los brazales y la hombrera izquierda para regalársela, la hombrera que él usaba era de hecho una derecha que modificó para que fuera más grande, algo que le ayudó el herrero del pueblo para tal labor.  

Isildalf se llevó una imagen que no pude distinguir muy bien pero que le hizo llorar un poco, intenté no prestar atención así que seguí llevándome gratis algunas piezas de armadura, me cambié mis zapatos ya muy gastados por unos botines muy bonitos y con las grebas que tenía parecían hacer juego con mi túnica, de paso también me lleve el reloj de bolsillo de aquel tipo, era dorado con plata y con algunas incrustaciones que fungían como estrellas en el cielo, se notaba que el tipo era muy apasionado por la astronomía.

El cuarto no era muy impresionante era un poco más grande que el resto y estaba lleno de curiosidades varias pero muy poco que llevarse más allá de lo que encontramos, Isildalf encontró un arma muy buena, era una daga de oro y marfil, sus acabado y detalles era exquisitos, tenía un bello sello en el pomo de un flor maltesa, y según Azrael estaba bendita desde hacía siglos, algo impresionante a decir verdad, ahora listos para partir debo de comentar algo, no sé si es por estar con Sög me ha hecho esperar más de las personas que dicen tener tesoros pero en serio sentí esto muy mediocre, y tristemente este tipejo solo acumuló puras baratijas las pocas monedas que no estaban dañadas por el oxido me las llevé pero apenas llené una bolsa, para los orcos el oro oxidado trae mala suerte, por ello buscan maneras cada día más excéntricas de quitar el oxido de sus monedas así como de las armas y armaduras, y créeme es tedioso cuanto se dura en sanar el metal de un objeto como un hacha o armadura completa. 

Como sea ya volviendo al vestíbulo el demonio ese con voz asustada reclamó a Azrael el hecho de perseguir a Molock, Azrael no hizo caso solo se limitó a salir hasta que aquel vástago infernal espetó:

—Haz estado aquí mucho tiempo, haz visto lo que es capaz la humanidad y temes de que aquellos aventureros que guías caigan en la tentación a tal punto que hasta haz hecho lo imposible para que sigan un camino recto. ¿Qué es lo que separa a los humanos de su extinción si en realidad ellos están cada día más corruptos?—Azrael se paró en seco pero en vez de reaccionar enojado solo se volteo y se acercó a la cabeza de Melkom.

—Es simple, desde que tu amo les dio de comer la manzana también les dio algo que hizo que tanto bien como mal quedara equilibrado, algo que ha hecho que los planes que ustedes crean terminen mal, ese don fue el libre albedrío, cada humano es y será dueño de sus acciones hasta el fin de sus días, por ello es que los de tu especie odian a los hijos del Señor, porque ustedes desearían poder decidir sus acciones en vez de ser comandados por un traidor el cual saben que jamás ganará esta guerra por más que lo intente. —Levantándose del suelo asentó la jaula en la barra y la  aplanó la parte de arriba con sus manos y sin dificultad así de esta forma dejó encima otra moneda de oro.

—Te quedarás atrapado de verdad en esta ocasión, espero encontrarte aquí hasta que mi deber termine. —Dijo Azrael yéndose con calma, asustado aquel esbirro del mal gritó y suplicó por ayuda pero al final su soledad sería un castigo perfecto pues ahora con miedo aguarda el castigo del ángel de la muerte.

Salimos del palacio y el agua estaba agitada, eran las olas tan salvajes y los vientos tan fuertes que era demasiado duro seguir adelante, las almas aullaban en ira y gritaban unánime por sangre, los perezosos hacían burbujear violentamente el mar lo cual agitaba aún mas violentamente la barca.

"¡Malditos, malditos hijos que de la luz vienen, mueran, mueran de una vez pues ellos arrancaran sus malditas cabezas!"

Así clamaron los ángeles caídos que con ira gritaban cada palabra, varios barcos se acercaron a nosotros, hombres cuyas armaduras contenían trofeos profanos que eran principalmente partes degolladas de adversarios caídos, en sus estandartes llevaban imágenes retorcidas de machos cabríos con sonrisas macabras. Sus cruceros estaban decorados con runas blasfemas y pieles varias tanto de cabras como de humanos, sus barcos era tan grandes que con la suficiente astucia y pericia podrían aplastar nuestros barcos.

Sus caras estaban deformadas con cicatrices hechas por ellos así como de modificaciones horrendas que los hacían parecerse a sus asquerosos ídolos, mi maestro empezó a reír fuerte y alzó su martillo al cielo en señal de guerra, soltando un grito fuerte y profundo retó con furia a los barcos que nos retaban.

"¡Las arenas del tiempo recordarán nuestros nombres pues hoy haremos historia, sus pútridas cabezas adornaran la entrada de mi pueblo, desatad el infierno si se atreven malditos cobardes!".

Aquel grito fue respondido con aullidos inconexos de la tripulación de cultistas demoniacos, aquellos tripulantes con armaduras rotas y cadenas se acercaron a nuestra barca, Sög aprovechó para lanzar una soga que ató rápidamente, aquellos seres deformados no esperaban a un orco sediento de sangre.

Así es como en nuestra aventura el derramamiento de sangre empezará hacer que los demonios empiecen a temer nuestros nombres.

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