En la iglesia y los problemas por llegar.

Era de noche y nuestros dos protagonistas y el inútil elfo estaban encerrados en celdas separadas, Ansel tenía puesto en sus brazos grilletes imbuidos de diversas bendiciones para evitar que el prisionero escapara por medio de métodos mágicos, aparte de que tenía papiros llenos de rezos que anulaban ciertos poderes que él poseía, por ello él estaba a la par de poder que una persona promedio, y tomando en cuenta su joven edad él en una pelea podría fácilmente quedar noqueado o muerto pues sus poderes eran su principal habilidad para escapar y/o atacar en caso de estar en situaciones adversas o solo para divertirse un rato torturando ladrones por medio de darle una muerte horrenda al pillo a manos de los sirvientes de Un Ahaal el dios del Mitnal para los lugareños de las tribus autóctonas del sur de "la isla" o como ellos creían que era el lugar donde habitaban, a Ansel le entretenía ver como los sirvientes Un Ahaal reptaban el cuerpo de los ladrones que osaban llevarse unas "muestras gratis" de forma descarada delante Sög.

Y hablando de Sög, él estaba demasiado preocupado de que algún guardia intentase agarrar el dinero que había ganado en este viaje de meses enteros, en total pasó 5 meses fuera con Ansel, al principio de este viaje cual se suponía que duraría a lo mucho unos 3 meses, ahora hablando de su estancia en la mazmorra se sabe que se la pasó maldiciendo a Isildalf con unos improperios que dejarían a cualquier bucanero como un simple sacerdote tímido y recatado.

¿Y qué pasó con el elfo apestoso al final?, pues igual que nuestros dos protagonistas está encerrado y solo podía reírse internamente de lo que decía el orco, aunque en varias ocasiones se ponía a llorar suplicando a los guardias que le quitaran sus harapos y le dieran su armadura, cosa que terminó por hartar, y los molestó tanto que entraron a su celda solamente para noquearlo, o casi, momento que hizo reír Sög y tranquilizó a Ansel. Nuestros tres compañeros solamente podían esperar a que los miembros de la iglesia de Arendel decidieran que hacer con ellos y claro está que se tardaban por cosas sin importancia alguna.

—¡Maldita sea!, ¡¿Por qué demonios se tardan tanto, es que no ven que los hijos del infierno se están desatando de sus cadenas?!, ¡si no hacen algo miles de familias morirán!

—Ohh, el grandote se nos ha puesto moralista, supongo que tus clientes no les pasará nada o tal vez sí, ¡Ja!

—Apenas me suelten te arrancaré los ojos, maldito elfo desgraciado, tú y tus asquerosos seguidores nos han condenado y han puesto en riesgo a todos...

—Calma Sög tal vez nos dejen libres, ya verás que encontrarán pruebas de que somos inocentes. —Apenas terminó de hablar Ansel vio que Sög volvió a empezar a maldecir a Isildalf y parecía que no iba a parar hasta que llegara la noche siguiente.

El cielo aún era oscuro, pero había más calor cada que entraba más la noche, Isildalf aprovechando que un guardia se sentía algo aturdido por el fiero golpe de calor el elfo intentaba agarrar la llave de la celda, y al parecer lo logró, aunque su lapso de felicidad se desvaneció apenas el guardia escuchó sus sonidos de felicidad y celebración, y terminó con varios moretones tras varias patadas propiciadas por el guardia carcelero, para Sög cualquiera que golpeara Isildalf ya se ganaba el aprecio del orco y con ello un descuento en cualquier producto de su carruaje.

De repente un hombre de túnica igual a la que tenía Ansel solo que con la estola perfectamente puesta y no usada como un cinturón llegó para darle las noticias a los prisioneros, aquel hombre era el padre de la catedral de Selena inmaculada y principal jefe de los señores del perdón.

—Pronto los señores del perdón acudirán para interrogarlos, soltad sus plegarias herejes, y más vale que Arendel los escuche bien. —Comentó el padre con una calma imperturbable, y así como vino se fue y dejando a la espera otra vez a los prisioneros.

—¿En serio nos va a dejar esperando aquí aún más tiempo? —Vociferó Sög a todo pulmón con fuerte ira y siguiendo maldiciendo y soltando groserías por un largo rato.

Ya estaba llegando la mañana, el cielo era naranja ahora poco a poco volaban erráticamente aquellos rostros de las almas en pena que vagaban en el inframundo, se estaban marchando parcialmente, su tenue rastro solo era visible en el día prestando mucha atención al cielo, incluso con su sagrada luz el sol poco podía hacer ante las impías animas salidas del averno.

El primero en ser interrogado por los señores del perdón fue Sög quien intentó mantenerse calmado, prefirió que esos tipos lo dejasen con vida por medio de su buen comportamiento para así ver la ejecución del elfo, pero claro eso no fue fácil pues Isildalf estuvo molestando en todo momento a Sög en lo que lo llevaban a la sala de interrogatorios.

En el trayecto a la sala pudo darse cuenta de algunos cuartos muy extraños que contenían artefactos muy interesantes algunas habitaciones tenían armas antiguas y exóticas y con hechizos que ningún hombre, elfo u orco habían podido ver, y eso era por la antigüedad de las mismas piezas, algunas armas sobresalientes eran un hacha, una espada y una hoz.

El hacha era familiar para él, púes era de un antiguo guerrero orco de las tribus del norte era la famosa "Quebranta costillas" y fue usada por Farargon el despellejador en la guerra del cielo rojo, Sög recordó aquella hacha.

Pues el luchó junto al caudillo en el asedio de la ciudad de Catlaxco, Sög estuvo a punto de morir hasta que Farargon partió a la mitad a los hombres que tenían acorralados a las tropas del orco, Sög y sus compañeros vieron con fascinación aquella forma de acabar con un puñado de hombres con tan solo pocos movimientos, el hacha tenía un filo tan finamente elaborado que podía aguantar miles y miles de batallas y jamás gastarse y de eso mismo se jactaba el mismo caudillo orco que solía blandirla. Al menos el hecha fue lo único que quedó pues aquel guerrero sangriento que poseía una habilidad inimaginable con aquella arma terminó muriendo del mismo modo con el que azotaba en el campo de batalla, con violencia y honor.

Su último enfrentamiento se dio al atardecer con un elfo espadachín en el ataque de la ciudad élfica de Felemir, ambos seres se batieron en un duelo que duró toda la invasión, el chocar del acero élfico con el chocar del hacha hecha de metal recolectado del botín de anteriores invasiones y saqueos provocó que ambos sintieran el poder de su adversario.

 Mientras que la espada del elfo tenía la bendición de la diosa Malefir para darle serenidad durante los combates, Faragorn tenía en su hacha la bendición de los dioses de la guerra que incrementaban su ansía de sangre, el orco decidido con acabar con la patética vida de su oponente, embestía con una ferocidad tal que parecía estar en un estado de trance, el elfo mientras tanto repartía estocadas que herían al orco, aquél elfo se movía rápida pero suavemente en un tipo de danza mortal cuyo uso de habilidad contrastaba con la fuerza bruta e ira de su adversario.

 Una ciudad en llamas era el escenario perfecto para el enfrentamiento entre los dos individuos, ambos sabían que el que ganase este duelo derrotaría y conquistaría a su rival, ellos dieron todo de sí, aquel elfo de armadura blanca y resplandeciente sentía cansancio, pero su sentido del deber y deseo de ganar no le dejaban por ningún motivo el ceder y dejarse asestar un golpe mortal. El elfo sabía que ninguno de los dos saldrían bien de esto, las calles estaban llenas de sangre élfica y de orcoide, fuego yacía en edificios que antes de la batalla adornaban el paisaje, su arquitectura exquisita era tan detallada que incluso se veían reflejos de las contiendas entre los ejércitos de ambos, aquellas paredes de mármol pulido y brillante quedaron cubiertas de sangre de ambos ejércitos, mientras tanto en las mismas calles los líderes de ambas facciones ya bastante cansados recobraron impulso para dar lo que sería el último golpe.

Farargorn el campeón y líder orco se quedó quieto por unos instantes meditando su siguiente movimiento mientras el elfo embistió con toda su furia desatada y así en un parpadeo ambos asestaron el golpe final, al final el orco cayó faltó de oxígeno por un profundo corte que la espada de su rival propició en su pecho, lo que le abrió sus pulmones, muriendo lentamente mientras que aquel guerrero élfico murió partido a la mitad por el hacha del orco berserker. A la final cuando los orcos en una victoria pírrica terminaron el ataque a la ciudad vieron que su líder había muerto, llevándose al guerrero elfo como esclavo en el Salón de la sangre, su muerte fue celebrada con honores y su hacha desgraciadamente fue robada de la tumba de aquel gran guerrero, y tras cambiar de manos terminó en la iglesia de los hijos de Arendel siendo estudiada por los eruditos.

Desgraciadamente Sög no pudo hacerse con el hacha pues tenía que ser interrogado por los señores del perdón y con ello tenía que mantener a raya sus impulsos de robar aquel instrumento tan importante para su especie, su importancia radicaba en la historia y las bendiciones que poseía de por medio, aquella hacha era tan codiciada por los orcos que muchos fueron los guerreros que intentaron demostrar su valía, pero nadie podía derrotar al guerrero orco en su versión espectral, hasta ahora se desconoce quién fue el que logró hacerse de aquella hacha tan codiciada pero quien sea que haya ganado desconocía el valor del arma en sus manos.

Fue así como Sög fue guiado por un largo pasillo monótono en las catacumbas de la catedral de Selena inmaculada, al final del pasillo había una puerta oxidada, cuya habitación se usaba para interrogar a los reos y herejes.

Estando dentro del cuarto estaba el padre Raymundo de Serrata un hombre viejo de unos 77 años y cuya cara denotaba un cierto grado de serenidad, en la sala el padre estaba acompañado de dos discípulos de la orden de los señores del perdón, tras la presentación entre el orco el padre se dio inicio al interrogatorio del orco, con un gesto los discípulos indicaron amablemente que el orco se sentara en una silla que se encontraba en un rincón.

—Usualmente pondríamos a los interrogados en máquinas de tortura, pero con ustedes será la excepción, al menos hasta que se llegue a un veredicto en el consejo y por medio de los testimonios dados serán castigados, empieza a hablar oscuro ser, queremos saber cómo estuvo aquel suceso que al país perjudica. –Comentó el anciano con una voz cansada, pero aun así mostraba autoridad con su presencia pese a su avanzada edad.

—Veamos padre, ¿Dónde quiere empiece para ser exacto? —Preguntó Sög con un tono serio, aunque no lo notaran sus interrogadores el orco estaba sudando por los nervios.

—De ser posible usted debería de empezar desde el inicio a no ser que al igual que yo su memoria ya no sea tan precisa y se le escapen detalles. –Comentó el padre Raymundo de manera picara y jocosa para aliviar el ambiente tan sombrío que había en la sala por los instrumentos de tortura.

—Ja, para ser de los señores del silencio admito que estuvo bueno, está bien veamos, mi aprendiz y yo estábamos en un viaje de negocios hasta que nos topamos con aquél elfo apestoso, acabábamos de salir de Tehuisitlán y nos dirigimos rumbo a kolenheim, y nos dirigimos ahí porque el niño quería hacer sus cosas de magia, ya sabe, lo que le gusta a la juventud de ahora, como extraño esos tiempos en donde los niños ya iban a la guerra e iban armados únicamente con espadas y un escudo de madera, qué tiempos aquellos. – Comentó aquella última frase Sög con un tono de nostalgia que logró contagiar de recuerdos antiguos al padre Raymundo.

—Y que lo digas orco, el ultimo de mi familia en ir a una guerra de joven fui yo, tenía unos 15 años si mal no recuerdo, estuve a punto de morir en la guerra de instauración Portnisiana. Por Arendel santísimo si es que todavía me acuerdo de cuando me hirieron con un arcabuz incluso aún tengo la cicatriz en mi hombro, como sea continua, no perdamos el tiempo. –Comentó el Padre Raymundo apenas recordó el interrogatorio, todo esto lo comento entre risas jocosas y cierto aire nostálgico.

—Bueno el chico y yo llegamos al reino ese, aunque para mi gusto es un pueblucho ultra glorificado. – Aquel comentario hizo al padre Raymundo reír, por lo cierta que era la afirmación del orco.

—¿Pueblucho? Esa cosa a la que te refieres ni apoyo de la corona de Aldrem tenía, fue un reino apócrifo pobre de inicio a fin de su historia, su santidad nunca les dio su bendición y el rey en más de una ocasión de traidores los tachó, con razón en manos demoniacas cayeron. —Le conversó el padre al orco.

—Supongo que debió de haber sido por eso, ¡¿pero era necesario que ese castigo tuviese que extenderse por toda Aldrem?! —Preguntó Sög

—Bueno es que Arendel actúa de maneras misteriosas, como sea no estás aquí para buscar lógica al castigo de estas tierras de pecadores, así que sigue contando la versión de tu historia.

—Bueno, entramos al pueblo era de noche ya, el idiota ese ya había llegado, desconozco donde se había ocultado en ese momento, pero estaba seguro que nos estaba vigilando de cerca, o al menos uno de sus más leales discípulos.

—Interesante, cuéntame lo que sabes de sus discípulos, que características tenían, ¿hablaban en lenguas raras u olvidadas? –Preguntó el padre Raymundo con un tono de seriedad el cual alertaba que podría haber algo detrás aún peor de lo que estaba pasando en este momento.

—En parte si, ellos hablaban en leguajes casi parecidos al antiguo romano, pero es que es imposible, tal lengua debió de haberse perdido hace miles de años nadie más la ha usado, y es que he entablado conversaciones con eruditos de todo tipo y ellos ni siquiera hablan tal idioma. –En ese momento Sög mostró cierta sensación de miedo que pudo calmar al intentar recordar que su líder era simplemente un elfo llorón.

—Algunos cultistas poseen eruditos oscuros, escribas y lingüistas profanos, todo lo que sea necesario para así estar al tanto de la información que sus dioses malévolos han dejado atrás, y por eso nosotros hemos quemado cada muestra de semejante herejía, tu amigo y tú, aunque lo nieguen son parte de esos herejes por simplemente representar la oscuridad en sus acciones diarias.

—¿A qué quiere llegar con que soy un ser de oscuridad? Solo trabajo como comerciante, toda la sangre que derramé lo hice en la guerra del cielo rojo así que... —Bruscamente fue interrumpido Sög por el padre Raymundo.

—¡No, tu raza es oscura haga lo que haga! ¡Tus dioses son profanos, tu cultura sangrienta e incivilizada nos ha traído problemas, y tu amigo es también parte del problema por adorar dioses que traen enfermedades, propician guerras, y por supuesto, cada nigromante ha asesinado y destruido aldeas y pueblos por placer propio con ejércitos enormes de no muertos y demonios! —Sög con pocas ganas de escuchar los gritos estúpidos del padre interrumpió a este con una duda.

—Bueno supongo que debería de hablar acerca de mi testimonio de los hechos, ¿no es así? —Preguntó Sög para evitar que padre Raymundo perdiese sus estribos, o al menos los pocos que le quedaban.

—Sí, supongo que sí. —Respondió tras dar una bocanada de aire para intentar relajarse y aliviar su tensión. –Dime, ¿qué pasó después?

—A la mañana siguiente tras comerciar con ciertas personas y llegado el mediodía muchas cosas empezaron a ponerse raras, a veces por el rabillo de los ojos podía ver cosas extrañas, presencias de seres extraños, y no eran solo suposiciones o visiones al azar, en serio podía percatarme de cosas raras, por ahí, ya un poco más avanzado el día y ya alcanzada la tarde unos cultistas intentaron convencerme de entregarles a Ansel, es sabido que yo me negué, no porque sus creencias me resultasen malvadas o algo así, sino porque me pedían a mi aprendiz, conseguir uno en esto días y que ni siquiera le tengas que pagar porque ni siquiera sabe que es un salario es un milagro que solo ocurre pocas veces en la vida. —Respondió el orco con un énfasis en que era un milagro.

—Dígame que dioses siguen en ese culto, ¿mencionaron a uno en específico? –Preguntó el padre Raymundo buscando respuestas directamente y no tener que escuchar una historia tan larga y aburrida.

—Sí, y más bien a varios, ellos buscaban despertar a todo el infierno según ellos, al final los dejaron pasar a nuestro mundo, pero el idiota elfo quería dominarlos y traerlos, por cierto, si van a preparar ejecuciones que lo maten a él, nuestras crónicas están en nuestro carruaje mercantil, así que estoy amparado bajo la ley.

Tras haber escuchado las descripciones solo se le venían a la mente el culto a los señores del abismo, el padre Raymundo, aunque temeroso aún le quedaban dos más por interrogar, interiormente suplicaba a Arendel que esto no fuese señal de aquella profecía que tanto había estado estudiado.

—¿Disculpe padre Raymundo, ya terminó con el orco? —preguntó uno de los señores del silencio que aguardaba detrás de él.

—Lleven al orco a su celda, traigan al nigromante, preparen esta sala para un mejor interrogatorio.

Con el cuarto ya preparado con sillas y una mesa el padre Raymundo interrogó a Ansel, Ansel quien estando sentado admirando fijamente los instrumentos de tortura escuchó que el padre ya estaba empezando a hablar, Ansel preocupado dispuso a mirar al padre atentamente para evitar problemas.

—Dime, tu nombre es Ansel, ¿no? Sabemos un poco de ti según algunas descripciones de los hermanos que has atacado en el pasado, algunos de ellos han perdido su cordura tras haber presenciado parte de tus poderes, y al tenerte aquí y verte en persona es raro.

—¿Raro? ¿Por qué? no hago nada fuera de lo normal para ser un nigromante novicio. –refutó Ansel con cierta duda, pensó que para que un hombre de Arendel se asombre de un nigromante es algo raro de ver, pues ellos están preparados para todo en teoría.

—No es a tu persona a quien tememos, son los poderes que tu posees y lo que haces con ellos.

Ansel se le quedo viendo al padre Raymundo con una cara de decepción, Ansel no creía que estos tipos se sorprendieran ante el poder de un nigromante novicio.

—Si sabe que yo a comparación de maestros nigromantes soy solamente un esperpento cuando mismamente te puedes encontrar con un semi-dios imbuido en saberes antiguos y oscuros que podría destruir esta ciudad con un mínimo esfuerzo. –Comentó con cierta tozudez Ansel.

—Conozco a tu gente chico, solo me refiero que a tu edad eso es de admirar o eso diría de ser una persona fácilmente corruptible.

—Como sea, vengan ya las preguntas, Sög y yo ya queremos ver cómo le cortan la cabeza al elfo ese. –Tras decir eso Ansel volvió a perder su mirada solo que ahora veía a la nada, solo estaba viendo sin vida a la mesa esperando una pregunta.

—Bueno, mi nombre es Raymundo de Serrata, y me presento ante ti como una cortesía antes de empezar el interrogatorio.

Ansel seguía sin responder mientras parecía seguir viendo sin vida a la mesa.

—Empecemos con las preguntas, dime algo de ese elfo, ¿mencionó a algún demonio en específico? –Preguntó aquel viejo padre con un tono de preocupación esperando a que Ansel no reafirmara la noticia que tanto temían.

—Bueno, ¿qué quieren que les diga?, desató la ira de todo el inframundo, no menciono a ninguno en específico porque el idiota los liberó a todos en un accidente que consumirá a todas las personas como si no hubiera un mañana.

—Dime como ocurrió aquel accidente.

—Bueno padre, todo comenzó así, estaba saliendo de ajustar unas cuentas con un amigo y aquel elfo sin cerebro me empezó a comentar de cosas estúpidas como de que él quería mi poder para traer a la superficie a todas las legiones infernales, y que con ello podría ver como todos veríamos como nos convertíamos en deidades, algo estúpido que terminó por crear el fin del mundo... —Bastante desesperado el Padre Raymundo interrumpió a Ansel pues deseaba saber detalladamente el incidente, no que le contaran toda la historia.

—¡Maldita sea niño, cuéntame cómo logró dejar entrar a dichos seres ese elfo, no me cuentes toda la historia! —Exclamó el padre con ira ya que al igual que Sög Ansel tenía que contar la historia detallada pues si no las autoridades eclesiásticas podrían ejecutarlos, al menos eso es parte de la ley y tanto Ansel como Sög no comprendían porque un eclesiástico les pedía ir tan directamente al punto.

—Bueno ya que insiste, el elfo inútil leyó lo que quedaba de un libro que al parecer él iba a utilizar para dicho ritual, ese libro lo quemé y solo terminó leyendo las partes que aún eran legibles, aún se me hace curioso como intento leer aquellos manuscritos sin sentido de un libro calcinado.

—¿Cuál es el nombre de aquel elfo?, y me refiero al nombre real no su nombre de cultista. —Con un intento valentía en pie y sin ceder al miedo el padre Raymundo preguntó por el nombre del elfo que iba a ser condenado.

—Esa pregunta es muy fácil, su nombre es Isildalf, sirviente de elfo creo que significa. —Tras escuchar el nombre se sorprendió de que aquel elfo fuese el Líder cultista, su asombro fue tal que los señores del silencio que se encontraban atrás de él pudieron percatarse de algo raro en su mentor, veían en él rastro de miedo en el rostro.

—Mentor. ¿Le pasa algo? ¿Necesita ayuda? —Preguntó uno de los discípulos del Padre Raymundo.

—Regrésenlo a su celda, reúnan al consejo pues esto muy importante, el interrogatorio del elfo se cancela. —Con un atisbo fingido de tranquilidad el Padre Raymundo dio la orden de reunir al consejo, dicha orden solo se da en un caso de emergencia extrema y esta era una de ellas.

Tras regresar a su celda Ansel y Sög empezaron a discutir acerca de dicha interrogación, y como de mal interrogador hay que ser para que ni siquiera hagas tantas preguntas ni escuches del todo lo que tus interrogados tienen que decir.

Mientras tanto el padre Raymundo hablaba con el campanero de tocar el aviso del consejo, aquel aviso consistía en tocar cuatro veces la campana mayor y una vez la menor, era un mensaje que solo los eclesiásticos conocían, pero el pueblo no, ante cualquier pensamiento del ciudadano promedio esto solo sería un descuido para un campanero, pero para cualquier padre o fraile, incluso un misionero dentro del consejo esto era aviso de algo de suma importancia y algo con lo que no se debería jugar.

Todos los miembros del consejo se reunieron, los que estaban dentro de la ciudad como los que se encontraban en pueblos cercanos, algunos no pudieron ir por estar en las tierras del sur adiestrando a los hombres indígenas capturados o en misiones como la cacería de herejes en las recién descubiertas tierras del norte.

Ya estando todos los miembros disponibles en la sala el padre Raymundo empezó a hablar, había hombres jóvenes y otros de avanzada edad, algunos eran iniciados en la orden y otros ya eran cazadores curtidos en el ámbito de la caza de pecadores en las artes oscuras, todos estaban a la expectativa de saber que iba a decir el padre Raymundo, todos en la sala lo veían con ojos inquisitivos esperando saber la razón de dicho acto, aquella respuesta que recibirían por parte del padre Raymundo dejaría con la sangre helada por el miedo a los miembros más antiguos mientras que provocaba una confusión enorme a los más jóvenes.

—Hermanos míos, mucho me temo que la antigua profecía se ha cumplido, se han liberado los ejércitos de la oscuridad y por el cielo las almas en pena rondan día y noche, me temo que de no tomar acciones inmediatas los ejércitos del averno se extenderán por toda Aldrem y solo Arendel dador del fuego sabe que podría pasar de dejar que esos impíos seres nos venzan. —Anunció el padre Raymundo a los presentes, en cada palabra que salía de su boca se podía sentir un aire de miedo y desolación, los hermanos del consejo le explicaban a los más jóvenes de que iba la profecía, pero algunos tenían una duda muy grande, ¿a qué se refería el hermano Raymundo en con que la profecía no se cumplió del todo?

—¡Padre Raymundo!, disculpad usted tamaña ignorancia mía que he de mostrar ante todos, ¿pero de qué va la profecía que tanto agravia a los más veteranos de nuestra orden y a que refiere usted con que esta no se ha cumplido del todo? —Preguntó el fraile Simón de Montiel con bastante duda en su voz, el apenas tenía unos cuantos días de haber iniciado en la orden y era uno de los más jóvenes en la sala contando con unos 17 años, por ello dicha profecía era desconocida para él.

—Hijo mío mucho perdono tu ignorancia y bastante desearía que todos aquí presentes la compartiéramos pues apenas la sepas sabrás a lo que nos enfrentamos, así que suplico a ti que guardes silencio en esta sala, pues es un pasaje largo dentro de nuestra biblia, y no es raro que le ocultemos su significado a la gente y parte de nuestros hermanos que no pertenecen a la orden. —En toda la nave central de la iglesia resonaba el silencio oscuro, se sentía el miedo y el ruego a Libreus como parte del ambiente, todos los miembros del consejo aguardaban en silencio escuchar al padre Raymundo.

—Según Final de los tiempos 5:1 esto se deja en claro, y dice así el texto: "Entonces en el cielo como advertencia el sol será eclipsado por nubes lóbregas llenas de almas carentes de fe, y el nuevo mundo en peligro permanecerá", y según el versículo siguiente reza así: "Entonces tres guerreros de corazón puro de las tres razas imperantes vencerán a las tinieblas y con el corazón en mano ellos por Arendel su vida darán y por el padre Libreus a todo ser de luz salvarán pues ellos son nuestra llama y nuestra luz que nos guía en la oscuridad" —Tras de esto el fraile Simón preguntó de nuevo con cierto grado de miedo en el corazón al padre Raymundo.

—Padre Raymundo, ¿si así reza la profecía entonces por qué comenta usted que la profecía se ha cumplido a medias?, no es posible que uno de los primeros sabios se haya podido equivocar. —Comentó el fraile Simón de Montiel bastante intrigado.

—Oscuridad en el mundo ahora reina y desgraciadamente hemos ya pagado las consecuencias de nuestras acciones, y he aquí la respuesta a tu pregunta hijo mío, mucho me temo que, aunque estos no son documentos oficiales de nuestra iglesia, un sacerdote en Retelia hablaba de la misma profecía que el fin de los tiempos de los tiempos está escrita, y el mismo escribió libros de profecías que pasarían tras la llegada de esto, pero lo que llegó a llamar la atención de nuestros hermanos fue la mención exacta de un héroe de la luz, su nombre era Isildaf y se supone él iba a ser el nexo entre la religión de la flama Arendel y los elfos. Miserablemente esto no fue así pues el hombre que desató al averno resultó ser aquel guerrero que en otras circunstancias estaría entre nosotros ofreciendo su vida en honor a cada ser de luz existente. — Cuando terminó de hablar el padre Raymundo todos los hermanos de la orden se levantaron de sus asientos tranquilamente y empezó la fase de sugerencias ahora que sabían todo esto debían de hacer algo, debían de aportar una idea para poder solucionar esto de una vez por todas.

De pronto una voz muy vieja y apagada sonó, era el viejo padre Matías de Quiroga, el padre Quiroga era un viejo señor del silencio que llevaba 63 años cazando herejes y brujas y pese a su avanzada edad de 85 años siempre cumplía sus labores con un fervor religioso al purgar a los impíos seres oscuros que al pecado querían someter sus queridas tierras de Aldrem, estando iluminado por la poca luz que llegaba de los vitrales él con las pocas fuerzas que tenía por la edad que tenía y siendo el más grande de todos en la sala empezó a hablar y dijo así una idea muy arriesgada que de fallar podría condenar a todos los seres en el mundo.

—Disculpad por mi insolencia de estar interrumpiendo este proceso sin pedir palabra antes, pero me temo que este plan que tengo es el único que podría funcionar dentro de la medida de lo posible y solo si Arendel así nos lo permite. –Tras una larga pausa derivada de los achaques de su vejes y en un intento por no olvidarse de sus palabras comentó el plan a sus hermanos.

—A sabiendas que nuestros héroes por la oscuridad corruptos están me temo que como expiación por sus pecados por el infierno deberán pasar con sus cuerpos mortales y en el proceso limpiar así sus almas, arriesgado es este plan, pero según antiguos manuscritos solo ha habido un hombre que en el infierno rondó y salió ileso, me temo que lo correcto es arriesgarnos, pues en el estado que están inútiles en el campo de batalla serán más en inframundo tienen un pequeño chance de pasar y derrotar a los oscuros condes que al mundo invadir dispuestos están.

—Padre Matías en que se basa usted para presentar tal plan, sus almas corruptas están, en el infierno carnada para demonios se volverían, debemos de pensar en algo más. –comentó un iniciado de la orden.

—Hijo tu afirmación sabia es, pero te recuerdo sus almas consumidas serán en caso de que ellos fallar llegaran, más temer no debemos y rezar a Arendel y su hijo haremos para así nuestros héroes con su sacrificio el mundo logren salvar, y de ser posible armarlos con armamento bendito, es hora de que nuestra especie y nuestros hermanos elfos y orcos obtengan ya su merecida redención ante los ojos de nuestro padre glorioso y su hijo santificado. –Dijo el padre Matías con el resto de sus fuerzas.

—Más vale su plan funcione padre, creemos en su sabiduría. –Contestó el padre Raymundo.

—No crean en mi palabra, en Arendel y su divina flama su fe deben de dar, pues de este modo al mal expiaremos, traed a los querubines y los últimos paladines que quedan, pues Arendel así me lo dicta ahora. –De pronto, el padre Matías, así como terminó de hablar cayó al suelo y su cadáver fue iluminado por los recién salidos rayos del sol señal de que Arendel lo había aceptado en su reino y que se convertiría en parte del consejo de los sabios, en su cuerpo ya no había vida alguna, todos presentes ahí rezaron por él como por la bendición de Arendel de lograr llevar a cabo el plan ideado por su fallecido hermano.

Mientras tanto en las celdas, Ansel algo cansado se sentó en un rincón de la celda apenas podía ver los rayos del sol posarse en el suelo, su cansancio era tal que no le importó ningún ruido o sonido cerca, ya estaba sintiendo como su mente lo privaba de todo sentir, y entonces él empezó a dormir profundamente.

Ya dormido solo sentía su cuerpo más no podía verlo normalmente, era como un tipo de energía o luz, pero algunas partes de su cuerpo estaban siendo consumidas por una mancha oscura esta se movía sin conciencia ni voluntad, no era tangible estaba dentro de su cuerpo etéreo, más o menos conocía esta sensación por algunas descripciones de los libro y rollos que coleccionaba o robaba de algunos bibliotecarios o vendedores, no sabía él que hacer todo era brillante y era la forma de un pasillo de un edificio demasiado resplandeciente pero monótono era raro siquiera poder entenderlo de forma comprensible pues todo era tan ondulante y la vez tan cambiante en otras ocasiones, se dirigió a una puerta de roca que se encontraba delante de él a lo lejos, el suelo no tenía consistencia alguna, no parecía duro ni suave, era como estar levitando en vez de caminar.

—¿Quién osa acercarse en este mundo y cuál ha sido la búsqueda por la cual se te ha sido en encomendado estar aquí? –Comentó una voz Fuerte y grave.

—Mi nombre es Ansel y desconozco mi propósito en este lugar. –Contestó con miedo el joven mientras veía como la puerta de piedra se volvía más y más enorme conforme se acercaba.

—Tu nombre Ansel es, de ser así tu propósito a mí no me debes de mencionar más lo que encuentres adelante será parte de tu destino y no podrás cambiar el transcurso una vez entres, confiar en tus instintos y en tu fuerza o confiar en tu lógica y sentimientos son las claves para poder conocer al final tu papel en este mundo y su porvenir.

Ya una vez que estuvo cerca de la puerta esta empezó revelar un símbolo antiguo y raro mencionaba letras arcaicas cuya traducción era poder, maldad, caos, bondad, luz, alma, Gaia.

El símbolo era como un árbol y ciertos puntos al conectarse mostraban ciertos tipos de cualidades que compartían los hombres, los elfos y los orcos, entre ellos era el libre albedrío, el alma, la paz, el caos, la bondad, entre otros, no tenían un orden muy claro para Ansel pues para él era tan nuevo lo que veía y lo que sentía.

Las puertas se abrieron y pasó a través de aquella misteriosa y rara puerta, el aspecto del lugar seguía siendo el mismo, pero tenía el sentimiento de estar cerca de alguien, entonces ahí se encontró con un ser débil y enfermizo su cuerpo estaba manchado de la misma mancha oscura que a él afectaba, su cuerpo estaba a medio consumir actos horrendos y crueles le aquejaban más tenía luz aún dentro de sí, no pudo ver ni identificar quien era más su ayuda le brindó y pudo ver como aquel ser de luz a medio consumir le dio las gracias, pudo ver como él iba a ser bastante recurrente en su vida sus actos siempre redimibles serían más la guía de alguien necesitaría, siguió Ansel su camino dentro de un extraño lugar parecido a un laberinto cósmico de naturaleza extravagante pudo ver a un ser de luz a lo lejos caminando como si nada junto a un ser oscuro, el ser parecía una deidad por la estatura que poseía pues el ser de luz que a su lado andaba era más pequeño a comparación de aquel ser, las manchas que ostentaba aquel que ser de luz eran negras pero estaban encima de un color rojo sanguinolento y solo se posaban en sus manos y brazos, aquel ser de luz caminaba sin distracción con la deidad oscura como la noche estrellada, aquel hombre o mujer o quien fuese no se veía sorprendido al estar en este lugar le parecía normal por no decir otra cosa, ambos desaparecieron de la vista de Ansel en tan poco tiempo tras pasar a otra habitación.

Sintiendo curiosidad quiso seguirlos, mas al entrar a la misma habitación todo parecía parte de un ritual, había personas de todo tipo ahí, pero con batas ceremoniales muy raras y extravagante eran blancas totalmente y carecían de mangas eran como un tipo de togas, pero con adornos minuciosamente bordados en el centro del cuerpo.

Pudo ver lo que era una antigua mansión quemándose a lo lejos de aquel tipo de ceremonia, en el centro de todo esto había un ser de luz casi totalmente consumido por la oscuridad, aquél ser suplicaba perdón a gritos, estaba tirado en el suelo, y solo podía gritar y suplicar únicamente pues estaba atado de manos y pies, Ansel sintiendo curiosidad se acercó a dicho ser y lo desató, también lo ayudó a levantarse, pronto pudo ver como aquel ser se arrodillaba ante él en señal de reverencia, el circulo de sacrificio se desintegraba pero las personas en el círculo antes de desvanecerse apuntaron a Ansel. Aquel ser que parecía corrompido también se desvaneció pero en vez de consumirse como llamas como las personas que apuntaron a Ansel se desvaneció como polvo y el aire se lo llevó lentamente lejos pero no sin antes agradecer a Ansel por su liberación.

Ansel sintió una confusión enorme al ver dichas cosas en sus sueños, pero aún quedaba algo más que ver antes de irse, vio a seres horrendos y de formas inentendibles reptar en lo más profundo del bosque en el que se encontraba, pero entre todos solo resaltaba la imagen de un ser de aspecto humanoide y de cabeza taurina, su mirada era tétrica y su cuerpo parecía desgarrado pese a todo eso el ser rugió con gran potencia que a Ansel despertó, solo así Ansel pudo escapar de dicho sueño bastante extraño.

Oh Ansel, podrás sentir miedo ahora por aquel sueño, pero lo que les espera me temo que es incluso peor de lo que te imaginas. 

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