En el bosque y una ingrata sorpresa.

"Sög"

Ya una vez que logramos escapar de ese pueblucho Ansel y yo detuvimos por un momento el carruaje en medio del bosque, era de madrugada, todo aconteció en la segunda noche, en la que nos quedamos, no creo que el cielo vuelva a su color natural, ahora su coloración era una danza aberrante de colores y sabíamos que era de noche por que aquellos tonos de colores eran más apagados y las nubes proliferaban.

Me detuve para ver la herida de Ansel, por su color de piel que ahora era totalmente pálido como si de un enfermo a punto de morir se tratara, se me dificultaba saber si estaba bien o tendría que conseguir a otro ayudante, para saber si se encontraba vivo aún le pellizqué el brazo, y para mi sorpresa el soltó un ligero grito de dolor, eso me reconfortó bastante, naturalmente él se quejó de que lo dolió, pero se notaba que apenas contaba con fuerzas para decírmelo claramente, su voz parecía un ligero susurro.

Era tan bajo su volumen de voz que casi creí que el chico estaba a punto de morir cosa que de hecho me sorprende de él pues en varias ocasiones siempre ha estado a segundos de morir pero por medio de accidentes como que lo pisaran los caballos, o también como la vez se atragantó con las semillas de una manzana una vez cuando estábamos en plena reunión para proveerle vino a un importante visitador que decidió crear su casa en estas tierras por simple capricho, pero nunca he visto que él estuviera genuinamente a punto de morir.

 Detuve a los caballos para ver el inventario, me dolería a mí mucho el tener que consumir mi propia mercancía sin pagar, pero lo valía por Ansel, era eso o buscar otro aprendiz y por cómo iba todo eso de que los demonios y las estupideces esas prefería conservar a Ansel pues es él que se encarga de los que quieren "muestras gratis".

—Ocúpate de vigilar a los caballos Ansel, voy por algo que tenga alcohol. —Le comenté a mi joven compañero, de manera calmada lo último que quería era que él se preocupara o se asustara.

—¿Por qué?, tu ni siquiera bebes. —Me contestó Ansel con una voz muy apagada.

—Es para tus heridas pequeño debilucho, debo de limpiarlas antes de que se ensucien, espero y también no sea muy tarde para hacerlo.

—Haz lo que debas de hacer, pero ve ya grandulón, no me siento muy bien.

Me bajé en busca de algo de alcohol, ya fuese vino o ron y por supuesto un trapo y algo de tela, de preferencia quería usar la roja para evitar manchar notoriamente la tela, entré dentro del carruaje para buscar los objetos y dentro me pareció ver algo moviéndose. 

Agarré mi martillo que afortunadamente estaba en el carruaje, lo único que espero es que esos idiotas cultistas no lo hayan tocado, no sabía lo que me estaba esperando al otro lado del carruaje, fui con bastante precaución, que Molgourk me de fuerzas suficientes para romperle el maldito cráneo de un golpe si es que es uno de esos malnacidos seres infernales. 

Ya una vez estuve cerca vi que esa cosa se cubrió con tela, al quitar el montón de tela vi que era ese elfo bastardo que despertó la ira de las huestes del inframundo, y eso no es lo peor, el maldito suavecito se bebió una botella de vino sin pagar, tenía ganas de romperle la columna vertebral con mis puños, pero eso alarmaría a Ansel, así que se me ocurrió algo de repente.

Aunque los dioses me tuvieron que maldecir con escuchar hablar a esta sucia plaga...

—Ehh... ¿Hola?, ¿No eres ese orco de la ciudad esa?, ¿Cómo se llamaba la ciudad esa?, ¿Kaldrenor?, ¿Kolonhaeim? —Antes de que siguiera diciendo estupideces me acerqué lo bastante rápido y desenvainé un cuchillo, dejé en un lado mi martillo pues un golpe dado por este podría romper o dañar la mercancía, acerqué la hoja a su garganta y como advertencia le dije:

—Gracias a tu maldita creencia mi amigo se está muriendo haya afuera, por lo tanto, seré rápido, si haces una idiotez, si consumes algo de mi inventario sin pagar o si le intentas hacer daño a Ansel otra vez podrás tener por seguro que tu cabeza adornará las puertas de mi tribu. —Le comenté a aquél intento de elfo manteniendo mi voz baja, pero demostrándole mi ira contra él.

El inútil elfo terminó bastante asustado, aunque claro, dudo que con su escasa inteligencia él sea capaz de saber dónde guardo las espadas, menciono esto pues cuando le arrebaté una botella de vino que se estaba bebiendo, se molestó el pequeñín y empezó a amenazarme con cosas como de que me sacrificaría o que me terminaría volviendo su esclavo, en pocas palabras pura estupidez como su secta que él se creó.

Al salir del carruaje ayudé a Ansel a bajar del asiento del jinete, el renacuajo ese se estaba cansando más pues estaba usando sus poderes aun sabiendo que eso lo puede perjudicar más, lo recosté a un lado del carruaje y le empecé a atender su herida, se nota que el bruto estaba intentando sanarla, casi no hizo nada pues le quedaba poca fuerza, me apresuré a untar el pañuelo lleno de vino en la herida, Ansel empezó a quejarse del dolor, aunque preferí no hacer caso por esta vez a sus quejas.

—¡Maldita sea, Sög esto arde!, ¿quién te enseñó esto?, ¿acaso fue el chamán de tu aldea? —Vociferó Ansel por el dolor, su herida aún con magia no había cerrado, ni siquiera estaba del todo desinfectada.

—Si no cierras tu estúpida boca vas a terminar llamando a algún jaguar o algún ser que nos termine devorando.

—Como sea, ¿cuánto te falta para terminar? —Preguntó impaciente mi joven ayudante.

—Déjame ver, pues veo que tu herida ya no escupe tanta sangre, aunque en donde te dieron por mi experiencia no es un área mortal para un humano, lo sé por los humanos que torturaba en la guerra. —Contesté algo aliviado viendo de que por fin el sangrado estaba acabando.

En lo que seguía aplicando el vino y el paño a su herida él me hizo una pregunta, la cual tardé en responder.

—Dime, Esta él aquí, ¿verdad?

—Sí, desgraciadamente y lo peor es que no podremos deshacernos de él hasta que lleguemos a la ciudad de Santo Ignaciano. —Contesté algo frustrado pues faltaban horas para que llegásemos, lo que significaba tener que oír la asquerosa voz de esa suerte de elfo.

—¿Qué piensas hacer con él?, ¿piensas venderlo como esclavo? —Preguntó Ansel, podía ver que él tenía una idea en mente.

—He visto esa cara, ¿qué tienes en mente? —Pregunté con cierta curiosidad en mente.

—Qué tal si lo usamos como una carnada para esas bestias, así nos deshacemos de él.

—¿Deshacerse de quién? —Preguntó el sucio elfo.

—¿Porque no estás en el maldito carruaje?, escoria élfica. —Pregunté intentando contener mi ira, su maldito rostro fino y perfecto me daba asco, sus malditos ojos verdes, sus orejas picudas y su piel sin imperfecciones, heridas o cicatrices me daba ganas de golpearlo hasta que él me suplicara parar, cosa que no me importaría y seguiría golpeándolo hasta que su cuerpo entero quedara como una masa sanguinolenta y sin sentido, no lo describo más pues en mi opinión todos los elfos se ven iguales, solo a excepción de su color de ojos.

—Oye tú, basura cultista, lárgate de aquí, ¿que no vez que estamos hablando?, eso significa que tú y tu estúpida cara de niño fino se pueden ir a al demonio. —Gritó Ansel bastante enojado.

—Cállate nigromante impuro, y tu orco, quiero saber dónde están las bebidas, tengo mucha sed y necesito algo de alcohol ahora, y espero que ese alcohol sea de calidad. —Rebuznó el idiota, estaba a casi nada de que le rompiera el cuello.

—Saben que, si no les importa voy a volver al carruaje, espero me sirvan algo exquisito.

Apenas Ansel se levantó del suelo hice que entrara al carruaje, para evitar que su herida se ensuciara le puse un parche con algo de tela y algodón a la herida, sé que no es algo que un galeno recomendaría pues no está desinfectada con alguno de esos químicos lujosos, pero es lo menos que pude encontrar para curar al chico, eso y que puede que el vino lo ayude a dormir un rato.

Para evitar alguna ocurrencia dentro del carruaje empecé a atar al elfo, eso me ahorraría bastantes problemas durante el trayecto, aunque lo raro es que este elfo en vez de gritar lo que un elfo normal haría en el momento en el que lo están atando como el "¡Suéltame maldito ser impuro o sentirás mi ira!" o "¡Liberadme bellacos o sentirán el filo de mi acero!", el solía disfrutar mucho cada que parecía estarlo lastimando, pues decía cosas como: "Oh por Erufindel eso se siente bien, creo que podría estar un poco más así", ante esto me apresure en atar el nudo de sus brazos para ya acabar pues no sé qué oscuros dioses el alabe pero prefiero que él no me meta en eso.

Ya con el elfo atado y con Ansel atrás descansando y vigilando al invitado indeseable era hora de ir a la ciudad de Santo Ignaciano.

"Cambium Personarum"

Mientras tanto en el "carruaje" de nuestro orco con tendencias a ejercer la violencia sin sentido nuestro compañero élfico, "que ahora desgraciadamente le toca contar su parte de la historia", se encontraba algo aburrido tras estar unos treinta minutos en silencio, viendo que tenía un espejo al lado suyo empezó a verse en él espejo, su apariencia era casi andrógina pues su cabello era largo y muy bien cuidado, su cutis era perfecto, sus ojos parecían estar bien delineados, su mandíbula era casi corta y angosta, sus cabellos eran totalmente rubios, su piel era blanca como la luz de la luna, su belleza para él era de presumir en cualquier ocasión, pues en su mente pocas cosas eran más bellas que él.

"Isildalf"

—No crees que soy perfecto, solo mírame, todas las experiencias que he tenido, todas las bendiciones que se me han dado. —Comenté al chico, aunque también en parte mucho de lo que dije lo hice para recordarme que esto es solo un contratiempo ante mi inminente coronación como nuevo regente en el inframundo.

—Oye, deja de mirarte en el espejo o lo vas a terminar por maldecir. —Me contestó el niño con un tono de voz burlesco.

—Niño estúpido. —Respondí con un carácter jovial. 

—Deberías de saber que mi belleza es lo que me ha llevado muy lejos, sumado a que los dioses caídos me han elegido por mi inteligencia y carisma para comandar a los discípulos de la bella secta que con su ayuda yo creé, en pocas palabras. niño estúpido, yo soy perfecto. —Contesté al jovencito que parecía estar cansado, inútil debilucho, y pensar que los dioses querían usarlo en sus planes, no entiendo como lo quieren utilizar si el apenas y logra desarrollar sus poderes.

—Sabes viendo lo narcisista y hedonista que eres puedo dar fe en que te eligieron por tu belleza porque de inteligencia no voy a hablar, si yo fuera ellos te hubiera hecho mi esclavo desechable.

—Jovencito me agrada tu actitud tozuda, me recuerdas a mi cuando todavía tenía unos 24 años, ¿cómo te llamas? —Pregunté al joven nigromante, parece que él no se lo tomo muy bien.

—Esto es broma, ¿no?, ¡¿me estás diciendo que no sabes mi nombre y que me elegiste a mí porque según tus creencias ilógicas yo soy quien de alguna forma levantaría a las huestes de la oscuridad con mi poder?!, ¡que según tú soy la pieza clave de esta oscura conspiración!, ¡¿me dices que en todo este tiempo no sabes cuál es mi nombre?! —Reclamó el chico, aún sin contestar a mi pregunta.

—Oh por los dioses, niño por favor, entiende que mis discípulos eran quienes se encargaban de ayudarme a recordar tu nombre y ahora ellos están desamparados, es más si tu nombre fuera más convencional tal vez lo recordaría mejor, aun así, déjame recordar tu nombre, no más para ver si mi memoria no me falla, a ver... tu nombre es... emm... Ya recordé, tu nombre es Fabius, ¿no?, apuesto a que es ese.

—¿De qué te sirve tanta belleza si eres un excelente idiota?, ¿de dónde sacas que yo me llamo Fabius? —Contestó enojado el chico casi sollozando y con ligeras risas, pude sentir en sus palabras algo de tristeza, aunque desconozco por qué.

—Siento algo de tristeza en tus palabras, ¿a qué se debe? —Pregunté seriamente a mi joven compañero de viaje.

—Siento una tristeza profunda pues estoy viendo en frente mío al peor de sus ejemplares, todos los milenios de existencia de tan magnifica especie reducidos a cenizas, pues que tu existas es la prueba definitiva de que el pueblo élfico falló miserablemente en su búsqueda constante de perfección a través de lo divino y cultural.

—No exageres, mi pueblo ya estaba condenado desde que pisamos estas sucias tierras de salvajes, si seguimos aquí es porque no nos queda de otra que el intentar sobrevivir, es más no hablemos de quienes se han quedado en el viejo mundo, esos imbéciles han caído y ahora quieren hacerte creer que porque se han aliado con los humanos ahora son mejores porque la mezcla ideológica logra cosas novedosas e increíbles como la medicina o un mejor armamento.

—Si ya veo, eres aún más imbécil de lo que veo, como sea, mi nombre es Ansel, por cortesía me veo forzado a preguntar tu nombre.

—Oh que lindo, quieres saber mi nombre, bueno mi nombre es Malevolus DaeSworden —El enojo del niño paso a una mueca de felicidad lo que se me hizo raro de ver pues su cara larga ya se me había quedado grabada en este corto tiempo que ya habíamos compartido.

—Ja, ja, ja. Ese es el nombre más ridículo del mundo, ¿en serio cuál es tu nombre? —Preguntó el ignorante humano.

—Ya te lo he dicho es Malevolus DaeSworden, heredero legítimo de los reyes infernales.

—¡Oye Sög!, ¡El elfo se llama Malevolus DaeSworden!, ¿cómo lo ves? —Le gritó al orco para que ambos empezaran a burlarse de mí.

—No me sorprende de tal elfo, ¡pero debo de admitir que es bastante estúpido! ¡Ja, ja, ja! —Empezó a reírse sonoramente el sucio orco de mi nombre de renacido.

—Vamos orejas picudas cuéntanos cuál es tu nombre real. —Comentó el orco estando al otro lado y con ciertas ganas de soltar otra carcajada.

—Bueno ya que tanta curiosidad ustedes tienen al respecto mi nombre original, mi nombre antiguo era Isildalf. —Contesté de mala gana, aunque eso no bastó para que pararan de reír.

—¡Entonces tu nombre es sirviente élfico!, ¿se puede ser más desdichado? —Comentó el joven Ansel haciendo burla a mi antiguo nombre.

—¡Basta, eso no es gracioso, paren de una vez par de inmaduros! —Grité con tanta furia, pero ellos carcajeaban tan fuerte que mis quejas no las escuchaban

—Tu nombre es sirviente, pobre orejas picudas, creo que te llamaremos mejor por tu nombre real. —Comentó el orco con sonoras risas y el chico aún con su cansancio no paraba de apuntarme mientras se reía de mí.

—¡Concéntrate en el camino orco apestoso! —Exclamé furiosamente.

Se nota que este viaje iba ser muy horrible, oh dioses oscuros libradme de mi condena, por cierto, espero el viaje termine pronto.

Bueno, ciertamente fue un viaje largo, pues, aunque no vale la pena contar lo que encontré al mirar por las ventanas que siempre se encontraban abiertas, si puedo comentar haber visto al cielo totalmente oscuro con tonos rojizos, por el momento solo salen las almas que no pudieron contener sus penas, pero pronto todos los vástagos y los señores demoníacos saldrán por fin a la superficie.

Ante este escenario comencé a reflexionar, ¿esto le hubiera gustado a mis nueve madres?, apuesto que no, pues aunque ellas tuvieron la desdicha de trabajar en un lugar que en realidad solo era un castigo, una tortura constante para ellas, supongo que yo fui lo único que parecía bueno como para no terminar cediendo a la locura o al suicidio.

Día tras día ellas sufrían incontables horas para señores que feudales que solo sabían tratar a quienes fungían como sus servidores igual que basura, pero no creo que yo fuese su única motivación para seguir adelante, había algo más de por medio. ¿Era su fe acaso? ¿Era acaso ese ser llamado Arendel?

Aquel gran hijo de Libreus quien liberó a la tierra de la oscuridad con la flama de su infinita sabiduría y su sempiterno amor, él fue un personaje que se me fue inculcado desde que tenía 4 años de edad, nunca comprendí porque un ser que peleó por nuestro mundo y desterró a la oscuridad de este lugar dejaría que los humanos matasen y tuvieran esclavos.

Nunca fui adepto a ninguna creencia, de hecho los dioses de mi raza no son más que personajes de cuentos de hadas en mi opinión, nunca pensé por ningún motivo que encontraría salvación por los senderos oscuros.

Es irónico pues al principio yo deseaba hacer el bien y pelear contra guerreros oscuros y practicantes de alguna basura oscura, lentamente abría los ojos con la ayuda de los que primeramente fueron mis asesores y luego mis más fieles discípulos.

No había forma de parar a la maldad en este mundo, solo había una cosa que hacer y esa era liberar a los antiguos terrores que habían caminado en estas tierras antiguos eones antes de que algunos de nuestros dioses o siquiera alguno de sus padres creadores hubiera tenido la idea de crear mundos y estrellas.

¿Por qué deseaba hacer esto? Creo que quieres saber, apuesto a que sí, bueno como te conversé hace poco yo era un joven impresionable e idiota, al principio fui seducido al sendero de la destrucción y oscuridad por un antiguo dirigente de mi secta.

Él me contó que la única forma de que yo viera a todas las razas tanto humanos como elfos y orcos unidos era matar a los impuros que nos corrompen por medio de sus actos egoístas y que mejor forma de darles un merecido castigo que llevándolos a un estado de locura y sufrimiento por medio de la tortura en vida y muertes dolorosas.

Esto solo era el comienzo de mi adoctrinamiento, así fue como yo comencé a matar a los objetivos que mi mentor y señor me pedía, en su mayoría eran nobles rebosantes de dinero y que cuya ambición no conocía limites, era comprensible por qué ir tras de ellos, algunos eran unos imbéciles corruptos, pero luego, tras unas misiones más en favor de lograr hacer un cruzada contra los enemigos de nuestra orden,

Llegó un día en el que fui llevado a un altar que estaba en el bosque habían manchas rojas y algunos rasguños en el suelo, comprendí lo que pasaba aquellas personas que maté eran solo una prueba, eran objetivos para medir mis habilidades a favor de que pudiera "ayudar de alguna manera al gremio", como era apenas un idiota de 18 años tuve miedo de las palabras que mi mentor me dijo:

"No es a Arendel a quien suplicamos poder, no es a ningún dios mágico a quien le debemos nuestros poderes, no es Ish-mir quien te dio la vida según tu gente, bailamos en una danza oscura y mortal que se rige por nuestros señores demoníacos, y tú, hijo mío, tú ocuparás mi puesto según Santoriel."

Me veía escéptico y temeroso ante las palabras de mi antiguo mentor, a simple vista la secta usa un disfraz para aparentar ser un simple gremio más o quizás como un grupo secreto a favor de alguna estupidez libertaria, algo más como una alianza para una revolución o un golpe de estado, pero eso era una mentira, eso solo era un señuelo para atraer a jóvenes idealistas que creían que derrocar al gobierno es la única forma de salvar a un país o imperio, cuando en realidad eso es solo un sueño. Una linda mentira, las revoluciones contra los tiranos no nacen de sueños nobles como el liberar a los esclavos o traer la paz al pueblo, nacen por intereses económicos o filosóficos mucho más avanzados que solamente velar por la libertad de un pueblo, cosa que aprendí al pasar de los años.

Retengo mis razones para seguir hablando de mí y mi juventud, pues ya a mis 52 años puedo ver que era bastante ingenuo como todo joven, y también cuanto no logré sufrir viendo a mis madres trabajar, ese sufrimiento solo creció aún más después de que escape de la mansión en las que estaban confinadas, para ese entonces yo ya contaba con 14 años y mi única opción era vivir en las calles, sea como sea espero ellas estén bien si es que aún viven, no te mentiré las extraño mucho.

Volviendo a mi realidad y estar disfrutando del dolor que me proporcionaba estar atado en mis pies y mis manos pude lograr ver que el joven Ansel estaba dormido, debo de decir que mi única distracción era ver todo lo que me rodeaba solo podía ver al espejo para recordarme lo bello que soy, o si no también veía por la ventana para darme cuenta del mismo cielo rojo.

Dentro de este carruaje era difícil ignorar las bolsas y cofre llenos de diversas cosas, en algunos cofres habían libros, en otros habían bebidas, y creo que por ahí en alguno de esos llegué a vislumbrar una ballesta o algo así, como sea, no había mucho que hacer y no sé exactamente desde que punto el chico ese se durmió, pues cuando yo empecé a recordar y reflexionar sobre mi vida vi que el bobo estaba despierto.

Para no empezar a despotricar contra el orco por lo lento que iba, aún si según el iban a todo galope los sucios equinos que tiene, como una pequeña distracción empecé a ver la vestimenta de mi compañero de carruaje y debo decir que era muy extraña para mí. ¿Por qué un nigromante elegiría un atuendo de la iglesia que en otras circunstancias lo estaría matando?, y de hecho esto no es una duda reciente, de hecho esta duda la llevo cargando desde la primera vez que lo vi.

Aparte pude ver que no era una túnica común y corriente sino que era de un señor del perdón, y en ella habían runas que hablaban de antiguos rituales de magia nigromántica y oscura, habían nombres de diversos dioses, los que destacaban más era Og-doroth y Hereborn.

Identificaba al primero, he visto sectas que alaban a esa pútrida masa de enfermedades andante, pero el otro me era desconocido, vi que mi compañero llevaba consigo un cuchillo de hoja curva, el arma estaba desenvainada, solo estaba atada a una estola que era de un bello color rojo y resaltaba bellamente con su negra y oscura túnica, sus botas no eran más que el calzado de algún soldado de infantería común, eran solo botas con placas de hierro.

Y de hecho en vez de tener la famosa llama de Arendel con su distintiva espada alada como colgante característico del oficio, el llevaba puesto un colgante en forma de medallón que tenía un grabado muy finamente elaborado que tenía en el centro un dibujo de una mujer, por los detalles ella era totalmente hermosa y perfecta, con detalles faciales totalmente angelicales, según las palabras escritas decían "Invel madre del universo, diosa primordial, autentica creadora".

De pronto cuando me di cuenta el chico despertó rápidamente, se encontraba asustado, se acercó a mí y se abalanzó, y empezó a gritarme, su voz al principio se escuchaba extraña era como rugidos incongruentes, después vi como su cara se deformó de una manera horrible.

Había terminado de transformarse en un montículo de carne despellejada y sus ojos se habían vuelto amarillentos y se habían hinchado a tal punto que casi parecían salir de sus órbitas por lo pútridos que se volvían esto sentimiento de asco que me gobernaba solo incrementaba cada minuto que lo veía.

Esa cosa era tan horrenda y tan blasfema que ahora parecía una víctima de una grotesca deformidad antinatural que solo los más depravados demonios lograrían proveer como castigo a los seguidores más desafortunados, su cuerpo se transformó en una abominación pseudohumana que carecía de sentido, ahora parecía la cruza de un humano e insecto, en cuanto a sus brazos estos se habían vuelto en grandes apéndices tanto que parecían a los brazos de una mantis.

Dichos brazos estaban cubiertos de filosas espinas y lo que antaño eran sus piernas ahora se habían convertido en abominables extremidades despellejadas que segregaban un olor a azufre, estaban deformadas a tal punto que parecían piernas de un animal maltratado y que había sido deformado de manera brutal rompiendo sus articulaciones de maneras imposibles y que para más horror sus venas y su piel segregaban un espeso pus.

Parecía que lo que estaba atestiguando era un castigo que mis dioses se habían encargado de propiciar de manera sádica para castigarme, aquella cosa empezó a chillar desgarradoramente palabras inconexas en un idioma que apenas lograba entender.

Apenas sentía el tiempo correr cuando esa cosa se preparó para atacar, el único pensamiento que vino a mi mente fue el arrepentimiento, pues ahora veía mi destino sellado a manos de una criatura que ahora carecía de cordura alguna.

Había recibido el primer golpe, intenté gritar, sentía el poder vociferar con todas mis fuerzas pero no escuchaba el sonido, era un silencio aterrador pues carecía de lo único que podía salvarme de este horrible tormento, aquella criatura parecía disfrutar mi miedo por lo que me empezó atacar una y otra vez sin descanso alguno.

Sus afiladas espinas me marcaban la piel con heridas grotescas que derramaban sangre por doquier, la mirada de la bestia parecía estar llena de gozo, pude asegurarme de eso cuando se detuvo solo para atestiguar la escena que había dejado, mientras se aprovechaba de que no podía morir. 

Esa cosa abrió su boca retorcida y babeante y saco su lengua para probar el sabor de mi sangre, era filosa y el hecho de que la usara para cavar en mis heridas hacía que yo me retorciera de dolor, yo no podía más llegué a un punto en el que el dolor era insoportable y no me quedó más remedio que llorar, mis oscuros amos me habían abandonado, ya no estaba cobijado por aquellos seres que me guiaron, aunque tampoco es como que esto te importe, apenas sabes algo de mí y lo poco que sabes es porque yo te lo permito mantener como un secreto.

Llegué a un punto en donde esa cosa ya no parecía moverse solo me observaba, su baba viscosa era dolorosa parecía querer suavizar mi carne con un ácido vomitivo y espeso, todo lo que era concerniente a esta abominación era dolor, era mi inquisidor, mi torturador, fue cuando empezó a morder mi carne y arrancarla, cuando ya no pude más sacaba alaridos de dolor, mis gritos de dolor eran afónicos , aquella bestia se encargaba de arrancar violentamente cada trozo de mí, hasta que por alguna razón lo que parecía que era el oscurecer de una muerte dolorosamente agónica y violenta se transformó en el despertar de un horrible sueño, mi despertar fue marcado con un grito de miedo, aunque esa extraña experiencia haya terminado no estoy seguro de que sea la última vez que la sienta.

No había nadie en el carruaje en mi despertar, estaba solo yo y los múltiples cofres y objetos, me sentía temeroso de que siguiera en un sueño pues recuerdo el caso de un hermano que fue castigado con una tortura mental que lo hacía tener pesadillas eternas de las cuales él no podía despertar, ese castigo le ocurrió por no venerar a los dioses de manera correcta, él cometió el pecado de llegar ebrio en una ceremonia de iniciación a los más jóvenes de nuestro culto, interrumpió el acto por cantar en pleno sacramento, todavía me acuerdo cuando mi mentor ejecutó el castigo disfrutando de interrumpir aquel sacro evento para torturar mentalmente a nuestro ignorante e irrespetuoso hermano, el hechizo que conjuró con sus palabras quebró a nuestro hermano de tal manera que aún si despierta nada le asegura que no se encuentre en un estado permanente de locura e histeria.

Respiré de alivio cuando oí que el orco hablaba con el chico de hacer un cambio de jinete, al entrar me vio alegre y relajado de que el por fin entrase, no te lo negaré nunca me había sentido más feliz de haber visto a un orco desde que encontré a una tirado en la banqueta de la calle en estado de ebriedad para usarlo como sacrificio a Djerlik-Khannen supremo gobernante del Kersagan.

—Hey, ¿Qué tal amigo grandote? —Saludé por mera cortesía, sentía que al menos era lo menos que debía de hacer como un mero gesto de respeto.

—Hola orejas picudas, ¿Por qué empezaste a gritar como un loco hace rato? —Preguntó el orco con su profunda y un poco aguardentosa voz.

—No sé, estaba dormido y poco recuerdo de mi sueño. —Comenté intentando ocultar la razón de porque grité, no lo hice por temor a que se burle este ser de mí, lo hice porque no quería que ellos supieran que aún soy susceptible al miedo.

—Te comentaré algo, yo sé cuándo un grito es de dolor y otro es de miedo, desgraciadamente el tuyo es de miedo pues si fuera de dolor estaría riéndome por verte con una herida, por lo tanto, sé que recuerdas ese sueño. —Comentó el orco el cual sacó unas uvas de un baúl de madera de abeto pues intuyo que sea de ese árbol por su color blanquecino rosáceo, los demás cofres estaban pintados por dentro y por fuera de colores como el carmesí y dorado como también de blanco y el azul, dudo que un orco tuviera tan buen gusto para elegir colores, así que intuyo que el los compró ya hechos y decorados.

—¿Prometes no reír si te cuento lo que soñé? —Pregunté con bastante seriedad.

—Por cómo me lo pides haré un intento, aunque pareces un niño pidiéndome eso. —Contestó el orco de manera mordaz.

—Bueno soñé que Ansel empezaba a deformarse de una manera horrible en un extraño ser cuya apariencia parecía de insecto y hombre, aquella bestia era potenciada de manera horrida por una fetidez mortuoria, eso no fue lo peor, lo peor fue que empezó a devorarme de manera violenta y asquerosa.

—Qué mal que no pude estar ahí, eso hubiera sido un espectáculo asombroso, aunque me temo que Ansel no puede matarte de tan bestial y magnifica forma, por cierto, disfruta tu estadía aquí en la tierra ya casi llegamos a la ciudad de Santo Ignaciano.

—Toma esto en serio idiota verde, es mi vida lo que está en riesgo, y si quieres poder parar de alguna manera esta invasión me temo que me necesitarás con vida. —Comenté de una manera bastante seria esperando a que él sea capaz de entender la gravedad de la situación del error que cometí.

—Me parece raro que el mismo idiota que cometió el error de abrir el infierno me regañe, antes solo era un simple vendedor que solo le importaba llevar ganancias a su pueblo y su familia, ahora por ti mis ganancias están en riesgo, las vidas de mis mejores clientes están en juego solo por tu idiotez y no hablemos de mi familia, si algo le pasa a mi esposa o a mi hija te juro que te despellejaré y esto va enserio. —Me comentó el orco bastante iracundo, y lo entiendo, aunque en este momento es raro para mí lo que siento, ¿porqué de pronto quiero ayudar a estos tipos?, ¿porque deseo enmendar esto?, demonios si es que esto no tiene lógica, yo tuve demasiadas oportunidades para arrepentirme de cosas como esta y resulta que ahora sufro por algo así, me sorprendo a mí mismo cada día, lo admito.

—Solo espero que el precio de mi cabeza valga lo suficiente. —Le comenté al orco, lo dije mientras me acordaba de mi madre Emilia, era tan joven y risueña, sus cabello castaño brillaba con un bello fulgor sus ojos verdes eran grandes lo suficiente como para vislumbrar un mirada radiante y llena de energía a pesar de estar en un lugar tan atroz, ella era la que más sufría pues los dueños la maltrataban más, no era raro que yo resultase llorando al ver los espantosos castigos que a ella le hacían, en las noches suplicaba a los cuatro grandes mensajeros de Arendel que ayudasen a mis madres, ellos nunca respondieron a mis suplicas, por lo tanto creo que te haces la idea de cómo me sentí desde este instante que empecé a recordar a mis madres.

Estuve esperando a que llegásemos a dicha ciudad, era terrible para alguien como yo esperar demasiado, aunque ya no regente a mi séquito, tengo mejores cosas que esperar a presenciar mi muerte. Yo creo que es el miedo a morir lo que me hace actuar de esta manera, quien diría que es esto lo que sentían mis primeras víctimas.

Supongo que el camino es largo y tardado para que así Arendel obtenga de mí una disculpa o suplica, estaría dispuesto a darla, pero nunca vi que el actuara a favor de quienes más amaba cuando más le rogué, supongo que él se quedará esperando por oír de mí una palabra que según "pueda salvar mi alma".

Veo en este tramo de camino mi pronta ejecución, supongo que nunca está de más pensar en tus bellos momentos, aunque. ¿Qué bellos momentos yo lograré recordar? Bueno supongo que la primera vez que acuchille a los hijos de un funcionario de la cofradía, me acuerdo como gritaba por su hijo de 14 años, sedé al chico para no oír sus chillidos agudos pues los adolescentes de su edad parecen ratas al gritar, como sea su casa se convirtió en mi lienzo pues con la sangre de él y su familia pude escribir algunos dibujos para traer algunas almas para que jugaran libremente por el lugar o como podré olvidar cuando asesiné a unos guardias en estado de ebriedad. lo mejor es que me pude quedar con sus armas, supongo que entre muerte y muerte de cada riquillo o gente importante me divertía un poco con algunos de mis compañeros ya sea quemando las casas o al terminar mis misiones llamando a los despojos espectrales para que hicieran de las suyas.

—Oye emm... Sög, ¿no?, ¿cuánto falta para que lleguemos a Santo ignaciano? —Pregunté al orco, tras preguntar vería que no faltaba mucho.

—¡Ansel cuanto falta para que lleguemos!, ¡este elfo quiere saber si va a morir pronto o dentro de dos días!

—Tranquilo Sög, ya estamos llegando, ya veo los edificios estamos por llegar. —Contestó Ansel, el orco abrió una ventana del carruaje para ver si era cierto lo que decía su joven aprendiz, al percatarse que era cierto tras ver por sí mismo el empezó a reír como loco, cosa que me aterró bastante, aunque creo que no es de extrañar de un orco mal vestido.

—¿Porque ríes tan fuerte?, hace rato estabas bastante molesto, aparte no creo que mi cabeza valga tanto.

—Empiezo a reír de esta forma cuando estoy muy emocionado y sobre lo de que tu cabeza no vale tanto eso ya lo sé, solo quiero ver que te empalen en la plaza pública. —Comentó el orco con una sonrisa propiciada por su risa enferma de hace rato.

—Eso es raro viniendo de un orco si lo piensas bien.

—No me importa, lo importante es que por fin me podré deshacer de ti, y me pagaran por eso, ¿es que acaso eso no es magnífico? —Contesto el orco eufórico.

—Sí, bastante. —Terminé diciéndole de manera amarga y mostrándole de cierta manera mi enorme descontento.

Llegamos a la ciudad y la imagen de esta me recuerda bellos momentos en los que iba a cazar funcionarios, francamente he estado lejos de ciudades como esta y Santo ignaciano era una de esas ciudades perfectas para cometer un crimen de noche, era tan grande que podrías matar a un noble de la parte oeste y podrías estar a salvo en la parte este pues las autoridades por lo general no iban por ahí, pues dime, ¡¿quién iba a visitar las calles de gente tan pobre?!, pues obviamente yo claro está pues ahí podía encontrar refugio temporal con algunos "amigos" de confianza.

Caminar en la ciudad de Santo Ignaciano es un placer, es como estar en alguna ciudad de Brotnia en el continente de Maledurst, la bellas construcciones me recordaban lo fuerte que eran los conquistadores a comparación de los habitantes que tenemos hoy, nos hace falta más fuerza pues hoy en día la gente de estas tierras está muy acostumbrada a un falso sentimiento de paz.

Solo hizo falta una guerra que enfrentara a las tres razas existentes para que tanto los humanos condenados como los conquistadores se dieran cuenta de que nos necesitan para vencer a la escoria orcoide, que mal que lo único que hoy en día sea útil la guardia de esta tierra sea solo para proteger a los peces gordos que solo sirven de sacrificio para los dioses, pero bueno

¿Qué puedo decir acerca de la ciudad? Es violentamente hermosa, los padres de cualquier iglesia de Arendel queman a los paganos en la plaza pública y los edificios que están cerca se ven envueltos por la luz del fuego consumiendo vorazmente la piel y los órganos de las victimas que fueron encontrados como culpables de algún acto de herejía, y supongo que alegraré la noche con la luz de la flama purificadora de Arendel, oh padre Arendel que ironía que este método de ejecución sea menos violento que lo que le hice aquellos que te olvidaste de castigar.

Apenas llegamos a la ciudad llegaron unos guardias para inspeccionar el carruaje, cuando entraron me vieron atado y preguntaron al orco la razón por la cual yo estaba atrapado, por lo cual él respondió que debo de ser llevado ante las autoridades y ante los señores del perdón.

Aunque al parecer los guardias se llevaron a Ansel y al orco para interrogarlos en las mazmorras, ¿y qué hay de mí ?, oh claro que igual me llevaron a las mazmorras pero primero me torturaron, cosa estúpida porque ese dolor que me proporcionaban era extaciante. Estúpidos torturadores cuando me vieron agotado pensaron que era porque estaba muy adolorido, cuando en realidad he recibido peores golpes en mis anteriores misiones al intentar matar a mis víctimas, es más todavía siento dolor de cuando sacrifique a una condesa que el golpe que me dio un guardia, todavía recuerdo el dulce sabor de su sangre, si ella no hubiera sido parte de las víctimas en la lista que me dieron para cazar muy probablemente ella y yo estaríamos casados en este instante. 

Ojalá no acabe este dolor tan placentero. 

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