El caudillo orco.
"Rosa"
Fue después del amanecer cuando vimos las fuerzas celestiales viniendo a nuestro mundo, muchos se alegraron de este hecho y muchos otros quedaron confundidos, era bellísimo ver la presencia de los ángeles, el Padre Fabiano mostraba respeto a dicho acontecimiento e incluso lo vi conmovido. Toda la ciudad veía con fe esta escena, sentíamos de nuevo el calor del sol, había de nuevo luz, el ángel Azrael había logrado despejar el cielo, Mastema apareciendo de repente en frente de nosotros presenciaba esta escena con felicidad, vimos una sonrisa sincera de él ante este hecho.
—Aún falta mucho para que acabe esta guerra. Pero veo que ellos están cerca de acabar, vean el cielo, que aún quedan almas, pero son tan tenues, las está purgando rápidamente.
Se nos fue encomendado por Mastema regresar con el comandante, raro si lo piensas, cada que Mastema encomienda algo es casi seguro que será algo de alto riesgo al cabo de un tiempo, con tres hombres y el pelotón de Hessianos nos abrimos paso al sitio donde se encontraba la base, pero poco fue lo que a mí me sorprendió al ver que padres de la iglesia de Arendel estaban negociando con el comandante.
Las negociaciones tomaron cosa de 20 minutos que parecieron una eternidad si empiezas a pensar en que en plena guerra el tiempo cuenta.
El padre Gerardo hablaba de un plan de purgar a aquellos soldados que estuvieran gravemente heridos a modo de mantener la moral alta a la fuerza evitando así casos de deserción, en esta guerra la moral de la población y de la milicia estaba por los suelos, yo fui testigo del miedo y de cómo la gente se desplazaba para huir lejos en búsqueda de que el infierno no los encontrase pronto, muchas familias se vieron envueltas en el calor de la batalla, niños sacrificándose para pasar información de alto valor, granjeros peleando por sus tierras y madres siendo separadas de sus hijos.
Los hijos de Arendel con fanatismo alimentaban a la población, ¿pero cuanto duró?, solo un mes antes de que los demonios intensificaran sus ataques, varias ciudades apenas resistían los embates devastadores en esos primeros días.
El sur solo resistía por la determinación, y por medio de aquellos a quienes póstumamente serían llamados héroes al termino de esta guerra para designar a aquellos que contaban con ayuda divina, el sur estaba a cargo del cabo Johan a quien se le conoce como el renacido por los soldados en estos lares.
Aquí en el centro solo estábamos el padre Fabiano y yo, una labor difícil pues aquí la grieta infernal era demasiado grande y las invasiones eran devastadoras, para centrarme más en ayudar a Fabiano tuve que apostar a mis compañeros en el lado oeste y norte en la ciudad.
Mucho me temo que yo sola estuve en estos días viendo con horror aquello que el humano es capaz de hacer a sus semejantes en caso de hacer tambalear un dogma. La respuesta a las preguntas de la población era la purga, el odio, y la excomunión para consiguientemente morir en las brasas, incluso la misma población se autoflagelaba para expiar sus pecados sin saber que así llamaban más la atención de aquellas criaturas.
Esta guerra solo era eso, muerte por todos lados, nadie estaba a salvo, ni soldados ni civiles, así es como yo me hice de esta armadura de plata con la que me conocen como el ángel vestido de plata. tuve que hacer frente contra miríadas con pocos hombres a mi cargo y muchos de ellos dieron su vida para ayudarme a purgar a Ardras, uno de los regentes cuyas invasiones eran las más devastadoras en todo Aldrem.
En este momento en el que llegamos a la base veía fastidiado al comandante Armando tras irse aquel padre de Arendel con el que discutió un largo rato, se acercaron tres carruajes con heridos, lo cual llenó con más enojo, no se estaba progresando mucho según él. Se notaba su afirmación no se han podido matar a grandes lideres cultistas y los pocos que han caído han muerto por su propia incompetencia a ojos de sus lideres.
—Veo que están bien y trajeron amigos nuevos. Como sea, Rosa, Padre Fabiano, temo ser yo el que les tenga que dar las malas noticias, pero... ¿Quién lo hará si no soy yo?
Me temo que deben de apresurarse a ir a la torre del norte es demasiado urgente la presencia de ustedes dos, las únicas buenas noticias es que la hermana del silencio Clarisa te espera ahí, te advierto una cosa antes de que vayan, el camino está invadido por demonios y orcos, al parecer un tal Morduk está "cazando" a demonios y a las tropas sin distinción, esperando el favor de sus dioses. Una vez llegues con Clarisa ella te dirá lo que debes de hacer, está a unos 50 minutos cuanto mucho, no sé qué rayos esté haciendo el tal Morduk y sus tropas, pero mátalos en caliente.
—Vaya comandante, ¿Qué forma de saludar es esa? Ni el saludo nos dio y ya debemos de irnos otra vez, ¿será que quiere deshacerse de nosotros? —Repliqué con picardía siento que siempre mostrar seriedad no es muy amable de mi parte, sobre todo con alguien que salvó mi vida hace unas semanas.
—Je, quien diría que por fin te vería alegre después de tanto que has visto, supongo que al final todos se acostumbran, o terminas deprimido y con una cara larga o terminas como el enloquecido optimista ciego del grupo, como sea ve ahí, antes de que te encuentres un cementerio, es una orden. —Respondió el comandante con su ánimo inmutado fumando una pipa para relajar sus nervios.
—¿Dónde está el carruaje? No aseguro que vuelva intacto como ayer.
—Ahí donde lo dejaste, por cierto, no te recomiendo que lo destruyas más de lo que ya está, esa cosa es de un orco y ya sabes cómo son de aferrados con su basura, esos bastardos verdes son muy raros de veras.
El comandante hizo una seña a una a unos cuantos hombres que no contaban con pelotón asignado, ahora el total de personas en el equipo alcanzaba a quince en total, tomando en cuenta a los hessianos.
—¿Oigan van a venir con nosotros? —Pregunté a los amigos de Fabiano.
—Lieutenant, sollen wir uns dem Zug der Dame anschließen? —Preguntó el chico, Uriel si no me equivoco, él y Fabiano conversaban bastante de cosas sin importancia y al parecer llegó a acostumbrarse muy rápido al modo de ser de él, y vaya que lo envidio, a veces Fabiano es un dolor de cabeza por su carácter desconfiado y como llega a hacer preguntas al azar.
Traducción: ¿teniente, deberíamos de ir con la dama?
—¿Es ist im Norden, nicht wahr? Es ist nicht weit vom Rest des Teams entfernt, vielleicht können wir ihnen vorübergehend helfen.
Traducción: Es en el norte, ¿no es así?, no está lejos del resto del equipo, podríamos ayudarlos momentáneamente.
—Vamos, pero terminando esta misión habremos de dejarlos, órdenes del teniente. —Respondió Uriel tras terminar de hablar con aquel teniente de pocas palabras y con aspecto sombrío.
—De acuerdo solo les advierto que abran los ojos y disparen a lo primero que vean. No soy de tomar trabajos fáciles. —Se lo tomaron mejor de lo que esperaba, Uriel empezó a reír.
—Señora, nosotros no nos labramos nuestra fama por ir a guerras fáciles, esperamos órdenes.
Los guié al carruaje de aquel orco, vino conmigo Fabiano, al lado de mí para ser precisa, abrimos las ventanas del carruaje para que los chicos dispararan por si acaso, esa cosa era los suficientemente grande para ellos, también se notaba que era uno modificado por ciertos adornos como pinchos y cráneos pintados de rojo clavados en lanzas, eso por ciertas uniones de metal atornilladas fuertemente tanto dentro como por fuera, al parecer era más pequeño. Vaya suerte nos tocó.
Antes de partir se acercó el comandante con una leve sonrisa.
—Oye Rosa ve con cuidado, si hay alguien que puede dejar a esas alimañas muertas eres tú y tal vez el padrecito, solo quiero decirte que... Si quisiera eliminarte a lo mejor te dejaría a mi lado, soy imán de la mala suerte, ¿sabes? —Reí un poco con eso último, no te mentiré.
—Si lo sé, por eso acepto cada misión que usted me da, hasta luego comandante, suerte. —Contesté con una alegría burlesca.
—Lady, wenn du so weitermachst, werden uns diese Kreaturen aus der Hölle als Toiletten benutzen, ¡lass uns gehen! —No sé qué dijo el tipo que me gritó así que hice que nos largamos rápido para no hacer esperar más a las tropas.
Ya nos habíamos alejado de la base, estábamos en la calle Francisco de Ragallán, no encontramos ningún orco cerca, pero vaya que había rastros de que aquí habían peleado intensamente, había hachas, tiradas, cadáveres de cultistas, algunos de ellos sin cabeza o sin manos, había edificios quemándose desde la base hasta el último piso, una autentica zona de guerra, hasta que llegamos a ver un edificio con un estandarte de una calavera clavada en lanzas, esto pintaba mal.
Escuchamos varios rugidos parecidos a enormes bestias y luego gritos en un idioma extraño lo único divisible entre todos los gritos fue la palabra ¡Katmuda!, una mala señal, y lo peor es lo que se acercaba.
Escuchamos el sonar de un cuerno de guerra y de ahí salieron a todo galope jinetes orcos de callejones oscuros en caballos rabiosos con galopes sonoros y pesados, las armaduras de estos eran parecida a una vaga imitación de armaduras de caballería del viejo mundo con adornos tales como cadenas con cráneos colgando y runas a dioses orco de la guerra.
—¡Sög forsnak ek daahg! —Gritó un orco a todo pulmón, se acercaron tres jinetes más y empezaron a atacarnos con sus hachas y espadas.
—¡La tuya apestosa, miserable piel verde! —Gritó un soldado tras darle un tiro limpio a la cabeza al orco que había gritado.
—¡Druknug h'rs dat! —Gritó otro de los jinetes.
De entre ellos uno saldría a relucir su fuerza con estocadas y mandobles bastante rápidos, su armadura estaba confeccionada de forma fina y en vez de estar llena de pinchos y ser color grisáceo oxidado este resaltaba por un brillante color rojo escarlata, sus hombreras contaban con detalles más toscos y agresivos como lo eran los rostros de lo que quiero pensar eran los cultistas que mató, su casco asemejaba a una calavera sonriente y adornos parecidos a hojas de olivos mal soldados y colocados.
—¡Ese es el carruaje de mi hermano devuélvanlo cultistas malditos o sus rostros serán parte de mi armadura!
—¡No somos cultistas, y no, no podemos devolverlo! —Respondió asustado Fabiano que no paraba de fallar al disparar.
—¿¡Donde tienen a mi hermanito Sög, malditas ratas!? —Gritó aquel caudillo para golpear el carruaje con el escudo que tenía agarrado, sacudiéndonos violentamente.
—¡Lo hemos enviado al infierno junto con su aprendiz y...!
—¿¡Que han hecho?! —Volvió a cargar en contra de nosotros, era obvio que no iba a hacerle daño al carruaje de su hermano o al menos no con su hacha.
—¡Frus'r Munn daaj! —Los demás jinetes nos rodeaban mientras que el caudillo les cedía paso, los chicos dispararon a los jinetes derribándolos uno a uno creímos que estábamos cerca de terminar con esta persecución, pero vimos que una barrera nos impedía el paso, habían dwergos y orcos vigilándola y disparándonos con sus ballestas.
Aquella barrera estaba hecha de madera y recubierta de hierro en capas de grueso blindaje, no nos quedó de otra que parar y esperar lo mejor, pues al parecer el norte estaba controlado en su mayoría. Era imposible el pasar fuese como fuese, era morir por los jinetes o por estrellarnos contra aquella barrera
—¿¡Alguno de ustedes sabe que pasa al mezclar nitroglicerina y pólvora!? —Gritó como desquiciado el jefe científico de los dwergos.
—Tranquilo chiquilín, ya podrás volarlos en pedazos con tus invenciones locas. —Respondió un orco de largas barbas con apariencia de puritano de Bretalia, pero con las mangas rasgadas.
—¡Cállate Orkileo, la ciencia es un deber y el deber me llama! —El vozarrón del dwergo era nada comparado a sus espasmos de loco, aquel enano, vestía ropajes rojos y unos pantalones de mezclilla azul consigo cargaba un mosquete con un catalejo sujeto con una pieza de metal adherida al arma que al parecer por cada disparo rotaba para dar el siguiente.
Nos rodearon varios jinetes y de los edificios salieron orcos con ballestas y una que otra arma de fuego modificada con tecnología que les permitía varios disparos tales como tambores con seis disparos y eso que es lo más notorio dentro de las locuras que les hicieron a esos dichosos mosquetes.
—¡Morduk, hey Morduk!, ¿¡que rayos hacemos con los humanejos, se los damos a los lobos o los usamos como tiro al blanco!?
—Claro que no idiota chiquilín, llévalos con el interrogador quiero respuestas y las quiero ahora.
—Espere por favor señor Morduk nosotros no le hicimos nada a su hermano, le podemos decir lo que sea que usted nos pida, pero déjenos pasar, por favor. —No sé cuál era la manía de Fabiano de querer remediar todo con el dialogo, pero lo que sea que hubiera tenido él en mente esperaba que funcione, y no pierda tiempo como ayer con ese tal orco Morduk.
—¿Qué puede saber un humanejo como tú de mi hermanito? ¿Acaso lo vas a traer de vuelta aquí? —La tensión era notoria para todos nosotros, incluso para los dwergos y los orcos, podía sentir latir mi corazón a toda velocidad de tanta emoción y miedo, sabía que algo grande iba a suceder pues el viento soplaba fuerte y constante con una brisa sonora.
—Yo estuve con él día que vino aquí y le puedo asegurar que él está bien, de hecho, su aprendiz y él están peleando contra demonios como usted lo está haciendo, están ellos ayudándonos a nosotros los humanejos a cazar a esas sabandijas infernales.
—No te molestes con esos malditos rodeos, dime que le pasó a mi hermanito o mi hacha te partirá en dos.
—Ellos al matar a un montón de cultistas nos pidieron que les abriéramos una puerta que los llevara al infierno y luego les dimos armas a raudales y con equipo suficiente para matar a los lideres de esos monstruos hasta que ellos nos dijeran que estuvieran listos para volver. —Al ver que excusa dijo al final supe que estábamos condenados, solo pude rezar para que este de Fabiano en su santurronería de decir la verdad no nos dieran la peor de las muertes como castigo.
—Uhm, ¿suena creíble de él, pero falta algo que dijo la rata que siempre lleva consigo? —Me impresionó que no nos hubiera mandado a matar por dicha patética excusa de Fabiano.
—¿Rata?
—Si, su esclavo, su pupilo, el humanejo ese, Ansel el mago de los muertos. —Respondió el jefe intentando contener su ira.
—Ah sí, él fue el primero en sobresaltarse, creo que dijo algo así, déjame acordarme. —Aclaró su garganta Fabiano, el tiempo pasaba y no hacíamos más que perder el tiempo con cháchara inútil que parecía no llevar a ningún lado.
—Dijo el chico así: Oíste eso Sög el padre Serrata nos van enviar con este elfo debilucho para matar y cazar demonios que emoción, espero que haya magia que aprender en los libros de estos tipos para arrancarles las cabezas a tantos de esos monstruos como sea posible.
El caudillo empezó a hacer muecas creo que intentaba recordar cómo era la actitud del aquel Ansel y que tan buena era su narración de la historia que le dijo Fabiano para que nos dejaran libres.
Hice una seña a Fabiano y lo único que me contestó en silencio fue que él sabía lo que hacía, en serio creo que él confiaba mucho en su habilidad de exagerar sus historias, pero hasta un orco es lo bastante inteligente como para caer en una mentira así, hasta yo sabría eso.
—Bueno si eso pasó pues haya él y sus ganas tan repentinas de cazar. —Me quedé boquiabierta al ver que dichas exageraciones con gestos bastante torpes dignos de un niño pequeño funcionaron con un orco que parece ser más inteligente que el resto.
—Pero explícame que hacen con su carruaje, él no permite a cualquier persona usar ese montón de palos y alambres, ¿Cómo es que ustedes tienen su permiso?
—A pues mira estuvo así, fue en una noche antes de que él se fuera a cazar que le pagamos unos costales de oro tan grandes que no me creerías si te dijera como de grandes eran, eran dos y eran de treinta y tres mil monedas de oro, pero pues esos cultistas apestosos al saquear la ciudad se llevaron el dinero y por eso los estamos cazando al igual que a esas bestias que están invocando. —El orco de tan exageradas gesticulaciones de Fabiano empezó a reír como loco, hasta que soltó su hacha aplaudiendo sin control, paró porque le empezaron a doler sus costillas.
—Ay este humanejo santurrón, pareces de esos bardos que hay en la aldea, bueno me convenció las tonterías que dijiste, pero eso sí, quiero saber si es cierto todo eso, tanto lo del carruaje y lo de la cacería, dame una prueba de que eso es cierto.
—Aquí tiene. —Respondió rápidamente Fabiano sacando una hoja de su bolsillo, se la entregó al jefe orco, que acto seguido vería en ambas caras confundido, mientras revisaba en sus bolsas y en su mochila por algo en particular.
—Humano tonto te aprovechas de que no tenga mis lentes aquí y que para más burla tengo mi yelmo puesto. —En respuesta Fabiano se ofreció para leer dicha hoja.
—¡¿Pueden terminar con esto hay una invasión demoniaca aquí y están muriendo... ?!—Gritó un soldado de nuestro equipo antes de que lo callaran a golpes los dwergos!
—Mire dice así en esta carta: Para quien lea esta carta y aparte contrato, yo Sög en la paga de treinta y tres mil monedas de oro que ha sido el precio con el que he de dejar que los Hijos de Arendel cuiden con todo respeto y con su alma de ser necesario a este carruaje y botín que haya en él, en caso de robo alguno o incluso de maltrato yo Sög romperé la cabeza del humanejo que esté más cerca con nada más que mis puños y mi ira colérica sobre el bastardo que se atreva a poner una de sus asquerosas manos en este carruaje y que no sea un hijo de Arendel en busca de reponer el dinero u objeto que haya sido robado. Posdata: ¡Muerte a todos los elfos!
—¡Humanejo estúpido! —Gritó el caudillo, ahora volvía a suponer lo peor, y se acercó a Fabiano con pasos lentos y pesados, estábamos perdidos y solo podía oír a los dwergos carcajeándose de nuestro destino.
—¡Hubieras empezado ahí, flacucho!, solo mírense, tanto espectáculo para nada y yo creyendo que ustedes eran cultistas o unos míseros ladrones, es más mira a los tipos de chalecos negros, debiste de ver como estaban temblando de miedo con todo y sus telas abrigándolos, déjenlos pasar, pero a cambio de una cosa, hagan que paguen moneda a moneda al final de esta casería.
—Con gusto, díganles a los de la abadía de los Augustinos que el padre Serrata les dio autorización de recoger el oro antes de morir si no llegamos a hacernos de aquel botín. Ya saben cómo son esos bastardos que usan cualquier cosa para llamar a sus bestias en vez de atacar como un guerrero honorable.
Al final nos dejaron pasar, casi no la contamos y sinceramente este de Fabiano es un suertudo lengua de plata, y si tengo que apostar a favor o en contra me encontraría atrapada en una encrucijada ya que su buena suerte nos ha metido en problemas también, y prefiero mantener eso para otro momento.
Es una larga lista lo que te contaría de decirte todas las desventuras que viví con él en esta invasión y créeme que ya para el momento que te cuento esto puede que mi cabeza esté a punto de explotar de tanto que he decidido aguantar y callar.
En serio espero que Johan no esté pasando estas locuras, aunque sabiendo que se llama "el renacido" puede que la haya pasado mucho peor en algún momento, como sea, volvimos al carruaje y nos dejaron entrar, espero que la hermana Clarisa esté bien pues estábamos aún a veinticinco minutos de ella.
Aún sentía los nervios a flor de piel, y el pelear con orcos parecerá cosa divertida por los diversos poemas e historia que han sido escritos pero en realidad encontrarte con un orco suele ser como encontrarte con un tigre en la selva, si estás entrenado y tienes determinación suficiente como para matar a cualquier cosa que produzca sombra entonces no serán un problema tan grande.
El problema es que ellos se adaptan rápidamente al lugar donde llegan y puedes ver que cosas son capaces de hacer cuando se encuentran con aliados poderosos, solo mira que en las tierras de Nihon ellos son unas de las fuerzas más grandes que el emperador posee.
Como quiera que fuere hablé con Fabiano al respecto a su plan, me debe esa explicación al menos, ¡¿cómo rayos él puede atreverse a hacer algo tan arriesgado en algo tan delicado como esta misión!?
—Oye Fabiano al respecto de lo de ahora, ¿Cómo supiste que funcionaría?, pudiste habernos matado. —Pregunté manteniendo lo más posible ese temor que aún me quedaba por mi incredulidad ante la situación.
—Al respecto de eso, será mejor que no pienses mucho en ello, porque hay una cosa que podría molestarte y cuando te molestas me das algo de miedo.
—¿De qué hablas, que puede ser eso que podría molestarme tanto? —Se tomó un tiempo en responder y viéndome con una cara de susto tal que parecía que iba a escupir su corazón en cualquier momento supuse más o menos lo que iba a decir.
—Digamos que de hecho todo lo que sucedió fue nada más un accidente que salió bien, nunca creí que iba a llegar tan lejos, sabes, me esperaba que a ti se te ocurriera algo en lo que distraía al caudillo, y viendo cómo se creyó todo pues mira que todo salió bien afortunadamente. —Con esto despejó toda duda, mira te diré algo, para mí él es la mezcla extraña de un diplomático y apostador pues él deja su suerte al cielo de una forma tan arriesgada que en esa época me hacía la idea de que esa suerte podría acabar con él si seguía aferrándose a ella con total ingenuidad.
—De hecho, todo lo que le dije fue bastante inventado y maquillado así que supongo que por algo le gustó. —Espero no verme envuelta en una situación similar, es en serio.
Así en esta en esta ocasión es como nos salvó de ser totalmente ejecutados, que buena suerte.
Ya viene siendo hora algo de suerte para mí, tomando en cuenta que desde que empecé en este oficio de cazar a estos engendros lo único que he recibido ha sido la desafortunada experiencia de ser perseguida por pesadillas demoniacas que a cualquiera que no fuera lo suficientemente fuerte podría salir herido o devorado.
El matar a un minotauro como el de ayer fue algo que no me imaginaba hacer hace unos meses y que admito que puede sonar y a veces ser satisfactorio de hacer, pero viendo por qué hago esto y lo que me tuvo que pasar, creo que el disfrutar hacer esto no está bien, pues eso no me separaría de aquel aborrecible ser que mató a mi esposo y se llevó a mis hijos.
Solo espero que ellos estén bien, el saber que ellos aún siguen con vida me trae consuelo. Mientras yo siga con vida y logro seguir adelante sin doblegarme ante estas oscuras miríadas haré lo que sea para volver a verlos.
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