Capítulo 2

Paula:

A pesar de que estaba muy cansada del viaje, no pude dormir bien. Me desperté a mitad de la noche, y después de mirar en mi reloj y saber que eran las cuatro de la madrugada, me levanté de mi cama y fui a buscar el baño.

El pasillo estaba totalmente a oscuras. Solo llegaba un poco de luz desde la ventana, donde el cielo estaba lleno de estrellas, de las cuales no sabría reconocer ninguna. A Natalia le gustan las estrellas, yo no siento lo mismo por ellas.

Los cuadros y demás objetos del pasillo hacían que este diese miedo y aún más si añadimos los crujidos de mis pies en la madera del suelo.

Después de abrir las puertas de cinco habitaciones cada una casi igual a la anterior y casi igual a mi cuarto, encontré el cuarto de baño.

Allí me lavé la cara y luego volví a mi habitación.

Al final de un largo rato me dormí.

A la mañana siguiente, después de vestirnos, Natalia y yo fuimos a desayunar.

En el gran salón de la entrada, mi tía estaba sentada en la mesa, bebiendo té.

- Buenos días tía Charlotte. - le saludé al entrar.

Mi hermana fue a sentarse en una de las sillas de la mesa y yo hice lo mismo con la silla de contigua.

- Buenos días. - nos dijo. - Esta tarde iré al pueblo con Sofía.

- Se llama Sara... - le corregí.

- Pues lo que he dicho. Vosotras os podéis quedar en la casa si queréis.

Al momento llegó una sirvienta con una bandeja con té y pasteles. Después de servirnos todo lo que nos apetecía, la sirvienta se fue de vuelta a lo que debía ser la cocina.

- ¿Y bien, niñas? Contadme, ¿que tal les va a vuestros hermanos?- nos preguntó

- Bien, supongo. Chris y David siguen viviendo en Nueva York, pero vienen a casa por Navidad. Irene vive en Valencia con su marido. George vive con nosotros, está estudiando en la universidad de Madrid y Jake va a la universidad de Londres, a sí que no le vemos demasiado. - le explicó Natalia.

- No entiendo por qué tener tantos hijos... Yo no tengo ninguno y me va la mar de bien. ¿Y cuántos años tienen ya Christian y David? ¿Veinticinco?

- Tienen veintinueve. - le corregí. - Irene tiene veintiocho, George veintiuno, Jake tiene diecinueve, Sara quince y nosotras dos tenemos diez años.

La tía no contestó nada más. Seguimos desayunando en silencio hasta que llegó Sara, ya vestida y preparada para irse.

- Buenos días, querida, veo que ya estás lista. Iremos ahora al pueblo. Tenemos que hacer algo respecto a tu ropa.

Nunca olvidaré la cara de odio de Sara en aquel momento.

- ¿Quieres que vayamos a explorar? - le dije a Natalia cuando Charlotte y nuestra hermana se habían ido.

Mi gemela me dedicó una sonrisa cómplice y después fue corriendo escaleras de caracol arriba, seguida por mi.

Subimos corriendo hasta el pasillo donde estaban nuestras habitaciones.

- Estas habitaciones están vacías. Son como las nuestras. La habitación del fondo a la derecha es un baño. - dije.

- ¿Y la habitación del fondo a la izquierda? - me preguntó, mientras andaba hasta allí y giraba el pomo de la puerta para entrar. - Esta cerrada.

- Déjame probar a mi.

Me saqué una de las horquillas que me sujetaban el pelo y la metí en el agujero de la cerradura. Tras unos instantes, la puerta se abrió.

Natalia y yo nos miramos por unos instantes y después entramos en la habitación, dejando la puerta entornada detrás nuestra.

- Esta muy oscuro, no se ve nada.

- Y también hay mucho polvo. - dijo Natalia mientras estornudaba porque es alérgica a los acaros del polvo.

Tras unos segundos nuestros ojos se acostumbraron a la oscuridad y pudimos ver lo que había.

Eras unas escaleras de caracol que iban para abajo, pero que no parecían tener final.

- ¿Crees que deberíamos ver a dónde conducen? - me preguntó mi hermana. - ¿No sientes curiosidad por ver a dónde llevan? Son unas escaleras que estaban en una habitación cerrada con llave. Tienen que llevar a algún sitio importante para cerrarlo con llave.

- No lo sé, Natalia. A mí esto me da bastante mal rollo. Yo propongo esperar a Sara e ir con ella cuando vuelva.

- ¿Desde cuándo eres tan miedica?

No respondí. Natalia se acercó a las escaleras y empezó a bajarlas despacio, como si creyera que se fueran a romper bajo sus pies. Yo le seguí.

Ya llevábamos un rato bajando aunque seguíamos sin ver el fondo cuando mi hermana se paró en seco. Estuve a punto de chocarme con ella.

- Mira, Paula. - dijo, mientras tocaba la pared de piedra.

- ¿Qué pasa?

- Las paredes. Las piedras con las que estaban hechas las paredes de la casa son distintas a estas piedras. Vamos, rápido, estamos a punto de llegar.

- ¿Pero a dónde?

- ¡Eso no importa! ¡Ya lo descubriremos cuando lleguemos allí!

Y las dos empezamos a correr, aunque ni siquiera sabíamos cuál era nuestro destino final.

- ¡Espera, Paula!- me gritó mi hermana.

Dejé de correr, para ir hasta donde estaba Natalia.

- Mira esto. - dijo, mientras señalaba un tapiz con un dibujo de un león dorado. - Parece... Parece muy Narniano.

Continuamos andando hasta que escuchamos unas voces desconocidas. Instintivamente, nos quedamos quietas. Nos pegamos a la pared, junto a una armadura, para intentar descifrar lo que decían las voces.

- ...Debemos decirle... El príncipe... - conseguimos escuchar la voz de una mujer mayor.

Otra voz que pertenecía a una mujer algo más joven contestó algo que no pude escuchar bien.

- Paula. - susurró Natalia agarrándome el brazo con fuerza. - Creo que la armadura se acaba de mover.

- Por favor, no soy una armadura


Muy buenas lectores curiosos!

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Nos vemos en Narnia,

Chica_unicornio_

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