#42: Buenos tiempos
Todo pareció ir perfectamente por un tiempo bastante prolongado. Las carreras de Bayer y Taylor se complementaban a la perfección y crecían con creces; Raquel y yo habíamos recobrado el contacto; a Adams le iba bastante bien como policía; Nico logró apartar los negocios para llevar a cabo su perfecta luna de miel con Helena; y Byron y yo nos habíamos dado otra oportunidad, obteniendo resultados bastantes favorables.
Luego de la luna de miel siguió un largo distanciamiento para compensar la ausencia, pero a penas volvió Nico no se perdió el tiempo e intentó viajar lo menos posible para poder establecer bien su vida junto a Helena.
Todos convivían en armonía de nuevo en la misma ciudad, en donde había decidido Helena que quería vivir. No me era sorprendente que no hubiera querido quedarse en París, ella no era una mujer que se aventurara tan abiertamente al cambio y le gustaba lo estable, lo que resultaba irónico al estar casada con Nico, el hombre menos estable del mundo.
Al principio, yo me sentí culpable de aceptar a Byron y mis sentimientos porque sentía que frenaba todo su éxito, todo su arte... Pero tras sus palabras me hizo saber que él no deseaba toda aquella larga trayectoria si yo no lo podía acompañar, que no valían nada todos aquellos cuadros que pintaba pensando en mí si yo no los podía ver. Éramos felices.
Mis padres lograron superar la pérdida de su hijo favorito. Habían vuelto a encontrar la felicidad el uno en el otro, como la primera vez que se enamoraron perdidamente del otro.
Bayer y Taylor tenían sus altibajos, pero siempre se mantuvieron juntos, a pesar de todo. Eran una gran pareja y no me los podía imaginar separados alguna vez; ellos eran los propietarios del verdadero final feliz, ellos estaban viviendo su “...y vivieron felices para siempre.”
Raquel y Adams no habían comenzado una relación aún, pero todos estábamos expectantes a cuando eso ocurriera. Siempre estaban para el otro y nunca se habían dado la espalda, era notable que Adams la quería mucho y Raquel no daba a ver que lo correspondía por protección propia, pero era inminente que acabarían juntos en algún punto.
Ya todos parecíamos estar bien, haber encontrado tranquilidad en nuestras vidas, y eso era maravilloso. Todos nos merecíamos unos buenos tiempos para descansar de todos los errores en nuestras vidas.
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