#40: Bienvenida a la política
La boda se celebró, fue muy conmovedora y Helena logró obtener su boda de ensueño con su príncipe azul. Todo prometía marchar bien, por lo menos por unos años más adelante.
Un breve tiempo antes de que se celebrara la boda, había comenzado la campaña electoral para las elecciones parlamentarias y ya se habían realizado hasta las mismas elecciones.
Al ver el rumbo que tomaban las vidas de todos, me decidí por introducirme de una vez por todas al mundo de la política al cual pertenecía mi padre. Me volví militante del partido Demócrata-Cristiano, el mismo partido de mi padre y la madre de Byron, postulándome para diputada.
A mi padre le satisfizo enormemente verme en plena campaña, siguiendo sus pasos en un rango un tanto menor, formando parte de su mismo partido político. Su depresión aminoró tanto por verme convertir en una mujer seria de la política; y tanto por tener a Helena en casa, tan llena de emoción y alegría, radiando como solía ser de niña. La hija que perdió había regresado y la hija que le quedaba salió volando.
Durante el tiempo de campaña la ilusión se apoderó de mí, había recuperado la sonrisa que me caracterizaba y me sentía plenamente feliz; no me iba a afectar una derrota, después de todo era mi primera incursión seria en la política. De todas maneras, no me alejaría de aquel mundo porque sentía que siempre había formado parte de mí y al fin lo aceptaba como tal.
Mi padre supo que John jamás hubiera hecho todo que él hizo porque John era el hijo rebelde; se había equivocado al etiquetar a sus hijos, tan solo había acertado con Helena a su parecer. Para él, John era el primogénito que sería su sucesor; yo era la hija rebelde, aquella que haría todo lo contrario a sus planes, la hija del medio; y Helena era la niña de sus ojos. Ahora, John había sido el hijo rebelde a causa de su propia insistencia; yo había sido su sucesora y cada vez más me convertía en la niña de sus ojos, pero por el orgullo que le causaba; y Helena seguía siendo la verdadera niña de sus ojos, en especial ahora que había regresado a casa.
El tiempo siguió transcurriendo hasta que finalmente llegó el día de las elecciones. El día decisivo. El día en el que se determinarían los siguientes años de mi vida. El día en el cual podríamos llegar a ser tan felices mi padre y yo.
Y así fue, porque ese día me transformé en la diputada Conaughey, la hija del exitoso ex senador Conaughey. La familia Conaughey seguía teniendo su distinción positiva en el intrincado y peligroso mundo de la política, manteniéndose el apellido en la limitada lista de familias con prestigio político.
Este fue otro elemento que contribuyó a un tan buen ambiente el día de la boda; el éxito de una hija y el doble orgullo de un padre cuando entregaba a su hija en el altar a las manos de un joven tan talentoso al que ya creían conocer tan bien.
Mi bienvenida a la política fue en una buena escena seguida de una gran boda y un sobre con una cuidada caligrafía escrita en tinta verde que recibí de parte de nadie más y nadie menos que Byron Allen-Lancômé el día de la boda de blanco que se celebró entre mi hermana y su mejor amigo. La dama de honor y el padrino se volvían a encontrar bajo el umbral.
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