#22: Aprendiz
Al acabar el evento de aquel día y tras anunciarse la próxima fase en la cual deberían presentar una obra surrealista, los artistas comenzaron a dispersarse. Aquellos que habían sido eliminados se marchaban entre decepcionados y molestos, los que no ganaron esa fase comentaban entre sí aunque igual decepcionados, y Byron, el triunfador, se acercó junto a Nico a aquel chico Jerzym para felicitarle.
Byron no hizo mucho más que estrecharle la mano y darle un par de palabras de ánimo y felicitaciones, luego de eso se marchó y esa fue mi señal para entrar en escena. Nico se quedó hablando con el joven artista, no le daba más de diecisiete años, y cuando llegué los escuché hablar sobre la técnica de Nico y cómo la alababa Jerzym.
Cuando me posicioné junto a Nico, este me rodeó por los hombros, atrayéndome hacia él. Me presentó a Jerzym como su musa y no podía negar que mis mejillas tomaron cierto color carmín ante su comentario acompañado con una cordial sonrisa.
Jerzym resultaba ser un chico polaco de casi diecinueve años, para mi sorpresa, y resultaba muy cercano para Nico debido a que él y su familia habían llegado a Francia luego del fuerte terremoto que afectó la zona en la que solía vivir Nico. Ellos no habían vivido en la zona más afectada, pero aún así se vieron muy damnificados por lo que se mudaron a Francia con un tío de Jerzym. Nico, en cambio, sí que había vivido en aquella zona de desastre que aún no había logrado recuperarse tras los daños de aquella catástrofe sucedida hace ya años; pero que Jerzym fuera de otra zona no era ningún impedimento para que Nico lo reconociera como alguien muy similar a él. Jerzym era de su hogar y eso era lo único que le valía.
Jerzym parecía ver a Nico como un gran ejemplo a seguir, como alguien admirable… lo que ninguno sospechaba en ese momento era que, si Byron se hubiera quedado más tiempo, él hubiese sido blanco de su adulación en lugar de Nico.
Junto a Jerzym, Nico podía sentirse como el maestro, podía sentirse reconocido por su trabajo, admirado, seguido… justo como solía sentirse junto a mi difunto hermano John, el único que sentía que de verdad valoraba su esfuerzo, trabajo e ideas de una manera totalmente objetiva.
Durante la semana siguiente, Jerzym pareció volverse uno más entre nosotros. Salíamos, comíamos, reíamos y comprábamos juntos; había sido incluido a nuestro entorno rutinario con gran facilidad.
Yo no me atreví a rechazarlo debido a lo cercano que parecía ser para Nico, no queriendo romper sus ilusiones de tener a alguien de su hogar rondando cerca. Jerzym era años más joven que nosotros, pero eso no resultó ser impedimento alguno para que floreciera una envidiable amistad tan cercana entre él y Nico.
Al principio, ambos parecían ser muy similares: misma mirada soñadora, emprendedora e imaginativa, mismo anhelo por sobresalir, por ser alguien, mismos gustos artísticos, misma patria, misma lengua, misma cultura, mismas costumbres… y la lista se seguía alargando sin fin.
Pero fue solo cuestión de tiempo antes de que se revelara que, verdaderamente, existían más diferencias que semejanzas, más discordia que armonía, más traición que lealtad, menos potencial que talento.
Jerzym resultó ser todo lo que Nico no era. De parecer casi gemelos pasaron a tener en común tan solo su país de procedencia y nada más. Lo malo del asunto es que se descubrió el verdadero modo de ser de Jerzym demasiado tarde y de una horrible manera.
Nico acogió a Jerzym en su propio estudio de arte para prepararse para la próxima convocatoria de la competencia, lo acogió como su aprendiz y le enseñó incluso sus claves para una buena obra: una musa, sentimientos y una ampolleta siempre encendida sobre tu cabeza. Y yo sabía muy bien cuánto se arrepintió de todo eso.
Dicen que el aprendiz hace al maestro, solo que en este caso ya era el maestro: el maestro del engaño, la traición y la mentira.
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