Duendecillos:
Julieta por más que lo intentó no pudo conseguir que Severus le suprimiera las clases extras del profesor Carow, por más que lo visitó casi a diario y lo sobornó, el hombre no cedió. Entonces al caer el día sábado no tuvo otra opción que dirigirse al despacho del profesor Carrow a la hora acordada. Iba muy molesta y de muy mala gana. Después del día en que lo vio en el despacho de Snape supo, sin lugar a dudas, de que el director le había dicho algo de lo que le contó sobre la amenaza porque, si bien la trataba igual que a los demás, se cuidaba de no faltarle el respeto. Cuando llegó al despacho, con un suspiro de fastidio, tocó la puerta y esperó.
_ Pase_ dijo la voz grave de Carrow.
_Buenos días profesor, vengo a..._ comenzó a decir educadamente Julieta.
_ ¡Sí, ya se!_ la interrumpió el profesor Carrow con mal humor. Mientras señalaba un recipiente con agujeros en la tapa y que parecía moverse agregó_ tendremos una clase práctica.
Julieta miró el recipiente con curiosidad y miedo. "¿Qué era lo que le tenía preparado el profesor?" "Seguro que nada bueno..." Pensó. Estaba convencida de que se vengaría por delatarlo con el director.
_Vamos a ir a una de las mazmorras, acá no hay lugar suficiente_ le explicó con una sonrisa malvada mientras salía del despacho. Julieta se apresuró a seguirlo.
Cuando estaban bajo el vestíbulo la condujo por un pasillo lateral poco concurrido al de la mazmorra donde se dictaba pociones. Abrió una puerta y entraron. La mazmorra era algo más pequeña que la que usaba el profesor Slughorn en sus clases y parecía abandonada. Había bancos rotos apilados en un costado, un armario volcado y una pizarra antigua rayada con grafitis. El profesor Carrow se dirigió a uno de los bancos y colocó el recipiente encima.
_Hoy vamos a ver qué es capaz de hacer con estos curiosos animales_ le dijo señalando el recipiente que tembló violentamente.
_Pe... ¿pero qué tengo que hacer?_ tartamudeó la chica, mientras trataba de acordarse de algún encantamiento que le sirviera. Pero al no tener idea qué había dentro, no se le ocurría nada.
_Puede usar el primer encantamiento que se le venga a la cabeza. Yo abriré la tapa y esperaré fuera de la mazmorra. Cuando termine, lo único que tiene que hacer es avisarme._ le dijo el hombre como si tal cosa.
_ ¿Pero me dejará sola?... ¿Profesor?_ se asustó realmente la chica.
_Por supuesto, ya debe ser capaz de manejarlos._ le dijo con malicia el profesor Carrow y, sin mediar otra palabra, levantó la tapa y salió corriendo fuera cerrando la puerta de la mazmorra tras él.
Se armó un pandemonio. El recipiente se volcó cayendo del banco y salieron disparados en todas direcciones duendecillos de un azul brillante que chillaban tan agudamente que era insoportable el ruido. Julieta aterrada los reconoció al instante, se acordó de una clase que tuvo en su otro colegio hace unos años atrás, sólo que la profesora había capturado a uno solo y no lo dejó salir porque dijo que eran capaces de hacer grandes destrozos en pocos segundos... y tenía razón. Lo que no se acordaba era cómo pararlos.
Los ruidosos duendecillos aparte de destrozar el lugar comenzaron a atacarla, la tomaron de la capa casi arrancándosela, se agarraron de su falda, de su cabello e intentaron quitarle la varita, mientras que Julieta luchaba con ellos a manotazos y encantamientos que esquivaban muertos de risa y destrozaban las paredes levantando polvillo que le producía dificultad para ver y respirar. Corrió a la puerta tosiendo desesperada y empezó a gritarle al profesor Carrow pero al llegar a ella se dio cuenta que estaba cerrada. Del otro lado se oía claramente las carcajadas de Carrow. No podía creerlo... el hombre evidentemente se estaba vengando por haberlo delatado con Snape. Totalmente desesperada se dio vuelta y comenzó a lanzar encantamiento de desmayo y de congelación, funcionó a medias, porque eran tantos y tan rápidos que era difícil apuntarles. Le llevó mucho tiempo terminar con todos y cuando al fin acabó el lugar estaba destrozado. Parecía que había habido un tornado en la habitación.
A Julieta le dolía todo el cuerpo, estaba cubierta de pies a cabeza de un polvillo blanco, tenía la capa rajada y cruzada sobre una oreja, los pelos totalmente de puntas, la falda desgarrada y había perdido la corbata. En el rostro y el cuello presentaba dolorosos rasguños. Todavía conmocionada fue hacia la puerta y la golpeó con fuerza.
_ ¡Ya está, profesor!_ dijo en voz bien alta.
Carrow por fin abrió y miró cautelosamente la mazmorra sin prestar ni la mínima atención al aspecto de la alumna.
_Bueno, no está tan mal, aunque tardó mucho_ le dijo el profesor Carrow con una sonrisa burlesca en su fofo y malvado rostro._ Ya puede irse, yo los meteré en el recipiente.
La chica salió del lugar sin perder ni un segundo pero cuando se alejaba por el corredor oyó claramente como el hombre reía a carcajadas. La invadió una furia tan grande como nunca había tenido, se dio media vuelta y sin que el hombre, ocupado en reírse, se diera cuenta le cerró la puerta de la mazmorra con un encantamiento tan potente que estaba segura que pasaría mucho tiempo antes que alguien descubriera al profesor encerrado allí. Los duendecillos pronto recuperarían el movimiento. Y Julieta sonrió al pensar cómo se las arreglaría el hombre con ellos porque, a juzgar que la había dejado sola, seguro que no tendría idea. Cansada y todavía furiosa se dirigió hacia el vestíbulo.
A mitad de las escaleras de mármol estaba Severus Snape hablando con la profesora McGonagall que estaba parada uno escalones por encima de él. Al verla subir las escaleras, la mujer sorprendida por su aspecto se quedó muda de golpe. Severus se dio vuelta y cuando vio a Julieta en semejante estado realmente se alarmó.
_ ¡¿Qué te pasó Julieta?!_ Le preguntó el hombre muy preocupado y olvidándose de tratarla de usted.
La chica que aún estaba conmocionada y un poco ausente lo miró y al reconocerlo toda la furia que sentía se desbordó. Era su culpa, todas esas clases extra que tendría con el profesor Carrow las había ordenado él.
_ ¡NI ME HABLES!_ le gritó Julieta como una loca en la cara y de su varita, que tenía todavía en la mano, salieron chispas doradas.
El profesor Snape con la boca abierta y asustado por su reacción se aplastó contra la pared para dejarla pasar y para no ser alcanzado por las chispas que quemaron parte de su negra capa. Mientras que la profesora McGonagall también se hizo a un lado sin decirle ni una palabra, la miraba estupefacta. Julieta siguió hasta su sala común sin detenerse y, sin contestar a las preguntas de sus compañeros, subió a su habitación. Por suerte no estaba Rose, no tenía ganas de hablar con nadie. Entró al baño y se quitó la ropa, estaba casi destrozada, tendría que comprar un nuevo uniforme. Se dio un baño tratando de calmarse, había perdido el control. Odiaba con toda su alma a Carrow.
Más tarde, a la hora del almuerzo, bajó al gran comedor. Buscó a Rose en la mesa pero no la encontró así que se dirigió a unos asientos que estaban desocupados y se sentó. Frente a ella estaban sentados Neville y Ginny conversando y al verla la saludaron, ninguno parecía estar muy contento. En realidad, si se hubiera tomado el trabajo de mirar alrededor, hubiera descubierto varias caras tristes y desanimadas. Miró hacia la mesa de Slytherin y vio a Damián sentado al lado de Draco Malfoy, parecía tan desanimado como ella, y más que comer jugaba con la comida. Extrañaba a su amigo pero el chico no había vuelto a dirigirle la palabra y para colmo parecía que Moore le había hablado a todos los de su casa sobre Julieta y el profesor Snape, y la chica tenía que soportar desde insultos desagradables hasta risitas burlescas. Estaba harta, se sentía miserable y sola. Hogwarts ya no era lo mismo que antes...
Estaba disfrutando del postre cuando hubo un murmullo bastante audible en la puerta del gran comedor y a continuación vio que entró Amycus Carrow. Su aspecto era catastrófico, tenía la capa y la túnica negra toda desgarrada y cortes por todos lados pero lo peor era la expresión de su rostro, daba realmente miedo. Se dirigió a la mesa de Gryffindor y Julieta, que se había olvidado completamente que lo había encerrado con los duendecillos, se asustó. Al ver a la chica, el profesor se acercó a ella con la varita en la mano y apuntándola con un dedo comenzó a gritar como un loco desatado.
_ ¡DETENCION!_ le gritó el hombre en el rostro roseándola de saliva, acompañado con una veintena de maldiciones e insultos.
Todo el gran comedor los miraba estupefacto. No se oía ni una cuchara al golpear un plato. Nada. De pronto la apuntó con la varita y la chica con cautela retrocedió unos pasos. Carrow miró de reojo hacia la mesa de profesores y vio que el profesor Snape se había levantado del asiento del director que estaba más elevado que los demás y tenía la varita en la mano. Se lo pensó mejor y bajó la suya del rostro de la chica y la guardó en la túnica. Dio media vuelta y se fue, le tenía miedo al hombre y sabía muy bien que Snape iba a matarlo si le hacía daño, eso hizo que recobrara la cordura. Julieta temblando entera se sentó otra vez, o más bien se dejó caer en su silla, y poco a poco fue volviendo el normal alboroto del comedor.
_ ¡Por Merlín! ¿Qué hiciste Juli?_ le preguntó sorprendida Ginny Weasley.
_Ammm lo encerré en una mazmorra_ dijo Julieta y les contó lo que había pasado.
Neville y Ginny se quedaron asombrados pero pronto comenzaron a reírse haciendo que Julieta se relajara y se riera también. Les costó mucho parar.
_Mmmmm eso es lo que necesitan los hermanitos..._ susurró con malicia Neville que se quedó un rato pensativo. Julieta nunca supo que fue ella la que sembró el germen de la revolución en sus compañeros, que decidieron a partir de ese día retomar las lecciones del ED.
Un par de días después apareció el primer mensaje. En una pared del primer piso, aparecieron grandes letras rojas de más de dos metros de altura que decían: "El ejército de Dumbledore sigue reclutando". Causaron un revuelo tan grande entre alumnos y profesores que pareció increíble. La mayoría de los alumnos parecían más felices que de costumbre y a muchos profesores les pasaba lo mismo. Cada vez que pasaban por allí se les veía una sonrisa, incluso a la profesora McGonagall. Los hermanos Carrow parecían preocupados y Filch furioso, ya que por más que trabajó incansablemente ninguno de sus quitamanchas había podido hacer desaparecer las letras. Al profesor Snape tampoco le hizo gracia, montó en cólera y gritó a todo el mundo. Amenazó a todo el colegio con duras represalias a los culpables pero no sacó nada de ello ya que no pudo averiguar quiénes habían sido. Incluso se encerró en su despacho con Julieta para que le dijera lo que sabía y llegó al extremo de causar una pelea entre ellos.
_ ¡No me cambies de tema! ¡Sé muy bien que sabes quienes han sido!_ le dijo el hombre furioso, ya que la chica se negaba a tocar el tema.
_ ¡Ya te dije que no lo sé!_ le dijo ella molesta.
_ ¡Sé muy bien cuando me mientes Julieta!_ le largó Severus.
_ ¡Entonces no preguntes si no quieres que te mienta!_ le gritó a su vez Julieta con descaro.
La verdad era que no estaba segura quienes eran pero tenía una idea. Había escuchado a varios de sus compañeros de Gryffindor hablar a las escondidas del tema pero ella no pensaba delatarlos por nada del mundo.
Severus, ante esta respuesta, se quedó con la boca abierta sin poder creer semejante descaro y la amenazó con castigarla pero la chica ya harta de sus gritos ni se inmutó. Se dio media vuelta y salió del despacho pisando fuerte.
El diario del príncipe:
Esperé mucho que llegara el fin de semana para ver si podía descansar un rato o irme a tomar una copa al bar pero bueno el deseo no alcanzó. Se acumularon los problemas y no tuve tiempo casi ni para dormir. Julieta contribuyó mucho a todo, me torturó todo el tiempo para que le suprimiera las clases extra y debo decir que la mocosa tuvo ideas muy ingeniosas para quebrarme la voluntad y... casi lo consigue. Tengo que aprender a no ceder con ella porque si no va a pasarme por encima. La cuestión es que me resulta muy difícil decirle que no en algo y más cuando sé que está sufriendo por ello. Pero tiene que aprender a sacrificarse un poco más. De todos modos ya consiguió que me arrepintiera de no suprimirle las clases... la encontré en un estado lamentable luego de su clase con Carrow y al preguntarle lo que había pasado no sólo no me respondió si no que me gritó delante de todo el colegio. Estaba furiosa, no tengo idea qué habría hecho el hombre por que no ha querido decirme nada y mucho menos sé qué fue lo que ella le hizo para que Carrow tratara de atacarla delante de todo el mundo y en mis narices. Supongo que ambos ya ajustaron cuentas.
Pero no sólo estaba enojado con ella por no quererme contar del asunto de Carrow, también se había negado a decirme nada sobre el mensaje de la pared. Cuando vi aquellas palabras estaba furioso, debía mantener el control del colegio a toda costa ¡y unos miserables mocosos no iban a estropearme todo por lo que había luchado por conseguir! El Señor Tenebroso no debía enterarse... tenía que pensar que era capaz de manejar solo el colegio así que amenacé a los Carrow para que no dijeran nada. Recordaba que el Ejército de Dumbledore o ED lo manejaba Potter con sus amigos pero era evidente que alguien había tomado el mando otra vez. Estaba seguro que el líder era de Gryffindor y me molestó mucho que Julieta no quisiera decirme quien o quienes eran. Estaba seguro que ella sabía porque sé muy bien cuando me mienten. Y aun así, reconociendo que mentía, no quiso decirme nada y eso que la amenacé con un castigo pero se mantuvo firme.
¡¿Quién me mandó a meterme en este lío?! Tendría que haber mandado al demonio a Dumbledore y seguir por mi cuenta. Sabía que se me venían encima tiempo muy difíciles pero no vi con claridad cuan difíciles eran. Y todo era para ayudar a Potter a cumplir su tarea final... matar al Señor Tenebroso. Aunque aún no había podido cumplir con lo que me encargó el director y su maldito retrato me lo refriega todos los días. Mandé a Phineas a espiar pero tampoco el viejo me trajo nuevas noticias. Sólo sabía que estaba junto a sus amigos pero eso no me ayudaba en nada para encontrar su paradero. Espero que estén haciendo lo que deben y no pierdan el tiempo. ¿Para qué demonios necesitarán la espada?...
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