Capitulo V
Ternura
Eigard sabía perfectamente lo que sentía ella, pero jamás fue bueno en como ponerse en los zapatos de los demás.
Lo único que se le ocurrió fue el dejar a la pequeña en su habitación en completa paz retirándose silenciosamente.
Se despidió de la niña y se marchó, pensó en que hacer y si era posible el enviar a alguien más a acompañarla.
Al cerrar la puerta se llevó una mano a la frente. El jamás era bueno en cosas sentimentales y mucho menos el ser cariñoso con los niños. Evelinne sabe más cosas de ese tipo es decir, fue una terrible guerrera pero después se convirtió en la jefa de las sirvientas y además niñera en la infancia de Eigard.
Camino para buscar a Evelinne, la encontró en la cocina preparando la cena para la pequeña.
- Joven amo, veo que sigue despierto.
- Evelinne....quisiera pedirte un pequeño favor.
La mayor lo observo con duda, era extraño que actuará así.
- Déjeme adivinar, es sobre Miriam.
Eigard no supo que responder, se quedó en completo silencio.
- Tomaré eso como un sí, bueno parece que el terror que pasó hoy fue suficiente para asustar a un ángel como ella.
- Ella comenzó a llorar y no supe que hacer.
- Me sorprende que usted, un caballero que derrotó a miles de tropas enemigas y que además enfrentó a criaturas horrendas se asustara con el llanto de una pequeña.
La sirvienta estaba burlandosé de él, con un poco de tranquilidad coloco un pequeño plato con fruta en la charola que estaba acomodando.
- Es comprensible que usted no supiera que hacer, después de todo nunca había cuidado a una niña.
- No creo que sea eso.
- Usted la salvó de ese príncipe y además salvó a una de mis empleadas, lo cual agradezco de todo corazón.
Eigard suspiro pesadamente, pues el no recordaba que fuese así en su niñez.
- ¿Podrías subir con ella?.
- Necesito estar con otra persona, mi empleada me necesita en la noche. Por primera vez me negare a su petición.
El contrario la miro con sopresa, si Evelinne se negaba el haría sentir incomoda a la pequeña.
- Evelinne por favor.....
En ese momento la empleada salió de la cocina con la bandeja en ambas manos.
- Me perdonará por esta ocasión pero no puedo,usted deberá de ir con ella.
Después de todo usted es quien más se asemeja a un padre.
El peliblanco se quedó en silencio, dentro de su mete comenzó a pensar en lo que le diría a la pequeña para tranquilizarla. Desafortunadamente nada se le ocurrió, sabía que sus palabras podrías hacerla sentir aún peor de lo que ya se sentía.
Tras la larga espera de alguna idea se decidió por buscar a su mayordomo.
Miriam seguía derramando pequeñas lágrimas, ella había tomado a su osito y lo abrazo con todas sus fuerzas. Trataba de tranquilizarse pero todo su esfuerzo era inútil.
Comenzó a hablar en diminutos susurros ahogados.
- ¿Que es esta sensación?, es horrible. Tengo miedo, mucho miedo.
Habían pasado unas cuantas horas después del incidente, pensaba que alguien llegaría al escucharla llorar. Pero nadie llegó, decidió irse a dormir para relajarse un poco pero una terrible ola de emociones la inundó.
Alguien en ese momento comenzó a abrir por fuera la puerta, la niña alarmada se cubrió totalmente con sus mantas esperando a que ese alguien se marchará. Los pasos se hicieron presentes y se comenzaron a acercar a ella.
Temblando, la niña sujeto su oso mientras suplicaba que se marchará. Alguien tomo la colcha y con delicadeza la levanto. Quien había llegado era el príncipe Eigard, quien portaba una vela debido a la falta de luz en la habitación.
- Disculpa por.... - fue interrumpido por la mirada de la castaña menor.
Sus ojos demostraban terror cosa que hizo sentir un terrible dolor en el pecho al mayor presente. Dejo la vela en la mesa de noche y se sentó en el borde de la cama.
La niña lloraba mientras lo miraba, él recordó que en su lejana niñez su madre lo abrazaba cuando se sentía mal. Puede que él sienta que es algo innecesario pero si quería que ella dejara de llorar debía de hacerlo así.
El extendió sus brazos en dirección de la niña sin hablar, la pequeña no comprendió de inmediato y lo observo durante unos minutos. Eigard se comenzaba a desesperar hasta que decidió explicarle.
- Si quieres que alguien te abrace, puedes hacerlo.
La niña se abalanzó sobre él y un fuerte llanto se hizo presente. La niña se aferró a la camisa del mayor quien se quedó atónito al sentir la fuerza de la niña, él mismo puede asegurar que sus alas dieron un pequeño aleteo que hizo que la niña se elevará por unos instantes.
- Perdón por ser tan insensible - argumento el peliblanco.
El mencionado se quedó callado por unos instantes tratando de pensar en que hacer a continuación. Con temor coloco una de sus manos sobre la espalda de la menor, dónde logro sentir sus alas.
Estás se encontraban inmóviles, pero al sentir dicha mano sobre su diminuta espalda sus alas comenzaron a moverse lentamente.
- Creí que podría hacer algo más por ti pequeña, pero....no logro recordar lo que hacía mi madre para calmarme.
La niña levanto la mirada, aún con las lágrimas desbordando sobre sus mejillas ella solo lo observo. Al parecer él no decía mentiras era más que obvio que nunca sabría cómo entablar conversación con un niño si nunca lo había hecho.
- Perdón por no serle de ayuda - dijo en una diminuta vocesilla la castaña.
- No te disculpes, no hubo nada malo contigo. Fue el maldito de Galleon y su actitud de mier...
Al notar su tono altanero se llevó una mano a la boca cubriéndola con vergüenza, miro a la niña y aclaro la voz.
- Lamento que escucharás eso, sueño dejarme llevar de vez en cuando por mis pensamientos - llevo su mano a la cabeza de la pequeña de manera delicada - será mejor que duermas se está haciendo tarde.
Miriam regresó a la cama y fue arropada por el príncipe, quien tomo de la mesa de noche un pañuelo dónde seco con cierto cuidado las lágrimas de la contraria.
Una sonrisa fue el agradecimiento que Miriam le regaló al mayor quién solo se marchó de la habitación en silencio.
La puerta se cerró y tras esto un suspiro pesado fue lo que salió del joven de cabellos blancos. En el pasillo todas las sirvientas se encontraban silenciosas detrás de Evelinne quien sostenía una enorme sonrisa.
- ¿Qué es lo que están haciendo aquí?.
- Veo que pondría ser un gran padre, mi joven amo - dijo una de ellas.
Unos minutos antes de que Eigard saliera del cuarto de la niña, Evelinne había estado frente a la puerta escuchando la conversación de su amo.
Pero conforme pasaron los minutos las sirvientas comenzaron a llegar de una por una para saber que era lo que espiaba su jefa.
- Señora Evelinne, ¿Qué es lo que está haciendo?.
- El joven amo está tratando de reconfortar a la pequeña.
- ¡No puede ser!, ¿De verdad?.
- Silencio, nos descubrirá - dijo Evelinne en un susurro.
De un momento a otro el pasillo está lleno de las sirvientas del palacio detrás de la puerta y cuando Eigard salió ellas estaban muy felices por la acción de su amo hacia la menor.
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