Capitulo lV

Amenaza

La pequeña se preguntaba la razón de la molestia de aquel extraño joven. No había hecho nada como para merecer su mirada tan profunda y enojada.

Quizás los mortales eran complicados, pues tenían emociones algo incomprensibles para ella.

Miriam se encontró con la jefa de las sirvientas, quién se acercó sin perder tiempo y tiro del vestido de la mujer delicadamente.

La jefa de las sirvientas de nombre Evelinne era la encargada de manejar a las sirvientas en toda la casa y la cocina, además era como la madre de Eigard.

Aunque no los uniera un lazo de sangre, Evelinne cuido de Eigard en su triste y gris niñez y aunque el príncipe oscuro lo niegue ella ha sido la única que lo puede hacer entrar en razón.

Era una mujer que había sido una general en el campo de batalla del ejército del reino. Debido a que la guerra termino ella fue adoptada como sirvienta en el Imperio del Norte por el padre de Eigard. Tras la muerte de los señores de esa tierra ella se hizo cargo del menor hasta que cumplió la edad necesaria para manejar sus dominios.

— ¿Señorita? — dijo la mujer cuando sitio aquel tirón en su vestido — ¿Que necesita?.

— Su majestad me dijo que viniera con usted — respondió la pequeña.

La sirvienta la miro, definitivamente era adorable la niña. Si ella dejara salir sus verdaderas emociones, en ese momento la tomaría de la mejilla y jalaría de ella. Sus mejillas se veían tan sonrosadas y suaves que parecía un panecillo.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por una de las sirvientas, aclaro la voz y pregunto ante sus dudas.
La sirvienta que acababa de llegar era una joven de cabello castaño y unos ojos verdes bastante bonitos.

La jefa Evelinne salió de la habitación mientras que la joven sirvienta se quedó con ella.

— No te preocupes, La jefa Evelinne vendrá pronto. Mientras vamos a otro lado ¿Le parece señorita?.

La niña asintió y tomo la mano de la sirvienta; caminaron por un largo pasillo donde al final de este se encontraba la salida al jardín del palacio.

A las afueras del castillo la terrible tormenta que comenzaba a aflorar se había ido completamente. Solo una pequeña lluvia de copos caía lentamente.

Los jardines estaban marchitos y no había ningún árbol con hojas en sus copas, lo único que había eran las ramas secas de lo que alguna vez fue un gran árbol de roble.

La lavanda se había marchitado y lo único que quedaba eran las hojas tiradas de los arbustos.

— Puede que no sean tan agradables nuestros jardines. Tratamos de cuidarlos pero simplemente se secan.

Miriam observo a la joven que cabizbaja miraba los alrededores.
En ese momento una idea afloro en su mente, el dar vida a la flora y fauna no era su trabajo pero podía avivar a las pocas flores que habían ahí.

Ella soltó la mano de la joven y se acercó a un rosal. De inmediato noto que una gran energía oscura había invadido el interior de las plantas del Imperio, las bestias de la montaña habían creado algo terriblemente espantoso.

Sus manos se juntaron y desde la raíz de la planta un intenso brillo comenzó a salir. La joven sirvienta miraba con asombro el como la niña eliminaba la peste de aquel rosal. Para cuando termino una enorme rosa color blanca salio de uno de los botones de la flor.

— Se que no es mucho, pero aún así trataré de ayudar a las personas de aquí.

Dentro del castillo el 3er principe se había colado en la sala principal. Había notado algo extraño en esa niña y quería averiguar que era.

Siguió a la sirvienta de cabellos castaños quien se había encontrado con la jefa de las sirvientas. La niña estaba con ella y tiempo después se marchó de la habitación.

La niña y la sirvienta salieron al jardín, fue cuando espero un momento.

Al cerrar la puerta trasera del castillo, Galleon espero un poco para cerciorarse de que nadie estuviera cerca. Cuando le dió la espalda a la puerta, está comenzó a emanar una pequeña luz proveniente de la niña.

Decidió averiguar qué es lo que era eso.

Abrió abruptamente la puerta, asustando a la sirvienta y a la niña, que detrás de ella se encontraba una enorme rosa blanca.

— Ya era raro tu forma de actuar — pronunció el príncipe.

La sirvienta y la niña no dijeron nada.
Era obvio el temor de la sirvienta por el Príncipe Galleon, sabía acerca de los rumores sobre él.

Pues, muchas sirvientas salieron lastimadas del castillo de la capital. Y algunas de ellas habían presentado graves heridas en el cuerpo como lo era mutilación, apuñalamiento y tortura.
Debido a esto, el príncipe era tenido por la muchedumbre.

— Si que Eigard se consiguió un comodín para ascender.

Galleon se acercó a la pequeña, pero la joven sirvienta se colocó frente a la niña.

— Le pediré que....deje a la niña en paz — su voz era nerviosa y tartamudeaba un poco.

La mirada de la joven era temerosa, pero aunque supiera de lo que era capaz el príncipe se interpuso entre ella y la niña.

— Eres una joven bastante hermosa — la mano del principe viajo hasta la mandíbula de la chica y se acercó hasta su oido — pero....eres una asquerosa pueblerina.

En ese momento, el príncipe tomo rápidamente el brazo de la chica y de un solo movimiento rompió su brazo.
La chica comenzó a sentir un terrible dolor que provenía de su brazo izquierdo, no supo cuando fue que si boca se abrió y dió un desgarrador grito que resonó en el castillo de Eigard.

Miriam observo cómo sujetaba a la sirvienta y después la arrojaba al suelo. No sé equivocaba, era un verdadero monstruo.
La mirada del príncipe paso a ella provocando un terrible escalofrío en la niña acompañado de un terrible sentimiento de terror que no había conocido en toda su estadía en el reino.

— ¡¡SI QUE ERES UNA PERRA DESCARADA!!.

La niña no podía levantarse del suelo al tratar de tomar distancia. El pánico se había apodera de cada extremidad y se mente se había paralizado por el terror.

El principe se acercó a ella y la tomo de la capa que escondía sus alas levantandola unos pocos metros.

— Eres de buen parecer, aunque no llegue a pensar que Eigard fuera de esos gustos.

Dentro del castillo, Eigard había comenzado a entablar una conversación mucho más tranquila con sus invitados después de que Galleon desapareciera de la mesa.

Cuando, minutos después un terrible alarido que provenía de afuera del castillo alarmó a Eigard y a todos los presentes.
De inmediato buscaron la fuente de aquel desesperado grito de agonía. Corrió por los grandes pasillos del castillo hasta la puerta del jardín en dónde también se encontró con al jefa de las sirvientas.

— ¡Evelinne, ¿Sabes de quién es ese grito?!.

— No lo sé señor. Se repente lo escuché.

Eigard abrió la puerta encontrando una escena terrible, una sirvienta se encontraba en el suelo retorciendose de dolor sujetando su brazo y Galleon teniendo por los aires a Miriam.
De inmediato tomo el mango de su espada y sacándola de su funda colocandola en el cuello de Galleon.

— Será mejor que la sueltes antes de que se corte el cuello.

Galleon lo miro con una sonrisa divertida.

— Si que quieres demaciado a esta niña, pero siento que nos ocultas algo.

Eigard observó a Miriam, sus ojos estaban humedecidos y con las lágrimas a punto de salir.

— Ayúdame — logró pronunciar en un susurro la pequeña castaña.

En ese momento, el príncipe oscuro  miro con enojo al tercer príncipe mientras apretaba los dientes.

— Te lo vuelvo a repetir, déjala ir.

Una gran risa salió de la boca de Galleon, un toque de ironía al hablar.

— Sabes, eres bastante interesante Eigard. Pero no vale la pena el ir a la guerra por algo tan banal.

La mano de Galleon soltó la capa de la niña, que cayó al suelo en seco. Evelinne la tomo en brazos y se alejo de Galleon para colocarse detrás de Eigard.

— De verdad tienes bastante coraje para venir a insultar mi nombre, haciendo lo que quieras en mis tierras. Quizás serás el tercer hijo del rey y es probable que tu padre te deje hacer todo lo que gustes — su voz era ronca y llena de odio — pero estás en mi hogar, por lo tanto podré darte una severa paliza para que te recuerde el porqué me dicen el Príncipe Oscuro.

Si mirada se clavaba en Galleon, era como si se hubiera encontrado con un gigantesco oso negro que en cualquier momento podría asesinarlo.

En ese momento llegaron los delegados, sorprendidos se acercaron a Eigard.

— Por favor, perdone la vida del príncipe. Lamentamos haber ofendido a su alteza.

El hombre se cabellos blancos los observo con pena, defendían tanto a un ser tan despreciable cómo ese muchacho encaprichado con el poder y la riqueza que olvidan su estatus como delegados de la capital.
Bajo su espada y la guardo en su funda, suspiro pesadamente y después pronunció con cansancio.

— Le perdonaré la vida, si se marchan en este momento del Imperio Invernal. No quiero volver a ver a este cretino por aquí, si no, su cabeza será enviada al rey como advertencia.

— ¡Si señor, nos iremos ahora!.

El principe y sus delegados se marcharon del jardín para dirigirse a la entrada del castillo.
Eigard se arrodilló frente a la joven sirvienta que se había desmayado por el dolor, observo cómo si brazo había sido roto por él; la tomo cuidadosamente y la cargo en brazos para después entrar al castillo y llevarla con el médico.

La dejo descansar en una de las habitaciones de invitados, debía de hacer algo para recompensar a la joven tras el daño causado.


Al caer la noche, Eigard se seguro que la sirvienta que protegió a Miriam fuera cuidada de la mejor manera posible.
Evelinne se encargó de cuidarla y en compañía de sus sirvientas sacaron al príncipe de la habitación.

Camino hasta la habitación de Miriam, quien se encontraba sentada en su cama con la mirada perdida. Era obvio que se encontrará así, un accidente terrible había pasado frente a ella además de que estuvo a punto de ser atacada.
El mayor se retiró la gabardina de sus hombros y la dejo colgada en el perchero. Camino silenciosamente hacia ella sentándose al lado de la menor

— ¿Estás bien?.

Ella no respondió.

— Me disculpo por lo de hoy.

— ¿Heh?.

— Me refiero a que....lamento que hayas pasado por eso — pronunció con nerviosismo.

— No se preocupe.

A decir verdad, Eigard podía acabar con un ejército completo sin costarle nada; pero el hablar con una niña y sobre todo disculparse le eran una verdadera tortura.

— ¿Se encuentra bien la sirvienta?.

— Si, por suerte el médico llegó rápido. Pero debe de quedarse en cama.

— Está bien — la castaña se encontraba mirando su oso detenidamente — ella me protegió.

— Tendré que compensarlo más tarde.

La cara de la niña se encontraba cubierta de sus cabellos, pero unas diminutas gotas de agua caían sobre el peluche. Después de unos largos minutos levanto la mirada y se encontró con la pequeña derramando lágrimas silenciosas.

— Quiero detenerme, pero las lágrimas no dejan de salir.
La mirada de él era horrible que no me podía mover.

Eigard por primera vez se sintió incapaz de hacer algo, y eso era el consolar a alguien.

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