Capítulo I
El Imperio Invernal
Eigard miraba la carta tratando de calmar su ira. Arrugando el papel que tenía entre sus manos lo lanzó lejos del lugar.
- Bien, supongo que tendré que arreglar todo para mañana. Así que me tendré que retirar....si gustas puedes seguir comiendo.
- Está bien.
El principe se marchó dejando solo a la pequeña con unos cuantos sirvientes.
Al ver que era mucho para ella, decidió hacer algo bueno.
- ¿Disculpe? - llamo a la sirvienta más cercana.
- ¿Que sucede señorita?.
- Quisiera que acomodaran esto en canastas. Para transportarlos mejor.
- En seguida señorita.
La mujer de inmediato ordenó que ayudarán a transportar todo lo que había en la mesa a la cocina.
Plato tras plato fue retirado de la mesa dejando vacío el mueble.
Minutos después la sirvienta llegó con la niña avisando que lo que había ordenado estaba listo. La pequeña bajo de su silla y camino hasta llegar a la cocina siendo guiada por la mujer.
Al entrar a la cocina los sirvientes dejaron todo y saludaron cordialmente a la pequeña.
Sorprendida se acercó al montón de canastas que habían en las mesas de la habitación. Llenas de toda la comida que había en la mesa.
- ¿Que más desea?.
- ¿Podría pedir la ayuda de todos ustedes para llevar esto al pueblo?. Si no quieren hacerlo lo entenderé.
- No se preocupe señorita. Si usted lo ordena lo haremos.
- Hace frío afuera, tampoco quisiera que ustedes se enfermaran por mi culpa.
Todos los sirvientes se avergonzaron ante las palabras de la niña. Pero se sentían obligados el ayudarla en su tarea, no se podían negar.
Los sirvientes se cubrieron las canastas con tela y se colocaron sus prendas más abrigadoras; tanto sirvientes como mucamas tomaron las canastas y salieron del palacio siguiendo a la pequeña.
Caminaron hasta llegar a la estatua de la diosa Asteria y ahí llamaron la atención de la gente. Dejaron las canastas en a pies de la gran estatua.
La niña aclaro la garganta para llamar la atención de la gente de alrededor.
- Gente del pueblo aquí presente. He venido para hacer la entrega de estos alimentos que por la gracia de Asteria fueron otorgados a nosotros.
Fui enviada para entregarles esta comida en lugar del principe Eigard.
Por favor acerquense sin temor alguno.
Las personas se acercaron a los sirvientes y estos con delicadeza entregaban la comida en las manos maltratadas del pueblo. Poco a poco la comida de las canastas se fue esfumando hasta que solo quedó un solo pastelillo. La última que llegó fue una anciana que con una voz cansada le dijo a la pequeña Ángel con lágrimas en las mejillas"gracias".
Cuando terminaron de alimentar al pueblo la niña se despidió y junto con los sirvientes regreso al palacio.
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Los ojos oscuros del principe miraron a la pequeña en su regreso al castillo.
En ese momento, alguien ingreso al despacho de Eigard para interrumpir sus pensamientos.
Era el mayordomo quien había mirado como el príncipe observaba por la ventana.
- Veo que la pequeña ha capturado su atención, señor.
- ¿De verdad parece?.
- Creo que es más que obvio.
- No lo sé. Tal vez si, siento que ella no debería de estar en este lugar.
- Puede que piense eso por el rey ¿No es así?.
- Puede que sea así, no es tanto por el poder que posee. Si no que me recuerda a ella.
- Pensaba que era el único que lo había pensado señor.
- No, sabes que no. Todos en este lugar lo saben.
- Ya me resultaba extraño que aceptará a una pequeña que solo llego así por que si.
- Bueno ahora ya lo sabes. No quiero que nadie sepa de esta conversación, es preferible que nadie diga nada sobre ella.
- Está bien, como ordene. Me retiraré señor, que tenga un buen descanso.
El hombre se marchó del despacho, dejando solo a Eigard.
La pequeña niña fue a dormir a su habitación para lograr descansar. Siendo sincera era bastante difícil el no poder usar sus alas para moverse por ahí.
Se sentía cansada y no sabía el por que, tal vez sean los monstruos que se ocultaban en las montañas, su abrumadora presencia la hacía sentir débil.
Cuando se vistió para dormir, la pequeña se metió a su cama y miro al oso de peluche que tenía al lado suyo.
En ese momento recordó las palabras del principe, diciendo que al día siguiente no podría salir de su habitación.
- Será mejor que duerma.
La pequeña abrazo a su osito y quedó profundamente dormida.
Al día siguiente, una de las sirvientas la despertó antes de que saliera el sol. Pues Eigard había enviado a la sirvienta a qué vistiera a la niña para estar presentable.
Le dieron un baño y al salir, la vistieron con un bonito vestido de color azul, una camisa blanca, calcetas blancas y zapatos negros. También le entregaron una pequeña capa de color azul marino para cubrir sus pequeñas alas.
Ella sabía que no podría salir así que no entendía el por que debía de estar presentable tan temprano.
Ella bajo a desayunar, encontrándose con el príncipe en el comedor.
- Buenos días alteza - saludo la pequeña.
- Buenos, días. Veo que te queda bien el vestido.
- No entiendo, no debería de salir de mi habitación hoy. ¿Por qué me vistieron?.
- Bueno, creo que es imposible que no salgas de tu habitación, así que quiero que le des la bienvenida a las personas que vendrán hoy.
- Si me vistieron así, debería de ser alguien muy importante.
- Si, es un enviado del rey. Al parecer quiere ver cómo ha progresado todo por aquí - dijo dándole un pequeño sorbo a su taza - también otra cosa.....no quiero que muestres tus alas.
- Le aseguro que no las movere ni un poco.
- Así me gusta. No quiero que esa persona haga tantas preguntas. Te presentarás y nada más, deja que haga yo todo lo demás.
- Está bien alteza, no le causaré problemas.
- Comienza a desayunar para terminar con los arreglos.
La pequeña termino rápidamente su almuerzo y acto seguido Eigard le ordenó que lo siguiera.
Ella obviamente obedeció y se marchó del comedor. Caminaron por los enormes pasillos del castillo hasta llegar al jardín. Dónde habían árboles, arbustos, plantas y demás, pero todos ellos secos sin ninguna hoja.
- Como podrás ver en este lugar es improbable que logré crecer alguna planta. Los monstruos oscuros que habitan en la montaña hacen esto. Roban el maná de las cosas con vida y se alimentan de ello.
- Este lugar es muy triste.
- Si, antes de que yo tomara el lugar bajo mi reinado había cualquier tipo de vida. Pero cuando mi padre murió y descuido este lugar todo se marchito y termino por volverse un infierno cruel y despiadado.
- Pero su alteza, usted me tiene a mi estoy muy segura que con mi ayuda podrá eliminar a los monstruos y con ellos el crudo invierno del imperio.
- Tu eres un ángel caído para mí. Te conozco muy poco pero se que tus ojos no mienten.
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