El Vendedor y el Precio
Perdón por que tengáis que iros a YouTube para ver el vídeo. Sé que el concurso va sobre inventar la historia, pero cuando leáis este capítulo, creo que coincidiréis conmigo en el hecho de que este vídeo es una digna presentación. He escrito la historia con las separaciones y algunas ideas, junto con datos que le he preguntado, todo según las indicaciones de mi amigo Daviddwh13 , espero que eso no signifique enchufismo y que ayude a otros concursantes de la misma manera... De lo contrario >:V. Ahora, perdón por todo esto, y espero que os guste!
Manuel suspiró. Había estado todo el día trabajando en la construcción y estaba agotado. Najrán estaba prácticamente en la linde del desierto, por lo que no resultaba cómodo estar trabajando hasta altas horas de la noche. Miró el móvil. En España serían las once de la noche. Se dirigió hacia el hotel.
A la una de la madrugada, se esperaba que estuviese todo cerrado, pero se equivocaba. La tienda de antigüedades seguía abierta. Recordó que su hijo le había pedido que cuando volviese, le trajese la lámpara de los deseos si la encontraba. Sonriendo por la inocencia que tenía su niño de diez años, entró en la tienda.
Al abrir la puerta hacia adentro, sonó una campanita, y, de detrás de una cortina que se encontraba al otro lado de un desordenado mostrador, salió un anciano alto, algo encorvado, y unos ojos verde oscuros. Miró a Manuel y le sonrió, mostrándole los cinco dientes que tenía por dentadura. Manuel se quedó mirando al hombre, atontado por el intenso olor a incienso y la música que sonaba. Sus ropas estaban algo gastadas, como si no se las hubiese cambiado durante un tiempo, el turbante lo tenía lleno de polvo, y le quedaba algo pequeño. A pesar de todo, le habló en un perfecto español, con tanta fluidez que parecía su lengua natal:
-Hola, señor, ¿queréis algo? a lo mejor os interesa esta cachimba, perteneció al rey Habibi-Alí Trashar, una herencia familiar que me dio un vulgar ladrón, si se me permite decirlo... ¿O quiere a lo mejor esta edición única de Las Mil y Una Noches? fue escrita por Habibi-Alí Trashar también, y está escrita en un árabe algo antiguo, sin duda de coleccionista. O a lo mejor la vajilla de la princesa Jazmín Trashar, que decían, ocultaba un mapa del tesoro, quién sabe, a lo mejor usted lo descubre-
Manuel miró los objetos con ironía, pues había visto la etiqueta del estanco de enfrente en la cachimba, ese ejemplar de Las Mil y Una Noches ya lo tenía en su casa, y no era tan bueno como lo pintaba, y la vajilla, era de una nueva colección de utensilios de cocina que Ikea estaba vendiendo por todo el mundo. A pesar de todo, había entrado para comprarle un regalo a su hijo, así que miró al anciano a los ojos:
-Estoy buscando una lámpara de aceite. A mi hijo le encanta la película de Aladdin, ¿sabe? le haría mucha ilusión tener una, es muy imaginativo-
Al anciano se le iluminó el rostro y entró en la trastienda. Manuel podía oír el cuchicheo del anciano bajo el ruido que estaba formando con el meneo de las cajas:
-La Lámpara de los Deseos, estaba por aquí. Poder ilimitado, riqueza infinita, felicidad inquebrantable... Una pena que yo nunca me haya atrevido a frotarla ¡Aquí está!-
El vendedor salió con una caja de madera entre sus manos. Dentro, se encontraba una lámpara de aceite echa de oro, cubierta por un pañuelo para que no sufriese golpes irreparables. Al contrario que los objetos anteriores, la lámpara se notaba que era antigua, tenía magníficos grabados representando las dunas del desierto, y unas palabras mezcla de chino y árabe. El anciano interrumpió sus pensamientos:
-Viene desde el más alejado Tíbet, pero, por una serie de inusitados acontecimientos, llegó hasta aquí, y ahora, es suya, por solo... ¿Cuál es su moneda? Ah, ya caigo, por solo treinta euros. Una ganga para tratarse de la lámpara de los deseos ¿no le parece?-
Manuel rió y dijo:
-Claro, y ahora me dirá que tiene la varita del hada de Cenicienta, ¡o no! la manzana de Blancanieves, ¿o a lo mejor la caracola de Úrsula?-
El anciano se puso serio de repente, y, guardando la lámpara en la caja, se dirigió de nuevo hacia la trastienda, pero Manuel se sacó treinta euros de la cartera y se interpuso en el camino del viejo. Este sonrió, cogió el dinero y le dio la caja con la lámpara a Manuel, que salió de la tienda, contento por conseguirle el regalo a su hijo.
Al día siguiente, levantándose de la cama, vio que su compañero de habitación estaba mirando atentamente la caja. Cuando vio que Manuel estaba levantado, le preguntó:
-¿De dónde has sacado esta caja?-
Manuel le miró y dijo:
-De la tienda de antigüedades que hay en mitad de esta calle. Es un regalo para mi hijo, ¿por qué?-
El joven Habibi, le miró y dijo:
-Mi familia cerró la tienda de antigüedades después de la muerte de mi abuelo, hace diez años. La lámpara era suya-
Manuel se sentó con él, mientras le contaba la historia.
2 semanas más tarde...
Manuel entró por la puerta de su casa. La repentina muerte de Habibi, entre otros tres compañeros, había sido la consecuencia de que suspendiesen la construcción. Él era el único que conocía el modo en el que habían muerto. Su hijo fue corriendo hacia él y lo abrazó. Manuel hizo todo lo posible por ocultarle la lámpara.
Diego vio la caja de madera que su padre escondía tras su espalda. Entre risas, la cogió y la abrió. Una magnífica lámpara de oro, cubierta por un pañuelo, descansaba dentro de ella. Miró a su padre sonriendo. Era exactamente igual a la lámpara de Aladdin. Dejando la caja en su cuarto, Diego se fue corriendo con Sofía, su mejor amiga, a jugar. Su padre solo podía esperar que no ocurriese nada malo.
3 años después...
Sofía dio un portazo. Diego se quedó sentado en el sofá. Había sido un estúpido. Su madre y su padre, gracias a dios, no estaban. Tenía que perdonarse con Sofía. Era su mejor amiga desde los tres años, y no quería que eso se estropease por un estúpido accidente en su trabajo de ciencia. Tenía que disculparse con ella.
En su cuarto, cogió la lámpara y sonrió. Habían pasado tan buenos ratos jugando con ella, que pensó que sería un buen regalo. Salió de la casa, en dirección a casa de Sofía, con la caja bajo el brazo.
En mitad del camino, se encontró con Alberto, que, como siempre, iba acompañado de Paco y Luis. Manuel intentó evitarlos, no quería que le viesen. Demasiado tarde, iba a coger la calle de al lado, cuando Alberto lo cogió del hombro:
-Hola Diego, llevamos tres días sin verte ¿dónde te habías metido?-
Diego se quedó cayado, y entonces, Luis le quitó la caja y se la pasó a Paco:
-Mira Alberto, dentro está la lámpara que se llevaba en primaria para jugar con Sofía, ¿todavía eres un niño pequeño Dieguín?-
Riendo, le pasó la lámpara a Alberto, y este, mirando a Diego con desprecio, la tiró al suelo. Iba a empezar a pisar la lámpara, cuando Diego le metió un puñetazo en la cara. Alberto le dio un empujón y lo tiró al suelo:
-Mira, enano, Sofía es mía. Es verdad que se hace la dura, pero yo sé que me quiere. Te vas a arrepentir de querer estar con ella y de haberme metido un puñetazo-
En ese momento, llegaron los padres de Diego, lo que provocó la huida de los tres matones. Gracias a dios, al ir en el coche, no vieron a su hijo. Diego se incorporó y se dirigió hacia la lámpara. Era una ironía que todos, menos Sofía, supiesen que Diego estaba loco por ella.
Cogió la lámpara. No había sufrido daño alguno, salvo que estaba llena de polvo. Lo quitó con la mano, limpiando las partes lisas, pero este se había metido entre los grabados, dejando una imagen fea de la lámpara, así que sacó el pañuelo de la caja y empezó a frotarla, con el mismo gesto que había hecho con la mano. Esa vez sucedió algo extraño.
Mientras frotaba el pañuelo contra la lámpara, esta se fue calentando. De repente, se encendió la llama, pero Diego no se dio cuenta, solo se percató de que el metal se había calentado demasiado, dejando caer la lámpara. La llama que salía de ella se intensificó, sacándole tres cabezas de altura a Diego. Alrededor del fuego, empezó a soplar el viento, haciendo que una tormenta de arena girase alrededor de él. La arena, con el calor, se cristalizó, encerrando la llama en su interior y dándole forma. Al cabo de unos segundos, se había transformado en un hombre moreno, de pelo oscuro, ropa árabe, con un turbante que tenía, como si estuviese cocido a él, un hermoso zafiro. Igualmente, en su mano derecha, tenía un anillo, decorado con otro zafiro. Diego pudo comprobar que dentro de ambos zafiros, estaba metido el fuego de la lámpara, y que el hombre, al moverse, estaba formado por una arena semi sólida. El hombre se arrodilló ante Diego, mirándolo con sus ojos dorados, y dijo:
-Amo, me habéis despertado de mi descanso, tenéis la oportunidad de pedirme tres deseos, ¿qué queréis pedirme?-
Diego se quedó impresionado. Había despertado al genio de la lámpara, como en sus juegos cuando era pequeño, pero esa vez de verdad. Fue corriendo a enseñárselo a Sofía, pensando que eso serviría de disculpa. Su padre, desde la ventana de la casa, había visto, con terror en su mirada, cómo el genio volvía a despertar, esta vez ante su hijo.
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