Capítulo 6. La hija del cementerio
Eran casi las tres de la madrugada, y Mara no paraba de llorar junto al cuerpo ya inerte de su madre. Melva se había sacrificado dos veces por ella, por lo que, se sentía realmente culpable.
—Mara —dijo Lucas—, ya está listo.
—Déjenme un rato más, por favor —suplicaba la chica envuelta en lágrimas.
—Debemos salir de aquí antes de que amanezca —aclaraba Adela—, no tenemos como explicarle esto a las autoridades.
—Lo siento —explicaba Mara mientras, frotaba sus ojos—, tienes razón. Será mejor que nos vallamos, no sea que el Oscuro vuelva por su libro.
Mara le dio un último beso a su madre, antes de que Lucas la tomara en sus fuertes brazos y la llevara al agujero que había cavado, junto a la tumba de su padre.
—¿Me permites despedirla como solemos despedir a nuestras madres ninfas? —preguntó Adela.
—Sí, claro —expresó—, es lo menos que puedo hacer por ella ahora.
Adela puso las manos en el suelo y comenzó a tararear una triste melodía. Del cuerpo de Melva comenzaron a desprenderse hermosas plantas con flores que, fueron cubriendo todo el hoyo hasta que solo quedó un jardín verde, totalmente florecido y un pequeño retoño de árbol que, aportaron vida a todo el lugar.
—Ahora tu madre estará aquí para siempre, junto a tu padre —consoló Adela mientras sujetaba a Mara fuertemente por sus hombros, como símbolo de apoyo.
—Gracias, has sido muy amable al quedarte y no salir huyendo.
—Mara —interrumpió Lucas—, creo que esto te pertenece ahora —dándole el libro de Giles.
—Es el Libro de las Sombras —refirió Adela—. Había escuchado hablar de él pero, no pensé que algún día lo vería con mis propios ojos.
—Puedes quedártelo si quieres —dijo Mara mientras se lo entregaba—, yo tengo el mío propio.
En ese instante, tomó su colgante y lo extrajo del interior de su blusa, para mostrárselos.
—¡¿Qué?! —exclamó asombrada. Su colgante ya no era igual, sino que ahora representaba un triangulo mediano, con un color dorado metálico.
—“revelio grimorio” —pronunció y el Grimorio surgió frente a ellos—. Qué alivio, sigue siendo mi libro definitivamente.
La ninfa les explicó que, ciertos objetos con una determinada carga mágica, pueden sufrir algún tipo de metamorfosis, después de ser expuestos a grandes encantamientos, ya que, absorben una buena parte de esa energía.
—Un triangulo perfectamente equilátero con una de sus puntas hacia arriba —Adela hizo una pausa—, la representación de la magia misma.
—“ignorare liber” —pronunció la vidente para ocultarlo nuevamente pero, otra sorpresa se llevaría.
El libro de las Sombras había sido encantado con el mismo hechizo de cambio de apariencia. Así que, ante la pronunciación de Mara, también se ocultó en forma de colgante, solo que éste mostraba una luna de plata con una pequeña esfera color azul marino.
Después de esa madrugada desbordada se sentimientos de amor y odio en casi todas sus manifestaciones, Mara no les guardaba rencor aunque, nunca más supo de Adela y Lucas. Ellos se casaron y se fueron de la ciudad. Adela sabía que el Oscuro no dudaría en ir a por ella y por el colgante en cuanto tuviera la primera oportunidad, así que, se adentraron en el bosque y se refugiaron allí. Mara en cambio, no tardó en encontrar el amor. Conoció un némaco que terminó demostrándole lo que realmente era amar. Tuvieron tres hijas y aunque, las tres resultaron ser némacas, terminaron por darle cinco nietos. De esta nueva generación, dos némacos y tres magos que, al igual que ella, estaban destinados a hacer grandes cosas.
Mara nunca dejó de visitar a sus padres cada sábado. Las personas del pueblo la veían recoger flores silvestres para llevarles porque, ella sabía que a sus padres siempre les habían gustado… Murió de vieja, y fue recordada por generaciones, no como la valiente vidente que venció al Oscuro, sino como la hija del cementerio.
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