Capítulo 1







La mayoría de los Sayajines tenían hijos para no perder la raza, para tener guerreros fuertes.

Muy pocos por amor.

Jena y Raditz se enamoraron en el primer momento, hacían equipo con el Príncipe Vegeta en cada misión y con el paso de los años decidieron ser algo más que simples amigos a una fuerte pareja con el tiempo.

Jena conoció a Gine, la madre de Raditz y a Bardock, el padre de Raditz.

Aun eran niños como para ser un matrimonio y tenían misiones que completar.

El el planeta Vegeta eran una pareja de niños muy conocida y aceptada por la mayoría por ser fuertes principalmente por Jenna que era una Saiyajin de clase alta, no era una de clase baja, su poder fue asombrosos desde que nació.

Por un momento el Rey Vegeta se había asustado al ver lo poderosa que era esa bebe, pensó en deshacerse de ella pero los padres de Jena ofrecieron su vida a cambio de la de su hija.

El Rey Vegeta no perdería a tan buenos guerreros por lo que la dejo con vida y a sus padres igual.

Sería una gran guerrera.

En una misión con el Príncipe Vegeta se enteraron que el planeta Vegeta fue destruido por un meteorito.

Raditz pareció no afectarle pero a Jenna si le había afectado y todos lo habían notado por lo que el Príncipe Vegeta le dedico unas palabras.

"No estes triste por gente muerta, superarlo y sigue adelante, insecta"

Los años pasaron, Jena había quedado embarazada pero no había contado nada, ni a Raditz, no hasta que llegaron a la tierra.

Jena ya tenia 3 meses de embarazo y eso había sorprendido a Raditz, varias veces soño con tener una hija o hijo al cual entrenar y hacerlo fuerte.

Tras la pérdida de Raditz, Jena intentó comunicarse con el Príncipe Vegeta, lo había logrado y el Príncipe prometió ir por ella, pero nunca paso.

Pasaron años en los cuales Vegeta siempre supo que una Saiyajin muy fuerte se escondía entre los humanos, pero no habló, no dijo nada.

La hija de Jena había nacido en un hospital, según lo que los doctores sabían de otro bebe había nacido con la misma condición que la niña. Con una cola de mono.

Jena entrenó a su hija para volverla tan fuerte como ella e incluso más, la pequeña demostraba grandes avances en sus entrenamientos con tan solo 3 años.

Vivían en un campo apartado de las casas pero de vez en cuando visitaban la cuidad para buscar comida pero la mayoría de las veces cazaban en el bosque.

—¿Porqué soy rara?—Pregunto la pequeña de 3 años con sus pies en el agua.

—¿Rara?¿A qué te refieres?—Preguntó extrañada Jena.

—Otros niños no son como yo, no tienen colita—Tomo esta y la sacudió—¿Por qué, mama?

—No eres rara, eres especial, tienes fuerza que otros no.

—¿Para proteger a otros?—Jena se preguntaba que le había pasado a su hija.

Por lo general hablaba de que seria la reina del mundo y que todos la recordarían, no de proteger a los humanos.

—No—Contesto su pregunta—No tienes porque proteger a otras personas que no han hecho nada por ti, piensa en quienes tu amas.

—Entiendo, pensare en ti y en mi, mama—Sonrio—¡Vamos a entrenar!—Se levantó con energías—¡Vamos!


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