Los temores.

Kurai despertó llorando, su amado la había dejado solo por una noche de calor.

Otra vez se sentía sola.

Ahora más que nunca sentía un hueco en su pecho, mucho más grande que el de antes al vivir otras cosas.

Su depresión duró casi una semana y la enfermó, vomitaba diariamente y se sentía mareada.

Salió con expresión triste a el pequeño pueblo, derrepente sentía que el suelo se movía y la quería hacer caer.

La gente alrededor miraba a una chica pelirroja que tambaleaba cómo si hubiera un terremoto y derrepente se desplomó.

Corrieron unos cuantos a ayudarla y se apresuraron para ir a Konoha, era la aldea más cercana que tenía hospital.

La llevaron en carreta muy asustados, y tal vez si la ayudaban ella los ayudaría.

Todo tiene un costo ¿No?

Al llegar, la atendieron las enfermeras, un largo tiempo de espera para que despertara.

Estaba asustada y confundida, no sabía dónde se encontraba, y lo último que recordaba era que estaba en el centro de la plaza de la Tierra del Arroz.

- Que bueno que despierta. - dijo una enfermera.

- ¿Dónde estoy? - preguntó asustada.

- Este es el hospital de Konoha. - la chica se sorprendió.

- ¿Porqué estoy aquí? - preguntó con duda, tal vez se desmayó y la trajeron.

- ¡Felicidades! Estás embarazada. - gritó con alegría la enfermera.

- M-Me puede dar un momento sola. - pidió y la enfermera se retiró.

Sus lágrimas caían rápidamente, y su tristeza, a la vez que su felicidad, aumentaba, ahora no estaría sola... Pero triste sabiendo que el padre se perdería de los momentos más bonitos.

Ahora estaría eternamente agradecida con los de la Tierra del Arroz, les debía ahora más de lo que se podía imaginar.

- ¿Ustedes son los jóvenes que me trajeron? - los tres muchachos se miraron apenados.

- Si. - contestó el mayor.

- Gracias... Ahora les debo la salud de mi bebé... - sacó de sus bolsillos unas llaves - Les doy mi casa y todo lo que está adentro. - los chicos esperaban una suma de dinero grande no una casa, pero aceptaron y se fueron.

Era hora de saludar a su hermana, y conseguir un nuevo hogar.

Caminaba lentamente por el mismo lugar en que alguna vez salió corriendo.

Miró la gran mansión con impresión, no tenía idea de lo que se perdió.

Una chica joven abrió una parte de la puerta y la miró.

- ¿Quién llama? - preguntó.

- D-Dile a M-Mito-Sa-Sama que s-soy Ku-Kurai. - respondió nerviosa, al fin vería a su hermana.

- Hai. - la chica se tardó bastante pero por fin apareció.

La puerta se abrió mostrando a una Mito feliz de verla.

- ¡Kurai! - la abrazó cómo niña pequeña.

- ¡Mito! - se abrazaron un rato.

- Pasa. - la jaló del brazo - ¿Cómo estás? - no quería preocupar a su hermana por sus problemas pero necesitaba a alguien que la ayudara.

- Bien, una rata se metió en mi casa y tuve que tratar de calmarla al final se fue, pero me alcanzó a agradar el animal. - sabía que su hermana entendía perfectamente cuando ella hablaba así.

- ¿Quién fue? - dijo seria.

- No lo conozco muy bien, apenas sé su nombre. - admitió y la mayor la miró con sorpresa.

- ¿Quién es? - volvió a preguntar.

- Dijo que se llamaba... Uchiha Madara... - eso fue suficiente para que Mito se enoje. La agarró del cuello y le gritó.

- ¡Uchiha Madara! ¡¿Tienes idea de quién es Uchiha Madara?! - paró un segundo - ¡¡Trató de aniquilar a Konoha y matar a mi esposo, quién lo detuvo!! ¡¡Es un mal hombre para tí!! - los ojos de la chica se llenaron de lágrimas, ella cometió el error de ayudar a un extraño ahora no lo volvería a hacer.

- Perdón. - tal vez huir se volvió su rutina diaria, por qué le hacía siempre.

Mito estaba arrepentida de haberle gritado, la última vez, se había enojado con su esposo y se desquitó con su hermana, ahora sólo la hacía llorar.

Nunca debió ser tan dura con ella, ahora la chica se había enamorado de un lunático y ese tipo podría usarla.

Al ver una nota que dejó la recogió y leyó.

- Este será el único favor que te haré hermana, pero espero que no hagas otra locura. - dijo decepcionada.

El amor era incomprensible, ella se enamoró de su pareja con la cual fue obligada a casarse por qué no se conocían.

Ahora su hermana se enamoró de un extraño que era un lunático y lo sanó.

La pelirroja tenía su cabello tan largo hasta la mitad de sus muslos, medio recogido en una moña que amarraba la mitad de su pelo.

Consiguió apartamento y trabajo, todo el tiempo tuvo cuidado, ya nada le daba miedo, ni la probabilidad de que muriera en el parto, ahora era más fuerte que nunca y podía contra todo.

Llegó el día.

Después de tanto tiempo esperando al fin dió a luz a 3 sanos y fuertes niños, estaba tan feliz, quería mostrarlos al mundo y gritar que era madre pero no podía, sus hijos tenían un similar muy grande a su padre.

Los doctores no se dieron cuenta del parecido a Madara, si no la chica les hubiera tenido que matar y ella no los quería matar, les agradecería siempre que ayudaron a nacer a su hijo.

Al llegar a su casa les dió leche antes había comprado muchas cosas.

El clan al que ellos pertenecían era al clan Uchiha, después de todo era el clan del padre.

Pero no.

Ella era una Uzumaki y cómo madre soltera les pondría su apellido.

No le iba a decir nada al padre, no quería que él la creyera desesperada por él.

Por qué no lo estaba.

Ahora él estaría solo, y ella acompañada.

Por siempre.

Los meses pasaron veloz mente Madara consiguió las células de Hashirama y Kurai veía crecer a sus hijos día a día.

- Di Ma-má. - le dijo a su hija menor.

- Papá! - gritó la niña causando las lágrimas de su madre, su hija menor, por alguna razón quería más a su padre que a ella, pero no lo conocía.

Su primer y segundo hijo si la preferían, tenía que resistir, seguro era una fase.

Así pasaron tres años, felices y tristes.

Los mejores.

Pero... La felicidad no duraría...

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