El calor de la noche.
Despertaba lentamente de su sueño, quería estar en ese lugar por más tiempo y no moverse, era tan... ¿Cómodo?
Despertó en su sillón, pero ella estaba afuera, será que el hombre la trajo.
Imposible.
Aunque tal vez significaba que la perdonó, o tal vez no.
Quería y lo haría, pediría perdón.
Se levantó de el sillón y se dispuso a hacer el desayuno. Mandará se despertó antes, y salió para entrenar, había perdido mucha fuerza y ese hueco en su pecho le dolía.
Tal vez ella le curó cómo pudo, pero no logró cerrar toda la herida qué, a pesar del tiempo cerraba casi nada.
Pensó enojado en Hashirama y en la desconfianza de Konoha, golpeó el árbol hasta derribarlo.
El sonido asustó a Kurai y saltó. Sin que pudiera reaccionar le salpicó aceite hirviendo de la olla.
- Mmmm! - mordió sus labios antes de gritar se secó rápidamente y apagó el gas - Ah. - miró su mano, totalmente al rojo vivo y temblando.
Una luz verde cubrió su mano, la cual era débil y apenas recuperaba la piel.
Tenía que ser fuerte, ahora más que nunca.
La luz verde volvió y más fuerte, la sanó por completo.
Terminó el desayuno y se lo llevó a Madara, quién miraba enojado el árbol.
- ¿Ahora qué te hizo el árbol? - preguntó, desde que empezó a entrenar le había estado golpeando.
- Cállate. - por primera vez le habló feo y de mala gana.
- A mí me hace el favor y no me caya porque le recuerdo usted es mi huésped. - dijo aumentando el enojo del Uchiha.
La mujer le tocó el pecho y empezó a irradiar luz verde.
Tal vez no fue buen momento pero el Uchiha solo la miró sorprendido sintiendo cómo su dolor cesaba y su herida cerraba.
- Perdón. - retiró la mano, y se abrazó así misma - Solo perdón.
Sin dar explicación se fue. El Uchiha ni con toda su inteligencia entendería qué le había pasado a esa mujer, está enojada, luego cambia de humor repentinamente lo cura y le pide perdón.
La mujer era extraña.
E interesante.
¡Imposible! Él, Uchiha Madara... ¿Enamorado? ¡Lo haría débil!
Desde ahora la lastimaría, no, él no puede enamorarse.
Si se enamora pierde su ambición, la chica ahora se las pagaría.
Llegó dónde estaba ella llorando y fue directo.
- Te odio. - las lágrimas que había parado de salir de sus ojos ahora salían más.
Ella no sabía si de verdad lo había lastimado mucho preguntando si tenía hermanos.
Al parecer sí.
De mal en peor.
Todo.
De verdad la odiaba, sí destruía todo lo que amaba.
Salió corriendo hacia el pueblo más cercano, no quería ser vista llorar en público así que fue a un callejón.
Pasaron unas horas y seguía llorando pero ya quería dejar de llorar.
- ¿Qué hace una linda nena cómo tú aquí SOLA llorando? - remarcó la palabra sola. Ella se había parado y alzó la mirada para ver al dueño de esa voz.
- N-Nada, yo... Ya me iba.... - dijo asustada caminando para irse.
- Yo solo quiero hacerte sentir mejor, dulzura. - dijo el mismo hombre.
- Y muchas gracias, ya me siento mejor. - agradeció y retomó su rumbo pero el sujeto la agarró del brazo muy fuerte - Ahh. - se quejó.
- Dolerá solo un poco. - dijo otro hombre de manera malévola.
- Suéltame. - no podía hacer sellos con una sola mano, aunque ya había dejado de ser ninja y olvidado sus sellos defensivos, se acordaba a medias de alguno.
- Sólo disfruta. - otros dos hombres aparecieron. El segundo hombre le tomó la otra mano y también se la apretó.
- Duerme. - dijo el último en aparecer, que la dejó aturdida - Está despierta.
- Mejor. - dijo el primero.
Le sacaron el kimono, pero cuando estaban a punto de quitarle sus prendas interiores, una sombra los mató al lanzarles un jutsu de fuego muy poderoso.
- Ma..dara.... - se desmayó
La chica cayó desmayada en los brazos de su salvador.
La dejó en la cama y la arropó.
Tal vez fue mala idea, no, él nunca se equivoca. Muy seguro sólo la reacción falló.
La chica despertó después de un día pensando que fue un mal sueño.
- Dime que fue un mal sueño. - pidió a Madara.
- ¿Me viste en interiores? - se sonrojó a extremo y Madara solo un poco, por primera vez.
- Sí. - dijo avergonzado por primera vez en mucho tiempo.
- Pervertido. - le cerró la puerta mientras se cambiaba.
La chica le daba mucha rabia, era molesta, tal vez no mal educada pero sí muy fastidiosa y sobre todo bipolar.
La chica salió y lo abrazó, este la separó.
- Gracias, por salvarme, perdón por llamarte Pervertido... - se disculpó - Tú eres mí héroe.
Le miró de manera tierna y se puso en puntitas, y se acercó a él tanto hasta que sus labios hicieron contacto, el pelinegro correspondió unos segundos y se dió cuenta que se estaban besando, la separó bruscamente y se limpió los labios.
Le hubiera gustado mucho que ese beso hubiera sido su primero, a él que tuvo él con Hashirama, se estremeció al recordar eso.
- Al parecer no fue el tuyo pero mío sí. - Madara sabía a qué se refería.
Todo el día hasta la noche lo molestó con ello y algo evitaba que la negara.
Si de verdad se enamoraría, debía tomar control de la situación.
La acorraló contra la pared y ella se sonrojaba casi igualaba el color de su cabello.
- ¿Quieres un beso? - la chica estaba estática, no pensó en que ello pasaría.
- S-Si. - dijo ante el calor.
Entre besos abrazos y caricias pasaron la noche, sin tener conciencia, solo fue por "El calor de la noche"
La pelirroja se frotaba los ojos mientras despertaba en... ¿Su cama?
Se sentía extraña, le dolía el estómago, talvez tenía hambre.
Miró tranquilamente a su lado, no había nadie, ¿Y Madara? ¿Qué hacía ella allí?
La chica recordó que anoche ellos....
¡¿Qué pasaba con ella?! ¿Porque hizo eso? Ahora se fue...
¿Y si no?
Se bañó rápido, y también se cambió rápido.
Ahora quién amaba, sí, amaba, tal vez se fue. No quería quedar sola otra vez, ahora que Madara abría de a poco su corazón, no.
Tal vez solo fue el calor de la noche, pero ahora sentía el frío de la mañana.
- ¿Te vas? - preguntó ella a sus espaldas. El hombre no respondió nada y siguió su curso - ¡Al menos dímelo! ¿Tienes miedo? ¡Dímelo en la cara de una maldita vez! - dijo con lágrimas.
Se puso en frente de él y lo miró a los ojos.
- Por favor no te vallas. - le suplicó llorando en su pecho mientras lo miró otra vez a los ojos.
Error.
El hombre tenía una técnica extraña ocular.
La dejó dormida y la recostó en la puerta antes de cerrarla.
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