Recuerdos.

— Hola, pequeña. —me sonríe tiernamente, acariciando mis cabellos negros como el ébano. Esta tecleando algunas cosas en su laptop, esperando a que mamá termine su cena especial.— ¿Quieres ver como trabajo?

Asiento, entonces me carga sobre su pierna y me acomoda. Miro la pantalla azul, veo varios libros en un comienzo y luego aparece una cara, es rubia y desdeñada, parece aburrida. Papá ríe mucho con ella, hasta que entra mamá y entonces cierra la laptop y nos mira. Mamá endurece la mirada, parece enojada, pero sé que no he hecho nada malo. Me pregunto porque papá ríe tanto con la bonita chica del otro lado que parece ser una osada.

— La cena está lista. —dice, despliega su mirada hacia mí y la suaviza, esbozando una sútil sonrisa cómplice—. ¿Me ayudas a poner le mesa, cariño?

Miro a papá, él asiente y me deja correr hacia mamá. Me toma de la mano y caminamos fuera del despacho de trabajo de papá, ella sirve la comida mientras yo me dedico a poner el mantel rojo.

— ¿Quién era la que hablaba con papá, cielo? —me pregunta, alzando la mirada de los platos. Me encojo de hombros.

— Una rubia muy aburrida, parece que era una osada, mami. —le respondo con una sonrisa—. ¿Por qué?

Ladeo la cabeza, ella suspira y niega con la cabeza. Sonríe, pero sus ojos parecen tristes, entonces papá aparece y me carga en brazos. Me da un beso en la coronilla y me baja, comenta lo delicioso que se ve la comida y se sienta. Mamá vuelve con los ojos hinchados unos minutos después, no me atrevo a preguntarle nada, y nos sentamos a comer en silencio. Luego escucho que el chofer llega, suspiro y me doy vuelta, es hora de ir a estudiar. Aunque me encanta, siento que algo anda mal con mis padres. 

— Adiós, bebé. —dicen ambos al tiempo—. Adiós, pequeña. 

Los despido con la mano, una vez estoy bajando el ascensor del penthouse, subo al auto sin saludar al chofer y espero que me lleve a mis clases. Una vez ahí, le espeto que debe estar puntual a las seis para recogerme en la biblioteca, asiente y acelera. Cuando iba de lado, me choco alguien.

— Lo siento. —se excusa—. ¿Estás bien?

Alzo la mirada, por sus ropas grises sé que es un abnegado, le sonrío tiernamente. Sus ojos llaman mi atención.  Tiene el pelo oscuro, nariz aguileña y ojos verdes. Cuando me sonríe, noto sus hoyuelos en las mejillas. Suspiro y agacho la cabeza, mientras me dedico a alzar mis cosas.

— ¡Oh, espera! Yo lo hago, fue mi culpa. —dice, agachándose también y me ayuda a recoger los otros, en un momento de esos, nuestros dedos chocan y subimos las mirada. Esto se parece a esas novelas cliché que ve mi nana. Hago una mueca—. ¿Cómo te llamas?

— Eh. —no le puedes decir tu nombre, es un desconocido y abnegado después de todo.— Lía. Me llamo Lía. 

— ¡Genial! Es muy bonito. —sonríe—. Yo me llamo Caleb, ¿eres erudición?

Asiento, no muy convencida, sus manos se quedan en las mías pero baja sus ojos a mirar mis libros.

— ¿Son buenos?

Vuelvo a asentir, sonriendo un poco, es un chico interesante. Se queda mirando el libro que me terminé de leer esta mañana en la venida, me pregunto si nunca leen en Abnegación. 

— ¿Lo quieres? —le pregunto. Entonces vuelve su mirada a mí, y me mira sorprendido.

— ¿Es broma, no? —inquiere, con una sonrisa boba. Niego con la cabeza.— ¿Es en serio?

— Sí, yo ya lo terminé, es muy bueno. —le digo, con una sonrisa—. Así que te lo regalo, tomalo. 

Lo sostiene en sus manos y sonríe.— Lo conservaré para siempre. —promete, apegándolo a su pecho. 

Le sonrío cálidamente, y me levanto del suelo, no es común de una dama erúdita andar por las nubes, pero debo admitir que hoy me descaché en eso. Los demás libros los sostiene y me los pasa, se mete el libro azul en la bolsa y me mira. Yo guardo los míos en mi casillero. 

Amelía Matthews. —lee la inscripción, maldigo en voz baja y le miro—. Creo que te queda mejor Lía. ¿Te parece si te digo así en secreto?

Asiento.— Eso sería genial. —le respondo, el timbre suena y promete verme después cuando ambos corremos en direcciones opuestas. 

Toda la mañana me la paso sacando sobresalientes, en la clase de matemáticas me quedo dormida, al igual que un chico de verdad que se sienta dos puestos más allá. A la última hora, noto que Caleb está entrando y va al puesto vacío a mi lado, me sonríe como es carismático en él y nos la pasamos hablando. 

— Hola, lindura. —dice Eric, sonriéndome, pongo los ojos en blanco y recojo mis cosas.

— Deja de acosarme, bastardo. —le digo, en tono amenazante, mientras me giro. 

— No hasta que me des una respuesta, cariño. —responde, canturreando. 

Al final de la semana, cuando dan el reporte, mis padres me regañan por haber bajado mis notas.

— ¡Todos en sobresaliente, increíble! —dice mamá, tomando mis examenes y comparandolos con los anteriores. Agacho la cabeza.— Haz algo, bastardo. —le espeta a mi padre, que sonríe tecleando a su pantalla. Últimamente se insultan mucho, incluso papá sale en las noches y no vuelve hasta el otro día por la noche luego del trabajo, o duerme en el sillón. Algo malo pasa, y no quiero saber que es.

— ¿Estás enamorada, cielo? —me pregunta súbitamente, haciendo que mis mejillas se coloreen. ¿Estoy enamorada? ¿De Caleb? Porque entiendo que mis notas bajaron cuando lo conocí, desde que empezamos a hablar y a ser amigos.— Oh, vaya, estás como un tomate. —dice, riendo—. ¿Ves, Jeanine? No es nada malo, es normal a su edad, déjala.

Mi madre me mira y asiente no muy convencida, se va para hacer una llamada. 

— ¿Recuerdas el campamento de verano que querías hacer en Verdad? —me pregunta, asiento—. Hablé con Jack en estos días, y me dijo que te aceptaría con gusto por el verano y más. Es tu decisión. 

Y ahí estaba yo, entre tantos verdades, me quedo al menos un año con ellos, y cuando vuelvo a Erudición soy mucho más fuerte, inteligente y sincera. 

— Hola...—sonríe timídamente, me sorprende verlo así y pienso que lo han drogado. Esta detrás de un enorme ramo de rosas rojas. Me duele verlo así, porque sé que no lo quiero como él me quiere a mí. Niego con la cabeza.— Esto...¿Quieres ser mi novia?

En eso, Caleb se queda pasmado, mirándome de reojo y veo como sus ojos se cristalizan antes de salir corriendo hacia su casa. Intento detenerlo, pero el asunto con Eric es más importante.

— No. —le respondo, con un hilo de voz—. Lo siento, Eric, yo...me gusta alguien más.

— ¿Es el estirado, cierto? —aprieta la mandíbula—. Está bien, lo comprendo, pero volveré, princesita. Lo prometo. 

Mamá me pide que empiece con mis entrenamientos, tengo doce apenas pero entiendo que ella quiere que me vuelva más fuerte. Eric hizo la ceremonia y eligió Osadía. 

— Tu cuerpo tiene que soportar tu inteligencia. —dice, con una sonrisa sádica, mientras oprime el botón que impulsa la simulación a otro nivel. Estoy cansada, pero no se lo demostraré, ella es capaz de hacer cualquier cosa. 

— ¿Qué hacen? —pregunta papá, apagando la simulación y sonriéndonos. Mamá lo ignora y sale del lugar, suspira y me mira.— ¿Otra vez tratando con esto?

Asiento, encogiéndome de hombros mientras tomo algo de agua.

— Serás una gran divergente algún día. —susurra, cree que no le escucho pero lo hago, más ignoro.

— ¿Aún te ves con Jocelyn? —le pregunto, frunciendo el ceño. 

Asiente.— Lo siento. Debo irme, la llevaré a cenar. —dice, dándome un beso en la coronilla.

Esa noche nos trajeron una noticia terrible, y no dejé de culpar a esa rubia oxigenada de la muerte de mi padre, si él no hubiera ido para esa cena, seguiría con nosotros. Peleando y mal, pero seguiría. 

****

Despierto, con una mirada pérdida y temblando. Uriah me recibe y trata que me calme, me sonríe apaciblemente, y me pone un trapo mojado en la frente.— Te desmayaste luego de pelear con Peter. —anuncia, haciendo una mueca. 

Miro hacia adelante, en la otra cama, Christina está sentada con un hielo bajo su mandíbula y Tris está recostada, tiene un ojo negro, se ve muy mal. Los chicos, Will y Al están hablando con ella. Me dicen que Tris se enfrentó a Drew, Christina a Molly, y que a pesar de que pude con Peter, este salió vencedor cuando me desmayé. Empuño las manos con fuerza y bufo.

Es una habitación grande, estrecha con una fila de camas, algunas con cortinas y al otro lado un puesto de enfermera. La mujer allí nos mira sobre un portapapeles, tiene muchos aretes. Me imagino que Edward le dará una páliza a Peter, porque nosotros entrenabamos juntos y sé que él es mucho más fuerte que yo. 

— Oye, mañana Eric hará un viaje de estudios a la valla, para aprender sobre los trabajos osados. —dice, levantándose, sus manos en mi mejilla—. ¿Segura que estás bien? Puedo saltarme la comida y quedarme contigo. 

— No, ve, necesitas comer. —le digo—. Estoy bien. ¿A qué horas es el viaje?

— No creo que puedas ir así. —abre los ojos, sorprendido.— En todo caso, es a las ocho y qunce en el tren. Nos vemos mañana. 

— Bien. Gracias. —decimos Tris y yo al unisono. Un rato después de que Al se pierda en la oscuridad junto con Uriah, me cambio de cama a la del lado de Tris.— ¿Qué te pasó? 

Ambas reímos al ver que nos preguntamos lo mismo, me cede el puesto.

— No lo sé, de un momento a otro, quería matarlo...Como si quisiera devolverlo a donde vino, y luego estaba en un limbo de recuerdos. Fue tan extraño. —hago una mueca—. Es raro.

— Ah mi Drew me dio una páliza del siglo. —responde, señalando su ojo morado. Asiento. 

Tris y yo nos quedamos hablando un buen rato, hasta que el sueño nos vence y terminamos durmiendo. A la mañana siguiente, no oigo gente arrastrándose ni alarmas, lo cual me parece extraño. Abro los ojos y recuerdo que estamos en la enfermería, Uriah me entrega un plato con comida y me sonríe, luego de eso me explica que debe irse para estar temprano allá y no levantar sospechas, le agradezco. Christina le lleva la comida a Tris, que se le dificulta vestirse, me río entre dientes y ella gruñe. Me pongo los pantalones, la camiseta negra y una chaqueta roja. La bufanda se queda atascada en los aros de mi ceja y labio, suelto un quejido. Christina vuelve y se ríe, ayudándome.

— Gracias —le digo—, por todo.

Christina tiene que ayudar a Tris a vestirse porque está muy mal, y yo corro hacia afuera. Cuatro esta parado cerca a las vías, y comienzo a creer que si lo empujo, no viviría más. Me hago a su lado. Will se encarama al vagón con dificultad, Tris corre y salta, suerte que Al la sujeta. 

— ¿Ya estás mejor? —me dice Cuatro, mirándome de reojo. Los demás iniciados entran al vagón, incluyendo a mis amigos. No sé porque cuando digo eso, pienso en Caleb y me sonrojo—. Estás toda roja, ¿tienes fiebre? Debiste haberte quedado. 

— No es eso, ayudame a saltar y no preguntes. —gruño, tomando impulso, Cuatro se subió antes y me agarra de los brazos y me jala hacia atrás.— Bestia. —le susurro. Tris y los demás están del otro lado del vagón.

— No más que tú, casi lo matas. —se refiere a Peter—. ¿Qué te llevo a hacer eso?

— No lo sé, ¿qué pasó después? —inquiero, haciéndome la desentendida.

— Te desmayaste, murmurabas cosas cuando te cargué a enfermería. —dijo—. Mamá, basta. Papá, ¿quién es Jocelyn? Mami, ¿por qué papá duerme en el sillón? Caleb es mi amigo, no tuyo. Te quiero, Caleb. —intenta imitar mi voz, es normal hasta que menciona al Prior y me sonrojo—. ¿Te gusta el hermano de la estirada?

— No es como si a ti no te gustará "la estirada". —le espeto, señalándole con mi dedo indíce.

Entonces escuchamos que Peter y Christina están peleando, ruedo los ojos y le digo que haga algo.

— ¿Tengo que escuchar todas sus disputas camino a la cerca? —pregunta este, por primera vez, haciéndome caso, con una voz tan tranquila que asusta. Todo el mundo se calla, Cuatro se gira a la apertura del vagón. Sostiene las asas a ambos lados, sus brazos extendidos a los lados, se inclina hacia adelante. Río entre dientes cuando noto que está pensando en como y cuando saltar, y yo que pensaba que quería hacerse el sexy.

— ¿Qué crees que haya allá afuera, más allá de la valla? —pregunta Tris, cuando me les acerco, encojo los hombros y Christina pone su mano en su mentón.

— Quizás granjas, supongo. —dice. 

— Sí, pero entonces de qué estamos cuidando a Chicago. —dice Tris, curiosa. 

— ¡Mounstruos! —replica Christina, chasqueando los dedos, como si hubiera descubierto algo importante. Y su cara me hace reír. 

Luego de eso, dejo de prestar atención a sus parloterías. Mi mente divaga entre los recuerdos de un chico de ojos verdes que me sonríe tiernamente. Cuando nos conocimos, cuando empezamos a hablar, cuando me regañaron porque nos escapamos a la biblioteca, cuando me presento a su madre. Sonrío ante ese pensamiento, fue gracioso, yo estaba tan roja como él y su madre seguía parloteando.

Chillan los frenos del tren, todos damos un bandazo hacia adelante, pero el vagón va más lento. El tren se detiene bajo cubierta, cuando bajamos hacia la hierba, noto que estamos en frente de una valla metálica con alambre de púas en la parte superior. 

— Siganme. —dice Cuatro, me mantengo a su lado en todo momento. Así como Tris no se separa de Christina, recuerdo como mamá me mostraba fieras imágenes del otro lado de la valla, y tiemblo.— Hey, ¿estás bien? —repite, en voz baja, mirándome de reojo. Asiento. Cuatro nos guía hacia la ancha puerta.— Si no clasifican entre los cinco primeros  al final —alza la voz para que todos lo escuchen—, probablemente van a terminar aquí. Una vez eres un guardia, tienes potencial para avanzar, pero no mucho. Pueden ser capaces de llevar las patrullas hasta Cordialidad, pero...

— ¿Patrullas para qué propósito? —pregunta, Will. 

— Supongo que lo descubrirán si entras en ellos. Para la mayoría, aquellos que empezaron como jóvenes continúan vigilando  la cerca. Si les recomforta, muchos dicen que no es tan malo como parece.

— ¿Qué rango fuiste tú? —le pregunta Peter a Cuatro, este se tensa y yo igual. 

— Yo fui el primero. —le mira fríamente. Trato de moverme para calmarlo, pero suspiro.

— ¿Y elegiste hacer esto? ¿Por qué no obtuviste un trabajo en el gobierno?

— No quería uno. —responde Cuatro, categoricamente.

Luego de eso, aprendimos sobre los trabajos de las Facciones en la escuela. Los Osados teníamos pocas opciones. Quedarnos en el recinto, tatuando, haciendo pircings y entrenando a otros. Guardar la cerca o trabajar por la seguridad de Chicago. O trabajar para los líderes de Osadía.


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