Cambios.

Narra Amelía.

Mamá me obliga a mirarla fijamente a los ojos. Lo hace por nuestro bien, intento creerle, de verdad. Mi padre murió protegiendo sus ideales de que una vida sin facciones sería la cosa más terrible que sucedería, porque estaríamos en guerra, pero mamá llevo todo esto a otro nivel. Sé lo que planea, y para ello, me necesita adentro. Pero no quiero pasar de estar en Erudición a ir a Osadía de un sólo salto.

— Lo que sea por la facción. —Facción antes que familia, es lo que dicen todos, entonces mamá porqué no me hace caso. Niego con la cabeza, intentando procesar lo que quiere decirme, pero sigo escuchando sus monologos mientras me arregla el cabello negro como el de mi padre en una coleta alta.— Mira, Amelía, esto lo hacemos por el bien de todos. Te mantendré en contacto, al igual que tú conmigo. ¿Entiendes?

Asiento, observando el espejo a mi frente, mis ojos azules fueron lo único que le heredé a mamá. El resto lo saqué de papá, ella está consciente de eso, y por eso no quiere alejarse de mí. Siente que una parte de sí moriría conmigo lejos de ella, sin embargo, se sigue repitiendo la misma frase desde que entró a mi cuarto para asegurarse de que todo esté como ella quiere por ser el día de la Elección. 

— Lo que sea por la facción, Facción antes que familia. —respira agitadamente antes de darme la vuelta y sonreírme tiernamente, mamá es una mujer extraña en verdad—. Te ves preciosa, idéntica a tu padre. Ah, cielos, se nos hace tarde. ¿Tienes todo listo?

Camina súper rápido de un lado para otro, y aplaude. Dos mujeres llamadas Aleen y Alyn, que nos traen las cosas que necesitamos, mamá me hace entrar al auto y suspiro. Miro por la ventana, preguntándome como será la vida en Osadía, siempre me ha llamado la atención, pero no estoy segura de que sí esto será lo mejor. 

Cuando llegamos, me despido de mamá para caminar con las manos a los costados de mi falda azul por entre el salón abarrotado de gente, puedo ver a los abnegados desde donde estoy y me sorprendo de encontrarme con la mirada de un chico bastante atractivo, me sonrojo y volteo la mirada hacia donde voy. 

La Ceremonia de Elección rota entre las facciones, este año les toca a Abnegación, y Marcus dará el discurso de apertura y dará los nombres según el orden alfabético inverso. Empuño las manos al mirarlo fijamente, me recuerda a Tobías, niego con la cabeza, sentándome sola al lado de un chico que parece idiota. 

En el círculo de atrás veo los cinco tazones de metal, cada uno contiene una sustancia que representa a las cinco facciones. Como las piedras grises de Abnegación, el agua de Erudición, los carbones encendidos de Osadía y el vidrio para Verdad. 

Me da curiosidad y miro hacia todos lados, hasta que mi vista termina yendo al techo, como siempre están las aburridas linternas de globo colgando del mismo y llenando el cuarto con una luz azul. El cuarto se va llenando y cada quien se ordena con sus respectivas facciones. No puedo evitar mirar hacia Osadía, donde una vista azul obscura se fija en la mía y me hace sudar. 

Él me observa tranquilo, valiente como si estuviera al tanto de lo que haré. Siempre he sido muy estúpida a su lado, giro mi cabeza cuando veo que me va a hablar, cierro los ojos y empuño las manos. Esto está mal, no quiero irme, Erudición es mi vida. A pesar de que no tengo amigos ni nada por el estilo, no quiero irme, dejar todo lo que conozco. 

Es más, cuando Marcus comienza a dar el discurso, y veo que todos están filtrando su atención en ella, me escabullo del lugar. Necesito respirar, y teniendo en cuenta lo que sucede, no creo que sea posible. Una mano me apresa y no puedo evitar dar un respingo.

— ¿Qué crees que haces aquí? Debes ir. —gruñe. Niego con la cabeza, evitando mirarlo a los ojos.

— ¿Qué haces aquí? —le pregunto, frunciendo el ceño y encarándolo, pero no por mucho.

La frustración y sorpresa asaltan el rostro de Tobías, quien lucha consigo mismo para responderme eso. Y luego niega.

— Me pidió que viniera para asegurarme de que no enloquecieras, entra y no vuelvas a salir, necesito ir a Osadía.—replica con sequedad, entiendo su punto y asiento. Comienzo a caminar de vuelta al lugar, viendo de reojo como espera a que entre. Entonces vuelvo a mi puesto, sorprendiendome que nadie se ha dado cuenta y vuelvo a mi puesto.

— ¡Aquellos que culparon a la agresión, formaron Cordialidad! —escucho la voz de Marcus. 

Observo a la gente de allá, son demasiado...Bueno, jamás entraría a ellos, digo que para alguien que adora la acción y la estrategia sería demasiado tranquilo. Niego con la cabeza y suspiro. 

— ¡Aquellos que culparon a la ignorancia, formaron Erudición! 

Todos en mi facción comienzan a aplaudir, me siento fuera de lugar, como si esto no fuera lo mío por primera vez en mi vida. Me estoy dando cuenta que nunca me sentí acorde, que me encanta ser inteligente y cosas así, pero no me complementa.

— ¡Aquellos que culparon a la hipocresía, crearon Verdad!

Soy muy sincera, pero creo que jamás me sentiría a gusto en ellos. Sólo hay dos para elegir, y creo que una está completamente descartada. Al parecer si seguiré los pasos que quiere mi mamá. 

— ¡Aquellos que culparon al egoísmo, crearon Abnegación!

Ya está, cierro los ojos. He culpado a los egoístas, sí, pero nunca podré entender el desinterés que sufren esos tipos, entregando sus vidas a cuestas de los demás. ¿Qué ganaba con eso?

— ¡Aquellos que culparon la cobardía, crearon Osadía!

Mi corazón vibró, en cuanto me giré a ver a mamá, esta me observaba fijamente a los ojos, esperando que aceptara lo que ella me había inculcado. Asiento levemente, dándole a entender que lo haré, pero no lo haré por ella.

Dejo de escuchar el resto del discurso de Marcus, para centrarme en el plan que mamá ha estado repitiendome los últimos seis meses. 

Lo haré por mí, por buscar esa pizca que me hace sentir...incompleta. Todo atrás y a mi lado desaparece, solo puedo ver a mi padre sonriendole a la niña que corre a sus brazos, cierro los ojos, Marcus está leyendo los nombres pero no le entiendo nada, mi mente sigue concentranda en los ojos verdes que me miran con desorden y ese cabello negro agitándose al viento mientras espera que lo abrace fuertemente como siempre que llegaba de trabajar. 

Algo me despierta, un nombre, una persona, un apellido y alzo la mirada hacia esa persona.— Caleb Prior. —dice Marcus. Lo veo subir, es el mismo chico que hizo que me sonrojara con sólo saber que me estaba mirando, entonces Marcus le entrega el cuchillo y este lo aprieta contra su mano. 

Entonces se queda de pie frente a los tazones, con su sangre a punto de derramarse, y frunce los labios en una línea recta. Mi corazón se desboca cuando sostiene su mano frente a Erudición y su sangre gotea en el agua, esta torna un color rojizo. 

Cierro los ojos, ¡No!, vuelvo a abrirlos y compruebo que Jeanine me está mirando. Aún faltan, Marcus debe pedir silencio al ver la extraña batalla de susurros que ha explotado, todos en mi facción tienen sonrisas petulantes. Ruedo los ojos. 

— Beatrice Prior. —escucho. Caleb camina hacia nosotros, y no puedo evitar regalarle una sonrisa nerviosa cuando su mirada se fija en mí. La chica lo mira, y él a ella, son hermanos y éste asiente levemente. Ella sube y toma el cuchillo que le extiende Marcus. 

Pone su brazo frente a Abnegación, frunzo el ceño y veo en sus ojos que eso no es lo que quiere. ¡Vamos! Ella grita y cambia su mano hacia Osadía, donde su sangre se quema en las brasas y nuevamente el bullicio. Ella se pone con Osadía, y mi cuerpo se pone más pesado. 

Unos nombres más, hasta que al fin tocan el mío, y tiemblo. Las miradas se ponen fijas en mí cuando camino hacia arriba, Marcus me mira sobrepotente. Empuño las manos y le arrebato el cuchillo, hago la herida y camino hacia los tazones. Mi mirada va hacia mamá en el otro lado, que asiente, y luego hacia los Prior. Y el chico, Caleb, me sonríe. Mis mejillas toman color.

«Tú puedes, vamos.»      

Dejo que la sangre se escurra un minuto, sobre Erudición, mamá frunce el ceño. No quiero decepcionarla, mis ojos se llenan de lágrimas y miro hacia el suelo. Cuando me siento más segura, suspiro y cambio a Osadía al instante. Esta vez todo el mundo grita, silba y hace bullicio. Después de todo soy la hija de Jeanine. 

La multitud de Osadía nos lleva por las escaleras, cosa que no me sorprende mucho, Beatrice está asustada, la veo de frente y niego con la cabeza, pobre estirada. Entonces todos comienzan a correr, a gritar, reír y saltar. No puedo evitar sonreír de la nada, esto es una locura, pero la disfrutaré.

Todos corremos, estamos evitando la ruta de un bús, lo cual hace que la adrenalina llene mis pulmones con cada respiro, giramos en una esquina y escucho el silbato de un tren. Una chica Verdad se queda mirando fijamente, está cansada, tiene sus manos sobre sus rodillas. Suerte que en Erudición, mamá me dejaba hacer ejercicio, me pregunto cuanto tiempo llevo pensándolo. 

— ¿Hay que saltar?—pregunta, atemorizada, la morena. Miro hacia el frente, el tren se acerca, asiento.— ¿Porqué no te ves cansada? Eres de Erudición, esto no se aprende leyendo libros.

— Tampoco diciendo la verdad. —le guiño un ojo, corriendo hacia el frente. 

Las puertas de todos lo vagones del tren se encuentran abiertas, deslizándose por entre las vías hacia nosotros. Todos se mueven rápidamente, especialmente los que ya llevan tiempo, por lo que no tardamos en quedar solo los iniciados, pero los nacidos en Osadía, están acostumbrados a esto, así que sólo quedamos los transferidos. No lo dudo ni un minuto, tomo aire y observo a la gente gritando. Y salto, quedando tambaleante sobre la superficie del tren, un moreno me agarra y me sube sonriendo.

Veo que Beatrice se queda atascada, se está aferrando a una manija, voy a ayudarla cuando la chica morena de Verdad la jalá hacia adentro. 

— ¿Estás bien?—me acerco a ellas, al parecer le robé las palabras a la chica Verdad. Beatrice asiente.— Soy Amelía.

— Y yo Christina. —la morena le extiende la mano y esta la acepta. Sé que en Abnegación no saludan de esta forma así que me causa gracia la incertidumbre que tiene la chica. Un pelirrojo acaba hace poco de quedar sin facción, y se le nerviosa. 

— Soy Beatrice.—dice. 

El tren gana velocidad, Christina le pregunta a gritos algo a Beatrice, pero yo me quedo mirando el lugar. El viente asalta por el vagón, miro a través de la puerta del tren unos minutos, y luego veo como los transferidos caen unos sobre otros. Ruedo los ojos. Christina y Beatrice están sentadas sobre el suelo más allá, me agarro de un pedazo metálico sobre la puerta y observo el atardecer afuera.

No puedo evitar ver las casas de Abnegación del otro lado, Beatrice también mira. Una duda asalta mi pensamiento, ¿Y Caleb? Niego lentamente sonrojada, que cosas pienso. 

***

Ha pasado media hora, me parece algo aburrido puesto que no tengo nada que hacer, me dedico a leer un libro. Uno de los osados me ve y se acerca.

— ¿Qué crees que haces?—me pregunta, haciéndose el fuerte. No separo la vista de mi libro. 

— ¿Qué parece? Leer. —respondo, observando las líneas y guiones con sentidos, la parte final se acerca. Siento como empuña las manos. Christina ríe.

— ¿Te parece gracioso? —le pregunta, ahora a ella. 

— Sí, la verdad es que sí. —replica, la miro de reojo y le sonrío. El muchacho me arrebata el libro con una sonrisa zorruna. 

— Yo que tú, se lo devuelvo. —le dice Erick, palmeándole el hombro y me guiña el ojo antes de saltar del tren. Ruedo los ojos. El chico atemorizado, me voltea a ver y me entrega antes de saltar. 

Christina arquea las cejas. 

— ¡Están saltando!

El grito despierta a Beatrice, que estaba dormida, y hace una mueca de dolor tocándose el cuello. Se incorpora. La idea de saltar en un tren a todo movimiento sobre una azotea estaba mucho más interesante que el libro que estaba leyendo, ahí que ser sincera. Beatrice se incorpora y cae al otro lado, al lado de Christina y yo. Justo en la mitad. Un chico, el que habló, sigue viendo hacia el siguiente vagón.

— Entonces...hay que saltar también. —bufo cuando una chica dice eso, miro a Beatrice, parece algo paniqueada. Christina está igual que yo, emocionada por esto. Miro hacia la azotea, quiero saltar ya.

— ¡Genial! Porque esto tiene mucho sentido, Molly. Saltar de un tren a un techo. —dice un chico.

— Por esto nos unimos, Peter.—replica "Molly". 

— Yo no lo haré.—me giro a ver el chico, está detrás de Beatrice, ella también lo observa en silencio.

— Tienes que hacerlo.—Christina interviene—. O fallarás, vamos, estaremos bien. 

No puedo quedarme a saber que rumbo tomará esto, todos se quedan en silencio unos minutos cuando salto. Siento el aire golpear mi cara rápidamente. Ruedo sobre las piedrecillas grises de la azotea, y miro hacia atrás una vez me incorporo. Christina y Beatrice se toman de la mano, entonces saltan y las veo hacer lo mismo que yo cuand caí. Se liberan de las manos, Christina ríe.

— Eso fue divertido.—me mira con una sonrisa. Peter está ayudando a Molly, quien sostiene su tobillo. Todos pasaron, menos el chico Cordialidad que dijo que no lo haría, Beatrice intentó decirle algo cuando salté pero no pude saber que era. 

Beatrice y yo volteamos a ver a la chica, que está en el borde del techo, mirando hacia abajo, y tiene un chico Osado detrás de él, abrazándole. Me da curiosidad, veo que a ella también y vamos a ver que pasa. Hay una chica, abajo, está...muerta. Frunzo el ceño. El osado se abalanza a calmar a la chica, mientras yo observo a la chica. 

— Una pena, debió ser una gran chica.—digo, y vuelvo a mirar mi libro entre mis manos con parsimonia. Esto es así, cualquiera que no este apto, morirá.— Lástima. 

La chica me mira filosamente, pero la ignoro. 

— ¡Oh, escandoloso! ¡Una estirada mostrando algo de piel!—alzo los ojos unos segundos, la única estirada aquí es Beatrice Prior. Peter la está señalando, ella tiene una herida en el codo. Es cierto, ellos se cubren completamente. Hago una mueca por debajo, y camino a su lado.

— Cállate, Peter. —le digo, seriamente. Me mira sorprendido de que sepa su nombre y sus ojos se fijan en los míos, antes de asentir e irse ofendido con los demás. Christina se acerca.

— Gracias. —me agradece Beatrice, encojo mis hombros, ella observa mi libro y sonríe.— Debe ser bueno, quizás te sirva de algo.

Cómo hacer amigos.  

Asiento, con una sonrisa sonrojada. 

— ¡Escuchen, me llamo Max! —el nombre me hace sobresaltar, es el moreno de cabello grises que está parado en la plataforma.— ¡Soy uno de los líderes de Osadía, su nueva facción!   

Sus ojos se desvían un momento, y cuando me ve, los abre grandes. Le sonrío con gracia. Hola, anciano. Hace una mueca y sigue hablando. Sé que esa mueca significa, tenemos que hablar. 

— Varios pisos debajo de nosotros ésta la entrada a los miembros del recinto. Si no reúnen la valentía para saltar, no pertenecen aquí. Nuestros iniciados tienen el privilegio se ir primero.

— ¿Quiere que saltemos desde la plataforma? —arqueo la ceja al notar la chica que tiene la boca abierta, no veo que le sorprende y muerdo mi labio para no reírme en su cara.

— Sí. —responde Max, divertido. 

— ¿Hay agua en el fondo o algo así? 

— ¿Quién sabe? —arquea las cejas, sé que esto le divierte de sobremanera. Me mira unos segundos.

La multitud abre paso a los iniciados, donde están todos, yo estoy al lado. Cerca a la plataforma, donde he estado desde que llegué. Miro alrededor, veo que Beatrice también está haciéndolo, y le concedo el honor cuando me ve preguntándome y asiento. Hasta Peter esta tratando de verse casual. 

Estoy a punto de alzar las manos, cuando al fin se decide y camina entre todos, la gente ríe de ella. Se acerca al borde, como estoy a un lado, subo levemente uno de mis pies y me recuesto los codos sobre la rodilla. Todos me miran y luego la miran a ella, la reto con la mirada. Puedo ver el agujero de concreto que ella mira precipitadamente, titubeante, y me entra ansiedad por tirarla. 

— Vamos, o lo haré yo. —la incito rápidamente, Max me mira divertido cuando le gruño. 

Beatrice me mira, y asiente. Lo hará, entonces le cedo el puesto y ella sube a la plataforma, se quita la camisa gris y la tira al pecho de Peter que la mira tratando de averiguar que hace. Sonrío con sorna, es su forma de decirle al mundo que esta noche será valiente. Mira al agujero, dobla las rodillas y salta.

Todos se quedan en silencio. 

— Genial, voy yo. —me estiro hacia atrás, y miro mi falda, suelto un bufido. Miro a Max, este sonríe, cuando rasgo la falda y todos chillan. Miro hacia abajo, imagino que habrá algo que nos sostenga, y ruedo los ojos.— Hasta luego, chicos. —me doy la vuelta, mirándolos a todos y luego de guiñarles el ojo, vuelvo a mi posición normal y me lanzo. 

No cierro los ojos en ningún momento, pero tampoco es como si pueda ver bastante con la oscuridad del agujero rodeándome. No es hasta que toco una superficie que me doy cuenta que terminé de caer, tanteo el lugar con una sonrisa, es una malla. Dos manos se extienden hacia mí, y me observa en silencio, cuando veo quien es, mis alertas suenan y me levanto sola. Gruñe por lo bajo. 

Sus ojos son azules y oscuros, me miran fijamente. Una vez me bajo, sonríe coqueto. 

— Siempre cayendo en mis brazos, mala costumbre. —ríe entre dientes, cuando susurra. Sólo él y yo escuchamos eso. Ruedo los ojos. 

— No te creas tanto, idiota. —le susurro de vuelta, echándole un vistazo al lugar. Es una amplia caverna. Miro a Beatrice quien parece incomoda y me mira.— ¿Qué esperas para darme la bienvenida?

— Segunda saltadora en el día. —dice la voz de una mujer—. Sigo sin creerlo, una estirada y ahora la hija de Jeanine. ¿Qué más? ¿El hijo de Jack Kang? 

Ruedo los ojos. 

— Hola para ti también, Lauren. —le comento con los ojos achicados, Beatrice da un respingo.

— ¿Tu nombre? —pregunta Tobías, tratando de cortar el aire. 

— ¿Qué no lo sabes ya, To...Cuatro? —sus ojos me taladran al darse cuenta y luego asiente.

— Puedes cambiarlo, si quieres. —agrega.

Asiento, miro a Beatrice.— ¿Tú lo cambiaste?

— Ahora es Tris Prior. ¿Lindo, no? —Lauren me mira como una víbora, asiento. 

— Lía. —digo de la nada, Cuatro parpadea—. Soy Lía Matthews. 

Cuatro hace el anuncio, cuando mis ojos se ajustan a la oscuridad puedo ver la multitud, entre ellos el chico moreno de la otra vez me sonríe. La siguiente en saltar es Christina. Todos ríen, y Cuatro le da la bienvenida, ella va con nosotras.

— Fue genial, hubieras visto la cara de todos cuando Amelía...

— Lía. —le corrijo. Abre los ojos unos minutos, y luego asiente susurando lindo, le sonrío.

— Cuando Lía rasgó su falda, y les enseñó el dedo medio. —comenta Christina, riendo. Tris me mira y comienza a reír.

Alguien toca mi hombro, cuando me doy la vuelta es el chico moreno, no puedo evitar pensar que es guapo y sonrojarme. 

— Hola. —dice, suavemente. Christina y Tris ríen, caminando hacia el otro lado, gruño cuando me dejan sola.— Soy Uriah, un gusto. 

— Lía, igual. —estrechamos nuestras manos con una sonrisa. El chico y yo hablamos un rato hasta que todos los iniciados estuvieron de pie. Nos despedimos y vamos hacia allá. Las paredes son hechas de piedra en declíve. Uriah también es nuevo, pero tenía que ir con su mejor amiga y un tal Lynn. 

*Continuará.*                  

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