34. Bosques de Silverst

Aurora tardó dos días en despertar, el gasto de energía y magia que tuvo en el enfrentamiento con Maria fue mucho mayor de lo que hubiera previsto, y si no fuera por Atenea, lo más probable es que hubiera muerto. Sin embargo, eso no quitó el dolor de cabeza que experimentó nada más recuperar la conciencia.

Aria fue la primera en notar que se movía y avisó al resto que estaba en la sala. No tardaron ni 10 segundos en aparecer en la habitación, todos apilándose alrededor de ella y haciéndole mil preguntas sobre su estado y lo que había pasado, haciendo que su dolor de cabeza solo empeorara.

-Callense todos - gritó cuando perdió la paciencia, solo para masajearse las sienes justo después en un intento de aminorar el dolor.

-¿Te encuentras bien? - le preguntó Andrew preocupado, solo para ganarse una mirada fulminante de la híbrida.

-Lo estaré, pero ahora mismo lo que necesito es paz - respondió reinando en su temperamento. Al ver que nadie se movía, suspiró - sola, necesito estar sola.

Con esas palabras, las personas fueron abandonando la habitación poco a poco, aunque en el caso de Andrew tuvo que ser sacado de la oreja, cortesía de Aria. Una vez sola, volvió a suspirar y se dejó caer en la almohada, realmente estaba cansada y tenía una migraña como nunca había tenido, básicamente, porque esa era la primera vez que tenía migrañas.

Unas horas más tarde, volvió a despertarse, se encontraba mucho mejor y pudo salir de la cama. Era de noche y todo el mundo estaba durmiendo, por lo que aprovechó y salió de la habitación del hotel en silencio para no alertarlos. Sin saber muy bien qué hacer o a dónde ir, terminó en la azotea del hotel, donde tuvo una hermosa vista del cielo nocturno.

Era una noche estrellada, donde la luna brillaba con toda su gloria, y sin nubes que opacaran la belleza del cielo. En ella, Aurora pudo sentir la paz como hacía mucho tiempo que no la sentía. Su vida se había complicado sin remedio desde la excursión que tuvo cuando era apenas una adolescente. No, definitivamente su vida no había sido fácil, y el cambio de línea de tiempo no hizo mucho para ayudar, puede que le hubiera dado un par de alegrías, pero también algunas dudas.

Hacía un tiempo que había dejado de lado su deseo de ser madre, una de sus metas cuando solo era una humana común, pero que dejó de pensar en ello con todo el asunto de la guerra y después con sus deberes como luna y líder del consejo supremo de las brujas. Tal vez había cometido un error en ese sentido.

Amelia era probablemente la niña más dulce y enérgica de todas, una bola de energía y felicidad que le sacaba siempre una sonrisa, tal vez podría pedirle a Andrew que tuvieran un hijo cuando volviera y terminaran con la manada fantasma. Sacudió la cabeza ante esos pensamientos, no es como que ella supiera cómo volver.

Suspiró, otra vez, parecía que lo hacía mucho últimamente. Apoyó su espalda contra la barandilla y miró el cielo. En ese momento, una estrella fugaz cruzó el cielo, la cual Aurora siguió con la mirada hasta que se perdió de vista, deseando saber cómo volver a casa. Bajó un poco la mirada y pudo ver los bosques de Silverst.

Un recuerdo repentino asaltó su mente, lo último que recordaba antes de quedarse dormida y despertar en esta línea temporal. Ella había ido allí, huyendo de todos sus problemas, se había transformado en loba y había corrido hacia el bosque, donde había deseado que todo retrocediera, que lo ocurrido en esa excursión no hubiera pasado y ella siguiera siendo humana.

-El bosque está encantado - murmuró para sí misma recordando las palabras de Mike - el sacrificio de una bruja para proteger a las hadas que la habían criado.

Se puso a pensar en ello, su amigo brujo le había contado historias sobre las cosas fantásticas que ocurrían en el lugar. Entonces la realización la sacudió como una tonelada de ladrillos, él había hablado sobre que un hombre afirmaba que su vida era diferente, que esa no era la vida que conocía. Ella no era la primera, no era la única.

Se rebanó los sesos en intentar recordar que más le dijo Mike sobre ese hombre, pero no le venía nada, todos lo consideraban un loco. Pensó y pensó, caminando en círculos en el tejado como un animal atrapado. Se detuvo al darse cuenta de lo que estaba haciendo, perder los nervios no la ayudaría a pensar, y eso era lo más importante en ese momento.

Estuvo dando vueltas al asunto hasta que le regresó el dolor de cabeza. Frustrada, volvió a la barandilla y se apoyó en ella mientras miraba el bosque a la distancia. Si Mike estuviera allí, lo habría levantado de la cama y le hubiera preguntado al respecto, sin embargo, en esta línea temporal apenas había hablado con él un par de veces, ni siquiera eran amigos, por lo que recurrir a él estaba descartado, además de que ni siquiera estaba allí en Transilvania.

Se le ocurrió una idea, y sin nada que perder, salió del hotel y corrió al bosque en su forma lobuna, tal como lo hizo la primera vez. Las calles estaban oscuras, dado que era de noche era normal, pero a diferencia de lo que esperaba ver al llegar al bosque, un lugar sombrío y algo aterrador, se encontró con que era hermoso, incluso más que de día.

Varias plantas luminiscentes brillaban con colores vivos y hermosos, luciérnagas volaban en el aire como pequeñas estrellas móviles, una suave brisa recorría el lugar, acariciando gratamente el pelaje blanco de Atenea. Ciertamente era magnífico, mágico en toda la expresión de la palabra. Por un momento, todas las preocupaciones y la causa por la que estaba allí salieron de su mente.

Se recuperó poco después, sacudiendo la cabeza ligeramente y volviendo a su forma humana. Se sentó, aunque más exacto sería que se dejó caer, en el suelo contra un árbol. Observando el espectáculo de luces, repasó en su mente los recuerdos más hermosos que tenía de su antigua vida, destacando las vacaciones que tuvieron ella, Andrew, Aria y Diego en Fislan y su pedida de matrimonio.

Su boda doble con Aria sería otro momento muy especial, aún no entendía cómo hizo su mate para que entraran tantas personas en el jardín de atrás de la casa principal, allí había más de mil personas sin exagerar, aunque fue un lindo detalle que todos sus amigos y conocidos de las diferentes especies fueran al evento a felicitarla.

Le hacía gracia recordar el castigo que le dieron su amiga y ella a sus respectivos maridos por pasarse de listos, aunque ninguna de las chicas pensó en las repercusiones de sus acciones, para abreviar, estuvieron encerradas tres días con ellos sin poder salir. Fue agotador y un poco asfixiante, pero no podían negar que lo disfrutaron.

Su luna de miel la pasó en una isla tropical, en un resort de lujo, Andrew no escatimó nada en el viaje, y ambos pudieron disfrutar de una semana maravillosa solo para ellos. De lo que le dijo después Aria, ella y Diego se fueron a un festival de armas, del cual regresaron con varias espadas y cuchillos medievales que le habían gustado a su amiga. Cuando se los mostró, no pudo estar más de acuerdo con su elección.

Entre los recuerdos alegres, el bello paisaje y la suave brisa, el sueño poco a poco fue apoderándose de ella, lo último que pudo pensar antes de que la inconsciencia la reclamara, era que desearía volver a esa vida, sin importar todos los problemas y las dificultades que pasó, también tenía sus cosas buenas, además de que tenía una nueva batalla que ganar.

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Hola, sé que no publiqué capítulo el mes pasado y lo siento, estuve ocupada gran parte del mes, y la última semana además estuve enferma, nada grave, pero no tenía la cabeza para escribir.

También me ha costado un poco obtener la longitud adecuada del capítulo, ya que he tenido que repasarlo un par de veces para que llegara a las 1300 palabras.

Espero que les haya gustado, e intentaré publicar otro capítulo este mes para compensar el de marzo, pero como digo siempre, no prometo nada.

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