30. Descubiertas

La mente de Amelia iba a mil por hora, ¿la razón? Una planta carnívora gigante, el resultado de un hechizo que le salió horriblemente mal. Debido a la influencia de Zoe y Tamara, había decidido probar un hechizo del libro avanzado que le habían dado al principio, según lo que ellas le dijeron, ese hechizo debería haber creado una lluvia de pétalos de rosa, algo hermoso con lo que sorprender a su madre, nunca esperó ese escenario.

La planta carnívora había crecido enormemente en un tiempo demasiado corto, antes si quiera de poder intentar destruirla o quemarla, se había extendido hacia la manada, invadiendo varias casas y calles, siendo demasiado visible como para evitar que alguien la viera, estaba en serios problemas, por no hablar de la manada entera.

Intentó buscar a las dos lobas que supuestamente la ayudaban, pero no había rastro de ellas, y la pequeña no sabía si era porque les había pasado algo, porque habían ido a por ayuda, o porque habían salido corriendo por el miedo. Fuera como fuera, ella estaba sola y no tenía ni idea de qué hacer, afortunadamente, había oído decir a un par de personas que habían enviado a alguien a avisar al alpha, y con él llegaría su madre, ella podría arreglar el desastre.

Cada minuto se le hacía una eternidad, la planta carnívora se hacía cada vez más grande, y debido a los nervios, no recordaba ningún hechizo que pudiera ser útil, además de que hacía falta tranquilidad y estar concentrada para realizar un hechizo, más cuando eres una novata, y ella no estaba ni lo uno, ni lo otro, por lo que solo le quedaba esperar y desear que su madre llegara antes de que pasara a mayores.

A los cinco minutos, Aurora ya estaba en mitad de la manada con los ojos como platos, conocía ese hechizo, y no sabía si quien lo hizo le salió maravillosamente el hechizo, o le salió horriblemente mal, todo era depende del punto de vista. Recitó el contrahechizo, se acercó y colocó la palma de la mano en la que creía era la cabeza principal. A los pocos segundos, la planta carnívora empezó a convertirse en luz hasta desaparecer por completo.

A pesar de que había desaparecido, los daños ocasionados no desaparecieron, varias casas se vieron afectadas, tejados, ventanas, paredes, y eso solo era lo que podía apreciar, tal vez hubiera daños en el interior de las viviendas. La manada exclamaba de alegría y daba las gracias a la híbrida por haberles salvado, a lo cual Aurora decía que no era nada, aunque en su cabeza tenía claro que debía dar con el causante de todo ese desastre.

Aria se le unió en algún momento sin que ella se diera cuenta, ambas se miraron y asintieron con el mismo pensamiento, tendrían una pequeña cacería para encontrar y neutralizar a la bruja responsable. Ninguna de las dos contó con que una Amelia con túnica y una varita fuera corriendo a abrazar a Aurora mientras lloraba desconsoladamente. Ambas tuvieron el mismo pensamiento, ¿qué demonios?

-Lo siento, lo siento - decía Amelia en un mar de lágrimas.

-Amelia, hija, ¿qué se supone que has hecho? - Aurora intentó que su voz fuera suave para no asustarla, desgraciadamente, su tono mostraba cierto reproche.

-Yo...yo...solo quería ser como tú.

Esa frase lo decía todo, ella había sido la causante de todo el lío, pero también era obvio que lo hizo sin querer, la cuestión era otra, ¿cómo era posible?, no tenía sentido que fuera una bruja así como así, o eras una bruja de nacimiento, o eras bruja por conversión, y aunque podía suponer cuándo sucedió, seguía sin encontrar la respuesta al cómo.

Maldijo por lo bajo que las brujas recién convertidas conservasen su olor humano hasta que el olor a magia se les pegaba. El olor a magia en su hija era mínimo, y al ser tan escaso, no le dio importancia porque podía habérsele pegado ella al abrazarla y tener contacto con ella. Nunca pensó que ese hecho le habría irritado tanto.

-Hija, tengo un par de dudas y espero que seas sincera conmigo - dijo Aurora y Amelia asintió - ¿cómo es que eres una bruja?

-Encontré el hechizo de conversión en uno de tus libros - nota mental: cerrar con llave mi cuarto de hechizos, pensó la híbrida.

-Vale, fallo mío - dijo Aurora y volvió a fijarse en su hija - ¿cómo hiciste el hechizo de la planta carnívora y por qué?

-Solo seguí lo que ponía en el libro - dijo la pequeña casi en un susurro - y yo no quería crear una planta carnívora, Zoe y Tamara me dijeron que era un hechizo para una lluvia de pétalos de rosa.

No hay diferencia entre uno y otro - se burló Atenea, a lo cual Aurora no podría estar más de acuerdo.

-Malditas perras - gruñó Aria - ¿dónde están esas dos?

-No lo sé, desaparecieron poco después de que apareciera la planta carnívora.

-Cuando el barco se hunde, las ratas son las primeras en abandonarlo - dijo entre dientes Aria.

La híbrida concordaba con su amiga al 100%, esas arpías habían engañado a su hija y con eso habían puesto en peligro a toda la manada, ya era hora de ponerlas en cintura. Aurora le ordenó a su hija que fuera a la casa principal y no saliera de allí, que luego seguirían hablando, y una vez la pequeña hizo lo que le ordenaron, Aurora y Aria fueron en busca de sus presas.

No les llevó mucho tiempo encontrarlas, ellas estaban metiendo cizaña entre la gente para hacerles creer que Amelia era una amenaza, y que tanto Aurora como Aria también podrían serlos. Hasta cierto punto les hizo gracia la escena, lo ridículas y obvias que estaban siendo. Cualquiera con dos dedos de frente se daría cuenta de su artimaña, y por ende, la gente de la manada no les hacía mucho caso.

-Zoe y Tamara, ¿me podríais explicar por qué engañasteis a mi hija diciéndole que el hechizo de la planta carnívora era una lluvia de pétalos de rosa? - preguntó Aurora alto y claro para que todos la oyeran.

Las mencionadas se tensaron al instante, ninguna de las dos predijo eso, y ambas sabían que no tenían ninguna posibilidad en un combate contra la híbrida. En cambio, las personas de la manada vieron mal a las dos lobas, se creían más las palabras de Aurora que las de esas dos. A diferencia de ellas, Aurora y Amelia eran muy queridas por la inmensa mayoría, además de que conocían demasiado bien a ese par de arpías.

-No sabemos de qué estás hablando - dijo Tamara intentando que su miedo y nerviosismo no se notara.

-Oh, yo creo que sí - dijo la híbrida con una sonrisa que provocó un escalofrío a ambas lobas.

-Zoe y Tamara, lo que habéis hecho en esta ocasión es imperdonable, manipular a una niña para que dañe a la manada es algo muy bajo, por eso, ambas quedan desterradas de esta manada, si alguna vez vuelven, será bajo pena de muerte, ahora fuera de mi vista - dijo Andrew con autoridad.

-Descuida cuñado, yo me hago cargo de sacar la basura - dijo Aria con una sonrisa maliciosa y triscándose los huesos de las manos.

Ambas mujeres salieron corriendo no queriendo enfrentarse a Aria enfadada, no eran suicidas, y sabían que ella las mataría si tuviera una oportunidad. Las mejillas de Aurora se encendieron sin poder evitarlo, no se le había escapado cómo llamó a Andrew, cuñado, lo había llamado cuñado, y una de dos, o su relación con Diego estaba cuajando y al ser Andrew su mejor amigo también lo veía como hermano de Diego y su cuñado, o bien estaba asumiendo que entre Andrew y ella había una relación y lo llamaba así porque ellas se consideraban hermanas.

-Será mejor que volvamos a la casa principal, tengo algo de papeleo pendiente con estos últimos acontecimientos, y tú tienes que hablar con Amelia.

Aurora asintió sin mirarlo y salió corriendo hacia la casa principal por la vergüenza, no era la única que había pillado el sentido de Aria llamándolo cuñado, él también lo notó y lo tenía muy feliz, pues él ni siquiera pensó en la relación de Aria y Diego, solo en la suya, y en que la mejor amiga de su mate ya los veía como pareja. Con eso y el destierro de esas dos, no podría estar más contento con su día, salvo por la interrupción y la planta carnívora.

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