10. El dilema de Aria
Todos bajaron del avión y fueron a un hotel, uno en el cual se hablase español, pues la inmensa mayoría no conocía ninguno de los idiomas de la región, y tampoco le parecía a Aurora tener que hacer un hechizo para poder hablar y entender a la gente del lugar, casi todo el tiempo se la pasarían en el bosque.
Todos estaban agotados, el viaje había durado más de 15 horas, y tuvieron que levantarse temprano para coger el vuelo de las 10, y el hecho de que fuera de noche no ayudaba contra el sueño, todos querían irse a dormir, por lo que directamente fueron del mostrador donde cogieron las llaves, hasta sus respectivas habitantes, todas en la misma planta.
La noche fue tranquila, el hotel estaba a las afueras, no había coches circulando cerca, la mayoría de personas alojadas en el hotel ya estaban dormidas, no había nada que perturbase el sueño de los nuevos turistas, salvo las propias dudas en la cabeza de alguien.
Aria apenas pudo dormir en toda la noche, mil dudas se aglomeraban en su cabeza, principalmente del hombre dormido a su lado, y Liseth, no creía que Diego se fijara en ella, pero aún así le molestaba el hecho de que hubieran estado juntos, y lo que era peor, él estaba muy alegre y feliz, hacía tiempo que no lo veía así, tenía que reconocer que su relación había empeorado considerablemente.
Él en su día estaba obsesionado con que quería tener hijos, estuvo así más de dos años, hasta que ella se cabreó y le puso un alto, no volvió a salir el tema. Como ese muchos casos se sucedieron después, ella decía no, y el renunciaba a ello para contentarla, ni siquiera luchaba por ello; en cierta forma se sentía culpable.
Sentía que su relación se había vuelto así por su culpa, que lo había empujado sin darse cuenta a que fuera sumiso, le asqueaba eso, no quería a un perro faldero por pareja, quería al hombre decidido, cabezota, incluso insufrible, que una vez conoció, y del cual se enamoró.
Debía hacer algo, debía ponerle un alto a su actitud, necesitaba un plan para que volviera su Diego, no podía plantarse frente a él y decirle que no aguantaba que fuera sumiso y que lo dejaría si no cambiase, eso sería el plan B, pero primero hablaría con Aurora para crear un plan A que no fuera tan directo y demoledor.
La mañana llegó, todos se reunieron en el comedor, el desayuno fue estilo buffet, por lo que cada uno cogió lo que quiso. Aria estaba cansada y con sueño, por lo cual estaba bastante irritable, algo que todos pudieron notar, por lo que Aurora se propuso hablar con ella después de desayunar.
-Aria, tenemos que hablar.
-Bien, yo también quiero hablar contigo.
Las chicas avisaron que darían un paseo por los alrededores, lo cual extrañó a los miembros del consejo, pero los chicos lo entendieron como que querían tener una conversación privada, por lo que no pusieron objeciones, mientras ellas hablasen, ellos se encargarían de preparar todo para ir a los bosques de Silverst.
-Aria, ¿qué te ocurre?, llevas un par de días raras - empezó directamente Aurora, sabía que a su amiga no le gustaba que la gente se fuera por las ramas.
-Es complicado - dijo y suspiró - Diego ha cambiado, creo que eso lo habrás notado, se ha vuelto un completo sumiso.
-Y te está hartando - completó Aurora, conocía muy bien a su amiga.
-Sí, sabes lo que opino acerca de las parejas, deben ir el uno al lado del otro, no uno delante y otro detrás - dijo molesta.
-¿Se lo has comentado a Diego?
-No, y quiero tu ayuda para idear un plan con el cual él reaccione, sé que si lo enfrento directamente, se asustará, se sentirá aún más inseguro y todo será peor.
-O tal vez no, a veces lo que uno necesita es chocarse de frente, tal vez al ver el problema, pueda solucionarlo de apoco.
-Mejor dejemos eso como segunda opción - aseguró Aria - ¿alguna idea para empezar?
Aurora le dió alguna ideas de cómo mandar alguna indirecta a Diego, tanto en palabras como hechos, provocar que él mismo se dé cuenta de su comportamiento y lo corrija, o llevarlo al extremo para que reaccione, incluso sugirió añadir a Andrew en los planes, para que él también le mandara alguna indirecta, o incluso alguna directa, no era lo mismo que se lo dijera un amigo que su pareja.
Una hora después, volvieron al hotel, allí ya las esperaban todos para irse, y eso hicieron, debían reunir las plantas necesarias para la poción Sfimiurs, además de que aprovecharían la ocasión para ir al pueblo de las hadas Silvist y preguntar por las brujas que fueron a los bosques de Silverst, con suerte obtendrían alguna pista.
El grupo se dividió en dos, los miembros del consejo y Aurora se dedicarían a recolectar las plantas necesarias para la poción, y otras que podrían ser necesarias para crear la poción que la revirtiera; por otro lado irían Andrew, Aria y Diego, los cuales irían al pueblo de las hadas Silvist, Andrew conocía al rey de esa zona, no mucho, pero igual que con todos los líderes, eran aliados.
Por el camino, Aria repasaba en su cabeza las sugerencias que le había dado Aurora, además sabía que ella había hablado con Andrew para que él también lo dejara caer, por eso se había alejado ligeramente de ellos, para que él pudiera hablar con Diego sin ella estar presente, por lo que su pareja podría estar más confiado.
-Diego, ¿te puedo comentar una cosa? - le preguntó Andrew.
-Claro, ¿qué pasa? - le respondió.
-Amigo, cada vez te comportas más sumiso, ya casi no haces nada si Aria no te dice que lo hagas - Diego miró hacia atrás y pudo apreciar que ella estaba a algo de distancia, supuestamente, mirando unas plantas.
-No quiero perderla, tú lo sabes - le afirmó en medio de un suspiro.
-Pues me temo que eso es lo que estás consiguiendo, conoces a Aria, a ella no le gusta la gente con esa actitud.
Andrew tenía razón, Diego lo sabía, pero ella no le había dicho nada, y Aria solía ser muy directa, cuando algo no le gustaba, lo decía claramente, por eso, si hubiera algún problema con su actitud o a ella no le gustase, se lo diría, ¿no?
-Hemos llegado - anunció Andrew.
Delante de ellos se extendía un pequeño pueblo entre los árboles, las hadas Silvist no eran las hadas más pequeñas, pero tampoco eran grandes, las más altas apenas superaban el medio metro, por lo que sus casas no eran muy grandes y entraban perfectamente entre los troncos o las raíces de los árboles.
Los tres fueron pasando con cuidado entre las calles del pueblo, eran muchos los pares de ojos que los observaban con curiosidad, hacía mucho tiempo que no tenían visitantes, y por lo general siempre eran ninfas del bosque, no licántropos enormes, al menos a su parecer.
Pronto encontraron el hogar del rey de las hadas, a pesar de ser solo un pueblo, era el más grande de la región, de ahí que su residencia estuviera allí. No tuvieron problemas para entrar y poder hablar con él, el cual se comprometió a ayudar, pero desde un inicio avisó que ya había preguntado a todo el reino y nadie sabía nada, lo cual desmotivó un poco a los chicos, pero no se darían por rendidos.
-Hola preciosa - le dijo un hada a Aria, la cual frunció el ceño.
-¿Qué quieres? - preguntó secamente Aria.
-Conocerte mejor - le respondió.
Aria miró disimuladamente hacia atrás, a donde estaba Diego, el cual, aunque intentaba disimular que no los estaba escuchando, estaba atento atento a todo, lo cual no pasó desapercibido para ella. Un hombre se le estaba insinuando y él no hacía nada, eso ya era el colmo, se acabó la sutileza, debió haber iniciado directamente con el plan B, debió ser fiel a sí misma y no intentar suavizar las cosas, no iba a cometer el mismo error dos veces.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top