Capítulo 1: El Hallazgo.
Era una fria mañna de lunes, el tono gris del dia era complememtado por una fresca brisa de otoño, Maria llego hasta dónde era su lugar de trabajo; la mansión de la Familia Martínez.
Se adentró en la lujosa mansión, con su uniforme de empleada de servicio impecablemente planchado. María llevaba bastantes años trabajando en la mansión del señor Martínez, un hombre adinerado, muy reconocido en el pueblo pues era dueño de una enorme fabrica sierras eléctricas. Una fábrica que brinda empleos a centenares de personas, no solo eso, también era dueño de una línea de gasolineras enteras y por ultimo también era propietario mueblería con sucursales en varias partes del país.
María siempre describía a su jefe como un hombre de bien, serio, recto, pero de buen corazón.
El ambiente por la mansión solía ser agradable, sin embargo, ese día algo era diferente. Un silencio inusual reinaba en la casa, generando una sensación de inquietud en el aire. María avanzo por los pasillos de mármol, suavemente rozando las paredes mientras sus pasos resonaban en el gran vestíbulo vacío. Se dirigió hacia la cocina y para su sorpresa no se encontró con Roxanne la empleada que debía estar cubriéndola, eso la extraño más, pues tampoco se había encontrado con Jaime; el mayordomo ni con Martin, el guardia de la entrada principal.
Sin dudas algo debía estar pasando.
Se dirigió hacia el estudio del señor Martínez, ese lugar prohibido y misterioso al que solo se aventuraba cuando era estrictamente necesario o cuando su jefe la requería. Pero eran muy pocas veces en la que María ingresaba allí.
Empujo levemente la pesada puerta de caoba, revelando un ambiente oscuro en el que solo la luz de una lámpara de escritorio iluminaba la habitación. El señor Martínez solía pasar horas enteras trabajando entre documentos y papeles, o en algunos casos en reuniones con algún que otro empresario. Pero ahora, solo encontró el silencio mortal que anunciaba la tragedia.
El corazón de María se aceleró al ver el cuerpo sin vida del señor Martínez tendido en el suelo. Su rostro pálido y su expresión de sorpresa congelada en el tiempo. Un grito ahogado escapo de su garganta mientras retrocedía cubriéndose la boca con las manos.
Tras unos minutos de puro pánico, María comenzó a recuperar su compostura y decidió salir del estudio para dirigirse a la sala, tomó impulso y levanto el teléfono de línea que descansaba sobre una pequeña mesa. Desesperada, marco el teclado, a duras penas logro comunicarle al operador lo que había acontecido, antes de colapsar en uno de los sillones por la tensión y el miedo que la habían invadido.
En cuestión de segundos su cabeza era un total caos que la habían generado un enorme dolor, la incertidumbre era enorme. Preguntas y más preguntas se cruzaron por su mente.
Minutos después, la mansión se llenó de luces y personas uniformadas. Los policías comenzaron a inspeccionar la mansión y los alrededores. El comisario del pueblo, el oficial Jackson Romero llego a la escena.
Inmediatamente fue informado por sus colegas lo acontecido.
—Una empleada de servicio llamo al número de emergencias reportando el hallazgo de un cuerpo sin vida—explico uno de los policías—. El cuerpo sin vida pertenece al multimillonario Ricardo Martínez, quien presuntamente falleció a causa de una herida de bala en la cabeza.
—¡El señor Martínez muerto! —exclamo el comisario Romero mirando hacia donde se encontraba el cuerpo, allí el personal de criminalística se hallaba analizando el cadáver y el lugar.
—Una empleada de servicio, quien estaba ingresando en su turno.
—¿Dónde se encuentra la empleada? —pregunto el comisario.
—Se encuentra en la sala señor comisario. Su nombre es María.
El comisario asintió y se dirigió hacia la sala, allí se encontraba María secándose una lagrima con un pañuelo, seguía sin asimilar el hecho de haber encontrado a su jefe sin vida.
—Buenos días María, soy el oficial Jackson Romero—se acercó el comisario—. Me gustaría hacerte un par de preguntas.
María levanto la vista para encontrarse con el oficial.
—Si es que te encuentras en condiciones, es de vital importancia para iniciar la investigación.
—Lo hare—dijo María se puso firme desde el sillón para comenzar con el interrogatorio.
El comisario tomo otro sillón para quedar frente a frente con la empleada, llamo a otro oficial para que tome nota del interrogatorio.
—Bien María, comenzamos—espeto el uniformado—. ¿Cuál es su nombre completo?
—María Elizabeth Rodríguez.
—¿Hace cuánto tiempo se encuentra trabajando en esta casa?
—Hace más de quince años.
—¿Cuál es su función?
—Pues soy una empleada doméstica, desempeño funciones en la cocina y la limpieza.
El oficial tomaba las notas atentamente.
—¿Puede decirme cuando fue la última vez que vio al Señor Martínez con vida? —pregunto esta vez el comisario.
María suspiró antes de contestar:
—Fue el día viernes, antes de tomar mi fin de semana libre.
El comisario solo asintió con la cabeza.
—¿Puede describirme como encontró el cuerpo?
—Pues, yo llegue a la casa para iniciar mi turno—la voz de la empleada temblaba levemente—. Cuando ingrese a la casa note que algo andaba mal, no había nadie, ningún personal. Ni siquiera Jaime el mayordomo del señor Martínez.
—Eso es cierto, ni siquiera se encuentran los guardias—complemento el comisario extrañado por esa situación—. Prosiga por favor.
—Cuando me percaté de la ausencia de los demás, me dirigí al estudio de mi jefe—el pánico se apodero de la mujer al recordar la escena—. Encontré la puerta entreabierta, la abrí y allí estaba el señor Martínez tendido en el piso, sin vida.
El oficial termino sus anotaciones.
—Gracias por responder a las preguntas—dijo el comisario—. Quisiera pedirle un último favor.
María asintió lentamente.
—Necesito una lista de todos los empleados, tenemos que hablar con todos—explico Romero—. Ese será nuestro punto de partida.
—Así será.
El comisario asintió y se puso de pie para ir de nuevo al estudio para hablar con la gente de criminalística. María por su parte se puso de pie para dirigirse a su habitación, allí dentro abrió uno de sus cajones para sacar una carpeta, allí tenía una copia de la lista de todos los empleados. Algo que el señor Martínez le había confiado a ella y a Jaime.
Con la cabeza llena de incertidumbres sobre lo que sucedería de ahora en adelante, María regreso a la sala para entregar la hoja al policía que se hallaba aguardando.
—Aquí tiene—entrego la hoja—. Allí tiene los nombres de todos los empleados con sus correspondientes datos.
El policía asintió con la cabeza y se retiró de la sala. María se quedó allí pensativa sobre lo que haría, prácticamente no había nada que hacer. La mansión estaba repleta de uniformados examinando cada rincón, buscando alguna pista que pueda ser útil en el intento de hallar al homicida de su jefe.
María dejo caer un largo y cansado suspiro antes de regresar a su habitación, se encerró allí. Tomo el teléfono que se encontraba en su noche de mesa, sin pensar dos veces marco el número y llamo a la señorita Sofía Martínez.
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