Expediente 2.-Lo más lóbrego del pensamiento
Faltan tan solo siete minutos para la medianoche del día en que habré de morir. Solo siete minutos para organizar lo que, durante los últimos cinco años no he sido capaz de hacer. Faltan... Seis minutos y medio...
Os preguntaréis cómo llegué a saber, con tan poco error de margen, la hora exacta de mi muerte. La explicación, aunque sencilla, no es tan fácil de responder. La cuestión radica en que no es la primera vez que he muerto. Ya ha sucedido un buen montón de veces.
No. No os estoy engañando. ¿De qué me serviría a estas alturas? Todo lo que estoy contando es cierto; tan cierto como que ya no quedan más que cinco minutos para el final, así que si de verdad os interesa escuchar el cómo y el por qué de mi relato, creo que habré de darme un poquito de prisa.
La verdad es que ni yo mismo entiendo por qué sucede, pero sé (la experiencia de haberlo sufrido es mi mejor aval), que en cuanto muera, volveré a despertar y este ciclo se repetirá una y otra vez. Quizá por toda la eternidad. Además, siempre ocurre el mismo día del año y a la misma hora. El 3 de septiembre a las 00:00 horas. Exactamente cada cinco años.
El tiempo parece volar a veces, ¿no os ha pasado nunca a vosotros eso? A veces los minutos se dilatan de tal forma que llegan a parecer horas y otras veces sucede lo contrario, las horas se convierten en minutos y tu vida se transforma en el paisaje borroso que puede verse a través de la ventanilla de un tren de alta velocidad.
Creo que estoy divagando y ya solo me restan tres minutos para la hora señalada.
Es divertido, ¿verdad? A mí por lo menos me lo parece. Dentro de un instante moriré y al despertar tendré de nuevo otros cinco años por delante para tratar de hacer las cosas que nunca lograré terminar por falta de tiempo. Así sucede desde hace ya casi ochenta años. Sí, ochenta años, habéis entendido bien.
Que contrasentido, ¿no os parece? Cuando no disponemos de tiempo nos apresuramos en abarcarlo todo y cuando el tiempo nos sobra lo dejamos para otro momento. Un verdadero desatino. Claro que la vida está llena de ellos, ¿no creéis? El mayor desatino de todos es contaros esto a vosotros, sin ni siquiera saber quién sois, ni si me estaréis escuchando o en este caso, leyendo.
Un minuto y todo acabará.
¿Os imagináis que, por un casual, esta sea la última vez que despierte y mi muerte sea definitiva?
¡Menuda putada sería eso! ¿No? Al pensarlo un escalofrío ha recorrido mi columna vertebral hasta erizar los pelillos de la base de mi cráneo.
¡Joder! Ahora no puedo quitarme de la cabeza esa estúpida idea y el reloj no se detiene. Un minuto y la cuenta atrás continúa inflexible.
¿Despertaré esta vez? ¿Acaso aquí termina todo?
Treinta segundos.
Mi pulso se acelera. Quince segundos... Ahora ya son diez...
He de pensar en otra cosa o me dará un ataque al corazón... ¡Cinco segundos!
4,3,2...
¡Oh, Dios mío!...
1...
Francis Wayne murió de un infarto al corazón el día 3 de septiembre a las 00:00 horas.
No volvió a despertar.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top