Tormentosa espera
El príncipe Yun quedó solo en la habitación mientras su conflicto interno crecía con cada segundo. Una parte de él le decía que era lo mejor, ya que así la voz de los chismosos llegaría a oídos de su familia y sabrían que él estaba bien. Por otra parte, no deseaba armar un escándalo innecesario y menos cuando se sentía perseguido por seres diabólicos que amenazaban a diestra y siniestra.
«Tendré qué esperar a que el universo actúe según lo que convenga. Necesitó llegar a casa pronto —se dijo Yun mientras se recostaba —Además... ojalá se me permita verla, necesito enterarme de todo, no por boca de una enfermera, sino con mis propios ojos».
A esos pensamientos rondando su cabeza, uno más se sumó a sus tormentos. Aquella incertidumbre de pensar si fue él quien falló buscando al Fenghuang, o si su padre tenía razón y esa ave legendaria no era más que una simple simbología en la que el pueblo de China ponía su fe.
«Pero... los dragones, la armadura... —Yun sacudió sus pensamientos—. Estoy muy confundido, porque ni con esa armadura y espada, ni con la fuerza que adquirí en combate pude siquiera ver al Fenghuang, mucho menos tomar una de sus plumas. Me siento en un abismo de dudas que no tendrán explicación».
Mientras tanto, los eufóricos y finos pasos se movilizaban desde una de las habitaciones de cuidados intensivos hacia la oficina del médico especialista. La emoción que sentía no la dejaba ni respirar que se apoyó en la pared con una mano en el pecho debido a lo que estaba sintiendo.
«Por mi madre, le estaba coqueteando al príncipe... ¡Abofeteé al príncipe! ¡Me voy a ir al infierno!», pensaba ella mientras se disponía a correr en el pasillo principal para llegar a la oficina del médico.
Dicho y hecho, al menos todo el cuerpo de curanderos y médicos se había enterado del ingreso del príncipe Yun Qing. Por un momento todos estancaron sus labores para congregarse en la habitación donde él estaba alojado.
Las murmuraciones sobre el honor que representaba aquello no podían faltar, además del alarde del médico encargado resonaba a viva voz, engrandeciendo el nombre del hospital a cada dos frases.
Cuando Yun se dio cuenta, las reverencias se hicieron presentes y la gente no cabía en la habitación; algunos intentaban observar desde afuera, pero sin éxito alguno. Las personas estaban más que emocionadas de tener allí a uno de los príncipes de Ciudad Prohibida. El médico jefe reubicó a todos en sus actividades y él mismo se ofreció para atenderlo personalmente; no cabía en su asombro.
Yun por su parte, no se sentía muy cómodo con la situación, porque enseguida lo trasladaron a la recámara más cómoda, lo acostaron en la cama más lujosa que poseía el hospital y los cuidados que comenzaron a tener con él no se asemejaban al que había tenido mientras estaba de incógnito.
En cuanto todo el personal se retiró hacia sus quehaceres, el médico se quedó un momento más atendiendo al príncipe.
—Su majestad... ¿Hay algo más en lo que pueda servirle? ¿Todo está bien con su estancia? —inquirió con una amplia sonrisa, su cuerpo inclinado y las manos juntas.
—La verdad, sí hay algo —comentó Yun.
—Para usted lo que sea, majestad. Solo pídalo y se le concederá —afirmó el médico mientras entre los dedos de una mano, jugaba con uno de sus largos bigotes.
—Necesito ver a la señorita Wu Siu de inmediato —demandó con seriedad.
—No me niego a su petición ...pero su alteza, me temo que tendrá que esperar al menos un par de horas para verla, ella está siendo intervenida en estos momentos. Verá, sus heridas son muy profundas, tanto que hemos tenido que coser las cortadas una a una y esperar cierto tiempo entre operación, eso no ha sido trabajo fácil, y lamentablemente no ha salido del coma en el que se encuentra. Justo ahora están terminando. Espero que me comprenda, majestad.
—Comprendo, entonces en cuanto se pueda necesito que me lleve hasta ella, por favor —Yun se pasó una mano por su frente perlada de aquel sudor ocasionado por los nervios que lo consumían.
—Si desea puedo hacerle aire con este abanico —ofreció el médico mientras tomaba aquel objeto de largas plumas y demás materiales para comenzar a soplar.
—No es necesario, de igual manera agradezco su gesto —dijo Yun mientras elevaba su mano para que el médico se detuviera.
—Por supuesto, entiendo. Señor, es un honor tenerlo aquí. Estaré pendiente de lo que necesite en el momento que lo desee. Usted solo dígalo —aseguró el médico.
—Solo deseo que haga todo lo que esté a su alcance, para salvarle la vida a ella —pidió con la voz entrecortada.
—Descuide mi señor, ella está en buenas manos —dijo el médico con una reverencia y se dio la vuelta para encaminarse fuera de la habitación.
—Ah, algo más... En el momento en que pueda verla, necesito un carruaje. Como sabrá me es preciso llegar al Palacio lo antes posible. Seguramente usted y toda China ya saben lo de mi madre.
—Un lamentable hecho, ella siempre fue bondadosa con todos. Ante usted presento mis condolencias —comentó cabizbajo—. Con respecto al otro tema, como usted diga, majestad; con permiso.
El médico se retiró con mucho respeto y en cuanto salió, a lo lejos se escuchaba su voz gritando y regañando posiblemente a todos miembros curanderos. Yun negó a sí mismo con decepción. La vida medía el valor y el respeto hacia otros solo por su cargo o renombre, cuando todos deberían ser tratados por igual.
Yun suspiró y se dispuso a esperar con paciencia alguna noticia de Siu, pero aquel "par de horas" se duplicó. La hora de su tratamiento de acupuntura llegó y aunque le preguntó mil veces al médico este le daba respuestas vagas y carentes de credibilidad. Todo eso, sumado a su sentimiento de luto y decepción consigo mismo sólo incrementó su malestar de desesperación.
El ocaso había llegado y también la hora de la merienda para el príncipe. De tanta insistencia que Yun tenía con el tema de su amiga, el médico quizá harto por las demandas de él, envió nuevamente a la enfermera que lo había abofeteado en la mañana. Seguramente ella le diría la verdad, puesto que con anterioridad ya lo había hecho.
La enfermera entró y reverenció debidamente para luego colocar la bandeja dorada en la mesita que estaba junto a la cama del príncipe. Él la miró debatiendo si debería preguntarle, aunque era obvio, porque no tendría otra oportunidad.
—Señorita enfermera, ¿tiene un minuto? —preguntó y la chica volteó a verlo con nerviosismo, para esconderlo con otra reverencia más.
—Sí, alteza por supuesto —respondió como si fuera un robot.
—Hace horas el doctor no me da respuesta de mi amiga Wu Siu... ¿Cómo se encuentra ella? ¿Está estable? ¿Ya volvió en sí?
La enfermera quedó paralizada por unos instantes ante la pregunta y tragó grueso. Pero, ahora que se trataba del príncipe sabía que no podía negarle la información, así que levantó su mirada y lo vio a los ojos.
—Tal vez no soy la indicada para hacerle saber esto, alteza. Pero usted me prometió cuidar mi puesto y sé que actuará con prudencia con esto que le voy a contar —ella se aclaró la garganta para proceder—. Hace unos momentos el doctor la dio por muerta y ya no nos dejó acercarnos a su cuerpo. No sé qué procede, pero yo espero que él le dé la noticia personalmente.
Yun tragó grueso, su corazón no soportaba una decepción más a las tantas que tenía acumuladas.
«Muerta... Eso no puede ser, no pienso creerlo hasta que lo vea con mis propios ojos», pensó Yun mientras sus manos se empuñaron con impotencia y se disponía a levantarse de aquella cama.
-_-_-_-_-_-_-_-_-_-
Continuará
-_-_-_-_-_-_-_-_-_-
¡Hola, aquí con un nuevo capítulo!
Dios mío, esa noticia es muy fuerte para el príncipe y todo parece ir en contra de lo que anhela ¿Qué ocurrirá? Descúbrelo en el próximo capítulo.
¡Gracias por leer!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top