Recuperando lo que se ha perdido

El poder de ambos había acrecentado a niveles inimaginables. Luego de que Yun enfrentara otra horda de dragones oscuros, pudo hacerlo por él mismo y sentía que la energía seguía saliendo desde su alma, era como si al vencer a uno su aura se revitalizara, no podía explicarlo mejor, pero así era.

En el interior de la casa, Siu se dedicó a sanar las heridas de cada persona que lograba liberar de aquella maldición tras haber sido víctimas de esas bestias con sed de sangre. Llegó un punto en el que ella había caído desmayada, a diferencia de Yun, sentía que sus energías se drenaban con cada persona a la que volvía a la vida.

El trabajo había concluído y Yun llevó a Siu hasta su cama para que reposara. Las personas, agradecidas habían llevado tributos a los dos héroes que los habían salvado, para luego retirarse hacia sus casas.

La aldea ya estaba recuperada, pero seguía preocupada por la que una vez había considerado "asesina", pues se dieron cuenta de que no era así, era su protectora, su salvadora, siempre lo había sido desde muy pequeña.

—¿Te encuentras mejor? —preguntó Yun, mientras le ofrecía un poco de agua a la joven.

Siu se sentó en la cama para recibir el agua y tomó como si su vida dependiera de ello.

—Gracias, estoy mejor, en serio —contestó ella con una débil sonrisa.

Yun acarició su cabello y ella se dejó consentir

—¿Cómo están todos? —inquirió Siu.

—Mucho mejor, gracias a ti —dijo un orgulloso Yun, pero volteó a ver hacia algún punto de la casa—. Aunque... Creo que casi nos olvidamos de algo muy importante.

Siu se descolocó y volteó a ver qué era a lo que él se refería. Su corazón dio un vuelco enorme en cuanto vio aquellos dos cúmulos de escamas olvidados durante más de un mes y los ojos de la chica se llenaron de lágrimas, pero ella cubrió sus ojos. Yun solo se limitó a abrazarla.

—Soy una estúpida, ¿cómo no me fijé primero en ellos? Deben estar sufriendo mucho y casi me olvido por completo —se quejó entre sollozos.

—Vamos, Siu... Estuviste pensando en todos, no te martirices así, ahora mismo puedes hacerlo. Piénsalo, los volverás a ver —Esa última frase hizo la diferencia, Siu se calmó y vio a Yun, quien ya le estaba sonriendo.

Ella sonrió de lado y se levantó para dirigirse hacia aquellos dos que esperaba volver a ver con vida. Se inclinó ante ellos y cerró una vez más sus ojos para actuar con el talismán, ese que brilló por enésima vez ese día y así hizo su magia.

El corazón de Siu latía desbocado y Yun se colocó detrás de ella, viendo en primera fila aquel espectáculo de vida. Las escamas fueron desapareciendo y en medio de esa gran luz, salieron a relucir las dos figuras familiares a los ojos de Siu, que casi brinca de la emoción al verlos ahí, tan indefensos y con el frío provocado por las secuelas de ese mal.

La joven no lo dudó más y actuó de inmediato para devolverles su total salud. En cuanto el pendiente dejó de brillar, ese que había pasado de estar en el pecho de su madre, luego al de su padre, comenzaron a despertar abriendo los ojos con lentitud y al fin habían recuperado la consciencia.

—¡Madre, padre! ¡Están con vida! ¡Sabía que los encontraría de nuevo, yo lo sabía! —Siu no dudó en abalanzarse ante ellos por la dicha de tenerlos de vuelta, aunque el señor y la señora Wu parecían confundidos, se vieron a los ojos extrañados, pero luego no pudieron dejar de abrazar a su hija.

—Hija... Siento que he despertado de un largo sueño. Todo era oscuridad y tinieblas —explicó el señor Fong mientras se rascaba la cabeza.

—Yo me siento igual, Siu... Aún me siento mareada, como si hubiera ido a correr por todo el monte Yumai —musitó la señora Guen— ¡Por todos los cielos, esta casa está hecha un desastre! —comentó de un momento a otro, distraída por el polvo—. Es como si nos hubiéramos dormido por años, es un total desorden.

Ambos progenitores de la chica, se levantaron de inmediato y comenzaron a inspeccionar la casa. En verdad parecía que ellos se hubieran ido por mucho tiempo.

—Es que... en realidad sí estuvieron ausentes mucho tiempo, padres ¿Acaso no recuerdan nada? —inquirió Siu y tragó grueso ante aquello.

—Hija —dijo el señor Fong—. En verdad no nos acordamos de nada, pero te creo que sí estuvimos durmiendo. Al menos yo me siento muy extraño, como si mi cuerpo estuviera aún débil.

—No solo a ustedes les ocurrió esto —contestó Yun—. Toda la aldea fue víctima de un ataque de dragones.

El señor y la señora Wu se sobresaltaron.

—¿Y cómo fue que ocurrió eso? Si el dragón es nuestro protector —analizó la señora Guen.

—Exacto, ¿acaso se habrá enfurecido con su pueblo? —inquirió el señor Fong cruzado de brazos.

—Eso... es algo para lo que no tenemos respuesta, padres —respondió Siu, cabizbaja

—Estamos por descubrirlo, con mis hermanos tenemos una idea, pero no es algo seguro. Tenemos que ir a Ciudad Prohibida, mi padre puede estar en peligro —dijo Yun con angustia.

—Jovencito... ¿Y de dónde había dicho que venía? —Yun estuvo a punto de decir la verdad, que una vez fue el príncipe menor de Ciudad Prohibida, pero a tiempo la madre de Siu intervino y no lo dejó responder.

—Por cierto... Vaya, joven, gracias por estar al lado de Siu en los momentos en que no hemos podido estar para ella —La madre de la joven hizo una reverencia y pronto se les quedó viendo con detenimiento, al igual que su padre—. No me digan que... ustedes dos son...

—Madre... ¡Pero qué cosas dices! —Siu comenzó a reír y el rostro de Yun se tiñó de rojo.

—Vaya... ninguno de los dos lo negó, querido —La señora Guen volteó a ver a su esposo y ambos se vieron con complicidad, para tomar la mano de Yun y la de su hija.

—Tienen nuestra aprobación, solo espero que la trate con respeto en todo momento, nada de propasarse y todo irá bien —espetó el señor Fong.

Siu y Yun casi se mueren de la vergüenza en ese instante, pero Yun despabiló, dejó su casco a un lado y tomó las manos de sus ahora suegros para responderles.

—Yo prometo cuidar de Siu todo lo que me quede de vida, jamás haré algo que le cause ningún daño. Es una promesa que cumpliré para siempre —La respuesta había derretido a los padres de la chica.

El señor Fong asintió complacido y la señora Guen reverenció ante aquella relación aprobada.

—Madre, padre... Muchas gracias —Siu no dudó en lanzarse para abrazarlos, mientras Yun observaba la escena conmovedora, pero pronto sintió un tirón por parte de ambos padres para que él se uniera al abrazo.

—Pero entonces... ¿Tanto tiempo ha pasado? —inquirió la señora Guen.

—Más de un mes, madre... —contestó Siu, cabizbaja.

—Pero qué cosas hija, ¿dónde pasaste todo este tiempo? —inquirió curioso el señor Fong.

—En... —dijo Siu, pero las palabras no pudieron salir de su boca.

—Mi casa: El palacio de Ciudad Prohibida —respondió Yun y tragó grueso, porque ambos señores comenzaron a analizar la situación.

—Entonces eso quiere decir... que usted es... —El señor Fong casi estaba dandole al clavo de la razón.

A tiempo, la presencia de más dragones amenazó los alrededores de la ciudad vecina. Siu se llenó de angustia y el pendiente comenzó a brillar ante los ojos de todos.

—Hija... tu pendiente está brillando, justo cuando te lo obsequiamos —La señora Guen estaba sorprendida.

—Padres... Les prometo que les contaré todo, pero hay una emergencia grave en toda China. Aclararé todo... Si es que sobrevivo —Siu besó la frente de cada uno de sus padres y tomó a Yun de la mano, quien solo se limitó a tomar su casco y a agitar la mano en son de despedida.

Ella y él se habían ido armados y ahí la pareja de señores supo que iban hacia una batalla inevitable. Los señores Wu se quedaron agitando la mano con distracción y perplejidad. Luego se dedicaron una mirada cómplice y se acercaron para tomarse de los brazos, con cierta melancolía en sus corazones.

—Si supiera que nosotros también tenemos algo que decirle ¿Cuándo le podremos decir que ella es...? —dijo la señora Guen entre un suspiro.

—Espero que vuelva con bien para que lo sepa de una vez por todas —respondió el señor Wu y la pareja de señores se fundió en un abrazo.

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Continuará...

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