Ilusiones construidas

Los príncipes Shun y Jin se habían retirado a sus respectivas habitaciones, mientras charlaban acerca del festival y del nuevo compromiso del heredero. La sala principal, esa donde habían compartido tal ceremonia, habían quedado Heng y Yun. Ni siquiera los sirvientes habían quedado por los alrededores.

—Me tienes más que decepcionado ¿Cómo pudiste hacernos quedar mal? Y pensé que seguirías los pasos de Shun, pero cada vez te pareces más a Jin. Me ofendiste con tu conducta y espero que analices tus actos, Yun —espetó Heng mientras caminaba de un lado al otro.

«Bueno padre, tal vez no quiero parecerme a Shun en lo absoluto, tal vez deberías dejar que yo decida quien quiero ser de una maldita vez». Yun apretaba los labios con impotencia y frustración, deseaba poder alegar su derecho a ser feliz, a parecerse a quien él más quisiese y a no tener que rendir cuentas de sus actos todo el tiempo.

—Siento mucho haberte ocasionado otra molestia, padre —Se disculpó con una leve reverencia.

—¿Eso es todo lo que tienes qué decir? —cuestionó con su tono de voz cada vez más molesto.

—No volverá a pasar —prosiguió Yun, para ver si de una vez lo dejaba en paz.

—Quiero que me expliques lo que te llevó a hacer eso ¿Dónde carajos te metiste? —volvió a cuestionar Heng, esta vez soltando la pregunta que menos deseaba que saliera de la boca de él.

—Pues, solo fui a caminar por... —La estridente voz de Heng no lo dejó terminar.

—No me digas que te viste con la arquera que trajiste al palacio, Yun —Los ojos de Heng hervían de desprecio.

—No, ella no tiene nada que ver en esto, yo solo quería salir a tomar aire —mintió para no empeorar las cosas y para protegerla a ella.

—Hasta no tener pruebas de lo contrario me veo obligado a creerte, pero me está costando demasiado. Te he dicho que entablar amistades con la plebe no es de un príncipe respetable. Si a tu hermano Jin le he pasado el hecho de que se de sus escapadas, es porque él tiene a su cargo asuntos de la ciudad expresamente y me ha fallado excediéndose, ese asunto ya es entre tu hermano y yo, pero tú no tienes esa necesidad, Yun. Tu deber está aquí, dentro del palacio ¿Tendré que repetírtelo más veces o lo comprendes?

—Lo comprendo, padre —Yun empuñó sus manos, el enojo subía desde su estómago hasta su rostro y le costaba mucho contenerlo, pero lo descolocó que su padre de inmediato lo abrazara con brevedad para quedar frente a frente.

—Hijo, si te digo esto es por tu bien, no me gustaría que tomaras el camino equivocado en tu vida. Tienes mucho por hacer aquí, al menos antes de que decidas casarte con una dama de tu clase —Algo se removió en el estómago al escuchar esas palabras, pero no quiso evidenciarlo.

—Entiendo, padre, sé que solo te preocupas —Yun se tragó sus reclamos y aprovechó para preguntarle— ¿Aún planeas comprometernos a la fuerza? —inquirió Yun, con la ansiedad estrujando su corazón.

—No a la fuerza, para fortuna de ustedes —respondió de inmediato—. Tanto Jin como tú podrán salir a elegir a quien deseen, siempre y cuando estemos seguros de que no sean del bando que nos atacó y que sean de sangre noble. Eso sí, deben apresurarse, necesitamos unir lazos para preparar un buen contraataque ante aquellos que dañaron nuestras tierras y conspiraron contra An.

Yun se quedó analizando las palabras de su padre, en verdad le molestaba casarse por las razones equivocadas y quizá si no estuviera enamorado de Siu, aquello lo vería como una misión más para vengar la muerte de su madre y de las vidas que se perdieron aquella tarde gris para Ciudad Prohibida.

—Les dejé esa tarea hace un mes y no veo que traigan a nadie aún, tampoco mis ninjas han traído información sobre la tropa atacante, mucho menos de las bestias. En fin... Espero que estén en busca de sus respectivas futuras esposas —prosiguió Heng en vista de que Yun no le respondió.

Heng posó su mano en la espalda alta de Yun y ambos comenzaron a caminar en dirección de las habitaciones reales.

—Mañana mismo saldremos a buscar opciones, debemos ser cuidadosos para no caer en las garras de la familia noble que nos atacó. Jin tiene la descripción exacta de las armaduras de los atacantes de aquella tarde —respondió Yun y pareció ver a su padre complacido.

«Por supuesto que no iré a buscar futura esposa, no renunciaré a Siu nunca», se dijo para sus adentros, porque en realidad sus planes eran muy diferentes a lo que le acababa decir a su padre.

Ya tenían prevista una encrucijada con Jin para buscar la raíz de aquellos dragones malignos, que se parecían mucho a los de la oscuridad de la antigüedad y nada en sus planes incluía buscar esposas, pero esa era la excusa perfecta para salir del palacio sin que su padre pusiera objeciones. Nunca él le había puesto las cosas tan fáciles para tener la oportunidad perfecta de salir con Siu para la búsqueda de sus padres.

—Bueno, hijo. Te dejo para descansar, medita bien todo lo que te hablé esta noche y que no se repita ese comportamiento —dijo Heng con suavidad en sus palabras.

—Así lo haré, padre. Pasa buena noche y descansa —se despidió Yun con una sonrisa ladeada, de alguna manera odiaba mentirle a su padre, pero sentía que no le quedaba alternativa.

En cuanto Yun entró a su habitación, suspiró de alivio, las conversaciones con él siempre lo dejaban sumamente estresado. Encendió un incienso para intentar tranquilizarse, se despojó de las finas y arrugadas ropas de celebración, para entrar a su ducha personal, necesitaba deshacerse del estrés para pensar con mayor claridad todo lo que había pasado ese día.

La imagen del rostro de Siu se le presentó, seguida de la sensación de sus finas manos acariciando su rostro y rodeando su cuello para recrear en su mente aquel beso deseoso que rápidamente lo hizo sentir un calor agradable por todo su cuerpo.

Mientras el agua recorría toda su piel, aquel escalofrío placentero se había albergado en su vientre una vez más con tan solo pensar en Siu, aquella joven que lo traía loco y por quien cometería las locuras que fueran necesarias con tal de estar con ella el mayor tiempo posible.

En lo privado de su aposento el pudor no existía, así que no pudo evitar dar rienda suelta a la imaginación de amar a esa chica en cuerpo y alma, con total libertad y saborear cada centímetro de su cuerpo, sin tapujos ni limitaciones. Sentía a flor de piel ese éxtasis que le provocaba imaginarse con ella, era incomparable, que tuvo que saciar él mismo el deseo ardiente de su pasión hasta que quedó exhausto, jadeando con sus ojos cerrados.

Despabiló para terminar de bañarse, salir de la ducha y secarse; ahí reflexionó lo que acababa de pasar y se dio cuenta de que estaba pensando en ella a otro nivel, que en verdad deseaba sentir su cuerpo de una manera más cercana, tanto que le aterraba no poder contener sus emociones si se llegara a hallar a solas con ella.

Rápido se dio una cachetada mental por no controlar sus emociones cuando se trataba de ella y en cuanto se puso su pijama, se desplomó en la cama para regodearse en sus ilusiones construídas gracias a poder verla a escondidas en la mañana. Ansiaba decirle que saldrían en busca de sus padres antes de lo que imaginaran.

(...)

En la penumbra de las afueras del palacio, estaban dos jovenes en la esquina de un edificio, besándose apasionadamente. La joven con ropas un tanto desgastadas suspiraba y jadeaba entre beso y beso, mientras que de la garganta de él salían gruñidos provocados por el placer de ese momento compartido.

—Dime otra vez que me amas —suplicaba ella con la voz entre cortada.

—Te amo, Lin, desde hace mucho tiempo, aunque te cueste creerlo es lo que siento —respondió él en el mismo estado que la chica.

—Es bello lo que sentimos y no me arrepiento de haberte amado en secreto tanto tiempo. Al final valió la pena saber que tú lo hacías también, Jin —aseguró Lin con las mejillas ruborizadas.

—Por supuesto que lo es —respondió el príncipe sin dejar de abrazarla—. Entonces que... ¿Vienes mañana conmigo a la misión que tenemos Yun y yo? Quiero estar más tiempo contigo.

Ella asintió de inmediato y se colgó de su cuello, acto que hizo reír a Jin, para besarla apasionado una vez más.

—Mañana prepara equipaje para al menos tres días, yo paso por tí, ¿te parece, amor?

La joven se ruborizó al escuchar como la había llamado y se rió bajito para empujar con timidez el hombro de Jin.

—Por supuesto que sí... Te estaré esperando, amor —Jin sonrió complacido y la estrechó entre sus brazos para ambos despedirse con un beso fugaz—. Regresa con cuidado, te observaré hasta que entres a tu casa.

—Claro, no me pasará nada, Jin. Descansa, sueña con lo nuestro —La joven le lanzó un beso en el aire y él hizo un ademán de atraparlo.

Lin entró a su casa y Jin al fin regresó a toda velocidad hacia el palacio. Trepó el gran muro de la entrada y al fin se encaminó hacia sus aposentos con una sonrisa de oreja a oreja, triunfante por lo embelesado que estaba con su ahora novia.

Jin no notó que alguien lo había seguido, observando sus movimientos, desde que salió del palacio, pasando por el momento íntimo que había compartido con Lin en las afueras y culminando con su regreso a su recámara. La figura humanoide parecida a una sombra se escabulló por los corredores del palacio para desaparecer entre la oscuridad de la madrugada.

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Continuará...

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