Parte 7

El Pasado es el Pasado

Se encontraban en la arena de combate, era de noche. Las antorchas alumbraban al público, y lo más importante, el escenario de la celebración del campeón. Enfrente del escenario, el cual consistía en una plataforma de madera de unos 4 metros cuadrados, con una escalera de entrada justo en el centro, todo soportado por troncos, que habían construido tras finalizar el combate de Roge y Jairo, se encontraba un pasillo, del que salieron varios luchadores, de entre ellos Ángel y Hugo peleando entre sí, maravillando al público con sus florituras, alumbrados por las antorchas que portaban las damas reales que salían con estos, seguidos también Kaila, Agustín y Yaiza, que también peleaban entre sí. Jairo no se veía por  ningún lado, pues se había marchado del estadio. Tras todos ellos salió Roge, que festejaba la situación peleando junto a sus amigos, demostrando sus florituras y dando a entender que no se había quedado atrás a la hora de entrenar. Este subió al escenario, acompañado de las damas con antorchas, para comenzar la ceremonia. Los gritos del público llenaban el ambiente.

-Bien, pues, como todos sabéis, ha llegado la hora de la ceremonia. Este joven muchacho, Roge Romero de Aznarepse, ha llegado lejos, de entre los 8 mejores espadachines jóvenes que han demostrado sus dotes en combate, Roge ha sido el vencedor.- Decía el organizador con el cono metálico, simulando un micrófono.- Ahora, damos paso a hacerte entrega de un premio muy especial. Además de 300 monedas de oro para Aznarepse...- Decía el organizador.

-Esto es nuevo.- Decía Viktor apreciando la ceremonia desde el público.

-Te haremos entrega de un tesoro muy valioso para el reino.- Dijo el organizador.

-¿No será...?- Dijo Lira.

-Es imposible que le entreguen eso a un joven tan imprudente.- Dijo Pedro.

-Bien, a petición especial de la reina, se te hace entrega de la Piedra Celeste.- Dijo el organizador.- Es un tesoro realmente valioso, espero que sepas darle buen uso.- Le dijo el organizador entregándole la piedra.

El público se quedó estupefacto al ver  la belleza de la piedra, era una gema azul grisácea, que brillaba con bastante intensidad, mucha más que la de las antorchas o las estrellas del cielo.

-¿Sabes por qué brilla, pequeño?- Dijo el organizador.

-¿Por qué?- Respondió el joven.

-Esta piedra será la que aporte luz al reino, por eso brilla incluso más que las estrellas.- Dijo el organizador.- Y ahora... ese poder es tuyo.- Dijo, poniéndole la piedra en la palma de la mano y cerrándola. 

-Dios mio... Eso es demasiado valioso para que lo posea Roge ahora mismo.- Dijo Viktor.

-La piedra elemental del rey Petrus...- Dijo Lira.

-Sin más que decir señores, así concluye esta ceremonia y un capítulo más en la historia de estos torneos.- Dijo el organizador.

Más tarde, los 3 jóvenes salieron de la arena y se reencontraron con los 3 maestros.

-Roge... debemos hablar.- Dijo el maestro Viktor.

-Maestro, si no le importa, necesito averiguar algo primero, si es por la piedra, cuídela usted en lo que vuelvo.- Dijo Roge entregándole la piedra.

-Esta bien, pero vuelve pronto, es tarde y mañana será el último día en Zul. - Dijo Viktor.

-Bien.- Dijo Roge, y se dirigió a un parque cercano de la arena.

La noche estaba tranquila, el cielo despejado y lleno de estrellas, que brillaban en la oscuridad. La arena se encontraba en lo alto de una montaña cercana a la ciudad, por lo que había una vista preciosa de esta, donde brillaban pequeños puntos de luz, que eran las antorchas. El viento aullaba tranquilamente, y mecía suavemente las ramas de los arboles. Había fríos bancos de piedra, y a su alrededor hojas caducas, que se habían caído de los arboles, y cubrían todo el suelo.

De la nada apareció Jairo, tras un árbol.

-Veo que eres curioso, después de todo.- Dijo Jairo.

-Habla, estoy dispuesto a escuchar.- Dijo Roge serio.

-Bien, es hora de que te cuente mi historia.- Dijo Jairo.- Yo fui un niño que creció en un barrio pobre, pero con una familia noble, después de  todo. Vivía en la casa Glassheart, la casa de mi padre. Mi padre era un amigo de Javier Moruno, el padre de tu amigo Hugo. Eran buenos amigos, hasta que en una misión, Javier abandonó a mi padre. Entonces el se sintió solo ante el peligro, los bandidos le atraparon, y entonces, Yuine, el padre adoptivo de Ángel, lider del gremio de asesinos Alpha le logró salvar. A cambio, le pidió una cantidad excesiva de dinero, pero mi padre no se la pudo otorgar. Así que Yuine me tomó a mi como pago, mi padre me llevó a aprender con el las artes de las armas, y allí conocí a Ángel. Los bandidos, al ver que mi padre estaba a salvo, y que Yuine acabó con algunos de los suyos, tomaron represalia quemando la casa Glassheart con mis padres dentro, por eso lo sé todo, conozco a Ángel, o más bien a Alpha, que no recuerda bien como fue su infancia, y también a Hugo, pues llegué a conocer a su padre.

-Así que Ángel es hijo adoptado de Yuine, de un gremio de asesinos , y Hugo de un ricachón, claro, ¿Y que más?- Dijo Roge.

-Es verdad.- Dijo Ángel apareciendo detrás, junto a Hugo. - Yo... o más bien Alpha...- Decía triste.

-Ángel...- Dijo Roge

-Tampoco le falta razón en mi parte.- Dijo Hugo. - Huí hace mucho de la casa de mis padres, mi padre no solía tratarme bien, así que me escapé y comencé una nueva vida. El maestro Viktor me encontró y me ayudó a sobrevivir, dándome una casa y un entrenamiento diario, le debo mucho.

-Hugo...- Dijo Roge. -Discúlpame, Jairo, jamás hubiera pensado que fuera verdad.- Dijo cabizbajo.

-No pasa nada.- Dijo Jairo.

- Dime, ¿Recuerdas algo más, Ángel?- Dijo Roge

- Recuerdo todo.- Dijo Ángel. - Me habían ordenado matar a un rey muy avaricioso. Salí del castillo, tras realizar el trabajo, pero me tendieron una trampa. Al salir me esperaba un ejercito completo. La única oportunidad de sobrevivir que me quedaba era escapar de ahí, así que huí por el bosque, los soldados me siguieron hasta un acantilado, bajo el cual circulaba un río.- Seguía explicando Ángel.- No podía salir de ahí, y la única oportunidad que me quedaba era saltar, pues si me atrapaban me ejecutarían en el acto, así que salté. Cuando desperté había perdido completamente la memoria. Estaba en una casa, y a mi lado los 3 maestros. Lo recuerdo perfectamente.- Concluyó Ángel. 

-Así es.- Apareció el maestro Viktor por la espalda de Ángel.- Cuando despertó pensamos en entregarlo a la guardia real, pero había perdido completamente la memoria. Tuvimos que ocultarlo.  Con el paso de los años su pelo se fue oscureciendo, y sus ojos cambiaron de color tras sumergirse en el rió. Eso hizo que fuera más fácil que no le detectaran los guardias. Ahora que lo recuerdas ya es tarde para entregarte a la guardia real, aunque evidentemente no lo haría.- Dijo Viktor, que seguía explicando lo ocurrido.

- Nunca lo hubiera sabido, disculpa Jairo.- Dijo Roge.

-Está bien, tranquilo.- Dijo Jairo -En cuanto a el gremio de asesinos Alpha... No se preocupe, señor Viktor. Hace mucho que dejé de trabajar para ellos.

-Confío en que sea verdad.- Dijo Viktor. - De lo contrario alertaría a los guardias y no pararían hasta ejecutarte.

-Si no os importa, tengo que tratar un tema importante con Roge.- Dijo Jairo.

-Claro.- Dijo el maestro Viktor. -Te esperamos en la entrada  de la arena Roge, no tardéis mucho.- 

- Tranquilo.- Dijo Roge.

Los 3 se fueron, dejando a Jairo y a Roge hablar tranquilos en el parque, se sentaron en un merendero de madera que había a conversar cara a cara.

- Esto es para ti.- Dijo Jairo sacando una carta.- No se de quien es, solo sé que me la ha dado un soldado real bastante extraño.- Dijo mirando a la ciudad.

-¿Una carta? ¿Quien querría mandarme una carta?- Dijo Roge. 

- Ya te he dicho que no tengo ni idea, su paradero es desconocido y el soldado que me la dio llevaba la armadura completa puesta.

-Comprendo. En fin, gracias por la información, luego la miraré.- Dijo Roge sonriendo.

-Ahora vete, que te están esperando. Tengo... Algunos asuntos de los que ocuparme.

-Gracias.- Dijo Roge.

Roge volvió con los suyos, dejando a Jairo solo.

-Así que has decidido traicionarnos después de todo eh...- Dijo una voz misteriosa.- Tendremos que tomar medidas. Vas a pagar la traición con tu vida, ¡A por el chicos!- Grito la voz, y de la sombra aparecieron 2 soldados con una armadura de tela negra que portaban katanas.

- El gremio Alpha ya no es mi hogar...- Decía mostrando un mango de una espada de verdad bajo una de sus bufandas.

-¡Traidor!- Dijo uno de los soldados.

-¡No seréis mis cadenas!- Dijo Jairo, que repelió el ataque de uno, desenvainando raudo la espada, y lo echó para atrás, girándose a tiempo para hacerle un profundo corte en el pecho al otro. 

-Maldito.- Decía el otro soldado viendo como el cuerpo de el que Jairo había asesinado caía al suelo.-¡Mortem!

Del suelo salió una cuchilla de sombras, a la espalda de Jairo. Estuvo apunto de atravesarle la espalda cuando Lira apareció de repente, bloqueando el golpe.

-Sabia de sobra que algo tramabas, pero no me esperaba esto.- Dijo Lira.

-Vete, esto no es asunto tuyo, es culpa mia.- Dijo Jairo.

-De no ser porque he aparecido casi te matan, es un poco estúpido decir eso justo ahora.- Dijo Lira, que se puso en posición de  combate junto a Jairo, espalda con espalda. 

De las sombras aparecieron otros 5 soldados, pasando a ser un 6 contra 2.

-Estamos rodeados.- Dijo Jairo.

-Tranquilo, puedo librarme de estos y de muchos más y sé que tu también.- Dijo Lira.

-¡A por el traidor!- Gritó uno de ellos.

Empezaron a luchar, ambos solos contra 3 a la vez, los soldados de por sí solos no eran un rival considerable, pero juntos podían suponer un reto.

-Ya me he hartado de vosotros. Acabaré rápido.- Dijo Lira.

-Panda de inútiles, sufrid mi poder.

-¡Caeli!- Dijo Lira, y de su cuchilla brotó un gran tornado de aire a una gran presión, capaz de cortar el acero.

-¡Incaendium!- Dijo Jairo, y brotaron una gran cantidad de columnas de fuego azul que abrasaron a sus 3 enemigos.

El tornado de Lira fue liberado y las esquirlas de aire cortaron en pedazos a los enemigos, dejando los pedazos caer a el río al fondo de el acantilado, en la falda de la montaña en la que se encontraba la arena.

-Je... Siempre fuisteis unos inútiles, después de todo.- Dijo Jairo, guardando la espada.

-Malditos... Ya me encargaré de reduciros a pedazos más tarde.- Dijo la voz misteriosa, desapareciendo.

-Lo has hecho muy bien Jairo, ¿De donde has sacado esa espada?- Preguntó Lira.

-Era la antigua espada de mi padre.- Dijo Jairo.- La encontré en las ruinas de mi antigua casa, después de que los bandidos la quemaran. La llevo siempre, aunque casi nunca requiero de sus servicios.- Dijo sonriendo.

- Es preciosa.- Dijo Lira.

La espada era una preciosa espada de  filo dorado, cuyos protectores de mano eran las alas de un águila, hechas de metal, y contaba con un pomo al final del mango que era de metal también. El mango estaba cubierto por una cuerda de cuero, que estaba muy bien cuidada. La hoja estaba algo mellada, pero se podía seguir usando por mucho más tiempo.

-Gracias.- Contestó Jairo.

-Dime, ¿Y ahora donde vives?- Dijo Lira.

-Actualmente vivía en una casa financiada por el gremio Alpha, pero supongo que no podré volver ahí.- Dijo Jairo.

-Vente a Aznarepse, tenemos casas de sobra desde que los maestros nos mudamos a vivir al castillo.- Dijo Lira.

-¿En serio?- Dijo Jairo.

-Claro, vamos a por el resto.

Entonces, ambos volvieron a la posada y se reencontraron con los chicos.

-¿Que hace Jairo aquí?- Preguntó Roge.

-Se viene con nosotros.- Dijo Lira.

-¿Por qué le traemos con nosotros?- Dijo Ángel

-Eso no es de tu incumbencia, joven Ángel.- Dijo Lira

-Lo siento, maestra, debo de aprender a observar antes de actuar.- Dijo Ángel.

-Debo de hablar con los otros maestros. Quedaros aquí con Jairo.- Dijo Lira.

-Esta bien.- Dijo Roge mientras Lira se iba.-¿Ha ocurrido algo?- Preguntó a Jairo.

-Nada en especial.- Dijo Jairo, llevandose la mano al hombro.- Urg...- Dijo Resintiendose.

-¿Eh?- Dijo Ángel.- Quítate la armadura, necesito mirar una cosa.

-Esta bien...- Dijo Jairo. 

Jairo se quitó la armadura, y tenía una mancha de sangre algo grande en el hombro, que teñía la tela blanca de la camisa bajo la armadura de un tono rojo.

-Mierda...- Dijo Jairo.

-¿Que ha pasad...? ¡Oh!- Dijo Anna, que estaba preparando la cena, pero se quedó estupefacta al ver la mancha de sangre que tenía Jairo en la camisa. -¿Que ha pasado?

-Esos malditos... lograron darme...- Pensó Jairo.

Entonces Anna volvió con el maestro Viktor.

-Esto pinta feo.- Dijo el maestro Viktor.- Se puede vendar. Mañana volveremos a Aznarepse, pero debemos pasar primero por la herrería, tenemos que recoger una cosa. Cuando lleguemos a Aznarepse  llevaremos a Jairo a ver a Izhel.- Explicó el maestro.

-Esta bien...- Dijo Jairo

Continuará...

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