Parte 18

La Dama  de la Noche

Nuestros héroes se encontraban volviendo de Arponia, se encontraban a escasos kilómetros de Aznarepse. El humo cada vez se intensificaba más. Ellos no les daban importancia y seguían celebrando con gusto la victoria sobre el clan Alpha. No sabían la tragedia que les esperaba a la vuelta de la esquina, poco duraría su felicidad.

-¿Alguien se ha fijado en que el humo cada vez es más grande?- Dijo Roge.

-Si, en cierto modo me preocupa.- Dijo Viktor.- Será mejor volver rápido a Aznarepse.

-No sería mala idea darnos algo más de prisa.- Dijo Lira.- Más rápido, Pedro.- Gritó a Pedro, que estaba fuera, dirigiendo la carroza.

Media hora más tarde se encontraban de vuelta en Aznarepse, fuera de su muralla. El humo provenía de dentro y comenzó a llover. Abrieron el portón, y se encontraron partes de la ciudad ardiendo y un montón de cuerpos muertos en el suelo. Algunos abrasados, otros habían sido lacerados por espadas, hachas, cuchillos, etc. Entre ellos también había algunos que tenían sospechosos cortes que habían sido congelados, o habían congelado todo su cuerpo directamente. Algunos habían sido ahogados en la propia sangre de otras víctimas, y hasta había a quien le habían mutilado o retirado algún órgano de su cuerpo. Había casas ardiendo, parte de la fuente de la plaza central estaba destruida. Los huertos de la zona sur de Aznarepse habían sido quemados.

-¡¿Que ha pasado aquí?!- Dijo Hugo aterrorizado.

-Alguien sabía que nos iríamos de aquí.- Dijo Lira.

-Esto es horrible.- Dijo Jairo.

-¿Quien ha hecho esto?- Dijo Roge.

-No lo sé, supieron perfectamente cuando atacar.-Dijo Ángel.- Sabían que estábamos en las ruinas desde el primer ataque, Yuine tuvo que avisar a alguien antes de morir.- Sospechó con la mano en la barbilla.

-Inspeccionemos la zona, a lo mejor han dejado alguna pista.- Dijo Viktor.

-Si.- Dijeron todos y se dividieron.

Ángel y Jairo fueron a ver a los guardias de la entrada, que también estaban muertos. Uno de ellos tenía su propia lanza clavada en el pecho, y había sido atravesado con ella. Estaba clavado en el suelo, como si de un espantapájaros mal puesto se tratara. El otro simplemente tenía un profundo corte en el cuello, por el que se había desangrado. Estaba en el suelo, junto a su propio charco de sangre.

-Esto es horrible.- Dijo Ángel.- ¿Quién habrá hecho esto?- Dijo 

-No lo sé, pero tenían ganas. Bastantes ganas.- Dijo Jairo.- Deberíamos de averiguarlo buscando algo.

-Ey, mira esto.- Dijo Ángel, que señalaba un trozo de escudo.

-¿Que es?- Dijo Jairo.

-Parece que es un trozo de un escudo.- Dijo Ángel.- No parece de acero de por aquí cerca.

-Deberíamos probar a llevarlo a algún herrero especializado.- Dijo Jairo.

-Guardémoslo, quizás Barney nos pueda ayudar.- Dijo Ángel.

-Sí, vamos a guardarlo.- Dijo Jairo. 

Mientras tanto, el resto buscaba entre las casas de la aldea y por dentro, por si quedaba algún superviviente. Roge fue tras una casa y encontró poca cosa, solo más cuerpos y llamas, así que siguió buscando. Salió de detrás de la casa y vio de frente a Hugo. Estaba arrodillado en el barro, frente a una pila de cadáveres bajo la lluvia y entre las llamas, que aún no se habían apagado. Había alguien enfrente, tirado en el suelo, Hugo lo recogió en sus brazos.

-¿Que ocu...- Roge quiso hablar, pero su cara se horrorizó al ver lo que ocurría.

-Ella no merecía esto...- Dijo Hugo entre lágrimas.

La persona entre los brazos de Hugo era María. Una lágrima nacida del dolor recorrió su mejilla hasta posarse en la barbilla, y finalmente caer sobre el cuerpo sin vida de la joven. Hugo apretaba sus puños fuertemente con dolor y enojo a la vez.

-Esos malditos... Sean quienes sean... Pagarán por esto.- Dijo Hugo.

-Hugo...- Dijo Roge, que se hincó de rodillas deprimido.

-No te preocupes, Roge.- Dijo levantándose.- Sea quien sea el bastardo que la ha asesinado... le pienso  hacer sufrir hasta que muera de dolor.- Dijo Hugo enfadado.-Aún puede funcionar... se que sí.- Dijo sacando uno de sus frascos del cuello. Lo abrió y una corriente de aire entró en el, haciendo que el frasco brillara, como hizo con Leoran.-Eso es, puedes volver...- Susurró.

-¿Que haces?- Dijo Roge.

-No tiene importancia.- Dijo Hugo.- Ya lo verás cuando llegue el momento, o no, quien sabe.- Dijo girandose.- Bueno, volvamos con el resto.

-¿Y ese cambio tan repentino?- Dijo Roge.

-Bueno, en la vida siempre hay que ser positivo.- Dijo fingiendo estar alegre.-"No debo de dejar que en este momento estén tristes."- Pensó el.-"Si decaen, no podremos hacer frente a quien ha hecho esto."

-Si, supongo...- Dijo Roge.-''Quiere ocultarlo, esta bien.''- Penso él.

-Volvamos con Viktor y reportémosle lo que hemos encontrado.-Dijo Hugo serio.

-Si, será mejor. Seamos rápidos.- Dijo Roge. Hugo solo asintió y comenzaron a correr hacia él.

Llegaron al lugar donde se encontraba Viktor, que estaba esperando a todos, y cuando finalmente lograron reencontrarse todos, comenzaron a hablar y a contar lo que habían investigado. Algo comenzó a sonar entre los arbustos, cerca del camino donde estaban parados.

-¡Cuidado, desenfundad!- Gritó Pedro.

Todos desenfundaron sus armas secundarias, Hugo y su lanza, Ángel y sus cimitarras y Roge con su escudo. De entre los arbustos apareció un soldado Glaridiano, que tenia parte de su armadura ensangrentada, estaba débil, pero no herido de gravedad.

-¡Chicos, Zul...!- Intentó hablar, pero se desmayó por el cansancio.

-¿Un soldado?- Dijo Ángel.

-¿Que ocurre con Zul?- Dijo Roge.

-Nada bueno.- Dijo Lira.- Rápido, un cojín y una manta de entre lo que habéis logrado rescatar, ¿Hay algo?- 

-Yo he logrado encontrar algunas mantas viejas en las casas, estan intactas.- Dijo Jairo.

-¡Perfecto!- Sonrió Lira.- Preparadlo.

Jairo enrolló una manta a modo de cojín, tendieron la otra en la hierba fuera del camino, y le quitaron la armadura al soldado, quedandolo con ropajes normales, para facilitar su respiración. Estuvo descansando durante media hora hasta que despertó.

- Hola, ¿Estas bien?- Dijo Lira arrodillándose enfrente de el, mostrandole una cálida sonrisa.

-Tu... capitana Lira...- Dijo el soldado.

-¿Que ha ocurrido, puedes recordarlo?- Dijo Lira.

-Ha sido horrible.- Dijo el soldado.- Los ejércitos de Darcian han entrado a Zul y han tomado el control de la ciudad. La gente ha sido evacuada fuera, pero quieren hacerse con eso.

-¿Con qué?- Dijo Lira.

-Con la Dama de la Noche.- Dijo el soldado.

-...- Lira se quedó impactada. No podía reaccionar ante lo que acababa de oir, se podía ver el miedo en sus ojos por primera vez en mucho tiempo.- El filo del caos... el heraldo de la destrucción engendrado en un arma...- Dijo Lira.- La dama de la noche...- 

-Señorita Lira, no podemos permitir que...- Dijo, pero Lira le hizo un gesto para callar.- 

-Sigue descansando, iré a informar de esto al resto.- Dijo Lira.

Lira corrió a toda prisa, tratando de no tropezarse con las raíces salientes del suelo del sendero. Las sombras lo inundaban, logró llegar a Aznarepse, donde se encontraban los chicos. Estaban inspeccionando el terreno.

-¡¡Chicos!!- Dijo Lira.

-¿Que ocurre?- Dijo Hugo.

-Dar.... Darcian... pretende...- Dijo, pero estaba sin aliento, no podía a penas hablar con claridad. Hugo la abrazó y trató de tranquilizarla para que pudiera hablar.

-Calma... Venga, dinos que ha pasado, maestra.- Dijo Hugo.

-Darcian... Quiere... Robar a la Dama de la Noche...- Dijo Lira.

-¡¡¿COMO?!!- Gritó Viktor exaltado.- ¡Hay que poner rumbo a Zul! ¡¡Ya!!- Dijo, y corrieron todos hacia la carroza, prepararon los caballos y montaron al soldado. Fueron en dos carrozas separadas, puesto que no cabían todos en una.

Cuando llegaron, los ejércitos habían formado ya frente a Zul. La ciudad estaba intacta, pero los soldados darcianos vigilaban cada centímetro de sus afueras.

-Maldita sea, no podemos entrar a la ciudad si nos ven.- Dijo Viktor.- Es más, de seguro acabamos muertos.- 

-No pasa nada.- Dijo Roge.- Conozco un pasadizo que mi madre me enseño para estos casos, conduce a las afueras del castillo, los jardines reales. Está en medio de un claro en el bosque, algo oculto.

-¿Puedes guiarnos, Roge?- Dijo Pedro.

-Claro.- Dijo Roge.- Seguidme.

El pasadizo se encontraba a unos metros, pasaron 5 o 10 minutos hasta que divisaron el claro. El pasadizo del que hablaba Roge estaba bajo una roca, era una trampilla de madera que conducía a los canales reales que llevaban al castillo. Apartaron la roca empleando su propia fuerza y entraron dentro del pasadizo. Aparecieron en los jardines reales, al lado del castillo. No había guardias cerca. Procuraron entrar dentro con cuidado, pero al abrir la puerta, una gran orda de guardias les esperaba.

-Nosotros nos encargamos.- Dijo Viktor.

-Podemos ganar esto.- Dijo Pedro.

-Yo me quedo.- Dijo Jairo.

-Chicos, bajad vosotros.- Dijo Lira.

-Si, señora.- Contestó Hugo.- Poned cuidado.

-Lo mismo os digo.- Dijo Lira.- La Dama de la Noche se encuentra en lo más profundo de los sótanos del castillo. Antes, solo la reina tenía acceso a esa sala, pero supongo que ya poco importa.- Dijo Lira de nuevo.- ¡¡A por ellos!!

Los chicos bajaron tres pisos. En el tercero se encontraba Sid, el mensajero real de Darcian, esperandoles. Era un anciano con una túnica morada, una barba blanca grisácea que descendía hasta el pecho y ojos rojos como la sangre

-Lo siento, mi señor está ocupado ahora mismo, no puedo permitiros pasar.- Dijo Sid.

-¡Lanza relámpago!- Gritó Hugo. Su lanza se clavó en el techo y un gran destello inundó la habitación. Cuando la luz se desvaneció, Roge ya no estaba.

-¿Eh?¿Donde ha ido el tercero?- Dijo Sid.

-Eso a ti no te importa, pero si debería importarte que estamos dos contra uno.- Dijo Ángel.

-Je... ¿Cuanto de ingenuo puedes llegar a ser?- Dijo y chasqueó los dedos. Aparecieron varios soldados más.

Mientras tanto, Roge bajo las escaleras. El último sótano era una gigantesca cámara que tenía escaleras en espiral. el centro estaba hueco y al fondo en el mismo había una fuente de fuego de color negro puro. Una espada completamente negra se encontraba clavada en su centro. Al fondo, dos personas peleando.

-Mierda, si no me doy prisa...- Dijo Roge, y bajó corriendo las escaleras que llevaban hasta el centro.

Abajo se encontraba el joven de antes. Poseía una armadura plateada, con una bufanda raída de color rojo. Llevaba una cinta de metal en la cabeza, y vendas blancas en los brazos. Empuñaba una espada de acero darciano normal. Tenía el pelo negro y de punta, y sus ojos de color naranja. Sus pies tenían placas de metal vendadas a los tobillos, y calzaba unas sandalias ágiles. Peleando contra el se encontraba el señor Garand, que trataba de pararle los pies combatiendo con su espada real de Glaridian.

-Tu... ¡No te dejaré ganar!- Gritaba sir Garand.

-No peleas mal para ser un anciano, mis respetos.- Dijo el jóven sonriendo.- Ahora entregame ese arma, es por el bien futuro.- 

-Jamás entregaré la Dama de la Noche a un darciano.¡Por encima de mi cadaver!- Dijo el señor Garand, que trataba de bloquear sus golpes.

-Que así sea, entonces.- Dijo el otro joven.

-Señor Garand...- Dijo Roge mirando desde arriba.- ¡Debo ayudarle!- 

El otro joven bloqueó el golpe del anciano, y desvió la espada. Acto seguido, le golpeó el abdomen de una patada, haciéndole retroceder, y a su vez, sangrar por la boca.

-No esta mal... joven...- Dijo el anciano, que no podía levantarse.

-Hora de acabar con esto.- Dijo el otro joven acercándose.-

-¡¡Argh!!- Dijo Roge, que se lanzó golpeándole con el escudo desde el lateral, justo antes de que la espada atravesara el pecho de sir Garand.

-Arg...Tu... Eres Rogelio Glaridian...- Dijo el joven que se había recuperado rápidamente del golpe- Gusto en conocerle, principe.- Dijo sonriendo.

-¿Quien eres y porque quieres robar la Dama de la noche?- Dijo Roge.

-Solo vengo a recuperar lo que me pertenece.- Dijo el joven.

-¿Como que lo que te pertenece?- Dijo Roge.

-Je... Mi nombre es Hiro.- Dijo el joven.- Hiro Darcian.- 

-...- Roge se quedó paralizado al escuchar su apellido.

-Así es... soy hijo de Maximus, el antiguo rey de Darcian que fué asesinado por los tuyos. Tan solo he venido a recuperar lo  que me pertenece.

-Tu...¿Fuiste el que le hizo eso a Aznarepse?- Dijo, y recordó a Hugo frente al cuerpo de María.

-Fuisteis vosotros los que os interpusisteis en mis planes. Simplemente erradiqué la amenaza, pero no conté con el factor tiempo.- Dijo Hiro.

-¡Insolente!- Dijo Roge cargando a una velocidad supersónica contra Hiro. Este se movió rápidamente, dejando a Roge chocar contra la pared.

-Wow... Yo que tu me calmaría.- Dijo Hiro.- No puedes enfrentarte a mi. Déjame acabar mi trabajo.- Dijo dirigiéndose a donde se encontraba Garand.

-¡Acua!- Dijo Roge, y el chorro de agua golpeó a Hiro, enviandole contra otra de las paredes de la sala.

Roge estaba débil, su espada cayó al suelo de golpe, no contaba con fuerza para soportarla.

-Je, ¡Se acabó!- Dijo Hiro.

Se lanzó contra el con la espada en alto. Roge cerró los ojos, y sonó un crujido de huesos, seguido de un sonido, como si agua vertiendose se tratase. Cuando quiso abrir los ojos, tenía un filo ensangrentado delante. La sangre goteaba hasta la punta de la espada, y caía al suelo. El cuerpo de Garand se encontraba delante de Roge, y había sido atravesado por la espada de Hiro.

-Ro... Roge...- Dijo Garand.

-¡Maestro!- Exclamó Roge.

-Disfruta la vida... Por mí...- Dijo Garand, y su cuerpo cayó al suelo, inmovil.

-¡No!¡Maestro!- Dijo Roge.-¿Por qué...?- Dijo, mientras las lágrimas brotaban de sus ojos.

-Podría haberme entregado la Dama de la Noche mucho antes, esto no tendría porqué haber ocurrido.- Dijo Hiro serio.

-...- Roge estaba callado

-¿Hmm...?- Hiro estaba espectante.

-Estoy harto de pelear. Estoy harto de llorar por la gente que quiero, y que ha muerto por vuestra culpa...¡ESTOY HARTO DE TÍ!- Gritó Roge enfadado. Sus ojos se tornaron de un color Rojo, un aura con forma de dragón de color dorado apareció tras él.

-No tengo tiempo para esto.- Dijo Hiro.- Mi futuro... debe ser perfecto.- Dijo, y cargó contra Roge, moviendose a gran velocidad, y haciendo que golpeara fuertemente la pared.- La dama de la noche ya es mia...- Dijo, y la desclavó. El fuego de la base  se apagó completamente, y la espada lo absorbió. Era una espada de acero carbonizada y curvada, como si fuera una garra de un dragón, pero mucho más pulida, para simular un buen filo como si una cimitarra fuera. Contaba con una protección de mano en forma de cuernos demoníacos. Su gema era de color rojo oscuro, y brillaba con intensidad.

-Me gustaría quedarme pero...- Dijo Hiro.- Tengo temas más importantes que tratar...- Dijo. Un portal se abrió tras el.-¡Gracias Sid! ¡Nos vemos!- Dijo, y el portal se cerró de golpe.

-No... puedo...- Dijo Roge, su vista comenzó a nublarse hasta que finalmente se desmalló.


Continuará...



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