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—Puedes venir conmigo.
—¡Vamos, no! No puedo.
—Cham-
—Syzoth.– dijo Chameleon con firmeza. Su tono era tranquilo, sus ojos cálidos. Estaba tan, tan contento de estar de regreso con su mejor amigo, incluso si estaba a punto de perderlo de nuevo. —No puedo regresar. Entré en esa guerra, no volví a casa. Estoy aquí ahora. El cruce de líneas me permitió estar vivo y ver qué hay mucho más allá de Zaterra y la guerra. Quiero vivir realmente... Eso es todo.
—Se podría decir lo mismo de mí.
—Dejaste a alguien atrás.– dijo el Saurian de escamas diáfanas. —Tu tiempo fue acortado. Te mereces recuperarlo.
Syzoth asintió con la cabeza, con la mandíbula apretada. Sabía que no podía convencer al príncipe de volver. Realmente no pensó que Chameleon volvería, simplemente se sintió bien ofrecer la invitación.
—Por favor, cuida a mi amada hermana.
—Te voy a extrañar, Chameleon.
—También te voy a extrañar, Syzoth.– dijo Chameleon, acercándolo para abrazarlo.
Él antiguo servidor a la corona suspiró.
Todavía era tan extraño abrazar a Syzoth y ser más pequeño que él, después de todo este tiempo.
Ya no era un tipo que intentaba ser rudo para mantenerse firme. Ninguno de los dos lo era.
—Hasta el final de la línea.– dijo Syzoth en voz baja.
Chameleon se rió.
—Hemos superado la edad de la gran madre, Syzoth. Creo que hemos llegado lo suficientemente lejos.–
El raptor también se rió y se apartó.
—¿Vas a estar bien aquí?– preguntó. Sabía la respuesta, pero siempre se preocuparía por Chameleon.
—Sí.– le aseguró el principe. Tuvo un flashback repentino de una vez que se peleó con uno de sus esclavistas que intentaba propasarse con su hermana, y Syzoth trató de intervenir y ponerle fin. Perdió diez colmillos y cuatro costillas ese día. —Estoy bien aquí. Pertenezco aquí.– El rapaz asintió. —Y tú perteneces allá atrás, amigo. La guerra ha terminado, Syzoth.–
El mencionado asintió un par de veces, tratando de contener las lágrimas.
—Sí, lo se.–
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