22.- Nacimiento y balde agua fría para Sisifo
Camus comenzó con los dolores al amanecer de un domingo nuboso. Los nueve meses se cumplieron satisfactoriamente. Milo emocionado pues al fin conocería a su hijo llamó al paje de su esposo que dormía en la habitación contigua para que a su vez busque a los médicos y asistentes para el tan esperado parto.
Seraphina envuelta en un fino albornoz acudió a la recámara donde los consortes de los Principes de Antares traían al mundo a sus hijos, la misma tenía colgaduras de paños finos de color púrpura en las ventanas, paredes con mosaicos simbolizando los elementos de la dinastía y la amplia cama de guayacán y sábanas de lino expresamente traídos de Asgard. Lo que más destacaba era la cuna para el recién nacido...
De marfil cuyo mantenimiento estaba a cargo el ujier de cámara quién empleaba a talladores y orfebres quienes cuidaban que el material no luciera envejecido. Esta cuna tenía pequeñas incrustaciones de conchas pintadas a mano y tallado a alto relieve, el escudo de los Scorpio en la cabecera de la misma.
—¡ No te vayas Milo—pidió el joven controlando los malestares mientras se apoyaba de una anciana vestida de terciopelo verde con trenzas en toda su cabeza que lo conducía hasta la cama donde dos pacientes mujeres y el médico preparaban todo para recibir al primogénito de Milo Scorpio.
El vapor que emanaba un cántaro mediano en cuya agua flotaban pétalos de rosas colocado cerca de la cama sería lo que limpiaría al pequeño bebé y a Camus una vez culminado el parto.
La población de Antares ya había sido informada del acontecimiento y nada más esperaban que el bebé naciera sano como su padre, abuelo y tío, centinelas y arqueros rodearon el palacio en todos sus flancos desde torres, pasillos, jardines y puertas, no se sabía si existían traidores al principado.
—¡ Puede quedarse Alteza!—dijo la mujer de las trenzas en tanto acomodaba la cabeza de Camus en la suave almohada—si es algo que puede ayudar a su consorte.
—¡Todo saldrá bien amor!—dijo el joven mientras tomaba asiento metros más allá de la cama que cubierta por delicadas telas que cumplían la función de toldo ayudaban para que Camus no se sintiera tan expuesto.
Unos masajes en su abdomen para calmar en parte los dolores , alguien encendió incienso para aliviar los nervios del joven consorte que comenzó a pujar suavemente. Seraphina sostenía una copa con infusión para los nervios que su dama le había proporcionado mientras Selene enviaba una plegaria silenciosa a Zaphiri para que cuide a su nieto.
—¡Demonios duele tanto!—se quejó Camus sacando una risa a Milo-¿ de qué te ríes? ¡ ven a parir a un niño!
El médico asombrado por la capacidad de hablar sin entrecortarse negó, debía apresurar el nacimiento, no vaya ser que también él terminaba insultado y vapuleado por el mal humor de Camus.
—¡Puje Alteza!—ordenó el galeno a Camus que asustado miró a su esposo—¡Alteza, yo soy quién manda en esta situación! ¡ obedezca!
El sol iluminó el horizonte reemplazando a las nubes, los habitantes lo interpretaron como señal de buen augurio.
Camus comenzó a pujar, las mujeres con trozos de paños para secar el sudor observaban alguna alteración que podría ser sangre o algo anormal. Para hacer más llevadera la situación, el joven evocó el día de su boda con Milo y aquello fue el aliciente para que su cerebro ordenara al resto de su cuerpo a traer esa vida...
Milo se puso de pie con brusquedad al oír el llanto inconfundible de un recién nacido. Camus a un tirón de sus entrañas suspiró, el pequeño cuerpo estaba fuera, el aroma del mundo le dio la bienvenida. El médico lo sostenía, era el tercer Scorpio que nacía en sus manos.
—¡ Es un niño Altezas!—proclamó el médico.
Los pequeños pulmones mostraron que venía al mundo a demostrar de qué madera estaba hecho.
Selene con los ojos húmedos de la emoción se pasaba un pañuelo perfumado por su nariz, al fin un heredero para Antares.
Temblando Milo se acercó para ver a su hijo que como todo recién nacido lloraba mientras era limpiado suavemente, su piel rojiza impedía ver cuál sería su tez predominante, emocionado hasta los tuétanos tomó la mano de su esposo que pálido y sudado sonreía. La besó.
Envolvieron al primogénito de Milo en finas telas y acercando la cuna lo colocaron en ella. Camus había querido tomarlo apenas nació, pero las mujeres presurosas por limpiarlo no lo dejaron. Luego siguieron con su persona, ayudarle a quitarse esa ropa y desechar lo utilizado.
—¡ Preséntalo amor!—pidió Camus—muestra a su futuro príncipe.
Obediente, Milo tomó al pequeño que dormido ni siquiera sintió el movimiento. En procesión se dirigió hasta el salón del trono donde una ansiosa nobleza aguardaba la presentación.
Mostró al neonato cuya cabecita lucía una pelusilla azulina, Seraphina que entró al salón del trono como parte de la procesión no creía en nadie, al fin Camus con aquel bebé recuperaría el trono que le correspondía.
Dos minutos más tarde, los centinelas volvían a sus puestos, un mensajero salía a proclamar el feliz nacimiento a los ciudadanos.
El nuevo príncipe sería proclamado como heredero al cuarto día de nacido, recibiría su nombre y todos sus títulos. Hasta eso, las felicitaciones llegarían como una avalancha, sin descanso.
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Cid no emitió comentario alguno al ver la expresión atónita de Sisifo que se enteraba por boca de un espía suyo que Aioria atravesaba el séptimo mes de su estado. Ambos nobles se habían encontrado en los jardines del palacio para una reunión que Dégel convocó para tratar el asunto de la reestructuración del ejército el cual desde la desaparición de Kanon, ciertos batallones incurrieron en la indisciplina y aunque por más que Sorrento junto a Julián Solo trataban de imponer disciplina con métodos de castigo que Kanon empleaba, los soldados no obedecían.
Sisifo saludó con suma elegancia a Cid que poco a poco asumía que sus sentimientos no serían correspondidos, este devolvió el saludo preguntando por su salud y por Regulus quién en los últimos días pasaba metido en su casa, Shura le decía en secreto que el cachorro pretendía algo con su persona.
Fue entonces que uno de los espías al servicio del castaño apareció para revelarle la novedad, Cid al ver aquello decidió proseguir su camino, más la voz ahogada de Sisifo que soltó una maldición lo detuvo.
—¿ Cómo pasó eso?
—Lo ignoro mi señor—contestó el espía que sacó de entre sus ropas un pergamino sellado con cera—pero aquí está escrito las indicaciones del médico de su joven sobrino el cual tiene siete meses, su sobrino mayor está con él y es el único aparte del anciano mayordomo en acercarse a su sobrino. Temen que alguien provoque la muerte del niño...
—¿ Aioros? ¿ Él lo sabía?—furioso estrujó el pergamino—maldito Geminae, su sangre de nobleza baja se mezcló con la mía...
A la media hora iba a pie rumbo a la mansión de los Aquila en la capital, su cochero en completo silencio lo seguía, su señor molesto era de temer más que un verdugo a punto de cercenar la cabeza del condenado. Antes de marcharse del palacio abrió el pergamino donde una letra elegante detallaba las comidas que debía tomar, actividades y la evolución del estado que era según lo escrito de sumo cuidado.
Más rabia sintió cuando más abajo leyó que eran gemelos, gemelos herederos del trono de Denébola, gemelos con derecho a ser nombrados príncipes imperiales de Avalon, gemelos con un lugar en la sucesión de Indrapaths. Maldito su padre que rogaba estuviera muerto.
Marín no podía concretar su alianza con Aioria al estar este así. Debía esperar que nacieran y dilatar el nombramiento de los bebés como herederos legales de Aioria, si este se casaba con Marín previa anulación de aquel lazo sostenido con Kanon, todo hijo que ella le dé, eran declarados legítimos y por ende herederos.
Los gemelos nada más tendrían derecho a lo que su padre dejaría como herencia, esto es títulos, dinero y propiedades que heredó de su difunta madre la Marquesa de Almar-Valenius; él como tío abuelo no podía impedir que tuvieran derecho a ser considerados príncipes imperiales y candidatos de tantos al trono de Indrapaths.
—¡ Gemelos! tanto que impedí que no siguiera con ese romance... Geminae cumplió su amenaza y por lo tanto tengo que presenciar sus nacimientos—se consoló mientras esperaba que la puerta sea abierta—¡ Aioria esto no te lo dejaré pasar!
Marin mostrando su perlada dentadura junto a su padre recibieron a Sisifo que pasó saliva nervioso ante la revelación de la situación de Aioria. El conde de Aquila contento ordenó que sirvieran algo de fruta para Sisifo que debido a su rango superior al conde debía ser homenajeado como debía.
—¡ Su Alteza! o desea ¡ Su Gracia!—lo convidó a tomar asiento en un amplio mueble blanco, Marín paladeaba el tratamiento de Alteza en ella una vez que contraiga matrimonio con Aioria, más le alarmó el semblante grave de Sisifo.
Una vez que las bandejas de plata y platos de fina porcelana llegaron hasta los tres, el conde cuya apariencia era gallarda, decidió que su interlocutor tomara lo que quisiera, pero el castaño declinó la apetitosa oferta.
—¿ Hay noticias de su joven sobrino?—indagó el hombre-mi hija está ansiosa por ver de nuevo a su prometido...
—De él precisamente vengo a hablar—sacó de su manga el pergamino algo arrugado y lo extendió sobre sus piernas, sus manos temblaban—tengo malas noticias, Marín esto va a perjudicarte.
Ella asintió aterrada. Veía tambalear su identidad y sus tratos con gente de oscuros intereses.
No sabía como decirles que Aioria era doncel, una condición que ciertos hombres poseían, Aioros y Aioria eran de esos pocos y he ahí porque él deseaba evitar uniones con los Capricornio, los Geminae y otras familias que no tuviesen hijas casaderas. Marín comprendiendo la angustia de Sisifo, posó su mano sobre las del castaño, lo que sea que él contaría lo aceptaba.
—Estoy dispuesta a lo que sea Alteza—murmuró ella, aunque por dentro maldecía a Kanon.
Respiró pausado y procedió a contar.
—Denébola tiene herederos...
El conde de Aquila enmudeció. Marín sintiéndose traicionada se apartó de Sisifo. Las preguntas flotaban como silenciosas flechas envenenadas en el vacío.
—¡¿ Qué?! Se suponía Su Gracia que...
—Aioria ya no está bajo mi regencia—admitió derrotado el castaño—no tengo poder sobre él, la nobleza aunque yo haga regido mientras Aioria era menor de edad, se cerrarán a su alrededor. Debo aceptar a los niños, estar presente apenas nazcan...
Marín maldijo a Radamanthys, la había engañado. Ahora debía fingir que quería a esos niños, pero algo tenía que hacer para evitar que tomen el trono.
—Pero como la unión de Aioria y Kanon no es reconocida entre algunos, pasarán a ser hijos naturales—la solución estaba ahí a palabras de Sisifo.
Decidida, se puso de pie. Su padre alzó una ceja. Ella le disparó una mirada astuta que comprendió.
—Los niños no son culpables de los errores de sus padres, si debo esperar a que Aioria los tenga, estoy dispuesta.
Ese mismo día salía el correo real rumbo a Denébola, la carta de Sisifo puesta como prioridad esperaba ser entregada antes que nada. Aioros ignoraba que su tío sabía todo, pero a quién más debía temer era a Marín.
" Siete meses han transcurrido y no has sido capaz de informarme que tu hermano tendrá gemelos. ¿ Acaso soy un ogro Aioros?".
Fue el reclamo en primera línea de Sisifo.
o-o-o-o-o-o
No he olvidado que Aioros está intentando tener su baby XD. Pero prioridad ahora es el nene de Milo y Camus y los gemelitos en camino :3
El nombre del bebé, está siendo elegido de entre varias capturas de nombres de una web que una buena y divina persona me facilitó.
Biológicamente no es posible el embarazo entre hombres, pero cuando la imaginación toca muchos mares, todo es posible. El fanfiction lo puede todo :3
Aclaro:
Ujier.- una especie de sirviente de un rey que se encargaba de ver por muchas cosas hasta de la vajilla que comía, en este caso lo puse de encargado de funciones pequeñas como la de conseguir que hagan el mantenimiento de la cuna real.
Besos queridas, ustedes que leen esta historia y me dejan su hermoso comentario.😘
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