15.-Jugadas
Los severos ojos de Sisifo lo escrutaban, parecían dos serpientes listas para atacarlo por lo que Saga mantuvo su compostura ante la ausencia de los reyes. El jefe de los Sagittarius desde que Kanon se fugó con Aioria empezó a gestar un desprecio por los Geminae y en parte aquel odio era alimentado por los Aquila.
—¿ se le ofrece algo?
—sin lisonjas señor Canciller—espetó frió Sisifo—los dos sabemos qué es lo que tenemos en común...
—créame que desconozco lo que hace mi hermano lejos de aquí, no me ha escrito ni muchos menos yo me he atrevido porque mis ocupaciones me lo impiden.
El pasillo del palacio real estaba decorado con diversos retratos de los sucesivos reyes, estatuas y jarrones donde exóticas plantas eran regadas con religiosidad. Para acceder a las oficinas de los nobles que ejercían cargos representativos se debía rodear el amplio y vistoso jardín bellamente decorado con una fuente en la que ciertas tardes las jóvenes damas lanzaban flores sembrando el agua de una cama de flores de muchos colores; el jardín real era el único lugar donde no habían guardias.
Sisifo esbozó una sonrisa de superioridad, para él Saga era un tipo que ocultaba sus verdaderas intenciones... los Aquila decían que mantenía reuniones ultrasecretas con Mystoria y los otros hermanos del rey para convencerlos de que renuncien a sus derechos pues se sabía de sobra que Mystoria no era partidario de ser heredero después de la hija de Dégel, en favor de que los Sagittarius subieran posiciones.
—deseas el trono para tu hermano—dijo endureciendo su expresión.
—su sobrino está muy lejos de los primeros lugares en este reino—replicó—además que a Kanon no le importa un trono.
—eres un lobo disfrazado de oveja...
—quizá—le devolvió la sonrisa causando un hondo escalofrío en el castaño—pero me da satisfacción saber que mi sangre pronto tendrá un heredero en otras tierras.
Saga sabía como derrotar a Sisifo, el orgulloso Duque lo pensaría dos veces antes de querer humillarlo de nuevo, sabía bien que el trono Acuario tenía descendientes para muchos siglos de reinado, así que el trono más próximo para su linaje era de Aioria del que sabía por boca de Aioros que era doncel.
Educado como siempre reverenció al castaño para retirarse a sus labores, ese día tenía que contestar muchas interrogantes de los comerciantes, recibir a embajadores de otros reinos cuyos soberanos mostraban interés en la futura reina y otras cuestiones que el Concejo de Regencia no podía.
—¡ Su Excelencia!—Afrodita que había oído todo fingió que recién pasaba, Sisifo herido en su orgullo asintió incapaz de pronunciar palabra—¡ mi padre le manda saludos!
—¡ lo mismo digo yo joven Excelencia!—dijo antes de darle la espalda para marcharse.
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Lo había llamado a su alcoba una vez que el caballo de su padre se alejó. Tenía el mismo color de cabello y en cierta forma el mismo color de ojos.
Tocó sus músculos, duros, firmes y tan perfectos que simplemente se dejó llevar por esos brazos que rodearon su cintura. Ella había cerrado los ojos imaginando que era Aioria el que la despojaba de su vestido, que la besaba con voracidad y el que la penetraba.
Ella era su prometida y futura esposa, no ese soldadillo de pacotilla que exigía ser tratado como noble cuando en el campo de batalla era un salvaje sediento de sangre. Lo odiaba tanto por haberle quitado el privilegio de usar aquel anillo y mandar en ese palacio como dueña y señora.
Su espalda se arqueó cuando el orgasmo se manifestó, la semilla de aquel sirviente la devolvió a la realidad. No era él, era un aparecido al que llamó a su lecho movida por los celos al saber que él nunca sería su esposo.
¡ Maldito Geminae!
La presencia de la representante de Aioria en la boda de los reyes de Indrapaths anunciando que él y ese detestable gemelo estaban juntos legalmente, rompió sus ilusiones de grandeza. Por eso ordenó a su mensajero que se infiltrara en el ejército de Denébola y que buscara la forma de hacerle llegar aquella sustancia que no lo mataría pero le sería de advertencia.
—¡ maldito!—murmuró una vez que el encuentro culminó—lo peor es que quizá acuesta con él...
—¿ desea algo más mi Lady?—indagó su amante incorporándose.
Frunció el ceño ante esa voz chirriante y fastidiosa.
—¡ no ya puedes irte!—se cubrió con la sábana—si abres la boca, tu lengua será servida como cena a de los perros de mi padre ¡ entendido!
Abrumado por semejante orden, asintió tomando sus ropas para vestirse e irse a desempeñar sus labores.
Le inquietaba de sobremanera no saber nada de su mensajero al que tenía como un hombre de modales limpios y sigilosos a la hora de ejecutar órdenes. Pero lo que ella ignoraba era que a quién mandó a amedrentar era curtido en complots. Marín no sabía del todo quién era Kanon Geminae.
Esperaba de igual manera la respuesta del Gobernante de Giudecca y ver si es que le enviaba la cabeza del gemelo nadando en sangre o le ventilaba sus planes oscuros contra la nobleza de Indrapaths entre los perjudicados se hallaban Saori, Shura y Aioros y por último el difunto Aria.
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Su vista se distorsionó cuando aquella bella y amenazante espada se dirigía contra su humanidad.
Una terrible sensación de vértigo se apoderó de su persona tanto que con una mano detuvo el avance de la misma provocándose una herida en la palma. El bullicio del entrenamiento murió cuando la sangre de Aioria se derramó por el filo del arma, en la otra mano tenía con la que se defendería, pero esta cayó a un lado indicando que su portador no se hallaba bien.
Hacía unas horas que arribaban los hombres de Hilda con ella a la cabeza. Los mismos se instalaron a varios metros del campamento Leons, la mujer en cuestión presentaría sus respetos a los Señores a la mañana siguiente.
—¿ qué te pasa Aioria?—un preocupado Kanon se adelantó, el soldado que entrenaba con el joven castaño miró aterrado al mayor que negó.
—n..nada—dijo ansioso, los demás comenzaron a murmurar.
—¿ nada?—pasó un pedazo de tela por su mano para limpiar la sangre—¡ mírate como te hiciste.
—necesito un descanso—dejó que el gemelo lo vendara—tu entrenamiento es sumamente extenuante...
Todos los hombres se miraron asombrados, si su Comandante hacía esa rutina y nadie se quejaba, menos él que también era entrenado en armas. Algo no iba bien con Su Alteza.
—¡ estás rarito desde ayer! Ni siquiera dejaste que te acompañara a dormir anoche... me echaste a dormir con los caballos...
Aunque era tono de reproche, Kanon ocultaba con esas palabras la preocupación por el menor que cerró los ojos y apretó los labios.
—me dolía la maldita cabeza.
—bien te creo—dijo algo herido porque era evidente que mentía—no tienes que ser tan mentiroso conmigo... si no me quieres cerca de ti, sólo dímelo.
—¡ no seas estúpido!—casi gritó—me siento mal maldita sea, ¿ acaso no te das cuenta?
Pero el gemelo no lo oyó, sus pasos enfurecidos se dirigían hacia el norte del campamento donde tenía al mensajero de Marín, llegaba a pensar que su matrimonio con el joven leon era un error y que era mejor saber a que atenerse mientras durase la contienda.
—¿ Kanon?
—se fue hacia las caballerizas, mi señor—contestó un joven oficial en tanto los hombres se dispersaban—es mejor que vaya a descansar.
No había sido su intención tratarlo así. No era adrede que lo echó de la tienda, obedecía a una sospecha que debía confirmar.
Al igual que su hermano él tenía la capacidad de traer vida, pero luego de recibir una nota de Aioros hacía unos días en la que le contaba su pérdida no sabía en quién confiar si es que lo que sospechaba era cierto. Sabía que su tío era férreo opositor a su relación, pero no le creía capaz de hacer eso.
" Nuestro tío se alió con los Aquila hermano, Shura cree que él tuvo algo que ver con mi pérdida, por eso, te pido que si algún día traes vida, procura mantener oculta la noticia hasta que nazca"
Desde ese intento de envenenamiento, no habían vuelto a enredarse en las sábanas. Cuando lo hacían se desbandaban a tal punto de practicar todas las posiciones sexuales habidas y por haber que hasta sonrojarían al más lujurioso de los soldados.
El médico vendría en una hora, sólo su revisión le negaría o confirmaría sus sospechas...
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Monasterio Real.
—¡ Abad!—un monje entró agitado.
El anciano que en esos momentos charlaba con Asmita y Shaka Virgo se puso de pie al notar que las facciones del monje lucían aterradas como si hubiesen visto a un monstruo.
Los hermanos alarmados quisieron ir a ver porqué de repente la tranquilidad del monasterio que su ancestro Dara, una de los descendientes de Ganímedes Acuario por parte de su hija Belkis fundó hacía siglos. Pero el Abad se los impidió.
—¡ no salgan Altezas!
—¿ qué pasa?—indagó el rubio mayor.
Shaka reconoció a través de la pequeña ventana de su habitación, el estandarte de Giudecca. A la cabeza del cuerpo armado iba nada más y nada menos que Radamanthys.
—vienen por nosotros—dijo Asmita.
Y no se equivocó. Radamanthys dijo a los monjes que les entregase a los dos hermanos si es que no querían que el fuego y las armas arrasaran sus tierras, aunque el abad se negó, los dos rubios salieron serenos, listos para cumplir con la petición y así evitar un baño de sangre.
—¡ muchas gracias —dijo el rubio con evidente malicia, uno de los soldados amarró las muñecas de los Virgo—¡ fue un placer haberlos visitado!
Ese mismo día el abad escribió una nota de alerta a Saga, diciéndole que Sus Altezas bajo presión tuvieron que ir con el Despota de Giudecca quién según dijo uno de los soldados que custodiaba la marcha de ese contingente serían rehenes hasta que todos los reyes y principes, en especial Dégel reconocieran a Radamanthys como gobernante de Giudecca.
Saga en vista de aquello decidió evacuar hacia la capital a las gentes que vivían a los alrededores del monasterio incluidos los monjes, solo disponía de la mitad de los soldados para proteger al reino, Kanon no respondía a sus cartas y peor con el encontronazo con Sisifo con más razón quería comunicarse con su hermano; ya Regulus le advirtió antes de la entrevista con Sisifo sobre los planes de este por lo que supo contener el veneno del castaño en su contra.
El secuestro de ambos rubios representaba un ataque al reino, era evidente que algo mas se jugaba Radamanthys por se preguntaba...
¿ A cambio de qué o quienes?
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Deuteros había ideado mil formas de abrir las cadenas, Aspros estudiaba los comportamientos de sus carceleros, algunos eran peor que un perro rabioso, otros chismosos y otros pocos tan amables como una dulce viejecita.
Gracias a esos últimos sus raciones de comida eran más decentes y sus prendas de vestir modestas comparadas con los harapos que tenían desde que fueron tomados prisioneros.
—no nos ayudarán Aspros—espetó el menor.
—parece que no quieres volver a ver a tu Asmita—contratacó este—él hasta esta hora seguro ignora nuestro cautiverio...
No pasó media hora cuando las pisadas fuertes de soldados irrumpieron la rutina de aquella prisión, los gemelos ni se inmutaron cuando el ruido de llaves y candados se abrieron. Pero Deuteros alzó la vista cuando un rayo de sol penetró a la celda y vio una cabellera rubia lacia...
Asmita empujado por Radamanthys y a su lado Shaka conducido por su general. El Archiduque Cástor no podía concebir lo que sus ojos veían... a su amado y pacífico rubio capturado como un botín de guerra para beneficio de un tipo con ínfulas de rey maquiavélico.
—¿ Deuteros?
—¡ maldito!—furioso el mencionado se puso de pie ignorando la pesada cadena en su pie para atacarlo—¡ para eso nos tomaste como rehenes!
Radamanthys se rió con ganas.
—es por una noble causa.
Ninguno entendía a qué jugaba el rubio, pero en sus percepciones sabían que eran moneda de cambio por las escaramuzas que vendrían. Él decidió aclararles.
—la cabeza de alguien que ustedes conocen bien depende de ustedes... tengo dos opciones... matarlo en medio de la batalla o dejarlo vivo pero lejos de quienes más ama y porqué no aprovechar su capacidad para mi beneficio.
Solo un nombre salió de los labios de los cuatro prisioneros.
—¡¿ Kanon?!
o-o-o-o-o-o-o-o-o
Gracias por leer y llegar hasta aquí :3
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