11.- Ataques y mercenarios.
Dedico este capítulo a las bellas personas que siguen esta historia :3
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-¿ cuantos meses tienes?-preguntó inocente Hyoga.
-nada que te importe-gruñó sobándose el vientre-dime el mensaje de tu emperatriz y marchate.
-uy que genio-se mofó el rubio-para tu tranquilidad no vengo a matarte ni a llevarme a tu Milo de rehén para que las serpientes de Sheena lo estrangulen-se desternilló de risa.
Era un comentario cruel y sin sentido. Sin duda alguna el tiempo de exilio en el reino de Sheena lo habían vuelto más desvergonzado y lengua viperina algo que Camus conocía de sobra en sus gloriosos tiempos de Conde, amante de nobles y mandamás en la corte.
Afuera, se oían las voces extasiadas de los soldados, el choque de espadas y escudos. La voz de Milo se oía sobre la del General y luego observó al Consorte cuyo porte regio le hacía digno de sentarse en tronos gloriosos.
-ella exige que esté presente la mano derecha de tu marido-dijo abriendo el pergamino y cuando Camus iba a abrir la boca para refutar-es cuestión de seguridad...
Calvera fastidiada oyó el parlamento del rubio que a cada palabra se divertía observando el rostro de Camus. Las condiciones no eran malas, pero tampoco eran halagadoras.
-espera-lo interrumpió Camus-tu señora quiere que...
Hyoga lo miró triunfante, Sheena pretendía utilizar como armas biológicas a serpientes, pero no cualquiera... eran serpientes venenosas. Ahora entendía porqué los hombres le temían. Era una mujer indomable y con mucho poder.
-no querrá transportarlas en nuestros barcos-preguntó alarmada Calvera.
-Milo no aceptará esto... transportar alimañas para lanzárselas al enemigo. Es inadmisible.
-bueno entonces no habrá alianza y el ejército de ustedes se verá una miseria igual que el de Denébola-cerró el pergamino para mirar con superioridad a al Consorte y a la Canciller-pero sus opiniones no tienen tanto peso sin la voz de Milo ¿ o me equivoco?
Inmediatamente luego de decir esto, la puerta se abrió bruscamente mostrando una figura pequeña vestida de negro que corría a toda velocidad en dirección a Camus, Calvera vociferó los nombres de los guardias reales en tanto Hyoga veía en cámara lenta cómo el desconocido levantaba la mano derecha mostrando un puñal que clavaría en el pecho y quizá en su vientre.
-¡ guardias!
Nadie llegó. Camus aterrado porque veía la vida de su retoño amenazada se hizo a un lado en tanto las voces de Milo y el resto de soldados se elevaban desconociendo el atentado que se perpetraba en contra de su esposo.
-¡ maldición!-Camus se vio acorralado entre el trono y el hombre que bajaba la mano para atacarlo.
Calvera golpeó al mercenario, pero él a pesar de su porte era más fuerte y la derribó, Hyoga por su parte salió a ver algún guardia topándose con que los que custodiaban la puerta al salón del trono yacían tirados unos en un charco de sangre otros con señales de haber sido estrangulados.
-¡ van a matarme maldita sea!-Camus rugió protegiéndose su vientre-¡ Hyoga!
-¡ calma!-regresó corriendo mientras el Consorte Real se defendía.
-¡ ayyyyyy!
El filo del puñal rozó la mano de Camus provocándole que sangrara un poco. Hyoga atacó con sus puños al asesino el cual se vio aturdido situación que fue aprovechada por Camus quién sin dudarlo le arrebató el arma y lo apuñaló varias veces.
No le importó mancharse de sangre.
Alguien avisó a Milo y este así como estaba fue seguido por Tutmes y varios hombres más. Vio con horror al asesino muerto sobre su trono, a Calvera desmayada por el golpe sufrido, a Hyoga sosteniendo a Camus que perdía el conocimiento.
-¡ Camus!-se oyó el grito angustioso del Principe de Antares por todo el palacio.
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Ya casi no habían sábanas, la hemorragia fue letal. El médico de la corte pidió que requisaran las tazas y vajillas utilizadas en la reunión con Albafika pues estaba seguro que la sustancia que provocó el repentino aborto a Aioros estaba presente aún.
Shura sosteniendo las manos de su esposo maldecía la obstinación de Sisifo al que hacía único culpable de esa pérdida. Aioros gimoteaba adolorido y débil por la pérdida de sangre.
-Su Alteza debe permanecer en reposo-ordenó el médico-para que recupere fuerzas debe comer ligero y evitar en lo posible visitas...
-me gustaría llevármelo a mi antigua casa-dijo el pelinegro-ahí estaría más tranquilo, aquí casi toda la corte desfilaría cada minuto.
Lo decía por librarse de la influencia de Sisifo cuyo sirviente leal estaba recogiendo vendas, sábanas ensangrentadas y la ropa del joven castaño que se removía buscando no desasir el contacto de su pareja. Sabía que ese espía por así decirlo era tan fiel que si Sisifo le ordenaría sabotear al Concejo lo haría.
Él no los tenía y era una desventaja porque hasta los reyes tenían los suyos.
-¡ Arminio!-dijo al joven que se acercó modosito mientras el médico y los demás se marchaban luego de recoger y limpiar todo-te veo en media hora en el jardín...
Arminio iba a abrir la boca para decir que Sisifo lo necesitaba, pero Shura adivinando lo detuvo.
-y no se te ocurra decir una sola palabra a tu señor ¿ entendido?
-pero Alte...
-no menciones ese tratamiento, lo detesto y en cuanto a ti te veo en ese tiempo y nada de esto salga de tu boca...-para afirmar sus palabras apretó con fuerza el brazo del joven que brincó por el dolor.
-si...si Excelencia. Pero decirle que mi señor no tiene nada que ver en esto... él no dañaría a una criatura inocente.
-no me importa... su indisposición hacia mi relación lo hace a mis ojos sospechoso. Vete y ni una palabra de esto a nadie
Ya para esa hora El Cid tenía conocimiento de la situación. Sólo esperaba su respuesta afirmativa y así poderse llevar a Aioros lejos de todas esas intrigas. Aioria no debía permitir que el poder infinito de su tío lo alcance y en caso de un heredero mantenerlo en secreto.
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-¡ Saga!
Thera oyó el grito ahogado de un joven proveniente desde los pasillos del palacio. El Canciller concentrado repartía órdenes a los nobles modestos que no escuchó.
-¡ Saga!-volvieron a insistir esta vez con más aflicción.
-¡ Canciller!-llamó la joven levantándose de su sitio alertando al peliazul-alguien grita su nombre de modo acongojado.
La única persona que podía llamarlo por su nombre en palacio era Mu, su borreguito lila el cual estaba en estado de gestación desde hacía cuatro meses. La sangre se le heló al imaginar que algo malo le había acontecido a su esposo.
-mi señora...
-¡ iré contigo!-la futura reina no permitiría un no por respuesta-cualquier cosa se puede esperar en estos tiempos.
Y dejando atónitos a unos pocos nobles, ambos salieron corriendo en dirección a la voz. Unos cuantos soldados que custodiaban las puertas del despacho de Saga los acompañaron previendo culaquier cosa.
Afrodita que pasaba por ahí se quedó de piedra al ver la escena espantosa, Ángelo maldijo por lo bajo mientras se agachaba a revisar el pulso de la persona que resultó nada más y menos que Shion Aria.
Mu sollozaba con las manos manchadas de sangre.
-¡ Saga!
El hombre fuerte del reino llegó casi sin aliento a su lado, tragó grueso al ver a su suegro a un lado mientras la sangre bañaba el impoluto suelo del pasillo. Dégel y Kardia que salían de conceder una audiencia a un mensajero de Asgard ordenaron cerrar el paso del palacio y por consiguiente de la ciudad, el atacante podía estar por ahí.
-¿ quién pudo?-preguntó furioso el gemelo apretando los puños-y además...
El objeto con el que fue agredido el Vizconde yacía a un lado, Saga lo reconoció como uno de los que tenía en su casa, era un pequeña estatuilla con forma de un elefante, cuya base era gruesa tanto que si golpeaba una superficie, la podía resquebrajar. Mu más conmocionado negaba todo eso... alguien pretendía sacar a su padre del camino y culpar del ataque a Saga.
-hay un maldito sicópata entre nosotros-dijo sin restricciones Death mask- este es el segundo ataque contra un noble, ayer incendiaron la casa de la Baronesa de Athens, la mocosa Saori.
Y eso que faltaba la pérdida de Aioros y Shura, noticia que sólo los Sagittarius y Capricornio sabían. Aioria ignoraba eso.
-hay que poner en estado de alerta al ejército-alguien gritó por lo que los soldados que custodiaban el palacio real corrieron la voz.
Los batallones se pusieron alerta, aquellos que estaban cerca de la ciudad se dispersaron por los campos y demás pequeñas ciudades para custodiar, las armas volvieron a brillar y las armaduras relucían al sol.
Dégel ordenó que se redactara una carta para su yerno urgiéndole que unieran sus fuerzas lo más pronto posible, los mercenarios pululaban por doquier ofreciendo sus servicios a cambio de oro y protección. La carta llegaría en tres días...
-es hora padre-dijo Thera.
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NiloAries, espero te haya gustado :D
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