10.- Los señores de la guerra.
Créditos de la imagen a su respectivo autor.
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Los gritos de horror de la gente que caminaba cerca del palacio Archiducal interrumpió la apacible e íntima siesta que compartían Kanon y Aioria en su habitación. El primero despertó de golpe cuando escuchó los cascos de los caballos golpear el suelo, señal inequívoca de que era mensaje de guerra mientras el segundo protestó en sueños por el movimiento brusco.
Por supuesto que el General sin demoras salió a ver no sin antes vestirse ya que se hallaba en paños menores. Por poco se lleva al anciano Tersites en su andar apresurado.
Los trabajadores de la casa se inclinaban a su paso más ignoró las muestras de respeto ya que otra cosa le apremiaba; al fin en la salida se topó con la ingrata sorpresa de que uno de sus hombres de Rómulo y Remo había sido asesinado y su cadáver traído cual saco de papas hasta Algieba provocando el pánico y confusión de los habitantes.
-Giudecca viene para acá-advirtió el mensajero de Radamanthys cuyo aspecto tenebroso le hizo recordar a los mercenarios que atacaron a Deuteros, lanzándole el cuerpo-así que prepárate General si es que no quieres ver a tu señor como prisionero de guerra como hace una hora lo son Aspros y Deuteros Castor...
De la ira inicial pasó al más absoluto desconcierto. Los hombres que lo escoltaban murmuraron entre si al oír la fea noticia, vendría el derramamiento de sangre, pactos y alianzas que podrían ser humillantes.
-él no es un idiota como para dejarse tomar como botín-dijo con un deje de burla-además primero le corto las manos a cualquier imbécil que quiera ponerle un dedo encima.
-como sea, mi señor está muy interesado en él... es un doncel muy hermoso...
Sin esperar réplica alguna el mensajero se marchó emitiendo una terrible carcajada, en realidad la amenaza de que Radamanthys tenía un interés en Aioria era falso... el Gobernante usurpador había ofrecido a cualquiera que tuviera agallas de penetrar en el siempre custodiado palacio a Aioria del que había resaltado su condición.
No se había dado cuenta que empuñaba en sus manos un puñal ese que quitó del cuerpo sin vida de su soldado ocasionándose un corte del que manaba sangre copiosamente, no fue hasta que Aioria que reparó en su ausencia del lecho le arrebató el arma.
-¡ imbécil!-entregó el arma a uno de los centinelas-¿ quieres dejarme jodido con un batallón extranjero y otra boda con alguien que no me gusta?
Lo miró como si él fuera una ilusión, tuvo que parpadear para despejar la nube que ensombreció su cerebro.
-yo tengo que...-miró en torno y sin decir nada más entró apretándose la herida.
Un soldado que se quedó recogiendo el cuerpo le puso al tanto de la situación y en menos de lo que canta un gallo las tropas se estaban formando para proteger a la ciudad y sus áreas circundantes mientras que las restantes movilizadas por el crimen contra uno de sus compañeros se hallaban agitadas y con ansias de destrozar con sus espadas al ejército sanguinario de Giudecca.
Esa misma mañana escribió a Milo con el que mantenía correspondencia secreta, ambos consideraron mejor así para evitar intercepción de sus mensajes de parte de Selene, Sisifo y últimamente Camus que había aprendido las intrigas de la corte de Antares.
Utilizaban un código que solo ambos jóvenes comprendían.
" Milo, Señor y gobernante de Antares
Siento ser emisario de malas noticias...
Alhena cuyos gobernantes estaban íntimamente ligados a Indrapahts ha sido borrada del mapa por manos de un rapaz y feroz ejército comandado por el estandarte de Giudecca, según me revelaron los Archiduques fueron tomados como rehenes y su población sin daño alguno exiliada a la región más hosca de Giudecca.
Negros tiempos se ciernen sobre nosotros, el filo de la espada pende en nuestras cabezas cual oscuro presagio...
Giudecca acaba de amenazarme, Kanon está furioso y esta misma tarde partirá a la frontera donde se pondrá a la cabeza del modesto ejército con el que contamos.
El mensajero dijo que su ejército someterá a pillaje y saqueo a Antares, mi territorio y el territorio de vuestro suegro sin piedad.
Ruego pues querido amigo que prepares tu ejército tanto terrestre como naval y te alíes con los demás territorios, en tanto yo trataré de detener su avance si es posible con mi propia vida..
Aioria Leons Sagittarius.
Señor de Denébola y Algieba"
Suspiró cuando dobló el pergamino sellándolo con cera donde plamó el sello real presente en su anillo, los momentos de placer habían culminado al ver el rostro encendido de ira de Kanon.
Tersites se acercó sigiloso para ver si su señor necesitaba algo, Aioria se dispuso a levantarse cuando notó al anciano mirarlo con un deje de nervios.
-¡ mi joven señor!-tomó sus manos entre las suyas-¿ qué será de nosotros?
Aioria suspiró derrotado, debía desempolvar de su armario la vestimenta que usaba años atras cuando entrenaba como soldado e ir con Kanon hasta la frontera y hacer frente a la amenaza. Pero antes debía nombrar un Regente y nada mejor que su Canciller.
Media después la mujer seria recibía las atribuciones de parte del castaño el cual no era ajeno al entrenamiento militar ya que durante su niñez y parte de su adolescencia fue instruido para dirigir ejércitos. Kanon al saber que Aioria se proponía ir con él, amenazó con amarrarlo de la pata de la cama ya que era probable que lo tomaran como prisionero de guerra.
-no me quedaré aquí haraganeando-lo enfrentó frente a todo el palacio-te guste o no me llevas...
Bufando, Kanon encabezaba el cuerpo de batalla que salía de la ciudad de Algieba mientras a varios pasos suyos un triunfante Aioria avanzaba custodiado por unos risueños soldados que apostaban quién ganaría en las discusiones maritales.
-mocoso necio-murmuró el General-ay que me pida que...
-¿ decías algo cariño?-a pesar de la distancia lo oyo-también te amo, pero no me creas débil... también sé patear traseros...
Ya no dijo más. Avanzó gruñendo ante las risas mal disumuladas de sus hombres que se intercambiaban monedas. Ya por la noche arreglarían sus diferencias como pareja.
*************
Encadenados, los Cástor eran conducidos por la llanura que fue campo de batalla donde yacían sembrados cadáveres de ambos bandos. Asmita tuvo la suerte de salvarse de aquella barbarie donde los soldados de Radamanthys al mando de Asdrúbal despojaban el campamento enemigo y destruían la ciudad real de Alhena ya que días antes partió hasta el monasterio donde Shaka pasaba sus días.
La orden era simple, destruir templos, palacios y casas, tenían prohibido tocar a la población salvo si alguno se revelaba y deportarla completamente hasta Amasie; la brutalidad de la guerra Wyert la reservaría para Denébola, Indrapaths y Antares a los que saquearía y esclavizaría sin piedad.
-no dejen nada-ordenó Asdrúbal a sus hombres que derribaban la muralla de la ciudad con una poderosa máquina de asedio-hasta los cimientos y luego echen sal para qué jamás esta maldita ciudad sea reconstruida...
De la furia por ver sus dominios destruidos, Aspros trató de tomar la espada de uno de sus captores para zafare y liberar a su hermano, más su accionar fue descubierto siendo golpeado salvajemente ante la impotencia de Deuteros que nada pudo hacer.
Cuando las llamas cubrieron cual funesto abrazo a la ciudad, Deuteros aulló de ira y dolor, las lágrimas bajaban sin descanso por su moreno rostro, siglos de dominio pacífico derribados por ambiciones de un demente sediento de sangre, Enio dichosa se deleitaba con la aniquilación y bebiendo de los despojos pestilentes y cadavéricos.
-Aspros...-la voz entrecortada del menor se perdió entre los crepitar de la madera chamuscada, la piedra cortada en pedazos por los artilugios guerreros-hermano, despierta...
Pero Aspros seguía bajo el sopor del golpe mientras era conducido por una marea de hombres ceñudos rumbo a su cautiverio en Giudecca.
Lo único que consoló al menor de los Cástor era que su amado Asmita, su rey benévolo estaba a salvo lejos de ahí, con ese pensamiento cerró los ojos y caminó olvidando que una cadena lo sujetaba cual animal rumbo a su sacrificio.
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-voy a tener que aliarme con tu padre-dijo Milo.
Camus alzó la vista estupefacto. La amenaza era real porque si su esposo consideraba aliarse con Dégel era porque sus efectivos militares no eran suficientes para hacer frente a una lucha que podría extenderse meses o años.
-¿ te ofreció la alianza o fue una idea de la Reina de las Cobras?
-¿ celoso mi cubo?-espetó Milo tomando su rostro con su mano libre ya que con la otra se descalzaba para colocarse las vestiduras de entrenamiento.
Camus rió divertido, no sentía celos de nadie porque sabía que el Príncipe de Antares lo amaba a él y que sería capaz de cruzar el sendero sórdido de la muerte con tal de verle a él y a su hijo no nacido a salvo.
-nunca mi augusto señor-respondió en tanto estiraba la mano para entregarle los atavíos de la lucha-vos me eres fiel como un devoto a su dios.
Camus inteligente sabía que debía disimular la desafección a su hermana, quien tal vez en unos años sería la Reina, sin embargo aquel hombre que se case con ella tendría casi el mismo poder que él gozaba como consorte real de Milo. Sonrió astutamente al ocurrírsele una idea, la cual no revelaría hasta su debido momento.
Se levantó con dificultad del amplio y perfumado lecho, el estado cada semana avanzaba satisfactoriamente para dicha de Seraphina que vería sentarse en un trono por derecho a un descendiente suyo. La nobleza más vieja decía que sería una niña mientras que las futuras abuelas desdeñaban esos comentarios y proclamaban a viva voz que era un niño.
A Milo le daba igual su sexo, las leyes no eran discriminatorias con ninguno.
-¿ a donde vas Camus?-indagó el joven que terminaba de ajustarse la vestimenta-dentro de dos horas vendrá un mensajero de Udayet pues como su señora canceló mi visita, quiero que lo atiendas mientras entreno con Tutmes
.
-supongo que ella te propondrá que lideres un gigantesco ejército hasta las llanuras de el reino de mi padre-analizó cripticamente-donde te unirás a él y juntos irán a destrozar a Radamanthys.
-no te equivocas mi bello principe de acuario, por eso quiero que le concedas audiencia y le expliques mis intenciones.
Camus asintió tomándose en serio su papel. Y para tener la audiencia debía enviar un distractor a su madre y suegra pues conociéndolas, intervendrían.
Mientras Milo se iba a entrenar con Tutmes, su Comandante; un hombre a caballo hacía su entrada por la ciudad llevando la propuesta de su señora. Jamás había pensando en pisar tierra ajena, más de aquel que fue su rival...
El comercio seguía sin detenerse algo que no pasaba en las tierras donde vivía ahora, las rebeliones y ataques a las caravanas de comerciantes eran un dolor de cabeza para Sheena que ya había mandado a ejecutar a tres mercenarios infiltrados.
Llegó hasta una posada donde dejó su doncel al cuidado de un mozo mientras él caminaba cubierto por una capucha para no ser reconocido antes de tiempo. Ya pocos pasos divisó la estructura que indicaba que el palacio Girtab lo recibiría, apuró su andar y mostrando el sello de su señora entró precedido por un guardia que lo hizo esperar mientras lo anunciaba a Sus Altezas Serenísimas.
-Su Alteza, el Príncipe consorte Camus lo aguarda-anunció el guardia-Nuestro Soberano Milo se halla ocupado con otras cuestiones por eso, el Consorte Real le concederá la audiencia.
-seré breve-contestó aferrando el pergamino y acto seguido entró por la gruesa y pesada puerta adornada con un escorpión.
Camus aguardaba de espaldas en tanto se entretenía observando las lámparas con forma de araña que colgaban del techo ricamente decorado cuando los pasos del mensajero de Sheena lo obligaron a voltearse, si no estuviera sujeto del espaldar del trono, se caía de espaldas al reconocer ese rostro.
-¡ tú!
-si Camus, soy yo... aquel que despreciaste por el soberano de estos dominios...¿ el mundo es pequeño no?
-se supone que tú...
Hyoga sonreía cínico, disfrutaba ver el desconcierto en las bellas facciones de su ex-amante.
-ahora Alteza, déjeme revelarle los planes de mi señora con respecto la guerra-extendió el pergamino a un tembloroso Camus-después hablamos de todo... ¿ le parece?
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Una aclaración en la parte de cuando es destruida la ciudad, en una de mis tantas lecturas e investigaciones descubrí que antiguamente al finalizar una batalla el ejército vencedor como una forma de maldecir a la ciudad vencida regaban con sal ciertos puntos de la misma.
Gracias por llegar hasta aquí :3
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