PRÓLOGO 1
CALEB
Doce años de edad...
Empujo arrastrando una banqueta baja de madera por el piso, haciendo fuerza con mis brazos hasta el baño de mi habitación.
El agua por la ducha que me di, aún cae por mi rostro de mi pelo mojado y gotea por el piso.
Jadeo con fuerza hasta ubicarlo junto al espejo del baño.
Me deshago de la toalla que me envuelve y subo a esta, quedando en mis pequeños bóxer de Superman.
Limpio con mi mano el espejo empañado por el vapor de la ducha y me miro frente a él, elevando ambos brazos a mis lados y cierro con fuerza mis puños para sacar músculos con un profundo respiro.
Mis pequeños brazos delgados apenas se tonifican por más esfuerzo que hago, al igual que mi dorso y ladeando apenas para ambos lados mi cuerpo para una mayor visión.
Y resoplo, dejando caer mis brazos con una mueca.
Aunque ya tengo 12 años, mi estatura sigue siendo baja a comparación de mis compañeros de clases.
Soy el primero de la fila al formar en el colegio y el más menudo físicamente.
Y suspiro, bajando mi mirada.
Crecer, tarda mucho...
Pero sonrío, poniendo mis manitos en mis caderas y otra vez mirándome al espejo decidido.
Aún soy chiquito, pero voy a crecer.
Media hora después con un beso en la mejilla a mi mamita, abro la puerta del auto y saludando a unos compañeros a mi espera en la acera, entramos por la puerta de entrada del colegio.
HOPE
¿Clase de Matemática?
Bien.
¿Trabajo práctico de Biología?
En carpeta roja exactamente en 36 hojas enumeradas y sobre el escritorio de la profesora entregado a la fecha un día antes.
Sonrío.
Bien.
A minutos de tocar el timbre del último recreo para mi próxima clase de Historia y cargando dos libros, siento mi nombre entrando al aula.
Me detengo en la puerta.
En realidad, lo gritan.
Para ver a Amely con Tatúm a su lado, corriendo por el pasillo hacia mí.
- ¡Tienes que venir! - Dice jadeante y apoyando una mano en la pared Amely, intentando recuperar aire de sus pulmones.
¿Eh?
Mi hermana Tatúm deja los libros por mí, en mi pupitre y me jala de una mano en dirección al patio trasero del colegio.
- ¡Otra vez Constanza, está molestando a Juno!
Muerdo mi labio de la bronca y corro con ellas.
Tengo dos hermanas más.
Junot y Tatúm.
Y somos trillizas y aunque soy la menor de todas por 4 minutos.
Me considero la más fuerte y sobreprotectora de mis hermanas.
Mi sangre se coagula si las siento en peligro y odio las injusticias.
¿Cómo les explico?
Soy algo temperamental y en su sano juicio, ninguna chica de más tamaño o edad se anima a enfrentarme o un chico, si quiere seguir manteniendo sus pelotas en su lugar.
Obvio.
- ¡Carajo! Cuando la agarre a la cogotuda esa, juro que no le quedará un mechón de ese bonito pelo que tiene y tanto pondera... - Gruño, llegando al patio trasero para encontrarme con que todo ya terminó.
Que decepción.
Caldeo, el rarito.
Mejor amigo de mi hermana y unos años más grande, está a su lado limpiando sus lágrimas y entregando una hoja algo maltrecha con un dibujo hecho por Juno.
Elevo mis ojos al segundo piso.
El secundario del establecimiento.
Cual y por sobre el muro apoyados, todos los estudiantes de ese nivel observan en silencio lo que acaba de suceder.
Guau.
Saltó de ahí, para ayudar como siempre a mi hermanita cuando la siente en problemas.
Mis ojos asesinan a Constanza que abrazada de sus amigas las chetas como se hacen llamar, la llevan al interior del edificio consolándola.
Perra.
Mi hermanita ríe.
- Estoy bien, Hope... - Me dice con tranquilidad.
- No entiendo por qué, te molesta tanto... - Murmura Tatúm, acomodando sus lentes y sus hebillitas del pelo. - Somos tres, pero su odio es solo contigo. - Mira a Caldeo con ternura. - Gracias por aparecer...
Caldeo no responde, solo sonríe sin dejar de mirar a Juno, cuando la voz severa de una de las celadoras nos interrumpe.
Miss Houston.
Y bajo reprimendas por su intromisión al patio primario, con empujones y entre risita de mi hermana, vemos como se lo lleva.
Suspiro.
Otra vez, Caldeo recibirá una sanción y en su mayoría como siempre por mi hermanita.
Sonrío.
Ya que, es como su ángel guardián.
Cruzo mis brazos sobre mis pecho mientras nos agrupamos las cuatro y lo observamos desaparecer por el corredor.
No habla mucho.
Prácticamente nada.
Pero, por motus propio.
Es silencioso.
Callado.
Pero una mirada basta para que sus ojos de un color gris hielo trasmitan lo que no expresa con palabras.
Caldeo tiene alma de líder.
Sip.
Amely suspira por él y Tatúm chilla con asco por eso.
Juno responde algo, pero no lo llego a escuchar, porque por segunda vez mi nombre es gritado.
Caleb con su grupito de amigos viene hacia mí, corriendo.
Le arqueo una ceja.
Es nuestro primo menor por un año.
Hijo de nuestros tíos Rodo y Mel.
Pero aparenta menos, ya que Caleb no fue muy agraciado con la altura y su fisonomía física.
Se detiene frente mío, tomando un respiro con sus manitos reposando en ambas rodillitas de sus pantaloncitos cortos en azul del uniforme escolar por la carrera.
Da ternurita.
Eleva su rostro.
- ¿Estás bien?
Arqueo más mi ceja.
- ¿A ver que no entiendo, Caleb? - Digo, mientras recibe cariño de Amely y mis hermanas.
Para que entiendan.
Caleb es una especie de combo de mimos con su tamañito, rulitos y ojitos color chocolate.
Pura ternura y quiebre para toda mujer, por lo mono y dulce que es.
La edad que tenga.
Llámenlo maternal, si quieren.
Porque y aunque, no es muy agraciado de belleza masculina físicamente, nadie puede contra su algo que irradia.
Esa dulzura y lo linda personita que es.
En una palabra.
Dan ganas de comerlo a besitos.
Como yo ahora, pero me contengo.
Se endereza llegando su altura apenas a mi pecho.
- Vine a salvarte... - Me exclama con postura fuerte imitando el porte del gigante Caldeo, ganándose el suspiro de mis hermanas, Amely y grupo de chicas que se acercan por su determinación en la minúscula versión.
Me inclino a él, para nivelar nuestras miradas.
- No estaba en problemas, Caleb... - Revuelvo su pelo por sobre su cabeza de forma maternal y con ternura.
¿Vieron?
Se lo dije.
Imposible, no adorarlo.
- Ve a jugar con tus amiguitos... - Le susurro con dulzura, limpiando de su mejilla y con mi pulgar una mancha de chocolate que habrá comido en algún recreo, mientras me giro saludando a las chicas para volver a mis quehaceres.
Porque esta movida, retrasó mis labores y yo tengo todo programada en mi vida.
Absolutamente.Todo.
Un gruñidito a mis espaldas.
¿Y eso?
Al mirar por sobre mis hombros, me encuentro al pequeño Caleb, rígido con sus manitos como puño sobre sus lados y con los ojos estrechos mirándome.
¿Enojado?
Su mirada es furiosa a través de sus espesas y gruesas pestañas.
- ¡No me trates como a un bebé! - Me grita con su vocecita que aún, no ha madurado.
Y sip.
Se gana otra demostración de amor por parte de todas por su posturita.
Incluso yo lo siento y como todas, quiero envolverlo entre mis brazos y besar su pelito revuelto.
Repito.
Imposible, no.
Pero lo disimulo aclarando mi garganta y poniendo mis manos en las caderas.
Lo miro desafiante.
Primito descarriado.
- ¿Perdón? - Solo digo.
Un brazo lo eleva para señalarme con su dedito.
- Soy solo menor que tú, por un año... - Gruñe a un par de metros de mí y frente a todo nuestros compañeros en el patio como espectadores.
Miro a mis hermanas que atónitas como yo, lo escuchan y creo que con aire divertido.
Creo, dije.
- ...siempre te voy a proteger, porque esos hacen los hombres con la mujer que aman! - Suelta.
Silencio.
Mis ojos se abren gigante y mi sangre se congela de golpe por su dicho frente a todo el mundo.
¡QUÉ!
- ¡Caleb! - Chillo.
- Me amas... - Prosigue sin bajar ese dedo señalándome y de forma decidida. - ...pero como todavía soy chiquito, no lo sabes. - Su mirada chocolate se corre de mí, para mirar a un lado. - Voy a crecer, seré adulto y te desposaré Hope Mon, porque te amo. - Sus ojos vuelven a mí, con determinación.
Y una bofetada de calor inunda mis mejillas y sobre mi lugar veo como todos suspiran y entre risitas, festejan la determinación amorosa de mi primo.
Y yo me muero de la vergüenza.
Entre ellos, mis hermanas que partidas de la risa felicitan con palmadas de hombros a Caleb, por su osadía y tan valiente declaración de amor.
¿Qué?
- ¡Jamás! - Digo, removiéndome sobre mis pies.
Compostura, Hope.
Bien.
¿Su respuesta por mi dicho?
Una sonrisa de satisfacción y mostrando en todo su esplendor, su sonrisa a toda potencia con los braquets que corrigen su dentadura.
- Ya lo veremos... - Dice sin más y retirándose, bajo el timbre de entrada a clases con sus amiguitos y con pasos decididos.
Y algo cálido se expande en mi pecho.
Mierda...
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