PRÓLOGO 1.2


Quince años de edad...                              

 CALEB                                                               

- ¡Yes! - Grito con un puño en alto como triunfo, sonriendo y destapando en marcador negro con mi boca, para luego hacer una pequeña marca a un lado de la puerta de mi habitación con una amplia sonrisa.

- ¿Cuánto? - Me dice Cristiano tirado sobre mi cama, de piernas cruzadas y con sus brazos por detrás de la cabeza, sacudiendo alegremente uno de sus pies al ritmo de la música que inunda por mi equipo estéreo.

Giro sobre mi lugar, para luego hacer una gran pose final y ganadora, extendiendo mi brazo derecho y mostrarle 4 de mis dedos abiertos.

- ¡Cuatro centímetros, mi amigo! - Grito, festejando sobre mi lugar con un bailecito, provocando que ría, ya que solo llevo mis bóxer blancos, descalzo y meneo mis caderas imitando el Hula-Hula Hawaiano.

- ¡Guau! Es mucho, Caleb. - Me dice, incorporándose para recoger una revista de hombres del piso, que en su tapa tiene a una linda chica en ropa íntima y casi desnuda.

Sip.

Y lo siento, porque sea mía.

Pero, soy un muchacho en plena pubertad y tenemos esas cosas.

Miro la hora de mi reloj despertador sobre la mesilla junto a mi cama.

- ¡Mierda! - Exclamo con apuro en la búsqueda de mis pantalones de gimnasia mientras en el proceso, casi tropiezo por unas zapatillas tiradas, carpetas del colegio abiertas con mis tareas medio hacer y algo de ropa ya usada, hecha un bollo desparramada.

Todo eso fregado por el piso.

Y sip, de vuelta.

Soy algo desordenado.

- ¿Dónde vas? - Dice Cristiano abriendo el lindo pósters incluido de la revista, casi en tamaño normal e inclinando su cabeza, para una mayor visión de la chica "semi desnuda" en él.

Luchando en ponerme mis pantalones y al mismo tiempo mis zapatillas deportivas, inclinado y saltando en un pie, lo miro sonriendo ampliamente y con una de ellas en mi mano, señalo mi boca.

- Turno con el dentista, amigo. - Digo feliz y cepillando con mi lengua mientras sonrío, todo el conjunto de bráquets completo de mi dentadura, tanto arriba como abajo. - Diré adiós a mi aparatos dentales con sonrisa metalúrgica y hola a dientes perfectos como bonitos... - Esto último, le susurro suave y de forma sexy, causando que ría otra vez.

Sacando una camiseta básica y blanca de uno de los cajones de un mueble de ropa, me lo pongo por mi cabeza intentando recordar donde dejé mi mochila.

¿Abajo de la cama?

Nada.

¿Bajo un montón y pilas de papeles con libros, sobre mi escritorio?

Tampoco.

Carajo.

¿Dónde?

Sentado sobre mis talones en el piso alfombrado, cierro mis ojos y con un dedo en mi sien, pido concentración.

- ¿Qué mierda haces? - Siento la voz de Cristiano desde mi cama sentado.

Hago una seña de silencio.

Porque, estoy pensando.

- Shuu... - Digo con un susurro. - ...estoy intentando pensar como una mochila...para saber dónde estaría? - Finalizo.

Un golpe de almohada a mi cabeza, hace abrir mis ojos con su risa.

- ¿Esta? - Dice.

¿Eh?

Lo miro con ella, en una mano en alto.

Estaba entre las sábanas y frazadas de mi cama sin hacer.

Cierto.

Que anoche cuando llegué del gimnasio muerto del cansancio por el entrenamiento exigido, la tire sobre esta para luego una ducha y dormir.

Beso su frente.

- ¡Mi héroe! - Digo a mi rescatador de mochila, batiendo mis pestañas y ganándome un golpe de puño de él, sobre mi hombro como respuesta.

Río a carcajadas con Cristiano, mientras bajamos las escaleras de casa en dirección a la puerta de salida y sobre la acera nos despedimos con un choque de hombros.

- ¿Te veo esta noche con la banda? - Me dice.

Cuelgo mi mochila en mi hombro, buscando la llave de mi moto en uno de los bolsillos de esta. 

- Sip. Voy a ir al gimnasio y después del dentista. Dile a Caldeo que llegaré a tiempo para su hora... - Murmuro con esta en mi boca, para poder cerrar el bolsillo mientras camino a la cochera.

- ¡Okey! - Exclama, abriendo la puerta de la camioneta policial que usa de su destacamento por ser parte en el ingreso de la fuerza armada de la policía o algo así.

Somos los tres amigos de toda la vida desde nuestros nacimientos y aunque a ninguno nos une lazos de sangre, somos familia.

Como también, mejores amigos.

Me monto sobre mi moto e introduzco la llave en su contacto.

Esta ruge sonora y gravemente, haciendo eco en el vacío del garaje, ya que los coches de mis padres no están por haber salido ambos.

Caldeo es el mayor de nosotros, estudia música en la Universidad y pese a que es de pocas palabras, posee una voz de lo mil demonios y tras armar una banda, hoy a la noche debutará en el bar que frecuentamos los fin de semanas WaySky.

Se hizo amigo del dueño del lugar hace un año, después de su regreso de África, su país natal y es el puto rey del campus Universitario como capitán de la liga de básquet de esta.

Todos lo respetan y admiran.

Y las mujeres, mueren por él.

Cristiano, también estudia.

Su pasión es pertenecer en breve a las fuerzas armadas como su padre y madre lo fueron.

Sip.

Y sonrío, poniéndome el casco.

Porque el año que viene, entraré a la Universidad y por fin estaré como ellos, ya que soy el menor.

HOPE

- No sé, si es buena idea... - Murmuro al dispositivo de mi oreja y manos libre de mi celular caminando por la acera.

El sonido de mis preciosos zapatos de tacón alto, suenan con cada paso que doy, mientras acomodo mi falda gris y ceñida a mi cuerpo con la mano que cuelga mi bolsito deportivo de Prada, mientras en mi otra mano con mi agenda electrónica, intento leer de esta para ver que sigue en la planificación de mi día.

No me gusta perder tiempo.

Y para mí, esto lo es.

Niego con mi cabeza, resignada.

Carajo.

¿Gimnasio?

¿En serio?

¿Si como actividad física, está la cinta corredora del gimnasio de papá, no fuera suficiente para mí?

- ...Bebita, lo es... - La voz de mamá del otro lado del teléfono, prosigue. - ...cambiar el ambiente Hope. - Continúa. - Una hora de este, no tambaleará tu organizada vida, cariño. - Me dice dulce. - Harás de amigos y es muy bueno para erradicar el estrés laboral y de estudio...

Entro en pánico y me detengo sobre mis pies.

¿Amigos?

Mierda, no.

Suficiente con los que tengo, que y aunque no son muchos, ya acaparan parte de mi vida.

Bueno.

Ok.

Suspiro, bajando mi mirada al piso.

Solo, tengo uno.

Pero juro, que Pascual vale por una docena.

¿Entablar y estrechar nueva amistades con gente?

Dulce Jesús.

Nop.

Eso implicaría armar mis horarios nuevamente, ya que querrían salidas y encuentros.

Subo ambas manos a mi cabeza con angustia.

¿Dónde irían mis horas de estudio?

Me arrastraría luego de mis clases, por el Holding de TINERCA del cansancio a mi puesto de trabajo.

Aunque soy una simple Junior, el escalafón más bajo en la pirámide de trabajo en la metalúrgica de papá, quiero ganarme y valerme por mí, para llegar a mi puesto.

- Hope, hija...siento tus pensamientos, desde acá. - Una risita, sale de ella. - Deja de preocuparte tanto cariño y disfruta. Tienes solo 16 años...

Dejo caer mis hombros de forma desinflada, reanudando mi caminata.

- Ok má... - Digo con tono bajo y tristón.

- Bebita créeme, esto te hará bien. - Y juro que, aunque no lo puedo ver, siento que guiña el ojo del otro lado cuando lo dice. Extraño. - Cambiará tu vida, amor...

¿Eh?

Cuelgo la llamada mientras abro el papelito escrito con la linda letra de mamá, la dirección del gimnasio.

Arqueo una ceja.

¿Era necesario, florcitas y corazones dibujados alrededor de ella?

Y no lo puedo evitar.

Sonrío.

Mamá, es siempre así.

Poniendo su sello algo infantil y alegre, siempre en nosotros.

Inclusive lo hizo una vez en documentos importantes de papá, que estaba medio loquito por una negociación importante con una firma Japonesa en construcción de puentes.

¿Qué hizo papá se preguntan en plena reunión con esos altos directivos en su Holding al verlo y entregar las hojas de los documentos con corazones y caritas felices hechas por mamá a un lado de las hojas?

Después de unos minutos de silencio y de observar los documentos, se echó a reír a carcajadas.

Acto seguido, corrió su silla y se retiró pidiendo a su mano derecha a Grands, que siguiera con dicha reunión "tan importante," para bajar hasta el piso de mamá.

El 17.

Ingresar a este y caminar hasta su box, tomarla de la mano sin saludo ni nada a nadie.

Muy de papá, eso.

Y misteriosamente, desaparecer con ella.

Por horas...

Sonrío, guardando el papelito en mi bolso mientras elevo mis ojos buscando la numeración.

Debe ser en esta cuadra.

Mamá buscó el gimnasio para mí y dice que es el indicado.

¿Por qué?

No tengo idea.

Pero, sigo caminando.

Las calles están bastante concurridas por el horario, como también la acera de peatones.

La superficie inestable del piso y por estar atenta a ella con mi vista leyendo en alto buscando, hace que trastabille y pierda el equilibrio al encontrarlo, frente a una gran puerta doble en vidrio con el nombre de este, ploteado en sus vidrios.

Pero, la gentil mano de un buen samaritano con precisión toma mi cintura, evitando que termine de boca al suelo.

Un buen brazo fuerte y tonificado, debo acotar.

- Gracias. - Digo amable, con ayuda de ese brazo que me sostiene con fuerza aún, al incorporarme acomodando mi falda y camisa blanca ajustada a mi cuerpo.

Y nuestros ojos se encuentran.

Él muerde su labio, para no reír a carcajadas.

Y yo, le regalo mi peor cara de mierda.

¿Caleb?

Y saco su mano de mi cintura de un movimiento brusco.

- ¡Eres un idiota! ¿Por qué, te ríes? - Chillo, al ver su sonrisa dibujada en los labios.

Y lo miro raro.

Porque, ya no tiene más sus bonitos bráquets.

Ahora, su sonrisa muestra una linda, simpática, blanca y perfecta dentadura.

Desde que empezamos la Universidad y él todavía en la secundaria, no lo he visto mucho este último tiempo.

Más bien de lejos y casi nada, por estar siempre fuera como ocupada por mis obligaciones.

Y veo que la sonrisa de sus cincelados y llenos labios crece más, con una sonrisa devastadora de hermosa.

Un momento.

¿Utilicé las palabras, cincelados y hermosa en la misma oración?

¿Y en Caleb?

Sacudo mi cabeza.

Porque esa sonrisa creció más, ya que como tonta me colgué focalizada en sus labios con poco disimulo.

- ¿Idiota? ¿Yo? - Dice colgando mejor su mochila de su hombro y apoyando su mano abierta sobre una de las puertas de vidrio, para empujarla. - ¿Quién fue, la que casi se cae por estar distraída mirando el cielo? - Murmura con cinismo y sin dejar de sonreír.

Estoy por mandarlo al demonio, pero me detengo al ver su mano abrir a medias la puerta.

Frunzo mis cejas y señalo con un dedo.

- ¿Acaso, frecuentas este gimnasio?

El turno de él, de arrugar su ceño.

- ¿Voy a ser tu futuro esposo y no sabes nada de mi vida? - Lleva su otra mano al pecho. - Auch...eso dolió... - Gime, fingiendo dolor.

Siento rojo.

Roja mis mejillas.

Y rojo mi cuerpo.

Le ruedo mis ojos antes de que lo advierta.

- Jamás. - Digo pasando por sobre él, terminando de abrir la puerta e ingresando al interior.

Y su risita detrás de mí, me sigue.

- En un mes va ser 2 años que soy socio de este gimnasio, pequeña Hope.

Me giro a él, de forma brusca.

- ¡No me digas pequeña! - Grito.

Y por un momento ambos nos quedamos en silencio, porque Caleb de pie y frente mío, está a dos centímetros de mí.

Jadeo.

No piensen mal.

De la bronca.

Obvio.

Creo...

Porque un escalofrío me recorre por mi columna vertebral al sentirlo tan cerca, mientras bebo con disimulo el paquete entero de Caleb de frente.

Y por primera vez, noto cambios en él.

Verdaderos cambios.

Nuestros ojos están casi al mismo nivel y eso llama mi atención, ya que llevo puestos mis preciados Viutton negros de suela roja con tacón de 10cm.

Sus ahora amplios hombros acompañado de una básica camiseta blanca, muestran su tonificado como marcado pecho y su brazo que flexionado por sostener la tira de su mochila que cuelga de su hombro, lejos está de la delgadez del niñito que muchas veces limpié, dejos de comidas de su rostro.

Ahora, marcando con ese suave movimiento unos músculos bastante trabajados en él.

Y no lo puedo evitar pesar.

¿Desde cuándo, Caleb creció tanto?

Y mis ojos lo recorren hasta su cintura estrecha, donde sus prelavados pantalones de gimnasia, caen de forma sexy de su caderas y marcan más abajo.

De forma natural, su...su...

Dulce.Y.Hermoso.Jesús....

Me eleva su ceja.

- ¿Observando la mercadería? - Y otra vez, su sonrisa aparece.

Pestañeo.

¿Eh?

¡Eh!

- ¡Cerdo! - Chillo, caminando en dirección a la recepción para inscribirme.

Ríe más.

- ¿Te veré luego? - Grita desde su lugar, aún parado.

- ¡Eso no es asunto tuyo! - Digo sin darme la vuelta.

- ¡Sí, lo es! ¡Tú, eres mía! - Responde.

- ¡Vete a la mierda! - Le respondo sobre mi hombro y sin dejar de caminar.

Y otra vez su risita a mi espaldas, pero que se aleja en dirección a los vestidores de hombres.

Dejo el bolso sobre el mostrador y agradezco por el formulario que me entrega la chica de recepción para que lo llene con mis datos.

Calor.

Y siento algunas miradas por nuestra conversación de socios del gimnasio mientras escribo.

Y vergüenza.

Porque, Caleb se dio cuenta que me babee por él.

Y frustración...

Frustración, por no poder seguir haciendo eso.

Seguir mirando cada centímetro de su cuerpo.

Y eso me llena de furia, porque por un momento.

Tan solo un momento, olvidé de mis obligaciones.

¿Y eso?

No.

NO.

Y no.

Nunca.

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