CAPITULO 9

HOPE

Subiendo algo el pantalón deportivo para no arrastrarlo tanto, me acomodo al lado de Pascual para tomar asiento sobre el borde del escenario y auditorio que hay en el salón de convenciones, con la caja de pizza en mano y entremedio de los dos, que mandamos a pedir y gentilmente uno de seguridad no los acercó con dos latas de gaseosa de naranja.

Pascual la abre y husmea, sacando dos porciones.

Me da una a mí, y le agradezco con una sonrisa.

- ¿Y bien? - Dice, dando el primer mordisco. - Cuéntame por qué, estás vestida como niña normal y no, como Herónimo pero con falda.

Río, sacando las anchoas de mi porción y se las pongo en la suya.

Pascual, adora ellas.

Doy una gran mordida con resoplido de por medio, balanceando mis pies cruzados en el aire por la altura del escenario.

- Caleb... - Solo digo, mirando la profundidad del salón vacío y con solo nosotros dos.

- ¿Tu primo, el alegre?

Asiento, masticando otro pedazo.

Mierda, está riquísimo o tengo mucha hambre.

Señalo el piso con un dedo.

- Empezó a trabajar acá, hoy... - Trago. - No me preguntes por qué, pero mamá quiso que lo fuera a buscar en su primer día... - Doy otra mordida.

Él también, come.

- Mujer inteligente. - Suelta sonriendo.

Lo miro raro, pero no dice nada ante mi cara y me encojo de hombros por ello, abriendo la caja por otra porción.

- Supongo. Debió creer que con lo irresponsable que es, quedaría dormido... - Creo.

Niega divertido, pero no me dice nada otra vez.

Resoplo.

- Él me saca de mi sistema... - Tema sabido para mi mejor amigo, ya que a lo largo del tiempo que nos hicimos amigos, más de una vez le conté de Caleb.

De sus locuras de niño.

Parrandas y fiestas.

Anécdotas de él, con Caldeo y Cristiano juntos.

Lo mujeriego.

Su visión de la vida.

Y ahora tras varias porciones de pizzas más con sorbos de gaseosas de por medio y sin escatimar detalles, le cuento a Pascual desde la fiesta del sábado a la noche, la montada en bicicleta por primera vez, la supuesta cita que resultó ser clases de Tango y el beso apasionado que me dio en el porche de su casa con mi huida.

- Mmnm... - Es su conclusión final, rascando su mandíbula de forma pensativa con su leve barba blanca de tres días, mirando el piso. - Y al final, huiste... - Repite mi desenlace.

Recostada sobre el piso del escenario por todo lo que comí y mis manos cruzadas sobre mi vientre lo miro.

- ¿Es todo lo que vas a decir?

Sus viejos hombros se sacuden de la risa.

- No.

- ¿Entonces? - Me incorporo, sosteniéndome con los brazos apoyada. - ¿Debí abofetearlo, no? Nunca, debió pasar lo de hoy. - Me digo convencida. - Un día perdido. Pero lo tomaré como aprendizaje... - Elevo mi dedo. - ...de lo que te ocurre, cuando te sales de tu eje, porque soy...

- Una gallina. - Interrumpe Pascual.

Mis ojos se abren.

¿Terminó la oración o me lo está diciendo?

Se aclara la garganta.

- Una gallina, mal educada. - Se corrige.

¿Pero qué, mierda?

Me cruzo de brazos y de pies.

- ¡No es cierto!

Limpia las pequeñas migas y dejos del piso, con su mano con una de las servilletas de papel.

- Erizar la piel de un verdadero hombre, es un arte. - Me señala con la misma mano. - Tú, lo has hecho, pero no con tu arte, si no, con tus burradas. - ¿Eh?- Todavía no le pediste disculpas por tus ofensas del sábado. - Me dice. - Cualquier chico en sus cabales por más amor que te tenga, te hubiera mandado a la mierda... - Guau, cuanta sinceridad. - ...y luego, mostrándote una parte de él importante para compartirlo, lo haces sentir que fue basura...

Miro mis pies, jugando con la caja de pizza con la punta de ellos.

Carajo, creo que tiene razón.

- Fue agradable, pero no quiero eso. - Me justifico. - Estoy un día atrasada en todo ahora...

- ¿Cómo es la pizza, Hope? - Me pregunta de golpe y sin hacer caso a lo que digo.

Suelto una risita.

¿En serio me lo pregunta?

Y su ceja cana elevada, me lo confirma.

Miro las porciones que quedaron.

- ¿De masa? - Contesto dudosa.

Asiente.

- ¿Qué más?

Y arrugo mi nariz.

¿A dónde, quiere llegar?

- ¿Con salsa y queso?

Vuelve afirmar por mi respuesta, satisfecho.

- ¿Te gusta?

- Me encanta. - Digo sin vacilar.

¿A quién, no le gusta la pizza?

- ¿Qué forma tiene? - Prosigue.

Lo miro de reojo, sospechosa.

- Redonda.

- ¿Y cuantas porciones trae?

- Ocho. - Y sigo, sin entender.

Se sonríe ante mi cara.

- La pizza desde su creación, vive de una forma estructurada. Es redonda, ocho porciones, con su salsa y queso. Nada le va a cambiar su ser, chica... - Me mira desafiante. - ...y si le agrego anchoas?

Mi nariz se arruga más.

Puaj.

- Qué asco... - Digo.

Sus cejas se elevan hacia arriba.

- ¿Pero, la pizza sigue siendo la misma, no? - Me mira sabiamente. - ¿Cómo lo sabes a su sabor, si nunca lo intentaste? - Sigo su mirada a ella, donde solo quedaron dos porciones y a un costado, mi montoncito de anchoas echas a un lado por mí, ya que nunca las probé, pero le tengo idea a hacerlo.

En realidad.

Nunca intenté probar algo nuevo, más que la estructurada pizza simple como común, con queso y salsa.

- ¡Dios! - Exclamo. - ¡Eres como un jodido Paulo Coelho culinario!

Y suelta una carcajada que me contagia.

Lo abrazo.

- Eres el amigo más genial del mundo.

Palmea mi hombro con cariño.

- Lo intento, hija...lo intento... - Me mira con eso ojitos de Papá Noel y la hora de su reloj. - ...es tarde. Deberías ir a dormir. Madrugar. Buscar a ese chico alegre para pedirle disculpas y empezar a probar las anchoas...

***

Aunque, me fui con cierto aire de alivio después de mi charla con Pascual.

La espina de no sé, qué, seguía pinchando en alguna parte de mi pecho y por más que frotara mi mano allí, esa mierda doliente no se iba.

Y creo que hasta se expandía con cada masaje de mi mano.

Puto Caleb y puta mi consciencia.

A la mañana siguiente, aliso otra vez y bajando de mi coche, por sobre la acera de su casa, otro de mis trajes entallados con falda.

Un diseño en grises cálidos que se adaptaba a mi cuerpo a la perfección y a juego con otros estiletos de 10 cm en rojo.

Pellizque mis mejillas para darme color sobre mi maquillaje.

En realidad algo de un rubor natural por mis pocas horas de sueño.

Al no cumplir con mis ochos horas religiosas y saludables que me exijo por la salida de ayer con mi primo y a eso, súmenle mi charla con Pascual y mi jodido subconsciente, picando mi cabeza culpable en la cama.

Logrando dormirme pasada la madrugada por más ovejitas que conté o imaginé a Caleb estrangulando por ser el causante de todo esto.

Junté más mi pelo atado con mi siempre cola de caballo ultra tirante y me encaminé con una cadena de respiros para tomar coraje.

Antes de que mi dedo tocara el timbre haciéndome anunciar, se abrió de golpe por Caleb ya listo.

¿Cómo mierda, sabía que vendría por él?

Me arquea una ceja.

Cabrón hermoso.

- Tía Vangelis, me avisó por teléfono. - Responde a mis pensamientos, sin moverse de su lugar.

Ok.

Un oráculo no era.

Y acaricio mi barbilla pensativa con un dedo, porque mamá últimamente está en todo.

Ayer la escuché subiendo las escaleras a mi habitación luego de llegar, comentar a Tatúm la buena nueva de que Cristiano se había ido a vivir solo y bajo el resoplido y un que me importa, de mi hermana con la risa de mamá de fondo y siguió en su laptop en la mesa de la cocina mirando la sección de bebés totalmente absorta en el aprendizaje, de cómo cuidarlos en los primeros meses de nacimiento.

Se merecen un humnm sospechoso, ambas.

El suspiro de Caleb me saca de mis cavilaciones, mientras se apoya con el hombro en el marco de la puerta.

Y me mira.

Jodida y ardiente mirada.

Por sus facciones de ella tan linda, que le dan un aspecto angelical y pervertido, al bastardo hermoso.

- ¿Cómo estás? - Pregunta de golpe.

¿Y eso?

- Genial. - Re tristona. - Bien. - Pero, que mentirosa soy.

- No se nota. - Con ambas manos en los bolsillos de sus jeans, se balancea como señalándome. - Te ves para la mierda.

Carajo.

Y yo que creí, que me había esmerado tapándome las ojeras con maquillaje por mi falta de sueño.

Ok.

Cortesía no iba a ser su nombre, después de mis mierdas de ayer.

Pero, mi carácter me puede.

- Tu lengua está muy afilada. - Espeto, con una mano en la cintura y voz agria.

Niega, aún sin moverse, pero sus ojos van a mis labios.

Sin poderlo ocultar ambos por esa palabra, recordamos el beso de ayer.

- La tuya, lo es. - Puñal para mi corazón.

Vuelve a nivelarlos a los míos.

- Solo, dije la verdad. - Se sonríe como si nada y de esa forma tan suya, que me dan ganas de envolver ambas manos alrededor de su cuello o borrársela de otro beso.

¿Dije eso?

Y cierro mis ojos, resignada.

¿Por qué, es un dolor de culo tan hermoso?

Gemí, para mis adentros.

- Lo siento. - Murmuro.

Y sus cejas se elevan para arriba por mi dicho.

- ¿Qué?

Ruedo mis ojos.

- Que lamento lo ayer... - Pateo una piedrita. - ...y lamento por lo del sábado. No debí...

Y su sonrisa a toda potencia, aparece.

- Ok. Te perdono.

¿Eh?

Lo miro raro y me cruzo de brazos, ladeando mi cabeza y estrechando mis ojos.

- ¿Así, nada más?

Eleva sus hombros sin sacar la mano de sus bolsillos de forma divertida.

- Sip.

- ¿No me dirás ninguna de tus mierdas filosóficas de la vida y la alegría?

- Nop. - Es sincero.

Este hombre, no sabe lo que es el rencor.

Tan bueno y dulce como tío Rodo.

Es tan raro.

Mierda.

Y me lleno de bronca, porque me encanta más todavía.

Dos minutos después, sale con su mochila y mi cartera olvidada.

Y un gracias sale de mí, cuando con el llavero abre otra vez la cochera automática.

Retrocedo unos pasos.

- ¡No voy a ir en bicicleta al trabajo!

Ríe a carcajadas.

- No, no lo haremos. - Suspiro aliviada, mientras entra y de un movimiento, lanza la funda que cubre su moto a un lado.

- ¡Jamás! - Chillo.

Se voltea a mí.

- ¡Claro, que sí!

No me giro a él.

- ¡Claro, que no!

- ¡Me lo debes! - Exclama, elevando dos de los dedos de una mano a mí. - ¡En una semana, me rompiste el corazón dos veces!

Tomo el borde de mi falda con mis manos y la sacudo para que note lo que visto.

- ¡Ves! ¡No puedo montarme a una moto! - Chillo.

Lo sé.

Fue muy poco femenino.

Y creo, que quiere reír.

- Si haces lo que digo, podrás... - Pero decide gruñir, montando en ella para sacarla de la cochera empujando con los pies.

Señala mis piernas.

- Y deberías dejar de usar esas mierdas cortas mientras estés conmigo... - Introduce la llave en el contacto y lo hace girar. - ...nos manejaremos mucho en dos ruedas... - Enciende el motor de una patada y esta ruge.

Se apoya con sus codos en el manubrio de acero cromado grueso y potente.

Es un chico malo.

- ...y porque, son mías... - Me aclara.

La lluvia de sus verbos posesivos me abruman y junto mis rodillas, porque conjugados van como un choque directo de electricidad a mi entrepierna.

Mierda.

- ¡No son tuyas! - Lo único que se me ocurre.

Y una sonrisa de medio lado, le nace.

Santa.Mierda.

- Ya lo veremos... - Murmura, quitando el pie de la moto y poniendo la primer marcha para acercarse a mí, con una leve acelerada.

Palmea el asiento de cuero de atrás.

- Monta, Hope.

Y carajo otra vez, con sus verbos posesivos.

Dudo sobre mi lugar y Caleb a mi lado no me no espera, toma mi mano y la pone en su hombro.

- Con él, te ayudas a subir Hop...

Y un respiro profundo sale de mí, apoyándome en él y con un pie sobre un lado, me monto.

Mi falda se arremolina hasta los bordes de mi muslos por la posición de mis piernas abiertas detrás de mi primo.

Intento con mis manos ceder la tela para tapar mis braguitas a la vista.

Caleb me mira por sobre su hombro y las ve.

Y me asombra, cuando a la espera de alguna pervertida frase al notar mis braguitas lilas, no lo hace.

- Debes pegarte a mí... - Sus manos toman las mías de forma protectora para que lo rodee la cintura y por ende, su espalda y mi pecho se peguen más. - ...aprisiona tus pies a los míos. - Ordena y eso hago, mientras me da su mochila par que la lleve a mis espaldas y un casco para mí, mientras se pone el suyo.

Es verdad, en esa posición abrazadora no se ve nada.

Me eleva una ceja.

- ¿Lista?

https://youtu.be/Sp1dfoTV_z4

No.

Claro, que no.

Ni siquiera, le contesto.

Estoy muy concentrada abrazándolo más.

Solo, asiento con un movimiento de mi mejilla pegada a su espalda, bajo el casco y mis ojos cerrados por el pánico.

¿No asimilé aún, mi paseo en bicicleta y ahora una motocicleta?

Su espalda sacudiéndose por una suave risa, es la confirmación y el motor hace un gruñido ronco y fuerte por la acelerada.

Oh Mierda.

Toma la carretera, aumentando más la velocidad y me encojo más a él.

Mis manos se abren a su abdomen entrelazadas y mis dedos dibujan las suaves abdominales de su vientre bajo su camiseta blanca y me encuentro asombrada, cuando levemente acaricie ellas y Caleb lo nota, porque su cuerpo se pone tieso ante mi contacto.

Cierro mis ojos.

¿Porqué, hice eso?

¿Su respuesta?

Su mano envolviendo las mías y acariciándola con su pulgar en una detención de semáforo en rojo en plena avenida de la arteria principal de la ciudad en la zona mercantil.

No dice nada.

Tampoco, se voltea a verme.

Pero su caricia, es su respuesta a la mía.

Esta, está atestada de coches y peatones por la hora pico de la mañana.

Es un mar en tono de los grises y negro por los trajes de ellos al estar en pleno territorio bancario y de la bolsa, cruzando sus avenidas o caminando por este, sin bajar su celular de la oreja y en amarillo por los taxis inundando sus calles.

Me quedo por unos segundos, observándolos.

Todos mecánicos y tipo robots.

Parecen sin almas.

Y yo cuando me reciba, seré una más.

Pero Caleb me saca de mis pensamientos, porque empieza a zigzaguear entre ellos al ponerse en verde y un grito sale de mi interior, por una fuerte acelerada con su carcajada divertida.

Y sin poder evitarlo y para mi sorpresa, empiezo a hacerlo yo también elevando apenas mi rostro del escondite de su espalda, para ver por sobre su hombro la vista que me regala el paseo en motocicleta.

Y aunque no puedo ver su rostro por ambos cascos, sé que mi primo se sonríe también.

Y otra vez como ayer.

Todo, se siente bien....





Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top