CAPITULO 8
HOPE
- No creo, que pueda... - Balbucee nerviosa como el infierno, mirando mis pies petrificada.
Caleb sin obligarme a dar el primer paso de baile y sin separarse de mí, desliza sus dedos debajo de mi barbilla y con suavidad, niveló nuestras miradas.
- Si lo harás, Hop... - Me susurra confiado. - ...pero, los ojos en mí. - Me corrige.
Dios, no.
Si en solo pensar en hacer esto, me sentía increíblemente torpe.
El sonido del bastón de Sofi contra el piso de madera, comenzó a sonar al ser golpeado contra él, una y otra vez.
Era suave y al ritmo de la canción.
Y cálido.
- El Tango no se piensa, se siente... - Su voz con ese dejo francés, invadió el salón bajo la música y sin perder el ritmo del bastón, al son de ella con el piso. - ..es algo que revolucionó el baile. Es una danza sensual, donde una pareja... - Nos señala con su mano libre y bajo ese siempre repiquetear de su bastón al suelo mientras camina por el salón. - ...propone una profunda relación emocional de cada uno de ellos, entre sí... - Mira a los demás alumnos. - ...el Tango los hace uno a su ritmo, en piernas, corazón y vida... - Vuelve a nosotros, pero me mira a mí. - ...entrega y sentimiento, Hope... - Podía sentir como su voz se hizo eco por sobre la música, llevando otra vez su mano al pecho. - ...siéntelo... - Lo palmeó y cerrando sus ojos,por unos leves segundos.
Se sonríe.
- ...y entrégate a él... - Los abre, focalizada en mi persona.
Y con una última respiración, aflojo mis hombros y miro a Caleb, que estrecha más nuestro abrazo y con precisión, pero suavidad al ver mi rostro confirmando, me guía con un deslizamiento hacia atrás.
Y para mi sorpresa, no trastabillo con en ese paso.
Su mano en mi baja espalda con otra presión y no me pregunten como, me indica un leve giro a un lado y con cierta caminata que la sigo y cumplo.
Nuestros ojos nunca se separan, mientras me guía con cada leve movimiento, que volvemos a girar sobre nuestro lugar y aunque, vamos a un tiempo más lento que el de la música por mi práctica, se siente bien.
En un corto de pausa del Tango acompañado por ese bandoneón, sus dedos recorren el muslo de mi pierna, con una lenta caricia y con un movimiento a la altura de la rodilla, la flexiona para elevarla de forma sexi contra su cuerpo y con una leve inclinación, invade mi espacio personal.
Su mirada sostiene la mía y miles de mariposas enloquecieron en mi estómago, tratando de liberarse, por sentir su ingle presionando el mío.
Dulce.Jesús.
Era duro y caliente como el hierro.
Y tragué saliva desde mi postura inclinada atrás y mis uñas se clavaron en su hombro, al sentir su mirada tan infantil y de hombre, que lo hacía hermoso recorriendo de forma lenta cada centímetro de mi rostro.
Humedecí mi labio inferior.
Porque su magnetismo sexual, era tan increíblemente fuerte bajo esta canción, que el poco espacio que nos separaba, no sirvió para que un calor líquido y tibio que nacía en mi bajo vientre, reemplazara mis revoloteo de mariposas.
Control, Hope.
Intento sonreír, aún en esa postura para disimular.
¿Cuántos segundos pasaron?
Lo miro.
- Eres muy intenso, Caleb... - Intento bromear y aunque, un lado de su labio se inclina hacia arriba, su mirada no ríe.
Es como nuestra posición.
Fuerte y penetrante.
- Sí. - Responde y exhala profundo a centímetro mío, rozando mi nariz. - Entonces, aquí va la pregunta. - Dice y mira mis labios mordidos como húmedos, para luego subirlos a mis ojos. - ¿Puedes manejar esto, Hope?
¿Eh?
Nunca respondí esa pregunta.
Porque, tampoco entendí el significado, su trasfondo y la canción había terminado y unos aplausos nos envolvió por todos los estudiantes e inclusive Sofi, se acercaron a nosotros.
En especial para felicitarme a mí, por mi intento con amistosas palmadas en mi espalda mientras tiraba mechones de mi pelo para atrás algo nerviosa, agradeciendo y evitando el contacto de ojos con mi primo.
Me despedí de todos cuando terminó la clase como con la promesa de volver y un abrazo tierno de Sofi hacia mí.
Mi regreso en bicicleta con Caleb fue silencioso y aunque, debo reconocer que lo disfruté como la ida al paseo, un silencio amargo me colmaba y no lo podía evitar sin entender.
Y la ira me embargaba por no saberlo, porque crecía y picaba mi pecho.
Cuando llegamos, esperó a que bajara para hacerlo él.
- ¿Lo vas a hacer? - Dice a espalda mío, para apoyarla en una pared próxima de su casa.
Y lo miro raro, sacudiendo mi pantalón.
- ¿Hacer, qué?
Se da vuelta y me mira, tirando su pelo a un lado y tomando su mochila del piso para buscar la llaves de la casa.
Baja su mirada.
- La promesa que les hiciste... - Sigue escarbando en el interior de ella, sin mirarme.
¿A propósito?
-...de volver al salón... - Finaliza.
Miro una de mis uñas y arrugo mi nariz al notar, que el esmalte se salió de una.
¿Será, cuando nos sentamos todo en semi círculo en el piso de madera, mientras veíamos a un par de alumnos guiados por Sofi con ayuda de Caleb, en enseñar nuevos movimientos a ellos?
Acrobacias al dos por cuatro, dijeron.
Creo...
Algo así.
Me encojo de hombros.
- En su momento, lo haré ¿Es una promesa, no? - Miro la hora de mi reloj y frunzo mi ceño.
¡Santo Dios!
Que tarde se hizo.
Resoplo.
Día perdido.
- Debo volver... - Me encamino a la puerta de entrada por mi muda de ropa que dejé con mis amados tacones azules, pero me giro al ver que Caleb en silencio, no se mueve de su lugar y con su mochila en el hombro, me mira de forma perpleja escalones más abajo.
¿O...enojada?
- ¿Todavía, no entiendes nada, verdad? - Suelta sobre su lugar.
Chequeo otra vez la hora.
No soy buena esperando y ya, notando que los últimos rayos de sol se despiden dando la bienvenida a la noche, más.
Me cruzo de brazos.
Mierda; ahora sí, es muy tarde.
Extiendo una mano por las llaves.
- Caleb deja para otro momento, tus preguntas filosóficas de tu vida alegre y paralela a los simples mortales como nosotros. - Niego. - Por favor... - Digo, mirando ellas en su mano colgando.
Quería irme.
Necesitaba irme.
Me urgía salir de su perímetro.
De su presencia y de ese poquito que me enseñó de su vida relajada y despreocupada.
Fue contaminante.
Cierro mis ojos.
Dulcemente, contaminante.
Montar en bicicleta con él, conocer a Sofi, sus compañeros de baile y platicar con ellos de forma despreocupada en un breack de descanso y bajo la música que nunca dejó de sonar y que nos envolvía desde los parlantes.
Observar la clase sonriendo.
Bailar con él.
Sentir y entregarse...
Oh Dios.
Sacudo mi cabeza.
<< ¿Puedes manejar esto Hope? >>
Su pregunta, invade mi mente.
No.
NO.
Yo, no puedo.
Y no quiero manejarlo a esto tampoco.
Lo miro y mis labios se hacen una fina línea.
- No hay nada que entender, Caleb. - Mis ojos van a mi coche estacionado. - Fue lindo y gracias primo. - Fue hermoso, que mentirosa soy. - Pero necesito volver a la realidad, donde hay obligaciones... - Disimulo indiferencia.
Hace un movimiento y respiro aliviada.
Por fin va abrir la puerta.
Y con dos saltos en los escalones llega, pero para mi sorpresa, no va con esa brusquedad a ella, si no a mí.
Y antes de que pudiera terminar una blasfemia o decir algo más, su boca se lanza con fuerza a la mía y el empuje es tan fuerte de su pecho contra el mío, que me estrello contra la pared de la entrada.
Y esas mariposas se convirtieron en helicópteros, al sentir el calor de sus labios presionando los míos.
Por primera vez...
Y un gemido involuntario sale de mí, al sentir su lengua buscando la mía, al entreabrir mi boca.
Es bruta.
Pero dulce.
Posesiva.
Pero, sigue siendo dulce.
Sus brazos me acorralan apoyados en la pared y a ambos lados de mi cara, sus manos me acunan sobre mis mejillas.
Las mías lo hacen en su pecho.
Quiero empujarlo...pero no puedo.
Ya que, el deseo recorrió mi cuerpo mientras su lengua se encontraba más con la mía, con hambre.
Y profundizando.
Luego se apartó de mí y se quedó sin aliento.
Su pecho, aún con mis manos en él, suben y bajan por su respiración agitada.
- Besas tan dulce y de ellas, solo salen palabras tan amargas... - Jadeó.
Quise hablar.
Contestar a su mierda de frase sincera.
Porque, lo era.
Me lo decían sus ojos.
Pero no pude, como tampoco mi cuerpo.
La información no le llegaba a mi cerebro de que debía defenderme.
Empujarlo y abofetearlo tal vez e irme.
Congelada estaba desde mi lugar, solo mirando y escuchando sus mierdas en el silencio de esa noche cerca y de unos grillitos del jardín y solo pensando, en la huella de calor que me dejó su bruto y apasionado beso.
Su pecho presionando el mío.
Duro.
Contra la pared.
Y mi sangre se coaguló al darme cuenta que solo quería más.
Mucho más besos.
Mucho más, Caleb.
No.
No y no.
CALEB
Y largó su mierda con sarta de palabras, dolientes y despectivas, que agarra con mi guardia baja.
Pero estaba equivocado si pensaba que en la primera salida, iba a reaccionar y ceder.
Que imbécil soy.
Sus frías palabras me dolieron como un puñal en el pecho y probablemente en mi espalda también, viniendo de mi prima del corazón.
La miro escalones más abajo y sin moverme por su actitud sin filtro para decir las cosas y esconder sus sentimientos.
¿Tanto le cuesta decir que disfrutó y que algo jodidamente fuera de su agenda, le gustó y más?
Pequeña mierda dura.
Y niego.
Porque, mi Anabelle regresó.
Y me di cuenta que mi trabajo de llevarla a la felicidad, iba a tener que ser a paso de tortuga.
Uno por vez.
Subí las escaleras en dos zancos con la intención de abrir la jodida puerta ante su ceño fruncido y con cara de pocos amigos, pero mi frustración me pudo.
Y a la mierda el pasito de tortuga.
Solo, quería besarla.
Mis ganas reprimidas, me pudieron.
Y como en los cuentos de hadas, no iba a esperar que con mi beso despertara retóricamente de sus sueños del poder y toda condenada mierda de sus responsabilidades.
Pero, quería borrarle de su lindo rostro, ese puto entrecejo fruncido y cara que había perdido el jodido tiempo conmigo.
Y convulsioné con su contacto.
Por sus labios contra los míos.
Cálidos, ricos y mi cuerpo, también jadeó.
Pero lo disimulé como en el salón bailando, pensando en cualquier película cómica, para que mi jodido pene, no se pusiera frente a todos como una roca.
Abre los ojos lentamente al dejar de besarla.
Y yo cerré los míos, esperando la bofetada.
Silencio.
¿Eh?
Abro un ojo, porque la cachetada nunca llega.
Pero sus labios tiemblan y encojo mis hombros, porque se viene el grito.
- ¡Eres una bestia! - Me empuja para liberarse y pasar por abajo de mis brazos. - ¿Por qué, diablos hiciste eso? - Chilla bajando algunos escalones, tocándose los labios.
Porque, te amo Hope...
Y sonrío, aún con mis manos contra la pared.
Ni siquiera, me tomo la molestia en mirarla.
- Porque las bestias, también nos enamoramos... - Murmuro sincero y solo mirando la pared.
Y otro silencio en la oscuridad ya plena por la noche, se hace.
Ya que no responde a lo que digo, pero sí, siento pasos alejándose, una alarma desactivándose y una puerta abriendo.
Volteo para verla arrancar su coche ya en el interior y con una acelerada nerviosa, perderse en la calle desierta.
Me dejo caer al piso con mis manos arrastrándose por la pared y sentándome tipo indio en el piso.
Carajo...
HOPE
Con una fuerte frenada, me detengo en mi lugar asignado para estacionar en el parking del subsuelo del Holding.
Y suelto una risita nerviosa.
El jodido lugar con espacio para más o menos 500 coches, está desierto por la hora.
Solo distingo un par a lo lejos estacionados.
- Hasta para esto, eres estructurada Hope... - Me murmuro, viendo que lo podría haberlo hecho, más cerca del ascensor de ingreso al edificio de papá.
Mi frente golpea el volante, provocando que suene la bocina largamente.
- Mierda. Mierda y mierda. - Sale de mí, abriendo la puerta y notar que aún, sigo sintiendo los labios de Caleb en los míos.
<< Porque las bestias, también nos enamoramos... >>
¿Eso fue una declaración?
¿Caleb, de verdad me ama?
Con otro portazo y pasos decididos, me encamino adentro.
En mi huida tomé la dirección con rumbo a casa, pero con un drástico giro en U en la intersección, lo rechacé.
A esto no lo podía disimular y mis padres se preocuparían.
Y mucho Juno.
De Tatúm no me preocupo, está con unas jodidas 12h de guardia, pero mi hermanita del medio ya bastante tiene con el sufrimiento y rechazo del come mierda de Caldeo.
Cosa que todavía no lo entiendo, porque jodidamente a kilómetros de distancia se nota, que ambos se aman de pequeñitos y con locura, aunque lo quieren disimular.
Como tú y Caleb...
¿Eh?
Puto inconsciente.
Y gruño, apretando el botón de llamado del ascensor, mientras busco mi tarjeta personal como la de papá y el suelo se gana un pisotón mío, al notar que no llevo mi falda puesta donde en su bolsillo la dejé, como mi cartera tampoco.
Todo en la casa de Caleb.
- Jodida mierda... - Susurro, entrando a su interior cuando llega.
Con sus puertas abiertas me recibe piso más arriba, la gran recepción principal.
Saludo a un par de guardias sin detener mi caminata apurada, que me lo devuelven con miradas perplejas.
¿Y eso?
Me encojo de hombros.
No me importa.
Debe ser por la hora y no voy a parar para preguntarles.
Necesito encontrar lo que vine a buscar.
Porque...lo necesito y mucho.
Asomo apenas la cabeza en la puerta a medio abrir de la cantina.
Solo algunos activos bebiendo café de la parte sistema turno noche y casi al final de su jornada laboral.
Pero, él no está acá.
Voy hasta mi piso.
Tampoco.
Pregunto a uno más abajo, que indica la gran sala multinacional de conferencias, donde papá hace las épicas fiestas de la Opening Summer o disertaciones de las T8P para el mundo.
Le agradezco y sonrío.
Sip.
Seguro que está ahí.
Cuando llego, abro las grandes y enormes puertas dobles en madera tallada con el logo de la metalúrgica de par en par.
Mi sonrisa, aunque sigue en mí y tiene cierto dejo triste, se amplía al verlo.
El gran trapeador va y viene por sus viejos brazos, siendo remojado por el balde de agua con líquidos especiales de limpieza, dejando reluciente el piso de porcelanato Italiano en color blanco con el aroma a limpio y rico, mezcla a jabón como flores, invadiendo mi nariz al entrar.
- Papá ya te dijo, que dejes eso para los chicos de limpieza... - Le señalo todo los bártulos de aseo. - ...que estás viejo y tu trabajo es descansar y solo dirigir como te lo mereces...
Un chasquido sale de su lengua de desaprobación al sentirme siento, mientras se voltea a mí.
- Patrañas. - Gruñe, apoyando su codo en el palo del trapeador. - Ya le dije al pinche de Herónimo y padre tuyo, que viejo son los trapos...
Suelto una risita, al escuchar a mi mejor amigo despotricar contra mi padre.
Pascual llegó a nuestras vidas un par de años después del nacimiento mío y de mis hermanas.
Siendo su primer parada, el hogar de mi abuelita Marleane cuando lo encontraron con mi abuelito Collins, abandonado en la calle y durmiendo sobre cartones con dejos de periódicos, sobre la banca de un parque.
Era conocido como "el viejito de las palomas" ya que su permanencia y hogar, era ese parque y las pocas monedas que la gente le donaba, iba para un pedazo de pan para él y sus amigas palomas como les decía.
Y aunque, agradecido y bajo ese carácter gruñón, pero tierno como él solo.
Aceptó ser llevado a la quinta Terra Nostra, donde por meses vivió y compartió su vida con los demás viejitos al cuidado de mis abuelos.
Pascual siempre rogó con trabajar, teniendo la nueva oportunidad de vivir insertado en la sociedad otra vez.
Inmigrante y sin familia por un pasado desgarrador, las calles con el transcurso del tiempo lo hicieron sucumbir a ellas.
Hasta que llegó a los brazos salvadores de mi abuelita y al oído de mamá, que con lágrimas en los ojos al escuchar su vida y un fuerte abrazo amistoso, miró a papá implorando.
Y este, de brazos cruzados, pero lejos de esa fama tan él glacial, calculador y que tanto le gusta actuar, con disimulo y limpiando una lágrima bajo sus lentes, lo arrastró al Holding esa misma tarde.
Sus primeros años fue un empleado más de limpieza y pese a que Pascual ya era un hombre de avanzada edad, para sombro de todos, el viejo trabajaba a la par de los demás llegando amar su trabajo y el Holding, donde papá le había asignado una linda habitación con baño particular en el piso de aseo y cocina.
Y sobre todo, pese a maldecir con esa forma mal hablada de él, querer de forma paternal a mi padre y madre por su ayuda incondicional.
Y años después...a mí.
Cuando fuimos presentados por él, en mi primer mañana de trabajo como junior acá.
Convirtiéndose desde entonces y casi dos años, Pascual.
En mi único y mejor amigo.
Sube con orgullo la cremallera un poco más alto y cerca de su cuello, de su overol azul de limpieza.
- Nadie limpia mejor que yo... - Su voz rasposa, suena. - ...y la sala tiene que estar decente y como a Herónimo le gusta, para la conferencia de mañana a los activos.
Eso era verdad.
Donde Pascual limpiaba, dejaba su sello.
Pulcro, detallista y reluciente.
Sus ojos me recorren y cambia de postura al verme en más detalle, mientras las líneas de vejez se marcan más a los lados de sus ojos, por la sonrisa que dibuja su rostro.
El índice de una mano sobre la otra sobre el palo del trapeador, se eleva para señalarme.
- Lindo. - Solo me dice, divertido.
¿Qué?
Me miro.
Cierto.
Llevo los gigantes deportivos de Caleb, que ahora sus botamangas son pisadas por mis zapatillas.
Estoy sudada.
Mi pelo es un desastre y la camiseta es una sola arruga, por aflojar el nudo que hizo Sofi.
Y río al entender ahora la mirada de los guardias hacia mi persona, minutos antes.
Esta, no es Hope.
Y ruedo mis ojos, tomando asiento en la primer silla que tengo a mi paso de forma desinflada.
- Lo sé...estoy horrible. - Bufo de mala gana, corriendo un mechón de mi pelo detrás de mi oreja. - No sabes, lo que me pasó...
Cruza un pie.
- Lo dije de en serio. - Larga.
Lo miro raro.
- ¿Qué cosa?
Vuelve a señalarme.
- Que te ves linda, chica. Con esa ropa hasta pareces normal. - Ríe un poquito. - Y no, mi loca y joven exigente amiga.
Quedo muda.
-¿ Quién es? - Prosigue, volviendo a su trapeador y el piso.
Tira un poco de líquido azul.
Lavanda.
Miro a un lado desconcertada y luego a él.
- ¿Quién es, quién?
Lo siento, sigo lenta de entender.
Suspira, pero no deja de trapear una y otra vez el piso.
- El culpable, de tu cara de felicidad rabiosa. - Suelta como si nada.
¿Eh?
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