CAPITULO 7

HOPE

El último acorde de la milonga da por finalizada la pieza de danza de los alumnos, seguido de alguien aplaudiendo y por la suave melodía de unos violines, por el equipo de música del lugar.

¿Pausa y momento de relax?

Esas palmas siguen para señalar la atención de todos que con el final, se felicitan entre sí, levantando un murmullo alegre entre ellos, vienen de una mujer situada a un extremo del salón, que nunca la vi por focalizarme en el Tango y sus bailarines interpretándolo.

- ¡Mes seigneurs! S'il vous plait positionner... - Exclama en un exquisito francés, mientras camina viniendo a nosotros, acompañada de un fino bastón negro que la ayuda en una de sus manos.

Toda ella, denota elegancia y distinción con cada paso que da y sin poder obviar, su vestimenta que lleva.

Una maya negra con su falda larga de danza en un rosa pálido, con una delicada chalina clara que cubre su cuello y dejando al descubierto uno de sus hombros.

Los alumnos guardan silencio y como ella, fascinados.

Creo.

También, se acercan a Caleb y a mí.

Y me parece que el motivo soy yo.

Se detiene a unos pasos nuestros, donde la luz de la habitación es más fuerte y la del día, llega más a través de los dos únicos ventanales de una pared, que dan a la calle por sus cortinas corridas.

Lo que me hace dar cuenta, que ella es muy alta y de una edad promedio.

Tal vez a mediado de los 50.

Su mirada inflexible y rígida, bajo sus ojos verdes y sobre nosotros, me hace acercar más a Caleb como acto reflejo.

Miedito.

Y su mano por suerte, nunca suelta la mía.

Por el contrario, la entrelaza más a mí.

Pero para mi sorpresa, en mi primo no hay atisbo de miedo ante la mujer.

Hasta juraría que cierto aire divertido, pero en un silencioso respeto.

Su mirada dura que me resulta familiar, viaja de Caleb y a mí, para luego a él.

- Pensé que ya no vendrías, pendejo... - Gruñe seria.

- Jamás falté... - Responde de la misma manera Caleb.

Oh Mierda.

Ambos se miran de forma desafiante y glacial.

¿Por segundos?

¿O tal vez minutos?

No lo sé.

Porque estoy petrificada en mi lugar como los alumnos a la espera y en silencio.

¿De qué?

No tengo idea.

Yo creo a que se salten a la yugular.

Creo dije...

Hasta que la mujer.

Seria.

Estrecha más sus ojos.

Muy seria.

Y ya no aguanta y mi boca se abre, al ver que suelta una carcajada estridente y contagiosa, haciendo a todos reír.

¿Eh?

La mano que no lleva el bastón, va a su boca intentando ocultarla.

- Lo siento... - Dice entre risas, para luego apoyarla en el hombro de Caleb risueña y en vano, sosegar su carcajada.

Caleb los deja caer de forma desinflada, pero inútilmente puede ocultar su sonrisa.

- Sofi con ese carácter, jamás lograras que un alumno cumpla con sus horarios y como en las películas, infringir ese temor de profesor... - Exclama, saludando a todos con golpe de manos e inclusive a las chicas. - ...eres muy blandita... - Finaliza, girando a ella nuevamente y tomando como si nada otra vez y fuera lo más natural del mundo, mi mano que soltó por unos segundos.

Dos veces, eh?

Mis ojos vuelven a la mujer.

¿Ella es Sofi?

¿La tal Sofi?

La mujer a la que llamó Sofi, me devuelve la mirada sonriente.

- Dos cosas. - Dice. - Por lo que veo, has escuchado de mí... - Su sonrisa se amplía. - ...y por tu expresión cariño, suponías que era... - Señala a Caleb. - ...una de las folladas del asqueroso este. - Santo Dios, quiero reír, pero me abstengo. - No, no lo soy. - Se vuelve a Caleb. - Y dos. A la mierda eso de practicar para ser más dura e implacable... - Golpea el hombro de Caleb con cariño, pero fuerte y haciendo que sobe su brazo con una mueca de dolor. - Porque, el único que me saca canas verdes con sus llegadas tardes, eres solo tú, pendejo... - Finaliza.

Caleb suelta una risa, aún masajeando su palpitante dolor en el hombro.

Me mira.

- Hop, ella es Sofia Le Mont. - Nos presenta. - Nuestra profesora de Tango y la mujer más condescendiente del mundo. - La mira. - Sofi, ella es Hope Mon. Mi futura esposa y madre de los lindos bebés que tendremos...

Y mis ojos, se abrieron al escuchar su presentación.

Podía sentir el calor recorrer a través de mis mejillas, porque todos dejaron de murmurar y atónitos, miraban a Caleb por su dicho y en especial a mí.

- ¡No es cierto! - Chillé tan fuerte, que me sorprendí a mí, misma y porque, mi voz sonaba vergonzosa y estridente a mis oídos.

Como un raro sonido, que no era nada yo y quería estrangularme por ello.

Para luego, ahorcar también a Caleb.

Sonaba a perra y desesperación.

Y aunque, yo morí de la vergüenza tensa sobre mi lugar, todos rompieron en risa e inclusive, Caleb lo hizo, mientras se dejaba palmear el hombro de forma burlona por mi rechazo por los compañeros de baile.

- Me gustas. - Dijo Sofi frente a mí y su voz con ese dejo francés al escucharse, que hizo callar a todos. - Como te plantas, ante la directas de un hombre. - Camina unos pasos.

Para ser precisos a mi alrededor, sin perder su mirada en mí, para bajarlos luego a mis piernas.

- Y cómo te plantas con los pies, cariño... - Con su bastón en mano, toca con suavidad una de ellas.

¿Eh?

- Piernas fuertes de una mujer diciendo, aquí estoy yo. - Acota, haciendo a un lado su chalina detrás de su hombro.

Miro a Caleb por el rabillo del ojo sin entender, mientras el asiente con su barbilla a todo lo que Sofi dice a mi lado.

¿Qué?

- Dime, Hope. - Su voz hacia mí, hace que la mire. - ¿Cuál, es tu pasión?

¿Pero qué, mierda?

Que pregunta estúpida.

Me enderezo.

- Terminar lo que queda de mi carrera y estar frente a la empresa y a la par de mi padre. - Respondo sin dudar.

Saca un fino y delgado cigarrillo de un estuche de plata que lleva aprisionado en la cintura, entre la maya y su falda larga de danza.

Lo enciende, para luego guardarlo en el mismo lugar.

Lo aspira saboreando el tabaco encendido y lo larga al humo, lentamente sin dejar de mirarme, de forma pensativa por mis palabras.

Su mirada sostiene la mía.

- Eso es una meta, cariño. Un plan de vida...

¿Perdón?

La mano que sostiene el cigarrillo, reposa en su pecho.

- ...te hablo de lo que viene de acá y del corazón...lo que te moviliza. Lo que en solo pensarlo en que lo vas hacer, mueve los intestinos de tu vientre por la sensación de satisfacción absoluta y te conmueva a tal punto, que sientas ganas de llorar de felicidad o... - Da una calada a su cigarrillo. - ...sientas, que es como un puto orgasmo por placer que te da.

La mierda.

¿Dijo eso, frente a todos?

Y casi, me reí.

Casi.

Porque había una parte de mí, que quería hacerlo.

Podía sentirlo, burbujeando dentro de mi interior y amenazando con salir.

¿Que sabía ella, de mis deseos y anhelos?

¡Santo Dios!

Si toda mi vida desde que tengo uso de razón, me estaba avocando a ello.

A seguir y alcanzar mis metas.

Lo que me apasionaba.

Pero la risa no salió, por esa otra parte de mí.

Podría decir, que fue golpeada y profundo, como sus palabras que se clavaron en mí y en un rincón interio, de alguna parte de mi cuerpo que estaba vacío y sin uso.

Me parece...

- Interesante. - Dijo ante mi silencio. - Lo tienes dormido... - Se sonrío divertida, girando y caminó a una mesilla de una esquina con un cenicero de vidrio arriba. - ¡Caleb a cambiarte! - Ordenó, mientras lo apagaba.

- Vuelvo, enseguida. - Me guiño el ojo y aún, con su mochila en hombro se dirigió a una única puerta del gran salón, mientras Sofi volvía a mí y entrelazando mi brazo, dijo con aire juvenil. - Tendremos que despertarlo.

¿Qué?

Rió por mi cara y sin abandonar mi brazo, con un golpe de sus manos en el aire movilizó a todos, a volver a la pista del salón.

- Messieurs et mesdames, prosigan con la parte 2/3 de la práctica... - Ordena.

Y su mano roza su barbilla como demostración de elegancia y refinamiento.

- No olviden la posture et l'élégance...

- ¡Passion! - Responden las tres parejas, ya en posición con sus manos sobre una barra, que cubre el largo de una pared espejada.

- Trés bien... - Responde complacida Sofi en francés y haciendo seña con un golpe de bastón al piso de madera a elevar la música para su práctica a un ayudante o algo así.

Se vuelve a mí y su mirada vaga por toda mi figura inspeccionándome.

- ¿Podrás con ese atuendo? - Me murmura, con sus dedos en la barbilla muy pensativa.

- ¿Qué? ¿Qué, cosa? - Digo.

Dios, que no sea lo que estoy pensando...

Suelta una risita.

- ¡Danse bebé! - Exclama como si nada, haciendo unos pasos al centro del salón y lo señala con ambas manos al aire feliz y como si fuera un gran cartel luminoso.

Y ahora, la que ríe soy yo.

Pero lo hago sin ganas.

Sonando en realidad, más a un gruñido ahogado que risa para ser sincera.

¿Bailar?

¿Yo?

No me jodan.

- Lo siento, Sofi... - Digo.

Miro a la puerta donde se metió mi primo, sin abrirse aún.

¿Caleb, dónde mierda te metiste?

- ...solo vine a acompañar a mi primo. - Me justifico. - Soy amante de los números y el estudio. Lo mío, no es bailar... - Aliso mi camiseta algo tímida, pero decidida.

Viene hacia donde estoy y tomando el borde de mi gran camiseta holgada, hace un pequeño nudo a un lado de mi cintura, provocando que esta se ciña y marque mi figura.

- ¿Cuánto calzas, darling? - Mira mis pies, sin hacer caso a mi justificativo.

¿Para qué?

- 37... -Dudo. - Tal vez 38. Depende la horma del calzado. - ¿Por qué, le contesto?

- ¡Perfecto! - Responde, descalzándose de sus hermosos zapatos de tacón alto en negro, que no pasó desapercibido a mis ojos por ser amante de ellos y coleccionar.

- Espera...yo, no voy a bailar... - Retrocedo.

- ¡Claro, que sí! - Su mano con ellos, se extiende mí. - Y lo harás con mi mejor bailarín y estudiante.

Acepté sus zapatos y no me pregunten, por qué.

Y miro a los tres chicos que siguen con la rutina de la barra, acompañado de sus parejas femeninas y que son testigos silenciosos de nuestra conversación.

Y un rubor me sube.

Mejor dicho.

Cubre todo mi cuerpo, mientras me inclino y desatando los cordones de mi primer zapatilla, me lo saco y lo reemplazo por el tacón negro.

¿Yo, bailar con un extraño?

Me pongo el segundo zapato alto.

¿Y justamente, el Tango?

Calor, mucho calor.

- Con alguno de ellos, no... - Murmura Sofi en el momento que la puerta se abre con Caleb, haciendo presencia y el sonido de ella abriéndose, hace girar mi vista a su dirección.

Lo señala.

- Si no, con él...

Oh...Santa...Mierda.

No solamente Caleb es su mejor estudiante.

Sino.

El bailarín jodidamente más sexi que vi en mi vida.

Y aunque condenadamente desde sus jeans oscuros, hasta su ropa deportiva le quedaba caliente, llevar puesto unos pantalones negros de bailarín de Tango cintura alta, sujetos a unos tiradores y camiseta blanca.

Fue...mi perdición.

Carajo.

Miré el cielo, pidiendo un respiro.

Es injusto, porque se ve muy lindo.

https://youtu.be/gXJPULg3TUE

El sonido de los zapatos puestos por mi primo suenan con pasos fuertes, seguros y se mezclan con la música de Bajo Fondo, cual por orden de Sofi, lo ponen ante su chasqueo de dedos en alto.

Su mano toma la mía.

- Tu volviste a ser alta y yo, bajo... - Murmura al verme con los tacos altos de Sofi puestos, de forma divertida lo cual agradezco, porque hace aliviar algo mi miedo, con una risa nerviosa que se desprende de mí.

Me conduce con cuidado al centro de la pista, mientras todos los restantes estudiantes se hacen a los lados para permitirnos espacio y observar.

Más calor.

Y más vergüenza, al vernos reflejados a nosotros dos solos en el gran espejo, que se compone toda una pared y con la barra de baile, atravesada en él.

- ¿Lo sabías, verdad? - Susurro entredientes, caminando a la pista y con la vista en todos lados, pero sin mirar a nadie.

Juro, que lo voy a matar.

A solas y buscando un método lento como muy doloroso, me juro.

- ¿Qué cosa? - Dice como si nada ya en el medio, sin soltar mi mano y enfrentándose a mí.

Con la otra rodea mi cintura y dibuja lentamente hacia abajo, la curvatura de mi baja espalda donde queda y se abre ante mi piel.

Mierda con su contacto.

- Que me iban a obligar a bailar... - Chillo en voz baja y tipo puñal.

Niega suavemente.

- Te equivocas, Hop... - Susurra y de un movimiento experimentado me lleva contra él, provocando que nuestros cuerpos choquen de golpe, robándome un jadeo y que pestañee de asombro por lo que siento, cuando nos tocamos y colisionan para bailar.

Se unen...

Y ese gesto de movimiento posesivo, se sintió familiar y desconocido.

Todo al mismo tiempo.

Su otra mano, la eleva por unos de nuestros lados y en posición.

Su dedos entrelazados acarician los míos y su boca se abre para que sus labios vuelvan a mimar, mi oído con su voz.

- No te vamos a obligar a bailar... - Se quedó en silencio un segundo y acariciando su respiración mi oreja, para luego susurrarme muy bajito. - ...te vamos hacer descubrir a esa indomable y rebelde chica, bajo la estructurada y ordenada Hope con pasión arrabal, que llevas dentro...

Y mi sangre se sacudió de esa dulzura amenazante con corromper mi vida calma.

¿Arraba...qué?



Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top