CAPITULO 25
HOPE
El sonido de la gran pizarra siendo borrada por el profesor Cahen de forma circular, veloz y con poca paciencia, es lo único que se siente ya al final de su clase.
Un par de compañeros.
Los últimos en salir nos saludan, pero yo no respondo.
Solo me limito a seguir mirando la hoja oficio que llevo entre mis manos de pie.
Estática.
Y sin movimiento.
Pero con la seria posibilidad de desfallecer y caer derrumbada, frente a su escritorio donde estoy por la impotencia.
Un suspiro sale de él, aún a espalda de mí, dejando el borrador y los pequeños trozos de tizas en un extremo de la pizarra.
- Yo lo siento más que tú, Hope... - Me dice, sacudiendo sus manos y el saco gris que lleva puesto del polvillo de ellas, mientras acomoda la montaña de carpetas y papelerío de su escritorio.
No reacciono tampoco.
Pero esa por demás, fuerza de mis dedos apretando la hoja con ambas manos hasta el extremo de arrugar sus lados, haciendo que la sangre corra por mis venas y mi cerebro ordene a mi sistema nervioso que reaccione, ante la cara de descontento total del profesor y la mía pasmada.
Asombrada y de sorpresa.
No soy buena para ellas.
No me agradan las sorpresas.
No.
Nada.
Y menos, cuando de lo que amo se trata y con un bonito marcador en rojo, resalta la nota más baja que un estudiante puede tener.
Su cruz.
El odiado aplazo en una materia del primer trimestre perdido, por el parcial más importante en esta materia.
Y sin descartar, que es mi primera vez en ello.
Mierda.
- Y te subí un punto por las flores... - Intenta cortar el clima de tensión y ataque de pánico, que estoy a punto de tener.
¿Qué, mierda dijo?
Se derrumba sobre su silla de forma cansada, abriendo su saco del único botón y con su bolígrafo, toca mi hoja de examen.
- ...lo que dibujaste al final de tu firma, Hope...
¿Eh?
Mi ojos bajan.
Gimo.
Ay, no puede ser...
Sip.
Realmente, lo hice.
Dibujé pequeñas flores tipo de cerezo, alrededor de mi firma final.
¿En qué momento, Santo Dios?
Paso una de mis manos de forma lenta por mi cara como si con eso, se fuera toda la mierda de pensamientos bonitos y llenos de corazoncitos rosas que me hicieron pensar en el enano metiche, caliente y que baila bonito en el módulo y medio, que tuve para hacer el examen mirando a través de la ventana.
- ¿Tú, no eres así? - Prosigue dándole un sorbo a su taza térmica de café, mientras se pone de pie. - ...este comienzo de trimestre no eres la alumna sobresaliente y detallista que bajo un control extremo, se iba convertir sobre la mirada de todos mis colegas año atrás, en una gran economista y empresaria... - Dice y sus palabras son como una bofetada.
Fuerte.
Que me duele y llega, hasta lo más profundo de mi ser y ego.
Lo sé.
Porque siento mis mejillas arder y mi mandíbula cruje, por un movimiento de puro nervios involuntario que hago.
- Si, lo soy... - Me defiendo.
Quiero ser avasallante como siempre lo fui y con mi carácter enérgico por sobre todas las cosas.
Pero lejos mi voz de ese ímpetu, que siempre fue mi marca registrada, ya que sale una quebrada.
Vulnerable.
Hasta baja y llena de dolor, al ver el rostro del profesor de una de mis materias predilectas, negar con cierto aire de decepción de su alumna favorita, tomando su maletín de clases y caminando en dirección a la puerta de salida.
Pero voltea a mí, antes de abrirla con una mano reposando en ella.
- ...soy una jodida máquina de sangre rapaz, cada mañana en la bolsa de comercio y valores. Porque para ello, no deben regir los sentimientos y la lástima por el prójimo, cuando de dinero y poder se trata. - Me dice. - Sin importarte que el edificio que se remata en cuestión sea por quiebra y al que vas comprar sus acciones, le perteneció a una sociedad familiar tipo Los Ingalls, donde dejaron sudor y lágrimas en su intento por sacarlo a flote o la demolición de otro, para hacer un gran hotel Resort cinco estrellas de un viejo barrio donde viven solo abuelitos desvalidos... - Su mirada crítica, repara en mí. - ...para dominar una parte del mundo, tienes que dominar los sentimientos. - Explica.
Y sus ojos, reparan más en mí.
- Ellos, quedan excluidos y afuera para el beneficio tuyo y del que te contrata Hope, para que lo ejecutes. - Suspira y señala la hoja, que aún llevo entre mis manos. - ...es sincero lo que te dije del punto más, por las flores dibujadas. Porque y aunque, me siento defraudado por ti, veía por lo que me hago profesor en mis horas libres...crear líderes mundiales... - Prosigue. - ...ya que, eso me demostró, que corre emoción por tus venas...sentimientos puros, diáfanos... - Abre la puerta. - ...y eso no existe en el mundo de los negocios millonarios, señorita Mon. Su padre se lo puede decir con el ejemplo de cómo, construyó su imperio del acero y en lo que lo convirtió desde sus años joven a ser como lo conocen. Una potencia metalúrgica de reconocimiento mundial como el jefe de los jefes... - Finaliza con orgullo, por el título que se hizo fama papá.
Saca de uno de los bolsillos de su saco, una pequeña pipa llevándola a su boca.
La enciende.
- ...pero, paradójicamente a tu falta de interés por mi materia que percaté en este trimestre de su parte... - Larga una gran bocanada de humo perfumando el ambiente a tabaco. - ...jamás la vi, más llena de vida... - Se despide con un ademán de mano en el aire. - ...piénselo...
¿Eso fue un consejo?
Y sin más, se marcha.
Dejándome sola y con un mar de pensamientos frustrados.
Indecisa.
Colapsada.
Y llena de remordimientos de que carajo estoy haciendo con mi vida.
Me dejo caer, deslizando mi espalda por el escritorio y apoyándome sobre él.
Importándome una mierda, si alguien entra al aula y me ve desmoronada, sentada sobre el piso y con las primeras lágrimas que amenazaban en salir con cada palabra dicha por el profesor Cahen y ahora, cayendo de forma continua por mis mejillas en silencio.
Llevo mis rodillas a mi pecho y me abrazo a mi misma, dejando caer la hoja que, con su peso pluma lo hace de forma pausada por el aire hasta tocar el piso a mi lado con suavidad.
Y tapo con ambas manos mi rostro.
Dios querido...
Este fin de semana fue, lo que siento en mi pecho desde hace semanas y la causa de no estudiar.
Un océano de sentimientos encontrados.
Nuevos y viejos que surgieron y nunca creí llevar dentro de mí, pero allí estaban en algún lugar sin uso entre mi pecho y cerebro.
Por la jodida apuesta contra Caleb.
Seco mis lágrimas con el dorso de mi mano y pese a mi dolor por mi aplazo, una sonrisa dibujo en mis labios.
Ya que y pese a estar toda mi familia y me refiero a todos nosotros los Mon, como los Nápole, hasta los Grands y Monteros, conmocionados por lo sucedido con la enfermedad del rarito y enterarnos que nunca se fue su enfermedad.
Y que en su silencio perpetuo, luchaba contra su Leucemia y por ende, el motivo de desprecio y alejar a Juno de él.
Sacrificar ese amor de toda la vida.
Ese sentimiento, ganó por sobre todas las cosas.
Sonrío entre lágrimas ayudándome de un borde del escritorio, para ponerme de pie y apoyarme sobre él.
Porque bajo la mirada de todos nosotros expectantes y reunidos en la habitación de Caldeo, gracias a la intromisión del amor platónico de Amely, consiguiendo la aprobación los médicos para ello.
Me refiero al otro rarito árabe, oriundo de África.
El hermano mellizo del primer rarito y amor de mi hermanita Jun.
Papá y bajo el asombro de todos, dio su consentimiento al pedido de matrimonio de Juno a Caldeo.
Sip.
Como leyeron.
Mi hermanita.
La más dulce de las tres y la que creíamos, la más vulnerable.
La más tierna y pacífica.
A días de cumplir conmigo y Tatúm nuestros 18 años, resultó ser una leona luchadora y para pelear a la muerte como a la par de su futuro marido sin vacilar.
De Caldeo.
Llenándome de orgullo su decisión, perseverancia y notando a un lado de la habitación, luego de felicitarlos con un gran abrazo sincero a ambos como todos.
Ese gran amor que sienten el uno por el otro.
Que jamás murió y nació según las palabras de mamá, contando emocionada esa misma tarde a todos nosotros y bajo la mirada entre ellos enamorados.
En nuestro nacimiento y con un pequeño Caldeo de tan solo un poco más de 3 años, cuando conoció a Juno bebita y entre los brazos de papá presentándosela.
Esa anécdota, solo confirmo y reafirmó lo que todos sabíamos.
El amor eterno de ambos.
Una anécdota que al finalizar mamá con su eterna ternura casamentera, depositó su mirada luego en Tatúm y en mí.
Y cierro mis ojos, negando.
¿Eso quiero para mí, con Caleb?
¿Matrimonio?
¿Hijos?
Estar juntos en las malas como buenas, tanto en la salud como la enfermedad...
Abro mis ojos con lágrimas nuevamente.
¿Y hasta que la muerte, nos separe?
¿Como lo hará, Juno luchando contra ella por Caldeo?
¿Sin importarle que su amor tenga caducación de pocos años?
Y una mano cubre mi boca, ahogando un gemido triste.
Oh Dios.
O tal vez, meses...
- ¡No! - Exclamo para mí, recogiendo la jodida hoja del suelo y buscando mi mochila abandonada sobre mi pupitre.
Corro a la salida.
- ...yo, no sirvo... - Sale de mi llorosa y negando todo eso.
Porque esa mierda de sentimiento y el compromiso, no es lo mío.
Solo trae tristeza, incertidumbre y corrompe el ideal que uno quiere llevar a cabo y soñó toda su vida...
Y abro la puerta con fuerza.
Por lo que uno lucha y tiene como meta.
El amor es mezquino.
Sigo corriendo por el corredor, llevándome compañeros por delante que caminan por él, por evitar mirarlos a los ojos y que me vean llorando.
El amor demanda que seas solo para él.
Bajo las escaleras intentando no caer, mirando mi examen aplazado.
Y destruye, los sueños...
CALEB
- Las jodidas hormonas femeninas de las mujeres, apestan... - Sale de mí, sincero desde un extremo de la habitación y jugando entre mis manos con un vaso de plástico, luego de beber un poco de agua fresca del dispenser.
Me gano por mi dicho, una risita de la agradable jefa de enfermeras que se hace personalmente cargo de Caldeo, desde que supo que pertenece a la familia Mon y va ser futuro marido de mi prima, mientras verifica su presión sanguínea con un aparato sentada a un lado de su cama.
Según lo que cuenta mamá, esta agradable mujer ayudó en el nacimiento de mis primas y mi Anabelle.
Como en episodios pasados, en los cuidados en la internación de tía Vangelis por un accidente.
Pero lo más raro, porque no entiendo las risas de mis padres al contarlo, es la de tío Hero cuando le dieron la zurra de su vida arriba de un ring por un rival cercano o algo así y también, se hizo cargo de él internado.
Una dulce y pequeña ancianita de cabellos entrecanos rojizos que el tío Herónimo, huye cuando la ve por los pasillos del Hospital o se pone detrás de tía Vangelis, cuando coinciden con sus visitas en la habitación de mi amigo.
- Alhrmunat al'anthawiat, la rayihatan karihatan...(Las hormonas femeninas no apestan). - Sale de la nada y de la grave voz de su hermano Constantine, que recostado a lo largo de un sillón que hizo traer mi tío para la comodidad de todos los que visitamos a Caldeo y sin levantar, su vista de un libro del estudio de la fotografía, suelta como si nada.
Que por cierto extraño también, ya que siendo un jodido príncipe de todo un país, estos últimos días su interés aparte de cuidar a su hermano prácticamente las 24h del día con Jun a su lado, se abocó a leer libro de medicinas y nada más.
- ...yantin alwde, ghyr qadir ealaa fiel 'ay shay'hial aimra'at tuhibb...(apesta la situación, de no poder algo, con la mujer que amas). - Finaliza sin gesticular ni un movimiento de emoción de su rostro, muy parecido al de mi amigo y sin levantar la mirada jamás de la página que lee.
Solo el cruzar como si nada, una pierna arriba de la otra de los más natural, me dice que es un ser vivo y corre sangre caliente por sus venas.
Y quiero reír por ese fascinante comportamiento sin dejo de emoción, que le precede como carácter ante gente nueva.
Sip.
Definitivamente Constantine, ganó con su frialdad el puesto que por años lo coronaba a mi otro mejor amigo invicto en ello.
A Cristiano.
Pero me trago mi risa para mirar por ayuda a Caldeo a que me traduzca, que negando divertido baja la manga de su pijama y la abotona sobre su puño luego que la tierna enfermera con dulzura, le da el okey y se pone de pie para verificar su suero y anotarlo en una planilla que lleva con ella y con una sonrisa como saludo, se despide de nosotros para seguir su ronda.
Constantine con esa educación protocolar que se rige, se pone de pie y con una reverencia inclinando levemente su cuerpo y unidas sus manos, devuelve el saludo ganándose un sonrojo de mejillas por parte de la dulce enfermera y una risita de satisfacción.
Arqueo una ceja por ello.
Esa mierda de reverencia de país milenario, es adorado por cual mujer tenga en frente a Constantine al hacerlo.
Incluso el mismo Fresita, capté que cae rendido ante ello.
Rasco mi barbilla pensativo, cambiando de postura mi pie.
¿Funcionará con mi futura mujer y sumándolo a mis encantos?
Y la risa de Caldeo recostándose para descansar, suena en la habitación.
El cabrón, leyó mis pensamientos.
No lo puedo evitar y río con él, imitándolo en la cama vacía y ubicada junto a la de él.
Y suspiro largamente, entrecruzando mis manos sobre mi vientre mirando el techo.
Porque, algo pasó con mi prima en estos días.
A mí, que no me joda.
Está distante.
Evita verme a solas.
Solo miradas como saludos rápidos en los horarios de visita a Caldeo y siempre frente a todos y acompañada de tía Vangelis o Tatúm.
Nunca a solas.
Como tampoco en estos días, no hubo prácticas ni ensayo de baile y ni fue a trabajar.
Y según compañeros de TINERCA.
Hope nunca faltó antes.
Solo esporádicos mensajes de textos, justificando fuertes migrañas o la situación de Caldeo como estudiar para recuperar lo perdido, son sus excusas.
Resoplo.
Porque en poco más de una semana, será el gran certamen de baile y aunque sabemos a la perfección la coreografía, un sabor amargo habita en mi por todo esto y no saber que mierda pasa.
- Jodidas hormonas... - Vuelvo a bufar entredientes, en nombre de mi prima y poniéndome de pie al notar desde el reloj de pared el pronto horario de la práctica de básquet en el campus.
Con Caldeo internado y accediendo a una nueva quimio, yo ahora lo reemplazo y con su camioneta, me dedico a buscar a los chicos del equipo para entrenar.
- 'Iidha kunt taetaqid 'ann shann alharb, taet mae alhib.'Iidha kunt turid aldhdhahab lijael alhubb...tafeal dhlk mae alharb...(Si piensas hacerle la guerra, hazlo con amor...si vas en su búsqueda para hacerle el amor, hazlo con guerra). - Otra vez, la voz de Constantine pausada y tranquila, invade la habitación desde su postura recostada como antes y nuevamente desde el sillón.
Y sip.
Sin mirarme y ningún movimiento gesticular en su rostro, con en esos ojos tan grises como claros que al igual a Caldeo se confunden con el hielo cristalino por la frialdad de ellos, prosigue con la lectura del libro, luego de despedir a la enfermera.
Pero muestra que respira otra vez, por dar vuelta una página.
Solo, ese pequeño movimiento con un dedo.
Uno solo.
El índice para ser preciso.
Y casi, tres minutos que me le quedo observando intentando encontrarle una minúscula falla a toda esa masa corporal de alto poder de concentración que posee o la mierda que sea.
Y nada.
Es una estatua viviente de casi 2m de altura, recostado sobre ese gran sillón leyendo, sin un gramo de emoción.
Vuelvo a mirar a mi amigo por auxilio y por la traducción.
Y Caldeo niega divertido y se limita a solo palmear mi hombro como despedida.
- Jodido cabrón... - Le susurro, provocando que ría más.
HOPE
Cierro la puerta de mi coche en el estacionamiento del Hospital, verificando por última vez del interior de mi cartera de Prada, mientras camino en dirección a la entrada si llevo el paquete de galletas de chocolates rellenas que tanto gustan al rarito y que en contrabando y con ayuda de Juno, comen juntos y disfrutan fuera de la vista del cuerpo médico en sus paseos por el extenso jardín hospitalario en sus tardes.
Sonrío elevando mi vista al notarlo entre mi labial y celular, para mirar por donde camino entre coche y coche estacionado y no caer de mis tacones de 10 cm en tono natural que hacen a la perfección juego con mi vestido corto y sin mangas, pero elegante en diseño en azul petróleo y estilo Audrey Hepburn.
De mis prendas favoritas.
Pero me detengo sobre mis pasos y detrás de un auto, al notar a Caleb también, caminando por el estacionamiento con pasos apurados.
Que al notarme, se detiene a mitad de este y me mira.
Mierda. Mierda y re mierda.
¿Cómo es posible?
¿No tenía prácticas de básquet, según pregunté a mamá todo este día?
Hasta tuve la molestia de verificar con un par de vueltas extras en mi coche, sobre todo el playón del estacionamiento que compone este Hospital, por la búsqueda de su sexi motocicleta negra estacionada en alguna parte y con un respiro de alivio, que no estaba.
Y arrugo mi nariz.
Dios con mi madre, tan mentirosa.
Me trago un suspiro de la pequeña distancia que nos separan un par de coches, al notarlo apoyarse sobre la puerta de uno con aire indeciso.
Solo una mano para corregir su pelo, que va a su frente por la suave brisa que se levanta para hacerlo a un lado, me dice que todo él, es una triste incertidumbre al despejar sus ojos chocolate y escanearme de arriba abajo.
Notando al recorrerme con ella, mi ropa como mi maquillaje para luego su vista reposar, en mi pelo atado con una tensa cola de caballo.
Volviendo a ser la de antes.
Suspira.
Triste.
Maldición.
Frota su nuca.
- ¿Cómo estás? - Solo dice en una actitud como la mía.
Sin movernos de nuestro lugar cada uno, respetando esa distancia que odio.
Porque nos separa.
Y porque, ver a Caleb después de tantos días.
Solos y sin el escudo de la compañía de mamá o mi hermana Tatúm con más gente a nuestro alrededor, es como lastimarse nuevamente una lesión reciente.
Que duele.
Mucho.
Y va ser como ponerse hielo, cuando lo deje y llegue a casa sobre ella de nuevo.
Ya que, eso siento cada vez que lo veo.
Que algo sangra y duele como la mierda.
- Muy bien. - Triste. - Excelente. - Miento.
Santo Dios, ya me parezco a mi madre.
Sonríe, pero ella no llega a sus ojos.
- ¿Jesús, puedes mentir menos? - Dice masticando las palabras.
Hoy no hay de esa sonrisa a toda potencia, para mí.
La tipo infantil, sexi como divertida y que te noquea de lo linda que es y hace suspirar a cuanta mujer tiene el placer de verla.
No respondo por ello y eso causa que pase ambas manos por su pelo de forma nerviosa por la situación tensa, para luego entrecruzar sus dedos por detrás de su cabeza.
Y yo ahogo un gemido, de lo bonito que se ve en esa postura con pantalones de gimnasia y en camiseta, solo mirándome.
- ¿Quieres hablar de ello? - Intenta, otra vez.
Y yo no puedo y niego con la cabeza apartando la mirada de él, porque sus ojos están llenos de dolor como su voz, por no entender mi alejamiento repentino.
Cosa que yo tampoco, termino de entenderlo.
Pero sé que esto, es lo mejor para los dos, ya que yo no puedo ofrecerle lo que mi primo me pide.
Anhela.
Sueña.
Y es ese amor como Juno que profetiza a Caldeo desde niños.
No sirvo.
Lo mío no es una casita en las praderas, muchos bebés y un par de perros, correteando por el jardín.
Que lo pensara, me dijo el profesor Cahen al despedirse.
Pero, no había nada que pensar.
Y me miro sobre la ventanilla del coche en el que estoy apoyada.
La imagen que refleja, es lo que soy.
Maquillaje y traje prolijamente entallado como ejecutivo, al igual que mi peinado tensamente recogido.
Una futura mujer de negocios.
Como papá.
Una que adora los números, el control, las finanzas y que salirse de este por un tiempo, solo fue una bonita experiencia.
Solo eso.
Para aprender tango, perder el miedo a toda movilidad de dos ruedas, conocer antros clandestinos y nocturnos para bailar con libertad.
Como también, conocer gente excepcional que Caleb me presentó y aprendí a querer mucho.
Sofi y Gino.
Y las palabras de este último, vuelven a mi mente esa noche en el salón de baile con su consejo de esa pasión errada que creí por un momento.
Tan solo un momento, llevar en mí.
De no utilizarla en discusiones con la gente que se ama.
Y como Gino noto, que no es el momento ni lugar correcto.
Y eso es lo que voy hacer.
- Perdiste... - Digo de la nada y acomodando mejor, mi cartera del hombro que cuelga.
Cualquier cosa, menos, que note mi tristeza al escuchármelo decir en voz alta lo que viene.
Porque tarde o temprano esta charla tenía que darse.
Para dar por terminado todo.
Y no seguir adelante con esto, que no nos conducía a ningún lado.
Su mano se desliza a todo lo largo del auto en que se apoya, para con un leve movimiento caminar unos pasos a mí.
Me mira fijo.
- ...perdí qué, Hop? - Murmura bajo.
Y otro paso de él.
Pero no vuelve hablar, solo su mandíbula apretándose me confirma que sabe mi respuesta.
Pero nada más.
Mierda.
Respira, Hop.
Se breve y que todo de una vez termine.
Suelto un fuerte aire cruzando mis brazos sobre mi pecho, fingiendo indiferencia.
- La apuesta, Caleb. - Yo también lo miro fijo y sin dejo de esa amargura que invade y carcome todo mi ser, por lo que voy a decir. - Perdiste primo. Fue una linda experiencia toda esta locura... - Tiro mi pelo atado detrás de mi hombro. - ...pero hay que volver a la realidad, ¿no te parece? - Digo con frialdad, volteándome al espejo de la puerta del coche en el que estoy, para chequear mi labial con una de mis manos y darle la espalda como si todo esto, no me importara.
No lo veo, pero siento a Caleb caminar alrededor de este acercándose más a mí.
Su perfume amaderado, masculino y que descubrí en estas semanas por tanto roce de nuestros cuerpos con cada repetición y ensayo del baile, me invade y acusa que está detrás mío.
Cierro mis ojos por solo unos segundos y disfrutar de ese aroma que me envuelve, como ese extraño y nervioso calor, que recorre mi cuerpo cada vez que siento el contacto de su proximidad.
Su pecho tonificado, roza la delgada y delicada tela de la espalda de mi vestido, cuando apenas me incorporo.
Y por ello, una descarga eléctrica sale de mi pecho a mi vientre por ese suave contacto del hombre que creo amar, pero no estamos hecho el uno para el otro.
Por perspectiva y anhelos de vida diferentes.
Porque el amor, no puede cuando hay antitesis de ello.
No.
Nunca.
Su frente apoya con ternura en mi nuca, porque jamás me voltee a él.
Pero, se prohíbe abrazarme.
- No lo hagas, Esperanza... - Susurra bajito mi nombre traducido, provocando que la calidez de su aliento, acaricie y erice mi piel al sentirlo.
Y mi garganta se cierra por ese dulce contacto y voz suplicando.
Aunque, es un ruego sabe su fin.
Que estoy mintiendo y que finjo desinterés.
Me duele respirar y todo esto es demasiado.
Creí que podía soportarlo, pero no es así.
Duele más de lo que podría imaginar.
Y algo en mí, se rompe.
Basta.
Me giro a él de forma brusca.
- ¿Acaso, no lo entiendes, Caleb? - Me señalo. - ¡Yo, soy esto! - Chillo.
Retrocede un paso.
- Hope, no lo hagas... - Me advierte, intentando apoyar su mano en mi hombro libre, pero lo detengo retrocediendo yo ahora.
Y fue obvio su dolor, porque se detiene abruptamente ante mi rechazo y toda esperanza que regía en él por mí, ahora es confusión al verme que hago más distancia entre ambos.
Me apoyo en el coche contiguo, negando.
- ¡Perdiste! ¡Perdiste, Caleb! - Exclamo. - ¡No quiero tu vida! - Grito, elevando mis manos al aire. - No quiero seguir bailando. No quiero seguir montándome en motocicleta. No quiero pedir estúpido deseos a un globo y ya no quiero, conocer gente nueva. No es mi vida... - Titubeo. - ....fue lindo, pero no aprendí nada de eso... - Lo miro determinante mientras hurgo mi cartera, para sacar algo.
Al encontrarlo, se lo elevo para que vea.
- ...no es la vida que quiero para mí... - Digo, cuando veo sus ojos reposar en mi examen aplazado.
Desde su lugar empieza a largar una respiración tranquila tras otra, como si estuviera haciendo todo en su poder, para controlarse y no hablar.
Pero sus ojos se humedece y mi pecho empieza a doler por verlo.
Ya está.
Le volví a romper el corazón y según su conteo, sería por quinta vez culpándolo de todo.
Y esta vez.
Lo siento.
Lo noto.
Es para siempre...
CALEB
Mentirosa.
Mentirosa.
Mentirosa.
Repite mi mente.
Pero miente tan bien con cada palabra que dice, que son cuchilladas en el corazón y viniendo de Hop, de mi espalda también.
El dolor de cada una de ellas y con esa firmeza de mierda me detiene.
Porque, es cruda.
Doliente.
Y sin filtro.
Muy a lo mi Anabelle.
Pero miente.
¿Por qué, lucha contra su felicidad?
¿Por qué, ese jodido y condenado miedo a dar ese paso a lo que realmente quiere y la llena de vida?
¿Por qué, no jugarse por la pasión que lleva dentro y salir de una estructurada vida que creó?
¿Por qué, ese temor constante a lo nuevo?
He ira, me recorre por ser tan cobarde.
Confusión y una apretada de bolas se formó en mi garganta, al notar que secaba una lágrima de dolor por sus palabras y toda esta puta situación.
Y esa bonita gotita escapando de sus ojos tan nublados como los míos, reteniendo más lágrimas y deslizándose por su mejilla, antes de ser secada por su mano es mi aliciente.
Porque sé, que todo esto le importa.
Que yo le importo.
Que realmente, la jodida me ama.
Y que solo tiene miedo.
Un monstruo protector, que creó y no quiere liberar.
Y hago un paso hacia ella, pero esta vez no me rechaza.
Otro.
Tampoco lo hace.
Otro.
Y con él.
Suspiro, casi rozando nuestro cuerpos.
Porque es la última oportunidad que doy para que sea valiente.
Última, porque ya fue suficiente para mí...
Y mis labios rozan su oreja cuando murmuro bajito, pero tan sincero inclinándome a ella como lleno de dolor.
- ¿Es que en verdad, entonces, no me amas, Hope?
Silencio.
Y muerdo mi labio por ello.
Ya que sabía que todo había terminado, cuando más lágrimas brillaron en sus ojos y comenzaron a caer sin vacilar por sus bonitas mejillas y con su mirada ante mi pregunta, se movió hacia el otro lado de mí, esquivando la mía fija en ella.
- Nunca quise lastimarte, Caleb... - Su voz está llena de dolor.
Y mis propias lágrimas se derramaron sobre mis mejillas y de un movimiento, salgo de su espacio personal.
Roto.
Y hecho pedazo.
HOPE
Mi respuesta ante su pregunta, fue devastadora.
Su pecho tensándose contra el mío y por mis palabras, me lo confirmó.
Me imaginé saliendo de su cuerpo rodeándome y tirando de la puerta del coche en el que estábamos apoyados con ambas manos y un pie para abrirla y poder escapar de él, ya que el mío estaba lejos.
Aunque, fuera presa después por robo del coche.
Solo quería huir.
Y un suspiro largo y profundo sale de él.
- Supongo, que esto fue el adiós a todo... - Dice como despedida, alejándose de golpe y retrocediendo unos pasos sobre su espalda, pero jamás mirándome.
Con sus ojos en el piso y atravesando todo el estacionamiento.
Nunca se gira para mirarme.
Jamás.
Y sus últimas palabras con firmeza como las lágrimas recorriendo su rostro y limpiando ellas con fuerza con su mano, mientras esquiva los coches estacionados poniendo más distancia entre nosotros, me lo dicen.
Fue el adiós para siempre, del dulce Caleb...
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