CAPITULO 24
CALEB
El aliento, aplausos y el nombre de nuestra universidad y la rival, sale de los gritos y ovación del público presente que ocupan las gradas y que rodea la cancha en el club deportivo de nuestra U.
Desde mi posición y con mi mirada por unos segundos, exploro el predio.
Hoy la ocupación es un lleno total, tanto de visitantes y estudiantes, como familiares nuestros y de los rivales con los típicos souvenirs entre sus manos, para alentarnos con el inicio de la temporada.
Al equipo local y al contrario.
Logro divisar gradas más arriba y entre el gentío a Juno con sus amigos en compañía de los tíos Pulgarcito y Lorna, con gaseosas en mano sentados.
Sonrío para mis adentros.
Porque, quiero mucho a mis primas.
Pero, mi sonrisa cae.
Al recordar que su hermana.
La Mon, número 3.
Mi Anabelle.
No vino.
Cabrona jodida y rompe apuesta.
El alboroto del público se intensifica cuando Caldeo en el medio de la cancha y como capitán con el contrario, escuchan al árbitro por el posicionamiento de la pelota y el respectivo reglamento oficial.
Segundos después, su silbatazo da comienzo al juego y con ello, el salto de ambos por recuperar la pelota se hace lugar, provocando aplausos y festejos con el mío también y puño en alto desde mi lugar, porque gana Caldeo con un gran salto.
Y con eso, se da el inicio a lo que llamamos a la cortina de juego con la canción de fondo que acompaña y sale de los autoparlantes del predio.
El aliento de nuestra gente sobre nosotros.
El rebote constante de la pelota, bajo nuestros gritos.
Y el constante sonido del deslizamiento de nuestras zapatillas contra el piso por los trotes y carreras hacia el aro contrario.
Logro evadir mi marcador para correr al otro extremo de la cancha con él, detrás mío.
Caldeo desde su posición y rebotando la pelota una y otra vez desde su lugar, nos mira a todos esperando a formar nuestra estrategia de juego con los compañeros, mientras es marcado por un par contrario.
Y otra vez, ese extraño e irritante sentimiento tira de mi estómago y tensa mi pecho.
Algo, no está bien en mi amigo.
Había algo en sus movimientos.
Y semblante...
¿Pero maldita sea, qué era?
HOPE
Las luces de mi coche se apagan como su motor, al sacar la llave del contacto ya estacionado.
Un bufido sale de mí, golpeando mi frente contra el volante resignada y dejando caer mis hombros y cruzando mis brazos sobre mi pecho, para luego elevar mi vista y mirar hacia arriba como a través del parabrisa.
A la fachada del gran hotel.
De Gino Jean Tosti.
El marido de Sofi y amigo de Caleb.
¿Por qué, me preguntan?
Y sonrío sin ganas, porque no tengo la más jodida idea del por qué, vine acá después de hacer una llamada telefónica a Sofi.
Solo quería hacerlo, ya que no pude estudiar.
Ni un poco.
Nada en realidad.
Ni una puta hoja del primero, de los tres apuntes fotocopiados que me tomé la molestia de anillar y enumerar con sus respectivos colores identificatorios semanas atrás, para rotularlos específicamente como me gusta organizar mis estudios.
Bien.
Por mi control.
Suspiro.
Pero mal.
Porque ni siquiera un párrafo, le llegó a mi cerebro en casi tres horas de intentar hacerlo.
Un cerebro ahora muy prostituta que solo pensaba y babea por el despreocupado, pero adorable Caleb Montero todo este día.
Como ayer.
¿Sigo?
Antes de ayer y antes de antes, de ayer.
Y días anteriores.
Una mano baja a mi vientre.
Ay, con mi úlcera...
Y carajo conmigo.
Salgo de este, con mi marca registrada de portazo que se me da bien últimamente, cortesía del enano parrandero, mirando la hora de mi reloj pulsera.
El partido debe estar por empezar en poco más de media hora.
Otro bufido.
El muchacho del valet del estacionamiento con una sonrisa y con un fino uniforme en azul, recibe mis llaves y con una reverencia de cabeza como saludo.
Agradezco con otra, que no llega a mis ojos.
Lo sé, porque su mirada se torna curiosa y hasta tal vez con cierto espanto a mí.
Lo siento, chico.
Pero esa sonrisa como la llamo, la de cortesía, es herencia genética por parte de tía Siniestra y la heredé yo, según mamá.
Sip.
Y sé, el miedo que hasta puede causar.
Como algo escalofriante.
Tipo El Resplandor de Jack Nicholson, diría papá entre risas con mamá, cuando la ven dibujada en mí.
- ¡Accueillir mon cher! - Me da la bienvenida Gino, al verme cruzar el enorme recibidor de su hotel una vez dentro, haciendo seña con una mano en alto a una recepcionista, que él se hace cargo en recibirme.
Su abrazo es como la primera vez.
Fuerte, cariñosa y del tipo raza oso como su fisonomía.
Pero con la diferencia que viste esta vez, un sofisticado traje de tres piezas con corte europeo en tono oscuro y no su vestimenta de maítre chef.
Me dejo llevar por ese abrazo, porque creo que lo necesito.
Y sin saber por qué también, estar en este lugar.
Hoy.
Ahora.
Y a días del certamen del baile nacional.
Y bajo la negativa de mi cerebro de estudiar, pero sí, de correr al partido de básquet para ver a los chicos jugar y que me niego a ello.
- Mon Sofie... - Su atronadora voz se hace presente, pero al mismo tiempo de forma tierna al nombrar a su amada esposa en ese idioma francés tan sensual. - ...me avisó que vendrías...
Sin soltarme del brazo que me ofrece como apoyo y como todo caballero, mientras caminamos escaleras arriba, dejo que abra una puerta por mí, para contestar.
- ...siento molestarlos, Gino... - Rasco mi cabeza haciendo a un lado mi pelo suelto detrás de mi hombro y me encojo sobre ellos, aún indecisa. - ...solo, quería volver a... - Hago una mueca dudosa. - ...o tal vez...
Su sonrisa florece y con él, una palmadita de hombro tranquilizadora.
- ...necesitabas ver la pista de vuelta, ma chére?
Río asintiendo, algo avergonzada.
- Creo que si... - Murmuro.
Porque, lo supongo en realidad.
Y el sonido de ese dramaturgo y elegante tallado de ambas puertas en madera lustrada por las manos de Gino al abrirlas en par en par y que separa el gran palier del prestigioso salón de baile, se hace eco con mi respuesta.
Y otra vez, me roba una exclamación de asombro por su elegancia, tamaño y diseño.
Porque es hermoso.
Entrelaza ambas manos por detrás de su espalda.
- ¿Ii est beau, non? - Su pecho se infla con orgullo, bajo su traje a mi lado contemplando todo como yo.
- Bellísimo, Gino... - Sale de mí, sincera.
- ¿Confirmación o miedo? - Pregunta curioso ante mi silencio prolongado y aprovechando este, para dirigirse a un lado del gran salón y como lo hizo también la última vez, encender todas las luces por el interruptor maestro y todo se llena de luz de una forma tan radiante que obligo a mis pupilas a focalizar.
Sobre todo, en una en especial.
La central.
Que me ilumina a mí.
La tipo reflector, de pie y casi en el centro de la pista.
Mierda.
Me remuevo nerviosa sobre mis pies.
- ¿Por ambas? - Murmuro como respuesta a su pregunta.
Y una sonrisa dibuja su rostro negando, bajo la música que seleccionó de un equipo de audio para que llene el ambiente silencioso.
- Non, ma petite fille... - Con movimientos suaves y precisos, deja su chaqueta sobre el respaldo de una de las hermosas sillas en madera y tapiz en cuero blanco, quedando solo en chaleco y camisa.
Tanto su caminar como cada paso que da hasta donde estoy, es controlado y hasta juraría sincronizado al ritmo de la canción francesa con cierto dejo latino por esas notas de guitarras hispanas.
Oh Dios.
Oh.Jodido.Dios.Bendito.
Niego.
- Yo no vine a bailar, Gino... - Balbuceo entre risas, producto de mi nerviosismo.
Arrugo mi nariz.
¿Por qué, todo él me recuerda a alguien y no sé, quién?
Algo en su andar y porte, cuando se detiene frente a mí.
¿Diablos, pero quién?
- No es confirmación o miedo, lo que tu... - Me posiciona para bailar entrelazando nuestras manos a nuestros lados y rodeando mi cintura. - ...buscas, viniendo hasta aquí... - Dice incentivando con un movimiento con su cuerpo como excelente profesional en la danza que es, a que lo siga en los primeros pasos.
Y yo obedezco.
Complacida.
¿Y feliz?
Porque reconozco los movimientos y compás con los pequeños giros recorriendo una porción del gran salón, ya que son parecidos a los que practicamos con Caleb tantas horas diarias y cada una de estas semanas.
Y me gusta.
Otro giro.
Sonrío y con ello, la de Gino se expande más sin dejar de movernos al ritmo de la música.
- ...sino... - Prosigue sobre la canción y con cada paso de baile que damos. - ...la confirmación a ese miedo... - Me corrige.
Logro notar pasos del dos por cuatro del tango con cada paso y giro que damos, pese a que la música no lo es.
Y a su vez, la sincronización de otros tiempos de baile.
¿Un, dos, tres...pausa, pausa y dos por cuatro?
Arrugo más mi nariz y no, por preguntarme que mierda fue esos movimientos.
Sino...
¿Por cómo diablos, yo lo sé?
Y su carcajada suena.
- ...es tu respuesta, ma fille... - Me murmura como respondiendo a mis pensamientos.
Otro giro.
- ...llevas la danza y el baile en ti... - Formula, guiándome a un pequeño y simple salto en el aire con mis piernas cruzadas como acrobacia del baile y que puedo seguir sin problema y dando como final y en simultáneo con la canción terminando con una reverencia a mí, y al público presente.
A todas las sillas vacías, acotación aparte otra vez.
Hace su saludo de despedida como profesional que es, provocando que ría imitándolo.
Y ríe conmigo divertido al ver mi rostro perplejo y pensativo.
¿Será?
Pestañeo sin poder creer, bajando mi mirada al piso como si en el estuviera la respuesta del universo.
Que acaso Gino, tanto como Sofi y mi primo, ¿tienen razón?
¿Esto, es parte de mí?
¿De mi vida?
Vuelvo a mirar a Gino que camina en dirección a las mesas.
¿Qué mi vida...es bailar?
Abrochando el último botón de su saco de vestir ya puesto, que quedó olvidado contra el respaldo de la silla y con su mirada alegre como la forma paternal me lo confirma.
Sacudo mi cabeza.
Porque no puede ser.
- Mi vida son los números... - Suelto.
- Y la mía, cocinar... - Responde natural con las manos en los bolsillos delantero de su pantalón.
Da unos pasos sobre la inmensa pista, mientras lo sigo con la mirada.
- ...mi vida está en la preparación de cada plato gourmet que hago...en la selección en detalle de cada ingrediente como en sus finas especias que selecciono con cuidado y amor, para cada comensal que se deleite con mis platillos... - Murmura vehemente, deteniéndose a metros y frente a mí. - ...pero, la pregunta es ¿Cuál, es tu pasión ma fille, Hope? ¿Diferenciando lo que suelta en ti, una locura desenfrenada de pasión a amar algo por vocación? - Hace una pausa. - Que te libera ¿y sientes una felicidad que no sabías que guardabas y es solo sentida, con solo llevarlo a cabo? - Su voz como expresiones y movimientos de manos al hacerlo, se intensifican en solo decirlo.
Dios...
Amo los números y la contabilidad.
Recorro la pista desde mi lugar.
¿Pero, será que mi pasión es bailar?
- Tus dudas que llamas miedos, te trajeron al epicentro de tu respuesta, ma chére... - Dice, viniendo a mi dirección. - ...una confirmación que no necesitas ver... - Señala el lugar. - ..sino, sentir y demostrar...
Y me abrazo a mí, misma.
- ¿Tú, lo sentiste? - Titubeo. - ¿Demostraste?
Sonríe ante un recuerdo feliz.
- Mon Sofie, lo hizo... - Con un gesto, me invita que tomemos asiento en una de las bonitas mesas redondas que coronan la gran pista y obedezco agradeciendo con una sonrisa, que abra la silla por mi para luego él.
- Mi servicios como maítre chef, fueron contratados por un gran teatro francés en la noche de debut de una prestigiosa compañía de baile que se presentaba un fin de semana, hace muchos años...
- ...fue cuando conociste a Sofi? - Interrumpo impaciente, por conocer su historia de amor con ella.
Sonríe por ello, asintiendo.
- Con 23 años, sentí observándola detrás de los telones de ese gran teatro...- Su gran voz parisina, remarca este último. - ...que una mujercita con tan solo 19 años de edad arriba del escenario y ante un público tan absorto como yo desde sus palcos a su baile en pareja, había robado mi corazón en 3,19 minutos que duró su baile. - Suspira sonriente. - Y esa noche mágica para mí, pasada la medianoche mientras muchos y muchas, con su cuento de hadas finalizado y volviendo a sus coches para convertirse en calabazas o en la continua búsqueda de la dueña de ese zapato de cristal, al día siguiente... - Formula en tono metafórico, provocando que sonría sobre mi puño apoyada en mi barbilla. - ...mi cuento con el de ma Sofie nacía apenas, con su había una vez...
- Sofi te enseñó a bailar? - Pregunto nostálgica.
Golpea con cariño mi hombro.
- No ma filla... - Niega. - ...me enseñó mi pasión. - Vuelve a corregirme y ríe a carcajadas.
Y yo lo hago también.
- ...como siempre digo. Enseñó a un poste de luz... - Prosigue con su metáfora. - ...que no solo vino para iluminar una calle, si no, deslumbrar con ese brillo que irradia y que se creía que era solo ese su objetivo al crearse. - Continúa y se señala. – Yo era parco a ello. - Se pone serio. - Solo creía, que la cocina era lo mío... - Su mirada recorre el lugar. - ...toda la vida me regí en mi sueño que era de niño...llegar a ser un gran y prestigioso chef y llegar a ser dueño de un gran hotel con sus tres estrellas Michelin en lo culinario. - Resopla. - ...mi meta final...
¿Eh?
¿Acaso Gino, compartía mi mismo pensamiento?
- ...con el tiempo y esa grandeza de paciencia y amor. Sofie me enseñó que la vocación que se ama, no se debe confundir con la pasión que se lleva en el alma...
Sus profundas palabras golpean mi pecho.
- ¿El baile? - Solo digo.
Su sonrisa es mi respuesta.
- Si. Dos cosas totalmente diferentes, que pueden unirse Hope para formar una sinergy entre ellas. Yo la llamo la melodía del corazón, porque en su perfecta proporción un poco de ambas, te llena el alma y te sosiega... - Su mirada alegre se oscurece de tristeza, por un recuerdo fugaz que cruza por su semblante. - ...aunque el mundo, las circunstancias y hasta uno mismo, digamos o demostremos lo contrario...ma filla...
Me remuevo sobre mi asiento.
- ¿El accidente de Sofi?
Aunque sonríe, ella es tan triste como su rostro afirmando.
- Lugar y momento equivocado con una discusión, también equivocada... - Suspira sobre la vibración en silencio de mi celular en el bolsillo trasero de mis jeans. - ...no utilices tu apasionamiento que llevas dentro, para dirigirlo verbalmente en una discusión a las personas que amas, Hope... - Murmura mientras lo busco ante el segundo llamado insistente. - ...si no, para lo que fue echo y nació. - Y su sonrisa, vuelve a tornarse alegre. - Y que necesitas descubrir en tu interior y que estas, en ello...
Mi estómago como mi pecho son un cóctel de emociones por cada palabra absorbida de Gino iluminando, esa mezcla de dudas y contradicciones de sentimientos lindos que soy desde la jodida apuesta que Caleb me propuso.
Santo.Dios.
Mucho para procesar y en un tiempo que no me sobra y en detalle como me gustaría hacerlo.
La intriga que me carcomía antes de bailar por recordarme a alguien, viene a mi mente al verlo de lleno y lo familiar, golpear mi mente.
Con mi celular entre mis manos corro la silla para ponerme de pie, pero sin ver al destinatario de tanta llamada urgente y solo poniéndolo a modo silencio para despedirme de él con otro abrazo y porque, quiero escuchar su respuesta a la pregunta que voy hacer.
- ¿La gran foto mural del segundo piso en edificio de Sofi...son tú y ella, verdad? - Digo caminando a la entrada, pero me detengo en el medio abrir de ellas.
Cruza sus poderosos brazos sonriente y sobre la mesa, aún sentado.
Asiente.
Sonrío más.
Guau.
Porque no podían ser otros, esa majestuosa pareja plasmada fotográficamente llenos de tanta pasión y amor.
Lo saludo nuevamente con una mano en alto antes de salir y no puedo escuchar bien que dice sonriente, porque mi celular se vuelve a iluminar ante otra llamada entrante.
Pero logro captar a espalda mía, su voz diciendo que en breve lo van a reemplazar.
O algo así...
Creo.
Me encojo de hombros.
No lo podría asegurar.
Porque, la voz de mamá me invade bien llevo este a mi oreja.
Y con él, su llanto sin dejar de hablarme.
Mi mano cubre mi boca al escucharla y necesito apoyarme en la pared continúa para no caer al piso, ante la amenaza de mis piernas flaquear por la noticia.
Como la angustia y el dolor que llena mi ser, de sentir a una de mis hermana sufrir.
Porque el rarito fue hospitalizado en pleno juego de básquet.
Y con un impulso como rogando por fuerzas a mis pies corro por el pasillo y escaleras abajo, intentando reprimir mis lágrimas esquivando y pasando gente, mientras pido disculpas en el proceso.
Dios...
¿Qué, le pasó a Caldeo?
Pienso, mientras solo una cosa repite mi mente.
Lo que mamá me confirmó.
Su Leucemia...
Y no sé, cómo llegué al Hospital y por ende, como conduje.
Solo sé, que empujando las dobles puertas de vidrio de la entrada principal con la fuerza de mi corrida del estacionamiento y dirigiéndome a la recepción, me encuentro a mis padres por información de Caldeo junto a Tatúm.
Al verme llegar, mamá corre a mi encuentro y me abraza con lágrimas en los ojos al igual que mi hermana, mientras papá es atendido por una de las enfermeras de turno.
Grita el piso donde se encuentra su habitación, mientras hacemos carrera al primer ascensor que se abre por personas saliendo de él.
El pasillo de espera de este cuando arribamos, está atestado de gente de tanto médicos como enfermeros caminando como conversando, con familiares internados y colegas.
Con Tatúm divisamos a nuestra hermanita cubierta por un abrigo de tío Pulgarcito, sentada junto a Amely y Fresita en una de las tantas sillas en plástico rojas que en fila y una contra otra, se alinean en una de las paredes de los lados.
Y como de forma nerviosa, con mirada triste y colorada de tanto llorar mira el ir y venir en silencio de todo cuerpo médico, que camina por el corredor a la espera de noticias de Caldeo.
Corremos hacia ella y esas lágrimas que contenía, estallan al divisarnos.
Me derrumbo sobre Jun, al igual que Tat y la acaricio en silencio y bajo su mar de llanto, acomodándola mejor en mi hombro, mientras Tatúm la abraza tanto como yo.
- Shuu... - Le susurro bajito. - ...todo va a salir bien, cariño... - Consuelo.
Y para mi sorpresa ese llanto cesa.
Pero, no por mis palabras.
Sino.
Porque alguien le ofrece algo a espalda mía.
Un bonito pañuelo blanco.
Elevo mi mirada para nivelar su gran altura y mi boca se desencaja por lo que mis ojos ven.
Y.Que.Me.Parta.Un.Rayo.
Ya que, él es hermoso.
Inclino mi cabeza hasta con una mueca dudosa.
Porque, hasta tiene un aire conocido.
- La tabak, malikatalqlyl min... - Pronuncia el muchacho frente nuestro de vestimenta simple y casual, pero denotando todo él físicamente.
Tanto como cultura y su tono de voz gruesa y porte, sangre e historia milenaria del algún exótico continente.
Su mirada clara, fría y gris como el hielo, casi tapada por la totalidad de su pelo azabache y que bajan de su frente por abajo de su gorra deportiva, es cálida dentro de su seriedad.
Igualitos a los de Caldeo, concluyo.
Pero mis ojos se abren al mirarnos con Tatúm de golpe e interrogantes, por confirmación a Fresita y Amely.
Corrección.
En Fresita que responde a nuestra pregunta, con un asentimiento de su barbilla.
Porque la mejor amiga de nuestra hermanita y encandilada por la presencia de este, solo se limita follarlo con la mirada, absorta en el espécimen masculino frente nuestro y con su boca abierta sin un gramo de disimulo.
Guau.
Parece, que alguien se enamoró.
Mis ojos vuelven a él por ello expectante, que hace una reverencia a mi hermana por su pequeña sonrisa entre lágrimas de agradecimiento y aceptando el pañuelo que le ofrece.
Solo eso.
Nada más.
Mierda.
Para después, volver a un rincón de la pared opuesta y ser interrumpido por su teléfono que nunca paró de sonar, que sobre su ceño fruncido y ante la mirada que como todos, notamos de Amely hacia el comiéndoselo con cucharita de postre.
¿Su respuesta?
Una mirada fría.
Glacial.
Y la arqueada de una de sus cejas.
¿De forma desaprobatoria?
Pero, también llega mi turno de elevar mi ceja Mon.
Humnm...
Interesante.
Porque pese al momento que estamos viviendo y esa forma directa del hermano que no sabíamos de la existencia de Caldeo de mandar a la friendzone a Amely de forma dura y poco protocolar.
Noto una exhalación de tristeza de sus labios entreabiertos, robando una última mirada sobre ella, antes de enfrascarse en la comunicación telefónica que atiende y hablando en otro idioma.
Árabe, creo...
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