CAPITULO 21

HOPE

El ruido de las cortinas del gran ventanal corriéndose de golpe por Caleb, para que toda la luz de la tarde entre en el salón de Sofi desde su segundo piso, hace que eleve la mirada de mi celular de pie y en mitad de la enorme habitación.

- ¿Qué? - Dice volteando y mirándome preocupado, desabotonando su camisa de vestir para quedar solo con la camiseta que lleva bajo y dejarla en un rincón del piso de madera.

¿Dije que su camiseta es sin mangas y ceñida?

¿Muy ceñida y regalando a la vista, todo lo que el Dios padre le dio?

Carajo.

No babees, Hop.

Ordena su pelo con ambas manos por quedar desprolijo por ello y tomando su mochila, hurga en un bolsillo por algo, viniendo a mí.

Y con esa maldita forma rara y hermosa que tiene de caminar.

Auch. Auch y re Auch.

Tarde...

Ya estoy babeando.

Gimo.

Es que es muy lindo, mierda.

Después del bonito momento del parque con el lanzamiento de los globos con los deseos de todos nosotros e intercambiar números de celular con Casey y ese extraño chico que no le gustaba su nombre, nos despedimos de ellos y con la promesa, de un nuevo encuentro en la primera oportunidad que hubiera.

- Un mensaje de mamá... - Digo tecleando rápido una respuesta, para despejar mi mente de impuros pensamientos en él, que incluyo a mi primo desnudo. - ...me pregunta, si Juno discutió conmigo o Tatúm...

Caleb sonríe negando y sacando varios CDs de ella.

- Imposible. Jamás las escuché pelear de forma seria a ustedes. - Exclama después de leer minuciosamente la listas de temas de cada uno, eligiendo el que tiene una tapa en color verde y desechando las otras, mientras lo introduce en el equipo de música que está a pasos nuestro.

- Es lo que respondí a mamá... - Digo algo preocupada, pensando en lo que me dijo.

A Jun que con lágrimas en los ojos, atravesando el gran jardín de casa corriendo para ir hacia la casita del árbol.

Su guarida de tristezas de siempre.

¿Pero, de qué?

Y lo más importante.

Estrecho mis ojos por ello.

¿Por qué?

El CD deslizándose en la bandeja de sonido, invade el silencioso salón solo con nosotros dos, seguido por el dedo de mi primo apretando play.

Y una suave melodía cubre este.

Con unos violines.

Dios.

Unos dulces violines enamorando una guitarra solitaria y a una vieja armónica que luego los acompaña, bajo una linda dupla de voces masculinas que canta esa melodiosa canción.

- No lo hagas... - Murmura con su voz y un tono, que hasta parece pedir disculpa por hablar sobre ella, mientras viene a donde estoy con pasos tranquilos.

Muy tranquilos.

Y achicando los pocos metros que nos separa.

Oh mierda...

¿Así, va a empezar la clase?

- ¿Qué? ¿Que no haga, qué? - Digo estática sobre mi lugar, ladeando apenas mi rostro para verlo sobre mi hombro.

Eso.

O me lanzo sobre él.

Su sonrisa infantil acaricia mi nuca y con un dedo, corre un mechón de mi pelo suelto que cubre un lado de mi rostro con suavidad, para cruzar sobre mi hombro su brazo y tocar la punta de mi nariz con un gesto cariñoso.

- Arrugar la nariz como tía Vangelis... - Me susurra con su mirada de chocolate, casi rozándome. - ...eso significa Danger, nena... - Formula bajito.

Suelto una risita.

Demás decir, nerviosa.

Y elevo mis ojos al techo.

Dios.

¿Dónde dejaste mi exasperante control, que en toda la vida me regí?

- ¿Danger? - Repito.

Lo siento.

Pero es lo mejor que se me ocurre.

Y puto cerebro que no coopera, cuando Caleb está a un suspiro de distancia de tocarnos.

El brazo que me atraviesa y nunca se fue, baja hasta mi vientre recorriendo mi silueta de forma lenta y dolorosamente tierna sobre mi remera con la imagen de un osito panda que robé a Tatúm, para tomar mi celular entre mis manos que no sabía que apretaba entre mis manos entrelazadas, para robarlo y guardarlo en uno de sus bolsillos delanteros del pantalón de vestir.

Su mano toma la mía para girarme de un movimiento preciso y enfrentarnos, chocando nuestros pechos.

- Si. - Sonríe más, pero con su mirada recorriendo mi rostro como en cámara lenta y quedando en mis labios.

Jesús.

Y con otro movimiento, nos pone a ambos en postura para bailar tango, bajando su otra mano a hasta mi baja espalda.

Su mirada nivela la mía.

Suspira.

- Danger...para mí, Hop... - Finaliza, malicioso y con un susurro.

Oh...

CALEB

Su carita es un poema.

Y creo que hasta ni pestañea por lo que confieso, mientras con una de mis manos llego a su baja espalda, para marcar la postura del tango.

Y de que es mía.

Y quiero sonreír más por eso.

De felicidad.

Y sí.

De forma lasciva también.

Porque estoy a dos segundos de arrinconarla contra esa pared espejada y sacarme las ganas locas de cogerla contra ella.

Una.

Y otra vez.

Y otra.

Y otra vez a la que va ser mi futura mujer muy pronto, aunque ella no lo sepa aún.

Y por eso, es hermosa...

Ríe nerviosa.

- Esto, no es tango Caleb... - Dice negando, pero dejándose llevar por mis movimientos diestros, recorriendo el salón con cada giro y pasos de baile.

HOPE

Ríe por mi dicho, pero con otro movimiento de sus manos certero me estrecha más a él, sin dejar de bailar y robándome un jadeo.

- La música une lo que el humano desune, Hop... - Responde con otro giro.

¿Eh?

Y unos pequeños pasos de tacón, acompañado al unísono de un bastón pisando el piso de madera, nos interrumpe.

- ...dos idiomas de dialecto con cultura e idiologías diferentes, que pueden provocar hasta guerras por causa del hombre... - La voz con ese acento francés de Sofi, se hace presente caminando a nuestro alrededor de forma tranquila y sonriente, viniendo de la puerta de entrada. - ...pueden unirse para formar, la canción más bella del mundo... - Dice elevando una mano al aire y con señal de deleite, cerrar sus ojos para apreciar la bonita canción elegida por Caleb cantada con la fusión de los dos idiomas. - ...como, dos ritmos diferentes... - Hace a un lado su chalina que envuelve sus hombros, para descubrir parte de su pecho.

El lado del corazón y apoyar su mano libre.

- ...para unir y hacer la conexión de un baile perfecto...y sentir... - Nos mira, sin dejar de caminar a nuestro alrededor. - ...siempre, sentir...

Señalo todo esto con mi barbilla.

- ¿Cómo el tango y una música romance? - Digo sin dejar de bailar con Caleb.

Sofi sonríe, dejando de caminar y asiente.

- Exacto. Como unir lo romance para sentir sobre su melodía, los pasos del tango. Como unir la fresa y el chocolate o una taza de un buen té y la miel... - Su mirada baja a sus pies y al bastón que lleva en sus manos y que la ayuda a apoyarse y caminar.

Y se señala a ella misma.

- ...una tragedia y una vara de madera... - Su mirada vuelve hacia nosotros, pero llena de brillo a la vida. - ...lo que el humano desune, por lo que sea...la música lo une... - Finaliza.

Y una lágrima amenaza en rodar mi mejilla por sus palabras, entendiendo su significado.

Todo.

Un accidente humano, provocado por él y que alejó a Sofi de lo que amaba.

Bailar.

La separó.

Pero la música la unió a ese amor por la danza a través del baile de sus alumnos siendo la profesora.

Dos mundos para hacer uno solo.

Una pasión.

Y no me aguanto y soltándome de Caleb, corro a a ella para abrazarla y lo hago de la forma que es ella.

Sofi.

Muy fuerte.

***

¿Las tres horas restantes?

En una palabra.

Lo fuerte se me fue a la mierda.

Sip.

Si no fuera por la constancia incisiva e inquisidora de Caleb, cada vez que me quería rendir y desplomarme en el piso llena de transpiración por tanta práctica y gritarme que soy una inútil o rogando por un vaso de agua del dispenser ubicado en un rincón del salón y en la cual, me arrastraba en su búsqueda bajo su risa.

Y la perseverancia de Sofi, en enseñarnos en todas ellas.

A mí, en realidad.

Cada paso.

Cada compás.

Cada jodido movimiento o lento o rápido y extremadamente sensual, de la coreografía de tango que había armado para nosotros y que una y otra vez practicamos esa tarde.

Como en los días restantes de la semana, que quedaban antes del sábado.

Ya que tanto Caleb como Caldeo, la noche de ese fin de semana jugaban el primer encuentro de liga de básquet de las universidades estatales, abriendo la temporada en el estadio del campus.

Esos días, se transformaron en horas.

Horas, donde me limitaba a trabajar de mañana en el Holding y cruzar miradas divertidas como de complicidad, con mi primo en los corredores o pasillos rodeados de nuestros respectivos compañeros de trabajo.

Yo, con pila de papeleríos entre mis manos y en dirección a la fotocopiadora de zapatillas y jeans.

Y él con sus eternos rollers, caja de mensajería entre las suyas y lindos trajes de diseñador.

Horas en las salidas, donde Caleb montado en su motocicleta me esperaba en el estacionamiento y con esa sonrisa a toda potencia que enamora, me recibía al salir del ascensor para luego ayudarme a subir y poner ambos los cascos, nos dirigíamos a más prácticas.

Sea, en el salón de Sofi y bajo su dirección.

Solos en un parque, bajo la mirada de niños jugando en los juegos que al final de cada uno de ellos, con sus aplausos infantiles provocaban nuestras carcajadas y nos despedíamos de ellos, con una reverencia de ambos.

O mis favoritas.

A orillas de la playa y de su mar desafiando con sus olas, descalzos y con nuestros pantalones arremangados, intentando no perder el ritmo.

Siempre, sonriendo ambos.

Siempre mirándonos.

Y por una vez.

Tan solo, una vez.

Recordé.

En realidad sentí con una nueva emoción, invadiendo mi pecho de felicidad.

La curiosidad entre mis venas, de que se sentiría ganar el certamen de baile.

Como también.

Por una vez.

Yo, me olvidé.

De esa jodida y gran apuesta...














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