CAPITULO 19

HOPE


- ¡No voy a ponerme esas mierdas, Caleb! - Chillé desde mi lugar, sentada aún en el piso de madera y contra la pared espejada cubierta con su saco de vestir, que él mismo buscó y me puso con cuidado abotonando su parte delantera.

De pie frente mío, suelta una risa y flexionando sus rodillas para estar a mi altura, me mira profundo haciendo a un lado su pelo con la mano.

- Créeme que odio, cuando te veo siempre con tus mierdas de trajes... - Recorre mi cuerpo con su mirada chocolate y ese torso desnudo, que ahora es más mi perdición mierda. - ...pero desnuda de la cintura para abajo, en sujetador y solo con mi saco de vestir puesto, es el mejor y jodido traje que te he visto Hop y quisiera verte siempre con él... - Hace una mueca graciosa, mirando mi blusa envolviendo mis braguitas y falda manchadas con el adiós a mi virginidad a un lado mío. - ...pero si te dejo montar la moto así, para llevarte hasta tu casa... - Ríe el muy puto. - ...lograrás que no siga todo el escuadrón de la condenada policía de la ciudad ¿y no queremos que el tío Herónimo con ayuda de Millers a su lado, se entere y nos saque de la cárcel, no? - Me mira divertido y elevando ambas manos frente a mí, con las opciones de ropa que eligió de la habitación de utilería y que encontró para ponerme.

Y mi turno de hacer una mueca mirando la hora.

Mierda.

Ya es muy tarde.

Y suspiro resignada porque tiene razón, mirando ambas vestimentas y estiro mi brazo de mala gana, eligiendo la de color verde fluo sin saber que es.

Pero por lo menos es más largo que la otra que cuelga de su otra mano, de un rojo chillón con lentejuela, mientras me pongo de pie para ir en dirección al baño, porque necesitaba higienizarme con urgencia.

CALEB

Y un grito desgarrador de Hop sale del baño de utilería minuto después, mientras recojo del piso mi arrugada camiseta e intento alisarla lo mejor que puedo con mis manos, cuando me la pongo y mi sangre se congela por ello.

¿Dios, se encontrará lastimada?

Corro hacia ella llevándome puesto la puerta y atravesando la habitación en dos zancadas para detenerme al vilo y verla al abrir la puerta del pequeño baño con su jadeante pecho subiendo y bajando, sintiendo su respiración entrecortada desde mi distancia y mirando para abajo, pero totalmente sana y sin señal de algún daño.

Su pelo lacio y castaño cae hacia adelante como una cascada cobriza, ocultando parte de su rostro y pecho.

Cristo.

Es espeluznante.

Como la chica del Aro, pero sin el estanque, la televisión en blanco y negro como la llamada telefónica.

Me mira a través de sus pestañas y por bajo ese pelo, sin gesticulación alguna.

Terroríficamente hermosa, mi Anabelle.

Silencio.

Más silencio.

Muerdo mi risa.

Su mirada vuelve hacia bajo y la mía la sigue y entiendo, el por qué.

Maldita sea.

Quiero desparramarme por el piso para reír a carcajadas.

- Lo hiciste apropósito... - Gruñe sin moverse.

Nop.

Su grito no era de dolor físico.

Sino, a su ego.

No te rías, Caleb.

Toso y aclaro mi garganta.

- ¿No entiendo a que te refieres? - Hago mi pose casual, cruzando mis brazos sobre mi pecho.

Sus manos como puño toman parte de los pantalones que eligió de mis opciones, para jalarlos de forma furiosa para que los vea.

- ¡Esto! - Chilla. - ¡Son de payaso!

Arqueo una ceja con mi mejor cara de asombro.

- Yo, no...lo sabía...

Por supuesto que lo sabía.

Y se gira para mostrarme su lindo trasero y señalar con su mano, los parches de colores y letritas graciosas bordadas sobre el que dice HAPPY  a todo lo largo y en grande.

Tapo mi boca para no reír.

- Eso o el vestido escarlata en lentejuelas de prostituta, corto e irregular. - Digo a mi favor.

Y me estrecha los ojos con odio y con las manos al aire me da la razón por segunda vez, tomando la bolsa con su ropa dentro y del piso de un manotazo.

Pasa por mi lado ofendida e ignorándome totalmente con su barbilla en alto.

La sigo con mi mirada divertido y sin moverme de mi lugar para admirarla.

Tacos de muerte.

Pantalones de payaso amplios y en verde fluo con graciosos dibujos en su trasero.

Mi saco de vestir.

Y solo, sujetador abajo.

Lo más sexi y bonito que vi en mi vida.

¿Y lo más lindo en mi futura mujer?

Que aún, no lo sabe.

Niego divertido, mientras sonrío caminando en dirección al interruptor de luz para apagar las luces del salón y cerrar la puerta tras de mí.

HOPE

Detiene su motocicleta, pero sin apagar el motor cuando llega a casa, se gira hacia mi sacando su casco mientras le entrego el mío.

- Sana, salva y sin la policía detrás nuestro. - Responde sonriente y satisfecho mientras me ayuda a bajar.

Resoplo como respuesta.

¿Por qué?

No tengo idea.

Supongo que por mis hormonas revolucionadas por esa dulce y agitada noche.

Contra la pared.

Ríe por mi nariz arrugada mientras me hago camino a la puerta de entrada.

En realidad, lo intento.

Porque no hago ni un paso, que su brazo me rodea por la cintura para atraerme a él de un movimiento y chocar mis labios con los suyos.

Fuerte.

Profundo.

Su lengua acaricia la mía, antes de romper el beso.

- ...duerme y trata de descansar, Esperanza. Yo te busco en la mañana... - Susurra suave.

Como me gusta, cuando me dice Esperanza.

- Te odio... - No.

No es cierto.

Lo amo.

Pero gimo por las tres únicas horas que quedan para hacerlo, antes del horario de trabajo.

- Mentira.. - Dice entre mis labios. - ..me amas. - Otro beso.

- Idiota. - Más besos.

- Caprichosa... - Dice él con otro gran y profundo beso.

Y rodeo su cuello y sonrío.

- Jodido, irresponsable.

- Nena de papá... - Ríe también y una nalgada, es su señal y saludo de despedida.

Salgo de sus brazos caminando a casa, pero me giro sobre mis talones en los primeros escalones de la entrada.

- ¿Caleb? - Lo llamo por una curiosidad.

Aunque su motocicleta sigue encendida, nunca se movió.

Sobre su lugar montado en ella y cruzado de brazos, me mira caminar.

Inclina su cabeza.

- ¿Qué, Hop?

Aprieto la bolsa con mi ropa en su interior en mi pecho.

- ¿Crees que Gino, tiene razón?

Y su sonrisa a toda potencia aparece, haciendo estragos en mi bajo vientre como una descarga eléctrica.

No hace falta que aclare.

Entiende mi duda y miedo.

- Lo creo por sobre todas las cosas, Anabelle. - Dice con la seguridad que necesitaba escuchar.

Muerdo mi labio mientras asiento y sonrío por mi sobrenombre y le ruedo los ojos por ello, provocando que ría también, mientras voltea su moto al verme abrir la puerta.

Y su motor ruge al cerrarla.

Me desplomo sobre mi cama del sueño y cansancio para que poco más de dos horas después, suene el endiablado despertador.

Y ese tiempo después, lo apago en su tercer llamada con mis ojos totalmente pesados de mi poco dormir y con mi cuerpo como si lo hubiera pasado una aplanadora.

Una sexi aplanadora, de mirada infantil y ojos chocolate.

Sonrío entredormida con un gran bostezo y acomodándome más en mis calentitas frazadas.

Porque también, por primera vez en mi vida con el deseo y las ganas locas de faltar a TINERCA.

Dios, sí.

En solo pensar en ello, anido más mi cabeza sobre mi almohada con una sonrisa de felicidad.

Dormir hasta tarde y mandar al diablo todo.

Pero, abro mis ojos de golpe.

Y es por recordar la jodida apuesta.

Porque, yo nunca pierdo.

Y mi primo vendrá en minutos por mí.

Caleb y la***

De un movimiento hago a un lado las cobijas y me levanto de un salto, para correr en dirección al baño por una ducha rápida.

Y me vuelvo sobre mis pasos a mi equipo de audio, para poner mi música a todo volumen como lo hago cada mañana cuando necesito despabilarme.

Pero me detengo, al notar algo raro.

Y no por la cama vacía de Tatúm que normal en ella que día libre o no, suele levantarse temprano igual para salir a correr o volver al Hospital Infantil, a pasar su mañana libre allí.

Arrugo mi nariz.

Es por la cama de Juno en realidad.

Y estrecho mis ojos caminando sigilosa y por la media luz de los primeros rayos de la mañana que atraviesan por las ventanas francesas y de las cortinas blancas de nuestra habitación.

Deteniéndome a los pies de esta, para observar y confirmar mis sospechas.

Sip.

Junto a mi hermana, el rarito duerme a su lado y muy abrazado a ella.

Suspiro para mis adentros, cuando de tiempo pasado y siendo niños todos, Caldeo a mitad de muchas noches atravesaba en plena oscuridad y sin ningún miedo alguno en su corta edad el bosque, para luego trepar las enredaderas que cubren parte de nuestra casa y escalar hasta nuestra ventana para dormir con Juno.

Por noches de sus pesadillas.

Los demonios de su pasado.

Y ellos, deben haber vuelto.

Exhalo aire bajito para no despertarlos.

A él, en especial.

Porque su rostro agotado, duerme plácidamente con Juno a su lado.

Lleno de esa paz, necesitada.

Y aunque es un idiota a la enésima potencia por hacer llorar a mi hermanita con sus mierdas de rechazo y desplantes pendejos, sé que la ama incondicionalmente y que tiene un por qué a eso.

Acomodo sus frazadas mejor y volteándome de forma silenciosa, me encamino por esa necesitada ducha y sin mi música a toda potencia adorada.

Minutos después, bostezo bajando las escaleras y saludando a mis padres con los buenos días.

También le bostezo a nana Marcello, cuando negué mi desayuno completo y solo aceptándole, una gran taza cargada de café negro con su mirada de asombro.

Porque yo, nunca rechazo sus ricos desayunos.

Y bostecé, bajo con una maldición por el ahora puntilloso y puntual Caleb a mi espera, cuando salí a su encuentro y no retrasarse, aunque sea unos cinco minutos para echarme otro sueñito.

Y seguí bostezando en las horas siguientes que pasaron de forma lenta y dolorosa cada puto minuto en el Holding rogando a Dios y hasta la misma Pachamama, que hicieran el milagro de que volara el tiempo.

Sin hacerlo, para mi desgracia.

Y bostecé mucho más llena de odio y babeándome al mismo tiempo, al salir de la cantina por onceaba vez con un grupo de compañeros, por mi número seis de vaso de café ya que las tres latas energéticas, barritas de cereal y chocolate no habían hecho el efecto deseado.

JODIDAMENTE.DESPERTARME.

Para encontrarme sobre mis insipientes ojeras marcadas que bajo mis ojos que llegaban a mis rodillas, por el poco sueño y fuerte sexo.

Contra el rostro fresco, alegre y sin rastro de ello, de mi sexi primo con su caliente traje de vestir en azul oscuro y deslizándose en sus rollers sonriente por el corredor principal, entregando el correo.

Pasa por nuestro lado y me guiña un ojo, siguiendo su camino muy atareado.

Dios, hasta tiene las mejillas rosas y como su hubiera tenido el mejor sueño reparador del mundo.

Y le achino mis ojos cansados, sobre su sonrisa alegre y jovial.

Lo odio, porque no entiendo donde guarda tanta vitalidad este sexi hombre que es la reencarnación de Peter Pan.

CALEB

- ¿Almorzaremos, acá? - La voz de Hope, suena desde mi espalda al estacionar mi motocicleta a un lado del gran parque, donde decidí que comeríamos luego del trabajo y antes de ensayar nuestra clase de tango.

- Hot dog. - Es toda mi respuesta, elevando y bajando de forma graciosa mis cejas mientras nos encaminamos por el gran sendero tomando su mano.

El lugar está bastante concurrido pese a ser día de semana, pero te invita a ello con el sol desde su alto y cielo a medio despejar, para que muchos practiquen actividad deportiva al aire libre, pasear y disfrutar de todo su paisaje lleno de verde con su gran laguna artificial que rodea o simplemente, descansar en una de sus tantas bancas que ocupa todo el predio natural.

Esquiva conmigo algunas de las personas que llevando sus perros con las correas, caminan en dirección contraria y para mi deleite y disfrute personal, arruga su linda nariz de asco al acercarnos al carro de comida e inclinando su cabeza hacia mí, mira de forma sospechosa.

- ...esto es salubre? - Me susurra, mientras esperamos en la fila para ser atendidos.

Se me escapa una risa y la abrazo por sobre un hombro.

- No tengo idea, pero son las mejores salchichas del mundo.

Sus labios se entreabren para hacer alguna acotación agria y desconforme, pero su mirada curiosa hacia un sector del parque, llama más su atención mientras hago nuestros pedidos con un par de latas de gaseosas frías.

- ¿Qué sucede allá? - Exclama aceptando el super hot dog, olvidando su dudoso color naranja y salsas multicolor arriba, mientras pago al chico del puesto.

Le da un gran bocado y gime de placer con toda su boquita llena, embarrando salsa en sus labios y lamiendo con satisfacción y yo, sonrío por ello de placer.

Observo donde me señala con su mano y casi con más de su mitad de su hot dog, ya comido.

Guau.

Mi chica jodida tenía hambre.

Caminamos a la multitud curiosos y que se agolpa en un sector descampado del espacio verde, mientras le ofrezco el mío con solo la primer mordida.

Traga lo que quedaba del suyo y lo mira.

- ¿Estás enfermo? - Pregunta, chupando un dedito de ketchup.

Sabe, que yo nunca rechazo comida.

Preciosa.

Y sonrío negando.

- Nop. Desayuné bien en casa uno de los revueltos raros de mamá y lo hice por segunda vez bien, en el Holding después.

Suelta una risita porque es noticia vieja, mamá y su dudoso arte de cocinar de poner todo contra todo, aceptando mi hot dog mientras abro mi lata de gaseosa y le doy un sorbo.

Al llegar al lugar, vemos como un poco más de centenar de personas con hojas pequeñas en mano y escritas muchas ya y otras, haciéndolo sobre ellas con los bolígrafos que le alcanzan un par, rodean lo que parece la misma cantidad de globos multicolor inflados por helio de una máquina.

Lo curioso o extraño es que en fila, cada uno de ellos entrega doblado el pequeño papel escrito, al hombre encargado de inflar los globos con otro y lo introducen, en el interior de un globo, continuo a inflar, atar y ponen en lo que parece una gigante red que contiene y sostiene, ese centenar de globos listos de diferentes colores.

- ¿Será un movimiento de paz, con buenos deseos? - Dice Hop a mi lado y dando el último bocado a su segundo hot dog y saboreando hasta los dejos de miguitas entre sus dedos y olvidando lo que una vez idolatraba.

Las servilletas.

No rías, Caleb.

HOPE

Una muchacha que está delante nuestro, se voltea a nosotros al sentir mis palabras y sonríe entregándonos un gran folleto de muchos, que abraza contra su pecho con la invitación del vuelo de muchos globos que estamos presenciando.

- Soy, Casey... - Se presenta sonriendo, mientras leemos el papel que nos da. - ...y aunque predicamos la paz mundial, en realidad somos un grupo de apoyo barrial que ayudamos a gente con necesidades en la comuna de la zona... - Señala con su mano libre más allá del parque, cerca del puerto donde ya no se distingue su bonita vista, por la altura de varios rascacielos nuevos y construidos ahora.

Una lástima.

- ¿Trabajas, allí? - Digo yo.

- ¿Eres de la zona? - Le pregunta Caleb.

Ríe, rodando sus ojos de forma divertida.

- En realidad, no... - Niega. - ...larga historia... - Prosigue. - Solo ayudo por una temporada... - Juega con la punta de una de sus zapatillas en el suelo cubierto de césped, algo avergonzada y un tinte de rubor en sus mejillas.

Es muy bonita y creo que tiene mi edad.

Tal vez, mayor por un par de años.

No lo podría asegurar.

Pero que dice a gritos y cien kilómetros a la redonda, por la ropa que lleva puesta y ese rojizo casi zanahoria color de pelo que lo lleva suelto como yo, que es una chica de muy buen poder adquisitivo.

De una familia adinerada y que me haga la gran pregunta.

¿De qué, diablos está haciendo acá y entre esta gente de recursos medios?

Y no puedo seguir preguntando, porque la fila avanza con papelitos en mano, para ponerlos dentro del globo para ser inflados y por su nombre suena, por encima del murmullo alegre de todas las personas hablando entre sí y de muchos niños de esta comuna, que corretean a nuestro alrededor con globos de colores entre sus manos y obsequiaron jugando felices.

Es todo muy lindo y se siente bien.

Y su nombre siendo llamado por segunda vez y por sobre el gentío, hace que volteemos los tres en la dirección de esa voz masculina, pronunciando su nombre.

Y mi boca cae al verlo, porque condenadamente el dueño de esa voz, es hermoso por donde lo mires.

Sip.

Alto.

Muy alto.

Casi como papá o Caldeo y con contextura física muy fuerte.

De jeans, camiseta y llevando una vieja chaqueta en cuero negra, que pese a estar gastada por los años, denota su excelente calidad.

Un gran tatuaje negro sale por el cuello y a un lado de su ropa que se intenta ocultar.

Parece tribal.

Creo.

Su pelo ondulado de un castaño claro, cae por sus lados y frente, coronando su rostro anguloso, marcado y unos ojos que parecen tipo tono caramelo, pero no lo sabría asegurar, porque el sol lo baña de frente.

Él es muy guapo.

Pero eso, no llama mi atención y provoca que mi boca se desencaje.

Sino.

Lo que lleva en una de sus manos, cual lo guía a caminar como pasar entre la gente como si nada y de forma natural.

Un bastón blanco.

BLANCO.

Y aprieto más mi mano entrelazada a la de Caleb y recibo más de su calidez, al sentirme y porque también lo nota.

Que su presencia, ilumina el bonito rostro de la muchacha pelirroja con una sonrisa.

Una linda, sonrisa sincera.

- ¿Caetán? - Susurra lo que parece, el nombre del atractivo y caliente chico que camina en nuestra dirección.

Como, si nos viera...



















Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top