CAPITULO 17
HOPE
- ¿Qué aceptaste, una qué...? - Dice Pascual, sacándose y colgando en una percha para luego guardar, su chaqueta de trabajo en su casillero personal de TINERCA.
Sip.
Después del notición que mi hermana Tatúm me dio, ver y conocer su futura casa.
Que por cierto, muy bonita.
Y de despedir a nuestros padres, le pedí que me trajera de vuelta al Holding.
Necesitaba una charla urgente con mi mejor amigo.
- Una apuesta, Pascual... - Digo, saliendo con él de la habitación de servicio y acompañarlo escalera abajo y que nos lleva directo al estacionamiento, mientras le cuento como siempre con lujo de detalle de ella y de todos estos días, compartir mis días con mi primo.
Sin obviar, nuestro beso apasionado arriba del tanque y la pileta del gimnasio.
Rasca su barba de varios días entrecana, observándome con mayor detención y deteniendo sus pasos y yo lo imito.
Está a modo analítico y donde, después de ello sale con alguna de las suyas, pero que en el fondo tienen mucha razón por lo sabias que sus palabras son.
- Estas vestida diferente... - Me dice, mirando mi atuendo de hoy con una remera de una bandita pop y jeans holgados.
Me encojo de hombros.
- Parte de sus reglas. - Solo digo.
Su mirada, posa en mi cabeza.
- Tu pelo también lo está, no tienes esa mierda rara que se hacen las mujeres grandes y de traje que veo mucho en el Holding, chica.
Ruedo mis ojos.
- Como toda mujer de negocios que voy hacer algún día, Pascual... - Lo defiendo. - ...y se llama, peinado ejecutivo. - Prosigo tirando mi lacio, castaño, suelto y molesto pelo detrás de mis hombros.
Y una sonrisa se dibuja en sus arrugados labios, al notar mis hebillas corazón mientras saca las llaves de su vieja camioneta en color verde, estacionada a metro nuestro del bolsillo de su pantalón. - Lindo. - Sonríe divertido y señalándolas con la mano que cuelgan ellas, provocando que tintineen entre sí.
- ¿Lindo? - Llevo mis manos a las caderas. - ¿Eso es todo lo que vas a decir? - Exclamo con disgusto y señalo mis hebillas, mientras me abre la puerta del acompañante para que suba. - Esperaba más de mi mejor amigo... - Elevo las manos al aire. - No sé... alguna de tus moralejas raras, indicándome si estoy haciendo lo correcto o no...
Ríe.
- Y lo haré... - Cierra mi puerta y me mira a través de la ventanilla que bajo el vidrio un poco. - ...y son pizza y grieta. - Me guiña un ojo.
¿Pero qué mierda, fue eso?
Frunzo mi nariz, mientras lo veo rodear la camioneta por delante y abre la puerta del conductor, tomando asiento.
- ¿No jodas? ¿Qué fue eso, Pascual? ¿Pizza y grieta? - Cruzo mis brazos.
Asiente, introduciendo la llave al contacto y con un suave giro, el motor de su vieja camioneta Chevrolet ruge en el silencioso estacionamiento, casi vacío por la salida ya fulltime de todos los activos.
Eleva un dedo a mí.
- Pizza, porque tengo hambre y vamos por una amiga, así me cuentas más de esa apuesta y dos... - Eleva un segundo dedo, en mi cara y sonríe más. - ...grieta es la palabra a todo esto y de lo que pienso de la apuesta, de tu guapo y atolondrado primo y tu...
Desinflo mi hombro.
- ¿Grieta qué, Pascual? No entiendo. - Insisto, porque necesito más.
Quiero más.
Busca en el dial de su radio su música favorita.
- Porque, no estas preparada y por eso, no entiendes... - Murmura señalándome. - ...solo te diré eso, mi pequeña amiga. Grieta... - Repite poniendo la primer marcha y sale despacito para la rampa de salida.
Me mira, esperando que el guardia abra el portón.
- ..pero, te lo diré muy pronto... - Me promete. - ...cuando estés preparada para ello...
¿Eh?
Carajo.
Y suspiro, porque otra vez no entendí nada mientras me dejo llevar por la música de Elvis, que envuelve el interior de la camioneta y mirando esta gran ciudad metropolitana que circulamos.
Donde las luces de sus calles y ciertos locales, ya se empiezan a encender por la llegada de la próxima y cálida noche con ciertos transeúntes desde sus aceras, apurando su caminata por la hora tardía.
Estaciona en un pintoresco bodegón de comidas a las afueras de la zona mercantil.
- Ingrid. - Saluda a la que parece su dueña, una vez dentro y tomamos asiento en una mesa que elegimos sobre el gran ventanal de su frente.
Recorro con mi mirada el no, muy grande local.
Agradable y limpio.
Y lo gracioso o pintoresco para detallarlo de alguna manera.
Que tanto sus mobiliarios como sillas, mesas y toda su vajillas, no coinciden.
Pero su decoración estilo casa de familia, es acogedor.
Levanto mi vaso de vidrio que es diferente al de Pascual.
Y la dueña, una mujer con edad más de mamá, ríe abriendo nuestras gaseosas de limón.
- Hace un par de años, esto... - Señala el lugar bastante concurrido de clientes, saboreando sus comidas. - ...era un bonito restaurant. Pero un incendio por un problema eléctrico me dejó sin nada mi niña... - Dice sirviendo un poco en cada uno de nuestros vasos.
Suspira.
- ...a mí, y a mi hija que vivíamos de esto y ella estando en su último año de estudios de enfermería.... - Vuelve a suspirar, pero esta vez de una forma más reconfortante. - ...pero, la buena predisposición de la gente vecina al notar mi desgracia con su ayuda levantaron mi local de comidas. - Sonríe, señalando todo lo que nos rodea. - Donándome desde sillas, las mesas, decoración, utensilios y regalándome la oportunidad de vivir de lo mío, otra vez. - Finaliza feliz.
Pascual toma su mano de forma paternal.
- Porque te lo merecías, Ingrid... - Murmura orgulloso y se voltea a mí. - ...esta mujer, aparte de hacer la mejores pizzas caseras... - Me murmura, ganándose una sonrisa de satisfacción por parte de ella. - ...es una mujer que ayuda mucho al prójimo, sin mencionar que su hija Tina como enfermera recibida y trabajando sobre horas en varios Hospitales, sigue ejerciendo su profesión a des hora, para atender a gente enferma sin medios económicos y de la tercera edad del barrio. Imposible que esta linda familia, no sea premiada y ayudada por todos nosotros. - Dice, dando un sorbo a su gaseosa.
Lo miro curiosa.
- ¿Tú, también la ayudaste Pascual?
Y su pecho se infla con orgullo.
- Si hija. Pinté y restauré lo que se pudo salvar. Ingrid se apiadó de mí, siempre y cuando era un indigente de la plaza... - Señala por la gran ventana que estamos ubicados a un extremo y a las afuera. - ...siempre, había un plato de comida caliente para mí.
Guau. Guau y guau.
Miro por ella y hacia donde me indica y sí.
A lo lejos, se distingue entre grandes farolas un parque iluminado.
El parque, donde Pascual vivía y dormía sobre una banca de plaza y fue encontrado por mis abuelitos Marleane y Collins.
Me vuelvo a Ingrid.
- Gracias... - Murmuro sincera.
- ¿Por qué, hija? - Pregunta intrigada, mientras recibe de un cocinero una humeante y de deliciosa pizza depositándola para nosotros, sobre la mesa acomodando nuestro cubiertos.
Mi turno de sonreír.
- Por cuidar de mi mejor amigo... - Digo, algo tímida.
Suelta una risa limpiando su manos en su delantal de jirafas, flores y muchos colores.
Acotación aparte, si mamá lo viera amaría esa tela.
¿Les mencioné que tiene cierta obsesión con los estampados raros, no?
Palmea mi hombro como el de Pascual con cariño y al mismo tiempo.
- ¿Cómo, no? - Dice. - Si es un gran hombre... - Se inclina a mí. - ...y mi mejor amigo, también. - Exclama para luego señalar la pizza con extra queso chorreante. - ¡Ahora a comer y disfrutar de ella! - Finaliza retirándose, ante la llamada de otro cliente.
Río con Pascual, sirviendo las primeras porciones.
Y archi re contra, sí.
Gimo de placer con la primer mordida saboreándola y ante la mirada de pura satisfacción de Pascual orgulloso, de lo bien que cocina su otra y mejor buena amiga.
Porque, es la mejor pizza que probé en toda mi vida.
Luego de varías porciones, otra ronda de rica gaseosa de limón fresca y charla divertida sin volver a mencionarme eso de "la grieta" por más intentos de sacarle más información de eso a mi mejor amigo, lo despido con una mano en alto y un bocinazo por parte de él, marchándose y al ver a mi padre abriendo la puerta de entrada de casa al sentirme llegar con el viejito Rata al lado.
Lo abrazo con un bostezo y a modo saludo a ambos.
- ¿Y mamá? - Pregunto curiosa una vez dentro, sacando mi abrigo y no verla por ningún lado.
Camina a la cocina y abre el refri acomodando sus lentes, para ver mejor su interior.
- Me abandonó por una desconocida... - Murmura dramático y sacando un pote de helado.
Abre la tapa y arquea una ceja dudoso, ante el color violáceo de la crema helada.
Sonrío.
- Frutos del bosque... - Digo su sabor ante su cara sospechosa y apoyada en la mesada de la cocina. - ...y tía Mel no es una desconocida, papá... - Busco por él, su sabor preferido de helado guardando el otro.
El de menta granizada, recordando que los tíos volvían hoy de su viaje y mamá debe haber ido a verla.
Y me entra la risa y se lo doy con una cuchara que saco de un cajón.
- Es nuestra tía, su mejor amiga y la esposa de tu mejor amigo. - Lo miro. - Sin olvidar, que la adoras. - Concluyo.
Come una gran cucharada, lo saborea como si fuera tierra.
- Cierto. - Dice de mala gana.
Niego divertida, besando su mejilla por las buenas noches para ir a descansar y recibo otro de él, con cariño.
Camino a las escaleras.
Ya es muy tarde y mañana no voy al Holding.
No asisto al trabajo, cuando me coinciden clases en las mañanas en la U y por una vez el horario de mis hermanas y el mío, se acoplan para compartir un almuerzo en la Universidad juntas.
Y suspiro, subiendo cada escalón y pensando, donde quedó todo eso de mi agenda y organizada vida.
***
Al día siguiente, el sonido de mis carpetas y libro que dejo caer de golpe y sobre la mesa al aire libre que eligieron mis hermanas para que almorcemos juntas en el campus de la U, hacen levantar sus vistas de sus tareas concentradas.
Y noto cierta mirada entre cómplice y divertidas en ellas al verme.
Ruedo mis ojos.
Juno deja de morder su lápiz con el que dibuja en una hoja, para arquearme una ceja y señalarme con él.
- ¿Qué onda, tu ropa? - Dice curiosa, mientras Tatúm apoya casual su barbilla en un puño de forma relajada en la mesa, pero inclinándose curiosa para mirarme en detalle también.
- Llevas puesto la remera de Juno de One Direction y mis jeans prelavados con parches de todos los días... - Dice con tono burlón, para luego mirar por abajo de la mesa, recolocando sus lentes en el puente de su nariz.
Pero que perras, como se burlan de mí.
- Y zapatillas de deporte. - Suelta una risita y robando la regla de dibujo de Juno entre risas ambas, me señala con ella como si fuera una espada. - ¡Extraterrestre! ¡Devuelve a nuestra elegante hermana gemela de tacón y trajes! - Exclama con voz guerrera.
Ríen a carcajadas.
Pero qué, pendejas.
Y no lo puedo evitar, lo hago yo también tomando asiento, pero golpeando el hombro de Tatúm con ella y que robé de sus manos a modo castigo.
- Idiota... - Le gruño entre risa, intentando abrir el envoltorio de mi sándwich de pollo, pero sin decir más.
Tienen una idea de lo que sucede entre Caleb y yo, pero me sonrío por dentro y bajo mi comida, por sus miradas sorprendidas como curiosas sedientas por más información.
Y cuando estoy a punto de empezar con ello, elevo mi vista al campus.
No.Puede.Ser.
Y casi escupiendo mi almuerzo, exclamo.
Mierda.
- Jódeme, que vamos almorzar con ellos.
Y chau, charla a solas de hermanas.
- ¿Qué? - Dice Juno, dejando de mirar unos lindos dibujos hechos por los niños del Hospital de papá y que nos empieza a mostrar Tatúm orgullosa.
- No... - Murmura asombrada.
- Puede... - Prosigue, Tatúm sin creer.
- ...ser... - Finalizo yo. - ...me cago, en ellos... - Me sale del alma.
Y mis hermanas me miran por ello y me encojo de hombros como respuesta.
Lo sé.
Una maldición muy poco propia de una dama.
¿Pero, cómo no?
Si caminando por el campus y en dirección nuestra con sus bandejas de almuerzo cada uno, vienen a hacia nosotros e imposibles de ignorar de los lindos que se ven.
Los cuatro chicos y estoy segura que la mayoría del plantel femenino que compone esta gran Universidad, estará de acuerdo conmigo, que son los más lindos y guapos de la U.
Caldeo, Caleb, Cristiano y el nuevo mejor amigo que lo que tiene de gay y gótico, también de hermoso, el amigo nuevo de mi hermana Juno.
Demian alias Fresita.
Y miro para todos lados, buscando alguna máquina que tira aire, escondida detrás de un árbol o esos estilo biombos redondos plateados que sostienen los utileros para dar iluminación a los modelos en sus sesiones fotográficas.
Tienen que estar en algún jodido lugar.
¿Por qué?
¡Mírenlos, Santo Dios!
Es imposible no dejar de observarlos e ignorar el andar de estos cuatro chicos sexis, que con cada paso que dan y al mismo tiempo como si fuera sincronizados por ellos uno al lado del otro.
Vienen hacia nuestra dirección con sus lindas vestimentas que identifica a cada uno y para el deleite de la vista femenina y con sus caras, iluminadas por el astro rey y hasta algunos acomodando su pelo que ladean por sus rostros, por la brisa del mediodía como si fuera en cámara lenta.
Mis ojos recorren a mi primo Caleb, que con otro traje de tres piezas en la gama de los grises y corbata a tono se ve hermoso.
Dulce Jesús.
Y otra vez, su pelo atado con esa media coleta sosteniendo su pelo de forma despareja y disparada para todos lados con una bandita más tirante.
Dejando al descubierto su atractivo rostro con aire infantil, labios carnosos, hoyuelo y mirada de chocolate.
C.A.L.I.E.N.T.E
Sip.
Esa es la palabra que lo califica, cuando se detiene frente mío y con esa sonrisa de mierda y devastadora a toda potencia que tiene de linda, se inclina a mí y con dedo de forma tierna en mi barbilla, obliga a que cierre mi boca que no sabía que la tenía abierta, tomando asiento a mi lado divertido.
Todos ríen, por darse cuenta que me babee por él.
Y calor en mis mejillas, de la vergüenza por ser tan obvia.
De un manotazo y totalmente en mi contra, retiro su mano de mi rostro donde ahora esa porción de mi piel, se siente frío por la ausencia de la calidez de sus dedos.
Maldición.
- Te ves lindo, primo... - Exclama Tatúm sonriente a Caleb, agradeciendo su intromisión para que todos dejen de mirarnos entre extraños y divertidos, por nuestros atuendos y comportamiento de lo que sea que imaginan entre nosotros.
Para luego, sin sonrisa definitivamente a Cristiano que toma asiento frente suyo.
Ambos se fulminan con la mirada.
Epa.
¿Y eso?
Con Jun intercambiamos miradas interrogantes por nuestra hermana y el obseso Cristiano.
¿Pero qué, mierda pasó entre ellos?
Caleb se sonríe satisfecho abriendo su lata de gaseosa, mientras mastica un pedazo de su porción de pizza, cortando con cuchillo y tenedor.
Si.
Con cuchillo y tenedor y la postura de un señorito inglés sentado.
- Lo sé. - Se gira a mí, y me regala un guiño de ojo. - Muchas chicas, me lo han dicho... - Come divertido.
Y le entrecierro los ojos con odio.
- Cerdo... - Le gruño con bronca, porque me lleno de celos en solo pensar chicas desnudando con su mirada y halagando a mi primo.
O mucho peor.
Con sus manos de zorras recorriendo su pecho tonificado y con la excusa tonta de tocar la textura de su camisa italiana en color blanco.
Cual, estarían en todo su derecho.
Porque y aunque, nos besamos y gustamos.
No somos exclusivos.
No hablamos de ello, nunca.
Oh Dios...
Deja de pensar en eso Hop, me obligo cacheteándome mentalmente.
Miro la pizza y mi sándwich.
Arrugo mi nariz.
Necesito más calorías para que el placer cubra este dolor de mierda que siento, en solo pensar a Caleb con otra.
Y al carajo mi sándwich.
Lo corro a un lado y tomando una servilleta, la abro sobre mi regazo para atacar la primer porción de pizza que Caleb se trajo.
Que se joda.
Tendrá que compartirme.
Me mira raro.
Pero, no por sacarle parte de su almuerzo.
Sino, por lo que hice con la servilleta sobre mi regazo.
Y tose llamando mi atención.
Lo miro a él, a mis piernas y gruño otra vez.
Puta apuesta y puto como hermoso Caleb.
La hago un bollo en sus ojos con demasiada pasión y me importa tres mierdas, que todo lo hayan visto.
Hago a un lado los cubiertos descartables extras y tomando con mis manos la pizza, la mastico en su cara con bronca y mi primo echa su cabeza hacia atrás para reír a carcajadas, cuando me ve disfrutarla con cada mordida manchando mis dedos, pese a eso.
Porque sí, maldita sea.
Está buenísima de sabor y comerla así, le da un sabor diferente.
No lo sé.
Pero ya no me importa hacerlo, como tampoco limpiar un dejo de su salsa agridulce que escapa de un lado de mis labios con un dedo, para luego chuparlo como acto reflejo y por primera vez haciendo eso en mi vida.
Pero, dejo de masticar.
Porque también por primera vez por hacer eso y siendo testigo mi primo de ello sentado a mi lado.
Noto, cómo cambia de su mirada chocolate e infantil a oscura.
Por seguir ese dedo mío, con salsa a mis labios.
Huy.
Y mis piernas se cierran automáticamente, por esa dulce y tan nueva sensación tibia y que invade mi bajo vientre, ante esa mirada de él.
¿Qué hice?
Ya que su mirada, nunca me deja de esa forma profunda que lo hace y lasciva, cuando come cada bocado.
Como tampoco, cuando él y sí, usando la servilleta, limpia las comisuras de sus labios como todo un caballero.
Ya no, nos importa nadie a nuestro alrededor que hagan o hablen.
O que se den cuenta de lo que sucede entre nosotros.
Otra vez somos él y yo, con nuestra burbuja.
Y calorcito en mi cuerpo.
Cada movimiento que hace comiendo o bebiendo de su lata de gaseosa sin nunca abandonar sus ojos de los míos, pese a ser estudiada para cumplir su papel de la apuesta, irradia algo.
No sé, muy bien que es.
Pero, promete...algo caliente y sexi.
Pronto.
Santa.Mierda.Divina...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top