Parte 10

En el piso compartido entre Adrián, Vega, y el polémico Cristian, todos los presentes siguen dándole vueltas a la cabeza para conseguir un plan que separe a Cristian y a Samuel.

—Con dos noches juntos la idea de los tranquilizantes ya no cuela.—Belén mira a Adrián mientras lo dice, recriminándoselo. Se toma su chupito y expira.—Pero seamos sinceros, Cristian no ha podido cambiar tan de repente. Si se le cruza un tío bueno no se lo pensaría dos veces, ¿no?—Todos asienten.—Pues hay que encontrar a ese tío bueno.

—Ya... ¿Y dónde encontramos nosotros a un chico que ...? — Vega se da cuenta de que Belén le hace gestos con la mirada, señalando a su compañero de al lado.

Alex.

—¡Ah!—Grita Vega, mirando a Alejandro muy sonriente. Nati y Adrián también se dan cuenta y se le quedan mirando igual.

—¿Qué miráis tanto?—Alex tarda un poco más en entenderlo.—No. Ni de coña.

—Alex, tú eres el candidato perfecto.—Intenta persuadirle Adrián.—Cristian está loquito por ti desde siempre. Contigo si no que no lo pensaría dos veces.

—¡Me da igual! No voy a acostarme con él. Ni a mentirle. Y la verdad, después de todo lo que he visto y sé de él, me da grima. Es como si me acostara con...Rubén. O con Vlad, mientras Nati mira.

—Si es lo que necesitas yo no me cierro en banda.—Esta vez es Nati la que insiste.—Pero ni siquiera hace falta que te acuestes con Cris, con que tontees un poco...lo mínimo para que el piense que hay algo más.

—No tienes ni que besarle. —Dice Belén.—Solo muéstrate simpático, e intenta pasar tiempo con él. Le invitas a un batido...

—¿A un batido?—Le interrumpe Natalia.—¿Tú cuantos años tienes?

—Los batidos se llevan mucho.—Se defiende.—Y para ligar funcionan siempre. Si alguien te invita a un batido sabes seguro que no lo hace por el batido.

—Os conozco, chicos. Sé cómo suelen acaban vuestros planes.—Alex mira a Belén. Le pide con la mirada que ceda.— Y casi siempre acaban conmigo ligando con alguien. ¿Qué soy, el puto de la generación del 15?

No responde nadie. Al contrario, parecen no rendirse.

—Piensa en Rocío. Y en Sergio.— Natalia espera unos segundos. Como no ve que funcione, corta por lo sano.— Si aceptas, prometo no encasquetarte a la niña en un año.

—Y puedes venirte a comer aquí siempre que quieras. A mesa puesta.— Añade Adrián. Vega asiente, aceptando la propuesta.

Alex resopla. No sabe cómo lo consigue, pero acaba metiéndose en todos los líos. Se bebe de un trago el chupito que ha servido Natalia hace un rato.

—Vale.— Dice por fin. Todos aplauden la decisión.— Pero solo tonteo. Sin besos. A lo máximo que llego es al batido.

Los demás aceptan, pero a Alex le parece que lo hacen con la boca pequeña. No le da tiempo a pensarlo mucho más porque llaman al timbre.

Son Inés y Lydia. Vienen de pagar unos recibos atrasados en el banco. Cuando Adrián les abre la puerta entras nerviosas y discutiendo. Lydia lleva el casco de su moto en la mano y cara de cabreo.

—¡Nunca más te vas a montar conmigo en la moto! ¡Nunca!— Le grita a Inés mientras entra al salón. Como ve que no hay sitio en el sillón, se apoya en el respaldo. Inés llega hasta ella en cuestión de segundos.

—¿Pero qué ha pasado?— Pregunta Alex.

—Nos hemos empotrado contra un coche cuando salíamos del banco.— Explica Lydia. Aunque más que explicarlo, lo brama.

—Que exagerada.— Dice Inés.—Le hemos dado un golpecito porque Lydia se ha distraído.

—¡No me he distraído! Eres tú, que no paras de hablar y desconcentrarme. Verás la multa.

—¿Pero qué multa?— Pregunta Inés con ironía.— Si no nos ha visto nadie.

—¿Os habéis dado a la fuga?— Nati levanta las cejas. La situación comienza a interesar a todos los presentes en la sala.

—Claro.— Admite Inés, como si fuera algo cotidiano.—Ahora que soy ministra no puedo ir dando ostias con una moto, da mala imagen. Además, Lydia no tiene seguro. Qué temeraria y poquita conciencia de seguridad vial. —Se da unos golpecitos en la frente con el dedo índice.

—¡No me ha dado tiempo a contratarlo desde que hemos vuelto de Estambul!

Inés resopla otra vez. Se desprende de su chaqueta vaquera y la deja sobre el sillón, al lado de Vega. Camina hasta la barra de la cocina, restregándose las manos, mientras mira la botella que está sobre la mesa.

—¿Tenéis más tequila? No me he acordado de comprar con los nervios.

—Tequila no queda.— Dice Adrián, frunciendo los labios.— Pero hay vodka. Y Alex trajo ron ayer.

Inés apoya su peso sobre la pierna derecha, pensativa. Es totalmente ajena a que, desde el sillón, Alex y Vega se miran desafiantes, esperando su veredicto.

—Prefiero ron.

—¡Toma!— Aplaude Alex, sabiéndose ganador.

—No vuelvo a defenderte de Lydia nunca más. —Le dice Vega, cruzando los brazos.

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