Capítulo 44

Esa misma mañana, en la cafetería La estrella, mientras terminan dos cafés cortados, Sara coloca sobre la mesa algo con forma rectangular y envuelto en papel de regalo.

Rubén lo estudia y pregunta de qué se trata, y sobre todo, a qué se debe, pero Sara insiste mucho en que lo abra y lo averigüe por sí solo. Lo desenvuelve con curiosidad.

Y dicha seguridad en seguida se convierte en confusión.

-¿Una agenda? -Lo repite una vez más para asegurarse de que no es imaginación suya. Y aprovechando que justo uno de los camareros, amigo suyo, llama su atención para que se detenga a su lado-. Manu, por casualidad no tendréis una de esas bolsas de cartón con las que la gente se tapa la cabeza, ¿verdad?

Sara en seguida se disculpa con Manuel, que no le da importancia.Incluso se ríe con la ocurrencia de su amigo y le sigue el rollo durante un rato. Cuando este se marcha hacia la barra, deciden seguirle y de paso pedir la cuenta. Mientras la esperan, ella decide aclarar las cosas a propósito de su regalo.

-No te lo tomes como algo personal, por favor. Te juro que no lo he hecho con mala intención. Y no tienes que usarla si no quieres.

-Sara, te he perdido perdón mil veces. Lo siento de corazón. Si no te dije lo del vestido y lo de la tarta, que por cierto fue todo culpa de Vlad, -enfatiza, por si aún queda alguna duda-, fue para no decepcionarte. Para mi eres la persona más importante del mundo. Eres...como mi hermana. Eres mi hermana. Y siempre haré lo que haga falta para hacerte feliz. -Sara aparta la mirada, y Rubén no se da cuenta de lo que ocurre hasta que no le escucha sorber por la nariz. - ¿Estás...llorando? ¿Tanto la he cagado esta vez?

Sara, aún con lágrimas en las mejillas, le da un suave manotazo en el brazo.

-No es eso, tonto. Es que...es la primera vez que me llamas hermana. Para mí también eres mi hermano.

Ambos se miran de forma tierna, apoyados en la barra. Rubén, que aún conserva su nueva agenda en la mano, decide darla una oportunidad y echarla un vistazo. Es de color azul marino. Con letras grandes y amistosas, una frase; "La unión hace la juerga." Le fastidia reconocer que en el fondo es un buen regalo, que además él se merece por metepatas. En cuanto abre la primera página se arrepiente de haber pensado eso.

-Anda mira, con pegatinas de colores y todo. -Comenta, sarcástico.

-Reconozco que eso sí lo he hecho para humillarte un poco. Pero ya estamos en paz, lo juro. -Al otro lado de la barra, otra camarera les da un plato con la cuenta. Sara saca la cartera. - Para demostrártelo, hoy invito yo.

-Ni hablar, que tu invitaste a la cena el otro día. Pago yo. -Solo le hace falta rebuscar un poco en su bolsillo derecho para sacar un billete de diez euros. Sara parece no conformarse. Con una mano aleja a Rubén de la barra, y con la otra rebusca en su monedero lleno de tickets y tarjetas un billete con el que pagar la cuenta. Cuando al fin le encuentra y tira de él, un par de tickets se le caen al suelo. Maldice y se agacha a cogerlos. Rubén también se agacha, no sin antes darle su billete a la camarera.

Sonríe distraído mientras ayuda a Sara, hasta que en un momento dado, al coger un ticket, siente que algo tira de él. Mira el ticket y ve la mano de Sara. Rubén pregunta qué ocurre y frunce el ceño. Hace unos segundos no había sentido el más mínimo interés por ese trocito de papel, pero debe confesar que ahora se muere de curiosidad. ¿Qué habrá comprado su amiga que no quiere que el descubra? ¿Un juguete erótico? De ser así, reza en silencio porque sea de uso individual, y no para usarlo con Eric.

Pero no. El recibo, descubre Rubén, es de una tienda llamada "Aurora boutique", en la que se ha gastado 1100 euros. Nombre que le suena demasiado familiar. Incrédulo, levanta la vista hacia Sara.

-¿Aurora boutique? ¿La tienda de vestidos de novia?

Sara responde más rápido de lo esperado.

-También venden pajaritas. Mi suegro quería una. -Pero no es nada convincente.

-¿Una pajarita de 1100 euros?

-Es muy espléndido.- la sonrisa de Rubén durante ese margen de tiempo se ha ido ensanchando de tal forma que consigue hacerla confesar. -¡De acuerdo! Es del vestido. Te juro que pensaba que te lo había dado. Tu tampoco me lo pediste.

Rubén abre la agenda y empieza a juguetear con las pegatinas de esta.

-¿Sabes? Creo que voy a sacar mucho partido a esto. -Despega una de las pegatinas y se la pega a Sara en la frente, que se resigna sin remedio

-Que predecible eres, hijo. - Concluye, mientras se encamina hacia la puerta. Rubén recoge su cambio y la sigue.

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